
María Saavedra Inaraja. Doctora en Historia de América por la Universidad Complutense de Madrid (1998), actualmente es Profesora Titular de Historia de América en la Universidad CEU San Pablo (Madrid). Dirige la Cátedra Internacional CEU Elcano. Historia y Cultura Naval, desde su creación en julio de 2019. Es autora de numerosos trabajos sobre temas vinculados con las poblaciones indígenas de América, así como en aspectos de la historia de las ideas americanas. Cabe destacar títulos como La mujer en la América prehispánica, Una princesa inca en Trujillo Francisca Pizarro Yupanqui, legado de la nobleza inca y la sangre española,Indigenismo y Evangelización. La primera expansión del cristianismo en América,Los frailes cronistas y el nacimiento de la antropología o El mercedario Martín de Murúa y su visión de la mujer andina.La editorial Ciudadela publicó su primera novela histórica, El capitán de la Victoria. Letras desde la mar de Juan Sebastián Elcano.
Ha realizado estancias de investigación en Lima, Montevideo y Buenos Aires. Ha recibido varios premios y distinciones, y en 2020 fue condecorada con la Gran Cruz al Mérito Naval.
¿Por qué un libro titulado América es nombre de mujer?
Tiene un doble sentido: por una parte, descriptivo, puesto que a lo largo de sus páginas se relata la vida de mujeres muy diferentes que contribuyeron a forjar ese mundo que hoy conocemos como América.
Pero el origen de este título es más bien el intento de crear una metáfora. Mi punto de partida es que América, tal como la conocemos hoy, comenzó a gestarse en 1492. Antes de aquella fecha no existía nada que pudiéramos llamar América. En realidad, en aquel nuevo continente no encontramos un todo desde el punto de vista cultural o político. El Nuevo Mundo era un gigantesco solar, poblado por grupos muy diversos. Algunos, como los que encontró Cristóbal Colón en el área Caribe, apenas habían llegado a desarrollar sociedades primitivas. Por otra parte, tenemos los grandes estados continentales, la confederación azteca y el imperio de los incas.
Para cada una de estas sociedades, el mundo era “su” mundo. No existía cohesión entre todos ellos, y desde luego no se sentían parte de un todo común. Se comienza a forjar esa comunidad con la llegada de los españoles. Es entonces cuando aquellos pueblos comienzan a tener rasgos que los identifican (no igualan) como son la lengua, la cultura, el alfabeto latino, la relación católica…
ES esta visión la que me llevó a la metáfora que he mencionado antes: América es la madre que, a partir de 1492, da a luz una nueva realidad. Y este parto es doloroso, claro que sí; en ocasiones traumático y violento. Muchas veces es fruto de la llamada inculturación: la cultura cristiana renacentista se expande sobre toda aquella realidad humana, elevando muchos elementos que, en la medida que son compatibles con esa cultura que importan los españoles, contribuyen a crear esa cultura mestiza, que es resultado de ese simbólico parto.
¿Por qué en la historia de América especialmente han pasado a la posteridad los hombres en general (guerreros, conquistadores, misioneros…)?
Esto ha sido así como en todas las sociedades anteriores al siglo XX. Tradicionalmente se ha construido una historia de carácter político: decisiones de gobernantes -hombres en su mayoría-, conflictos entre pueblos llevados a cabo por guerreros -hombres- legislación redactada por hombres, rituales religiosos presididos por hombres… No podemos negar que esto ha sido así. ¿Hay excepciones? Por supuesto, no podemos olvidar a una de las mujeres que aparecen en el libro, Isabel I de Castilla. Su gobierno marcó el destino de España y, en mayor medida, el de América y el del mundo.
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