8.08.15

Lecciones de catolicidad de ellos, ni una

El progresismo eclesial es tan “católico", tan “democrático", tan abierto -según dicen- a las sensibilidades, que le parece mal que cientos de miles de fieles pidan al papa Francisco que defienda la fe de la Iglesia sobre la familia.

A ver, que nos expliquen, ¿qué puede tener de malo pedir algo así? ¿cómo vamos a quedarnos de brazos cruzados cuando vemos a cardenales y obispos proponiendo cosas que se dan de tortas con la fe que hemos recibido de nuestros padres, de nuestros santos, de nuestros mártires?

Ellos, que quieren cargarse los sacramentos del matrimonio, la confesión y la eucaristía, que creen algo tan absurdo como que un papa puede contradecir las palabras de Cristo, de sus antecesores y de concilios ecuménicos, pretenden que pedir eso al Santo Padre es anticatólico.

Por otra parte, que los que llevan décadas de infidelidad a los Vicarios de Cristo, pretendan darnos lecciones de catolicidad, roza ya el esperpento.

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6.08.15

Excomunión y acceso a la comunión: breve lección a los medios ignorantes y manipuladores

Como cabía esperar, cualquier declaración del Papa sobre la situación de los divorciados vueltos a casar sería interpretada por los medios de comunicación como la puerta abierta al reconocimiento del adulterio -esa es la palabra que Cristo usa para referirse a quienes están en esa situación- y el acceso a la comunión de esas personas. El Papa dijo que los divorciados vueltos a casar no están excomulgados y los medios dan por hecho que les está permitiendo tomar la Eucaristía. Pues bien, no es así.

Doy por hecho que la mayor parte de los medios de comunicación seculares ignoran que existe una diferencia fundamental entre estar excomulgado y no poder comulgar. Luego están los medios de información religiosa perversos y manipuladores, que aun sabiendo la diferencia, hacen como si no existiera para torcer así el sentido de las palabras del Santo Padre.

Ciertamente todos los excomulgados no pueden comulgar, pero muchos de los que no pueden comulgar, sea de forma temporal o de forma “continua", no están excomulgados.

La excomunión supone literalmente la expulsión del bautizado de la Iglesia. Es la pena medicinal más “dura” y se aplica solo a determinados pecados o delitos. Entre ellos, el de la herejía, el cisma, el aborto y otros. El excomulgado queda fuera absolutamente de la vida eclesial, de tal forma que si muere en ese estado, ni siquiera podría recibir las exequias cristianas.

Como bien explica el P. Pedro María Reyes Vizcaíno:

Por lo demás, no sería legítimo afirmar la excomunión no es una institución evangélica: el Señor, en Mt 18, 17, establece la posibilidad de que la Iglesia expulse de su seno a quienes cometen pecados especialmente graves. Los primeros cristianos ya la practicaron. San Pedro, en Hch 8, 21, expulsó de la Iglesia a Simón el Mago, por pretender comprar el poder de administrar el sacramento de la confirmación: cometió el delito de simonía, que por este episodio tiene tal nombre. San Pablo, en I Cor 5, 4-5 también expulsó de la Iglesia a un delincuente, en este caso a un incestuoso. En esta ocasión, además, el texto de la epístola deja claro que la finalidad de la pena es medicinal: a fin de que el espíritu se salve en el día del Señor. Sin rodeos San Pablo exige a los corintios que apliquen la pena: “¡echad de entre vosotros al malvado!” (I Cor 5, 13).

Es doctrina católica, concretamente dogma de fe, que la comisión de un pecado mortal hace que el fiel no pueda recibir el sacramento de la comunión si no se ha confesado y ha sido absuelto del mismo.

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5.08.15

Ser víctimas del pecado ajeno no nos da vía libre para pecar

Aunque en bastantes ocasiones cuando algo nos va mal, tenemos lo que nos hemos buscado, no pocas de las desgracias que sufrimos en nuestra vida son consecuencia de pecados ajenos. Por ejemplo, si te matan a tu padre siendo adolescente, el sufrimiento que conlleva la pérdida no es culpa tuya, sino del asesino. Si siendo niño tus padres te maltrataron miserablemente, la culpa de que llegues a la adolescencia y la madurez en una situación psicológica complicada no es tuya, sino de tus padres. Y así podríamos poner mil ejemplos.

