P. Pérez-Soba: Iglesia y Cristo, matrimonio y divorcio
El P. Santiago Martín, Fundador de los Franciscanos de Marían, ha vuelto a entrevistar -en Magnificat TV- a un defensor de la fe católica, el P. Juan José Pérez-Soba, que figura entre los firmantes del manifiesto pidiendo que se corrija el punto 137 del Instrumentum Laboris del próximo Sínodo.
Entre las muchas cosas interesantes que explica el P. Pérez-Soba, hay una sobre la que quizás no se ha reflexionado lo suficiente en los últimos meses. Se basa en lo que San Pablo explica acerca de la relación entre el matrimonio y la relación entre Cristo y la Iglesia:
“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne". Gran misterio es éste, pero yo lo digo en relación a Cristo y a la Iglesia.
Efesios 5,31-32
Como bien nos cuenta el sacerdote y teólogo, Cristo trae el último y definitivo pacto, dentro del cual figura su unión esponsal con su Iglesia. Una unión cuya perdurabilidad no depende de la voluntad humana sino de Dios. De igual manera, la unión matrimonial entre hombre y mujer, una vez sellada por Dios, no puede depender solo de la voluntad de los contrayentes sino de ese sello divino inquebrantable. De tal manera que aquellos que pretenden, de forma abierta o encubierta, romper ese sello, tienen tantas razones como las que pudiera tener quienes quisieran -¿lo quieren?- poner fin al Nuevo Pacto de Cristo, que nos es renovado precisamente en la Eucaristía, memorial y actualización incruenta de su sacrificio en la Cruz.
Es penoso que se pretenda usar el sacramento de la Eucaristía, esencia del Nuevo Pacto irrevocable entre Cristo y su Iglesia, como la puerta ancha que lleva a la condenación, como puerta de aceptación del quebranto del sacramento matrimonial, imagen de dicho Nuevo Pacto. Algo así haría estallar a la Iglesia en pedazos, si tal cosa fuera posible.
No en vano en el libro de Hechos leemos lo que San Pablo dice a los presbíteros de Éfeso:
Tened cuidado de vosotros y de todo el rebaño sobre el que el Espíritu Santo os ha puesto como guardianes para pastorear la Iglesia de Dios, que él se adquirió con la sangre de su propio Hijo.
Ef 20,28
El ataque contra el sacramento del matrimonio es un ataque frontal contra la Iglesia de Cristo, porque pretende convertir en papel mojado el Nuevo Pacto (o Alianza), al que san Pablo equipara precisamente con la unión matrimonial.
Es más, el hecho de que muchos miembros de la Iglesia cometan “adulterio espiritual” -o sea, pecado mortal- no cambia la naturaleza ese pacto. La infidelidad del hombre no anula la fidelidad de Dios de la misma manera que la infidelidad de unos cónyuges no anula la naturaleza del sacramento del matrimonio. Aceptar la validez de otras uniones posteriores a la sacramental, sean reconocidas civilmente o no, es llamar a Cristo mentiroso y negar lo que el Espíritu Santo inspiró a san Pablo.
No estamos hablando, por tanto, de un pecado más. La aceptación del adulterio, vía admisión de los adúlteros a la comunión, afectaría a la esencia misma de la concepción que la Iglesia tiene sobre su relación con Cristo. Por no hablar de lo que también enseñó San Pablo:
En cambio, el que se une al Señor se hace un solo espíritu con él. Huid de la fornicación. Todo pecado que un hombre comete queda fuera de su cuerpo; pero el que fornica peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis?
1 Cor, 16-19
Si el apóstol dice eso de la fornicación, igual o más lo diría del adulterio, que es una versión agravada de aquel pecado. Quienes contraen matrimonio ante el Señor no se pertenecen ya más a sí mismos, sino que son el uno para el otro y ambos para Dios. Y aunque el pecado les pueda separar temporalmente, la unión ante Dios permanece intacta.
La Iglesia, igualmente, no se pertenece a sí misma. No puede hacer lo que le plazca en relación con el don de la Revelación que ha recibido de Dios. No puede ir contra las palabras de Cristo. Y no puede, ni mucho menos, profanar lo más sagrado que Cristo le ha dejado, la Eucaristía, para aprobar uno de los pecados más graves que se pueden cometer. Y ni les cuento lo que implicaría hacer tal cosa en nombre de la misericordia divina, convirtiendo a Dios en cómplice, en vez de purificador, del pecado.
