Qué gusto da oír a los pastores hablar claro

Según se acerca el sínodo, aumenta mediáticamente el número voces asegurando que la Iglesia debe cambiar su doctrina para adaptarla al mundo, en nombre de una supuesta misericordia divina que consiste en que Dios perdona a todos hagan lo que hagan, sobre todo si es en material de moral matrimonial y sexual.

Aunque son mayoritariamente de teólogos disidentes, algunas de esas voces llevan impronta episcopal e incluso cardenalicia, aunque es cierto que tras la reunión “discreta” del consejo en la sombra acontencida en la Gregoriana, parece que las huestes heterodoxas del episcopado mundial están agazapados a la espera de que llegue el encuentro sinodal.

Por otra parte, la mayor parte del sector ortodoxo de la Iglesia mantiene una actitud de aparente indiferencia, de silencio, de espera a los acontecimientos. O sea, algo así como “voy a esperar a ver por dónde va el cauce del río para lanzarme a sus aguas".

Sin embargo, existen algunos pastores que se han tomado en serio su deber de velar por la fe. Y no solo la fe de los fieles que están a su cargo, sino la de toda la Iglesia. Ellos cumplen verdaderamente el mandato del Concilio Vaticano II:

Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal. Pero en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos y cada uno, en virtud de la institución y precepto de Cristo, están obligados a tener por la Iglesia universal aquella solicitud que, aunque no se ejerza por acto de jurisdicción, contribuye, sin embargo, en gran manera al desarrollo de la Iglesia universal. Deben, pues, todos los Obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia…

Lumen Gentium 23

Entre los no muchos pastores que, ante el ataque que está recibiendo el sacramento del matrimonio, el de la Eucaristía y, siquiera indirectamente, el de la confesión, no callan públicamente, figuran los que son protagonistas de la portada de hoy en InfoCatólica. A saber:

Cardenal Norberto Rivera, arzobispo y primado de México, homilía pronunciada el pasado domingo, 23 de agosto, en su catedral:

No sólo en los momentos de crisis personal, sino también en los momentos de crisis social y cultural, como los que estamos viviendo, escuchamos la voz de Jesús: “¿También ustedes quieren dejarme? Con frecuencia tenemos noticia de que algún compañero, amigo o familiar se alejó de su fe porque consideró que perdonar era absurdo, que la indisolubilidad del matrimonio era imposible, que amar el dolor y la cruz era repugnante, que respetar la vida no es moderno ni progresista, que no robar sólo es para los que no saben aprovechar las oportunidades. Es más, hasta nos molesta que en este tiempo de deserciones, la Iglesia continúe anunciando el mismo evangelio, cuando la huida de tantos se podría evitar proclamando un evangelio más atractivo, moderno y progresista, y por supuesto con propuestas consensuadas y democráticas, aunque no sean precisamente las de Jesucristo que consideramos ya superadas.

Y:

Jesús nos invita a decidirnos, nos invita a tomar camino, a dejar esa vida ambigua en donde con la mayor facilidad encendemos una vela a Dios y otra… a otros dioses; en donde nos gusta llamarnos cristianos y católicos… pero no nos gustan los criterios de vida de Jesucristo; en donde decimos que creemos… pero no dejamos que esa fe se refleje en nuestra vida diaria. 

Obispos de Ghana

1. Todo ser humano es creado a imagen y semejanza de Dios (Gén 1: 26-27). La vida humana es un don de Dios y esta vida comienza en la concepción. Por lo tanto, cada nación, cada institución, cada hombre y mujer deben respetar, proteger y defender la dignidad y la santidad de cada vida humana desde el momento de la concepción hasta su fin natural.

2. El matrimonio sacramental está instituido por Dios como una unión permanente e indisoluble entre un hombre y una mujer; abierta a la vida y al amor. Por lo tanto, otras formas de uniones como las uniones homosexuales y las uniones adúlteras son hostiles a la mente del Creador. Ellos socavan la integridad del ser humano y de la familia y, como tal, nunca deben ser promovidas o apoyadas en nuestra sociedad.

3. La familia es la cuna donde la vida es bienvenida, nutrida y protegida. Por lo tanto, cada familia, con el matrimonio en su esencia, debe crear un entorno propicio en donde el inestimable valor de la vida sea enfatizado y sostenido.

4. La castidad y la fidelidad son virtudes fundamentales que están de hecho en la raíz de todas las culturas de la vida y de la civilización del amor. Por lo tanto, se deben promover en nuestra sociedad como un aspecto central del activismo provida y profamilia.

Cuando la fe católica es atacada, la voz de los pastores que la defienden suena a gloria celestial en los oídos de quienes, por pura gracia, son fieles a Cristo y a su Iglesia. Y sirve para calmar inquietudes, disipar miedos e incluso aplacar enfados.

Ojalá muchos más pastores sean fieles al mandato que Cristo les ha dado y defiendan públicamente esa misma fe, aunque eso les lleve a oponerse abiertamente a quienes, incluso desde el colegio episcopal, la atacan sin disimulo.

Pronunciarse una vez pasada la tormenta será fácil. Hacerlo ahora, no tanto. Pero Dios nos quiere firmes y valientes, no tibios ni cobardes. Al mismo tiempo, debemos ser prudentes. No podemos convertir la Iglesia en un gallinero. 

Luis Fernando Pérez Bustamante