De igual forma, cuando en un matrimonio uno de los cónyuges comete adulterio y la cosa acaba en divorcio, es evidente que el otro cónyuge es víctima del pecado ajeno. Y tiene consecuencias para toda la vida. Si hay niños de por medio, más aún.

Ahora bien, el ser víctima del mal de los demás no nos da derecho a cometer nosotros mal alguno. El hijo de un maltratador no tiene derecho a maltratar a sus hijos. El hijo de una víctima del terrorismo no tiene derecho a tomarse la justicia por su mano. Y la víctima de un adulterio no tiene derecho a convertirse ella misma en adúltera. De igual manera, la víctima de una violación que se queda embarazada no puede combatir esa injusticia haciendo que maten al ser humano que se está formando en su seno. El mal siempre se combate con el bien, no añadiendo otro mal

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28.07.15

¿Cómo es posible que haya que explicar algo así?

En San Fernando (Cádiz, España) se va a celebrar un bautizo de un nene pequeño. Hasta ahí, todo normal. Pero la normalidad, desde el punto de vista de la fe católica, desaparece cuando se pretende que el padrino del niño sea una persona que nació mujer, y como mujer fue bautizada por la Iglesia, aunque ahora sea legalmente hombre. Es más, en su partida de bautismo figura sin lugar a dudas un nombre femenino.

El mero sentido común indicaría que no se puede ser padrino de un bautizo católico en tales circunstancias. Pero llevamos un tiempo en el que el sentido común está ausente. 

Independientemente de las leyes civiles, la Iglesia tiene sus propias leyes para gobernarse internamente. Si el Estado quiere conceder el cambio de sexo a quien lo pide, allá él. Pero para la Iglesia de Cristo, quien nace varón será varón por el resto de su vida y quien nace mujer, idem. No se trata de no acoger a tales personas. Se trata de no ir contra la naturaleza que Dios les ha dado, tal y como lo entiende la Iglesia. Se les acoge desde la verdad, no desde el engaño, por muy legal que sea dicho engaño.

Porque supongamos que se accediera a que esa persona fuera padrino de ese bautizo. ¿Qué sería lo siguiente? ¿permitir que se casara sacramentalmente?

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27.07.15

Los milagros estorban a quienes profesan una fe falsa

Los milagros estorban a quienes quieren hacer del cristianismo un humanismo buenista donde el hombre tiene capacidad natural de obrar bien y lo sobrenatural pasa a ser considerado como algo mítico, un simple adorno literario.

Por ejemplo, por más que se empeñen, la clave de la lectura del evangelio de ayer no es solo que debamos compartir con los necesitados el pan y los peces que nos sobran -lo cual es obvio para cualquier cristiano-, sino que Dios saca comida para alimentar a una muchedumbre de donde solo había cinco panes y dos peces.

Pretender una lectura meramente sociológica/asistencial de ese pasaje del evangelio, negando su consideración milagrosa, es como pretender que el maná que recibió Israel durante su peregrinaje por el desierto eran las sobras que les llegaban de Egipto o del otro lado del Jordán.

No era magia. Era designio sobrenatural de Dios. Y Dios no es un mago, no es un ilusionista. Es quien de la nada crea todo lo que existe en el universo.

Muchos son los que dicen que una fe que necesita de milagros para existir, en realidad no es fe. Sin duda la fe es un don de Dios que no requiere de la contemplación de sucesos sobrenaturales, pero tan cierto es eso como que no existe fe cristiana que no acepte la realidad de esos sucesos. En otras palabras, tan verdad es esto:

Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».

Jn 20,29

Como esto:

Jesús le dijo: «Si no veis signos y prodigios, no creéis».

Jn 4,48

Y esto:

Israelitas, escuchad estas palabras: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis…

Hch 2,22

Creemos sin ver y creemos porque vemos. Pero quien no cree, ni aunque vea creerá, a menos que el Señor obre en su corazón el mayor de los milagros, que es el de la conversión.

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