Os recomiendo que veáis el vídeo completo (el P. Pérez-Soba lo explica mejor que yo), aunque en este post haya querido hacer énfasis solo en este punto concreto.
Paz y bien,
Luis Fernando Pérez Bustamante
21 comentarios
Hay una parte de la Iglesia que cree esto.
Y hay otra parte de la Iglesia (todo eso de cisma encubierto son pamplinas) que no lo cree.
Hasta aquí nihil novum sub sole.
Lo que es nuevo es que los que tienen la labor de custodiar la verdadera Fe no sólo pasen de su labor (como en las últimas décadas) sino que promuevan la confusión.
Ya no se trata sólo de una dejación de funciones por parte de la Jerarquía, sino de la promoción de la confusión.
Lo que yo sugeriría es que todos los matrimonios católicos iniciasem un proceso de comprobación de la no nulidad del sacramento a nivel diocesano, colapsar así los servicios jurídicos de las diócesis y que se acabe la tontería. Total es gratis, dicen.
"Como ya he dicho (al menos en el pasaje analizado), el autor de la Carta a los Efesios ha introducido la analogía suplementaria de la cabeza y del cuerpo en el ámbito de la analogía del matrimonio. Parece incluso que haya concebido la primera analogía: «cabeza, cuerpo», de manera más central desde el punto de vista de la verdad sobre Cristo y sobre la Iglesia, que él proclama. Sin embargo, hay que afirmar del mismo modo que no la ha puesto al lado o fuera de la analogía del matrimonio como vínculo nupcial. Más aún, al contrario. En todo el texto de la Carta a los Efesios (5, 22-33), y especialmente en la primera parte, de la que nos estamos ocupando (5, 22-23), el autor habla como si en el matrimonio también el marido fuera «cabeza de la mujer», y la mujer «cuerpo del marido», cual si los dos cónyuges formaran una unión orgánica. Esto puede hallar su fundamento en el texto del Génesis donde se habla de «una sola carne» (Gén 2, 24), o sea, en el mismo texto al que se referirá el autor de la Carta a los Efesios después en el marco de su gran analogía. No obstante, en el texto del libro del Génesis se pone claramente de relieve que se trata del hombre y de la mujer como de dos distintos sujetos personales, que deciden conscientemente su unión conyugal, definida por el arcaico texto con los términos: «una sola carne». Y también en la Carta a los Efesios queda igualmente claro. El autor se sirve de una doble analogía: cabeza-cuerpo, marido-mujer, a fin de ilustrar con claridad la naturaleza de la unión entre Cristo y la Iglesia. En cierto sentido, especialmente en este primer pasaje del texto a los Efesios 5, 22-23, la dimensión eclesiológica parece decisiva y predominante."
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LF:
Gracias.
El contrato se puede romper por cualquiera de las partes. La Alianza nunca se puede romper porque el garante es Dios. El contrato se realiza por la firma en un documento que expresa las condiciones. La Alianza se manifiesta en un "juramento" (sacramento) ante Dios. La diferencia entre contrato y alianza es la misma que entre prostitución y matrimonio.
Además, en el matrimonio católico, Dios promete dar todas las gracias necesarias para que esa autodonación de sí mismos se pueda realizar.
Algo que muchos matrimonios católicos de hoy en día se olvidan: el garante es Dios, no la terapia matrimonial. Es a Dios a quien tenemos que acudir para solventar las dificultades, porque el amor sólo nos lo puede dar Dios. El es amor. Las terapias pueden ayudar realmente si estamos enchufados al amor de Dios, nunca en lugar del amor de Dios.
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LF:
O predicamos y mostramos la forma de actuar la gracia, instrumento de Dios para hacernos santos, o no hay nada que hacer. Ni en nuestra realidad individual ni en la matrimonial.
Dudo que los partidarios de la comunión a los adúlteros den un paso irreversible, pero sí me es cierto que han fijado los términos del inminente gran debate: la Iglesia debe de adaptarse del todo al espíritu del mundo, y no sólo al limitado ámbito de la comunión de los adúlteros, y para algunos, de los abortistas y los homosexuales.
Y este debate está ya muy cerca, y será de impugnación a la totalidad de la doctrina.
Así que, ni debates ni gaitas. La Iglesia no es la esposa del mundo y si el mundo la abandona no se pierde gran cosa. Es la esposa de Cristo. Y esto lo tenemos que proclamar a los cuatro vientos y defender cuando toque y cuando no toque.
