Examinad si los espíritus vienen de Dios

Siendo conscientes de que estamos en medio de una gran batalla espiritual (Efe 6,10 y ss), donde el enemigo principal no es de carne y sangre sino Satanás y sus huestes (otra cosa es que se valgan de seres humanos a su servicio), toca ejercer el discernimiento que Dios da a sus santos -más nos vale crecer en santidad para enterarnos de lo que está en juego- para no ser engañados. El campo donde tiene lugar esta batalla es, hoy en día, la propia Iglesia, cuyo asalto es evidente para cualquiera que tenga cierta sensibilidad espiritual. Quien no esté de acuerdo, se puede ahorrar la lectura de lo que sigue.

Dice el apóstol san Juan:

Queridos míos: no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. En esto podréis conocer el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo venido en carne es de Dios; y todo espíritu que no confiesa a Jesús no es de Dios: es del Anticristo. El cual habéis oído que iba a venir; pues bien, ya está en el mundo.
Vosotros, hijos míos, sois de Dios y lo habéis vencido. Pues el que está en vosotros es más que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan según el mundo y el mundo los escucha.
Nosotros somos de Dios. Quien conoce a Dios nos escucha, quien no es de Dios no nos escucha. En esto conocemos el Espíritu de la verdad y el espíritu del error.

1 Jn 4,1-6

Por simplificar un poco, dado que hoy nadie pone en duda la encarnación de Cristo -sí su plena divinidad-, tendremos que fijarnos en la otra pista que nos da el apóstol. Los que son del espíritu del anticristo hablan según el mundo y el mundo los escucha. Da igual que adornen su lenguaje con palabras espirituales y supuestamente impregnadas de la misericordia divina. Lo que buscan, y consiguen, es el aplauso del mundo, cuyo príncipe, Satanás, sigue obrando para la perdición de los reprobros. No en vano, nos advierte san Pablo que 

Esos tales son falsos apóstoles, obreros tramposos, disfrazados de apóstoles de Cristo; y no hay por qué extrañarse, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Siendo esto así, no es mucho que también sus ministros se disfracen de ministros de la justicia. Pero su final corresponderá a sus obras.

2ª Cor 11,13-15

Debemos reparar en el hecho de que los ministros de Satanás tienen toda la apariencia de ser apóstoles de Cristo. Es decir, no hablamos de presidentes de gobierno, políticos, personas de relumbre social, etc. No, hablamos de personas que se presentan como ministros religiosos. Y más concretamente como ministros de Cristo.

Bien, ahora que la Iglesia está envuelta en una gran polémica sobre la institución familiar, con un sector del episcopado pidiendo que se dé la comunión a los divorciados vueltos a casar, otro sector oponiéndose a semejante posibilidad y un sector aún mayor -y peligroso- que esos otros dos del que no sabemos si sube, baja o se queda en medio, respondamos a estas preguntas elementales:

1- ¿El mundo desea la aprobación, total o parcial, del divorcio y recasamiento?

Sí.

2- ¿El mundo desea algún tipo de reconocimiento de las relaciones homosexuales?

Sí.

3- ¿El mundo desea que se le hable de una salvación que no tiene como condición la conversión de los pecados?
Sí.

4- ¿El mundo rechaza las palabras de Cristo sobre el divorcio y el adulterio?
Sí.

5- ¿El mundo desea que la Iglesia deje de enseñar lo que siempre ha enseñado sobre la moral sexual?
Sí.

6- ¿Satanás quiere ver a la Iglesia dividida sobre todas estas cuestiones, con obispos diciendo una cosa y obispos diciendo la contraria, sin que se defienda la verdad con eficacia, tal y como está obligado a hacerse?
Sí.

Podríamos seguir respondiendo a muchas más preguntas similares. El espíritu del anticristo está hoy actuando de forma clara, visible, sin disimulo. Algunos padres sinodales le llaman “humo de Satanás". Da igual el nombre.

Recordemos, por otra parte, que cuando Lucifer intentó tentar a Cristo, citó la Escritura. No tiene nada de particular que sus ministros apelen al evangelio para introducir su veneno en la Iglesia.

Es hora pues, de que no nos fijemos tanto en quién dice algo como en lo que dice. Si lo que dice es contrario al mandato de Cristo y la doctrina de la Iglesia, debe ser rechazado abiertamente. Sea quien sea. Los silencios también son elocuentes, porque como dice el refrán “quien calla, otorga”. Y hoy ese otorgamiento, esa pasividad ante errores que destrozan la fe católica, está al orden del día. No en vano Cristo advirtió que la tibieza es más despreciable incluso que la maldad pura.

Cuando se produjo el primer gran asalto contra la fe cristiana, a través del arrianismo, fueron muy pocos los sucesores de los apóstoles que plantaron cara de verdad. El Imperio quería una solución intermedia: el seminarrianismo. O sea, ni para ti ni para mí. Negociemos la verdad y encontremos una vía aceptable para todos. Exactamente igual que hoy. San Atanasio fue el más activo. Permaneció firme en la fe y su ejemplo mostró el camino a seguir. Hoy contamos con unos cuantos apóstoles de Cristo que siguen los pasos de ese santo. Pero seamos claros. Son minoría. La mayoría ha optado por callar, por mirar a otro lado, por no abrir la boca.

¿Y el pueblo de Dios? Pues como en tiempos de Elías, en su mayor parte parece asistir pasivamente a la lucha entre el bien y el mal, a la batalla entre el profeta de Dios con los profetas de Baal. Mas Dios siempre se reserva un remanente fiel, miles de rodillas que no se doblan ante Baal, ante el espíritu de este mundo, ante los ministros de Satanás que se disfrazan de apóstoles.

Tiempos recios se aproximan para quienes pretendan defender ardientemente la fe que fue entregada de una vez y para siempre a los santos. Los que quieren pisotear la gracia de Dios lucharán para que los defensores de la fe (Judas 3-4) sean presentados ante el mundo y ante la Iglesia como los nuevos fariseos, fundamentalistas a los que hay que desterrar, a los que hay que echar de la propia Iglesia o, como mucho, permitir que sigan existiendo pero callados y sin molestar.

Mas la gracia de Dios brillará entre tanta miseria, entre tanta complicidad con el pecado y con la mentira. La luz, aunque sea pequeña, siempre vence a las tinieblas, aunque estas parezcan llenarlo todo. El Señor mismo intervendrá si lo considera necesario para arrebatar a Satanás y sus ministros las llaves de su Iglesia, de forma que las puertas del Hades no triunfen sobre ellas. 

Cristo, ven pronto.

Luis Fernando Pérez Bustamante