Arrendará la viña a otros labradores
Son muchos los cristianos que se preguntan por qué permite Dios el mal en el mundo. Aun son más, probablemente, los que se preguntan por qué lo permite en el seno de su Iglesia. Sin ir más lejos, en este sínodo, al igual que en el del año anterior, el humo de Satanás ha contaminado el aire de la sana doctrina que la Iglesia tiene el deber de proclamar, salvo que quiera fornicar y adulterar con un mundo entregado a Satanás que anda ansioso por cobrarse esa pieza.
Ni que decir tiene que no tengo todas las respuestas a esas preguntas. Pero sí creo que los siguientes versículos nos dan algunas pistas:
Todo lo ha hecho el Señor para su fin, incluso al malvado para el día aciago.
Prov 16,4
No hay ningún mal que Dios no permita para un fin. Su soberanía es absoluta. Él crea al santo y al impío. Pero mientras que es autor de la santidad del santo, en ninguna manera es autor de la impiedad del impío. Simplemente, la consiente.
Y si nuestra injusticia sirve para mostrar la justicia de Dios, ¿qué vamos a decir? ¿Que Dios es injusto cuando descarga su ira? (estoy expresándome en términos humanos).
Rom 3,5
San Pablo está hablando de la infidelidad del pueblo de Israel -¿creemos que el pueblo de la Iglesia no puede caer en lo mismo?-, que sirve para mostrar la justicia de Dios cuando decide juzgar y castigar a dicho pueblo. Ahora bien, eso no significa que haya que obrar mal para que la justicia de Dios brille. Dice el apóstol inmediatamente:
Ahora bien, si la verdad de Dios queda resaltada con mi mentira y ello contribuye a su gloria, ¿por qué se me sigue juzgando como pecador? Y ¿por qué no hacer el mal para que venga el bien? Esto es lo que algunos afirman calumniosamente que nosotros decimos. Estos tales tienen bien merecida su condena.
Rom 3,7-8
El mal que Dios permite no solo es instrumento para mostrar su gloria y su justicia cuando lo juzga y castiga. También es permitido para ser instrumento de su gloria y misericordia:
… pues bien: Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvados del castigo! Si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvados por su vida!
Rom 5,8-10
Estimados, Dios no nos salvó cuando ya eramos santos. Nos salvó cuando estábamos bajo el imperio del pecado, cuando lo único que merecíamos era la condenación y el castigo.
El bien supremo es la gloria de Dios, para la que todo ha sido creado, especialmente el hombre.
Esa gloria brilla tanto en su misericordia para con sus elegidos a los que salva por pura gracia, como en su justicia para con los que justamente se condenan. Lo primero es agradable a la mentalidad de muchos. Lo segundo, no tanto. Pero tan cierto es lo uno como lo otro.
Bien harían los que niegan la soberanía absoluta de Dios a la hora de elegir a unos para salvación, dejando al resto para ejemplo de su justa ira, en leer Romanos 9:
Así pues, tiene misericordia de quien quiere, y endurece a quien quiere. Pero me dirás: «¿Entonces, por qué reprende? ¿Es que alguien ha podido resistir a su voluntad?»
¡Hombre, quién eres tú para contradecir a Dios! "¿Acaso le dice la vasija al que la ha moldeado: «Por qué me hiciste así»?” ¿Es que “el alfarero” no tiene poder sobre el barro para hacer de una misma masa una vasija, bien sea para usos nobles, bien para usos viles?¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y dar a conocer su poder, soportó con mucha paciencia las vasijas de ira preparadas para la perdición y -para mostrar la riqueza de su gloria sobre las vasijas de misericordia, que de antemano preparó para la gloria- también nos llamó a nosotros, no sólo de entre los judíos, sino también de entre los gentiles?
Rom 9,18-24
¿Y bien? Lo que nuestros ojos contemplan, a saber: una Iglesia agitada, estrujada, objeto de intento de violación por los vasos de deshonra, aquellos que pretenden ser más misericordiosos que Dios, cuando solo son siervos del Padre de toda mentira, aquellos que pisotean la sangre de Cristo derramada en la cruz diciendo que el perdón no tiene condición alguna -ni arrepentimiento, ni propósito de enmienda, ni penitencia-; pues bien, todo esto es ni más ni menos que algo permitido por Dios para dos cosas:
- Para que brille su justicia cuando:
A esos malvados les dará una mala muerte, y arrendará la viña a otros labradores que le entreguen los frutos a su tiempo.
Mt 21,41
- Para que Dios se glorifique en sus elegidos, en sus santos, a los que concede ser fieles en medio del error y la mentira:
Porque estoy convencido de que los padecimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria futura que se va a manifestar en nosotros.
Rom 8,18
Se nos da dado vivir en un momento donde no caben tibiezas, medianías, complicidades con el mal, justificaciones de comportamientos débiles. Los tibios son más despreciables para el Señor que los claramente malvados. Toca “sí, sí, no, no”. Con Cristo o contra Él. Con la Iglesia o contra ella. Con la Biblia, la Tradición y el Magisterio o contra ellos. Santidad o muerte.
¿A quién servirás tú? Ojalá digas como Josué:
Yo y mi casa serviremos al Señor. Rom 8,18
Laus Deo Virginique Matri
Luis Fernando Pérez Bustamante