Y sí, toda la misericordia del mundo y acompañar a homosexuales, divorciados y familias rotas, como ya veníamos haciendo la mayoría de los sacerdotes, pero estableciendo el claro objetivo de "vete y no peques más". Hasta ese momento, a respetar los sacramentos y el Magisterio de la Iglesia.
No sólo es conforme a la verdad sino a la belleza del amor cristiano en el matrimonio.
Agradezco especialmente al P. Bernardo por traer ese texto, y por su segundo comentario.
Pero lo voy a intentar, a mucha gente nos la pela lo que diga el Magisterio.
¿ Y sabes por qué? por que tenemos que aguantar que auténticos subnormales triunfen, y a nosotros que nos den.
Ok, ningún problema, no voy a hacer ni p... caso a la Fe en la que educaron mis padres.
Tú, sigue malmetiendo.
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LF:
Bien, es evidente que andas muy enfadado con Dios. Y como ando preocupado por tu salud psíquica, este es tu último comentario en este blog, porque dudo mucho que te haga algún bien demostrar públicamente tu desesperación existencial.
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LF:
Hay evidencias notables de falta de fe. Por ejemplo, no aparecer por Misa desde la primera comunión.
Y en esos casos, lo milagroso sería que la persona contrajera el sacramento del matrimonio, siendo que los cónyuges, y no el sacerdote, son los ministros de dicho sacramento.
En todo caso, sospecho que muchas de las nulidades de hoy en día se consiguen mintiendo. Si acaso, ahora se facilita la mentira. Pero a Dios no se le puede engañar jamás.
Y Kasper no quiere más nulidades. Quiere que se reconozca situaciones objetivas de adulterio. Es decir, segundas uniones sin nulidad previa.
Es un misterio de iniquidad que estos consagrados se atrevan a ser dioses: "Jesús dijo: Esto es adulterio. Pero yo os digo que no lo es porque...".
Las estadísticas de nulidades dirán pronto si habrá que modificar esta reforma, pues si hay diócesis con muchas nulidades es que hacen un divorcio católico.
Sorprende que la reforma no haya responsabilizado a obispos y rectores de sus altos índices de nulidades, indicio de una negligencia en la gestión de la "ecología integral" dentro de la pastoral matrimonial.
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LF:
Bueno, no creo que el juez tenga por qué saberlo. Aunque sé de algún caso en que... en fin.
Las estadísticas ya hablaron claro en su momento. En EE.UU se hizo algo parecido en la décadas de los 70. Se pasó de 600 nulidades anuales a 5.000. Y San Juan Pablo II anuló el sistema porque dijo que era un divorcio encubierto.
Si ahora pasa lo mismo, y veo altamente probable que pase, tendremos que esperar a que llegue otro Papa y ponga orden, como hizo el papa polaco.
Dado que en la sociedad contemporánea la concepción generalizada del matrimonio es que dura hasta que una de las partes decide que se terminó, es muy improbable (pero no imposible) que alguien que no tenga fe católica sostenga la indisolubilidad del matrimonio, por lo que es probable que, si una persona en esas condiciones llegase al matrimonio eclesiastico por ej. por razones sociales, mientras en las palabras estaría declarando casarse "hasta que la muerte los separe", en su mente estaría pensando "hasta que yo decida divorciarme". Lo cual sería precisamente "excluir con un acto positivo de la voluntad" una propiedad esencial del matrimonio.
En este escenario, para contemplar el posible caso de que luego de la celebración del matrimonio esa persona llegase a la fe, hay que tener en cuenta el concepto de "sanación en la raíz" del matrimonio, la cual ocurriría si, luego de abrazar la fe, la persona aceptase la indisolubilidad de su matrimonio. Supongo que un experto en derecho canónico puede expresar este último párrafo con mayor exactitud.
"Porque si alguien se avergüenza de Mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre también se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre acompañado de sus santos ángeles." (Mc 8,38).
Uno no puede adherirse a Cristo y no a sus palabras (Jn 12,47-48; Jn 14,21.23-24). La unión con Cristo requiere necesariamente la aceptación y práctica de todas sus palabras. Incluyendo Lc 16,18 y pasajes similares.
Es decir, bastará que un cónyuge piense que no tenía fe en el momento en que se casó para que, en su cabeza, crea que su matrimonio no fue válido, y, por tanto, que puede comulgar aún estando en adulterio con una nueva pareja, ya que, dirán, el proceso de nulidad sólo declara a la sociedad y a los cónyuges la certeza de que un matrimonio era nulo, y ya lo era a los ojos del cónyuge. La facción kasperita dirá, por tanto, que, en su conciencia, ese cónyuge podía comulgar porque era él el que sabía que no tenía fe cuando se casó. Y así, Kasper y cía (como siempre han predicado desde hace décadas los alemanes) tendrán la puerta abierta para decir que podrán comulgar los cónyuges que crean que su matrimonio era nulo por falta de fe. No sé si me he explicado.
Y atentos a lo que dijo hace unos días nada menos que el Decano de la Rota, Vito Pinto, en el Osservatore Romano, enunciando las razones del cambio de las normas de los procesos de nulidad. Es tan fuerte que me da vergüenza comentarlo. Si LF quiere hacerlo, que lo haga: ""Così Francesco, con questa legge fondamentale dà il vero inizio alla sua riforma: ponendo al centro i poveri, cioè i divorziati risposati tenuti o considerati lontani, e chieden d o ai vescovi una vera e propria metànoia. Cioè una “conversione”, un cambiamento di mentalità che li convinca e sorregga a seguire l’invito d i Cristo, presente nel loro fratello, il vescovo di Roma, di passare dal ristretto numero di poche migliaia di nullità a quello smisurato di infelici che potrebbero avere la dichiarazione di nullità — per l’evidente assenza di fede come ponte verso la conoscenza e quindi la libera volontà di dare il consenso sacramentale — ma sono lasciati fuori dal vigente sistema"
Con este revelador párrafo del Decano de la Rota se echa por tierra que sólo se quería tocar el proceso de nulidad, cuando se declara abiertamente que la intención del papa (según el muy autorizado parecer del Sr. Vito Pinto) es pasar de un número reducido de sentencias de nulidad a uno elevadísimo que recoja a tantos divorciados vueltos a pasar que él considera infelices y alejados de la misericordia de la Iglesia, que son considerados fuera del sistema. En fin, daría para un post este párrafo, porque yo creo que la misericordia de Dios no es dar sentencias de nulidad a todos los que creen en su conciencia que su matrimonio fue nulo por falta de fe, sino decirles la VERDAD, tanto si la sentencia era de nulidad como si no lo era, para así no caer en sacrilegio y no bendecir los adulterios de muchos de esos cónyuges. Se obvia por completo el papel de la gracia, igualando la conciencia de los cónyuges con la objetividad de la ley moral y con la objetividad de si hubo o no matrimonio en cada caso, algo que sólo la Iglesia puede declarar.
" Alimenta la spinta riformatrice l’enorme numero di fedeli che, pur desiderando provvedere alla propria coscienza, troppo spesso sono distolti dalle strutture giuridiche della Chiesa a causa della distanza fisica o morale; la carità dunque e la misericordia esigono che la stessa Chiesa come madre si renda vicina ai figli che si considerano separati.". Traduzco: "Alimenta el empuje reformador el enorme número de fieles que, aunque deseando ser coherentes con su propia conciencia, muy a menudo son desviados de las propias estructuras de la Iglesia a causa de la distancia física y moral; la caridad pues y la misericordia exigen que la misma Iglesia como madre se haga cercana a los hijos que se consideran separados".
Me parece un párrafo perverso: es la presión democrática la que determina también la reforma, y se alega que muchos desean obedeceer su conciencia, pero que es la Iglesia la que no les deja (inmisericorde ella) declarar nulos sus matrimonios, habida cuenta de la distancia física y ¡¡MORAL!! que tiene respecto de sus fieles.
¿Desde cuándo las opiniones propias de los fieles, la presión democrática, es clave para reformar nada en la Iglesia? Y, lo más grave, ¿qué se quiere decir cuando se dice que hay distancia moral de la Iglesia respecto a los cónyuges que creen que su matrimonio fue nulo por falta de fe, que la Iglesia debe renunciar a su estrecho modelo de moral matrimonial a la hora de considerar válido el sacramento y pasar a uno más laxo que considere más la conciencia individual de los fieles? Pues si esto es así, me parece tremendo, y entronca con lo que se denunciaba en el Congreso "Llamamiento a confirmar la enseñanza de la Humanae Vitae y la Veritatis Splendor", del que daba noticia el otro día Luis Fernando: no cabe apelar a la conciencia como norma moral superior o distinta de la enseñanza tradicional de la Iglesia. Esto me parece luterano y kasperita.
Si bien es un tema de canonistas, creí conveniente corregir el error porque era demasiado grueso.
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