La fidelidad a Cristo no debería ser objeto de votación

A falta de que nos confirmen oficialmente lo ocurrido ayer, parece ser que en las votaciones acontencidas en los círculos menores del sínodo sobre la cuestión de los divorciados vueltos a casar, el “NO” a esa propuesta heterodoxa ha alcanzado las tres cuartas partes de los votos, mientras que uno de cada cuatro padres sinodales ha votado “SÍ", ha votado a favor de ir contra las enseñanzas de Cristo y de la Iglesia tal y como aparecen en la Biblia, en el Catecismo y en la totalidad de los documentos magisteriales de los últimos siglos.

Supongo que muchos fieles se sentirán muy felices de que la verdad haya vencido. Bien, aparte de que falta esperar confiadamente en lo que diga el Papa, que en cuanto tal tiene autoridad sobre el sínodo -aunque no sobre la Escritura y la Tradición- y tiene el ministerio de confirmarnos en la fe -que es la que es-, creo evidente que el mero hecho de que se vote algo así es un escándalo para cualquiera que ame de verdad a Dios y su Revelación.

Porque, estimados hermanos, ¿desde cuándo puede votarse si la Iglesia ha de ser fiel a Cristo? ¿en qué cabeza católica cabe tal cosa? ¿qué será lo siguiente? ¿un sínodo sobre la Santísima Trinidad en el que se vote sobre la divinidad del Espíritu Santo? ¿uno sobre Jesucristo en el que se discuta si el Hijo es de la misma sustancia que el Padre?

Se me dirá: “hombre, no compares dogmas de fe con cosas que no lo son“. ¿Quizás la doctrina de la indisolubilidad del matrimonio no pertenece al depósito de la fe? ¿Quizás la doctrina de que para comulgar es imprescindible no estar en pecado mortal no pertenece al depósito de la fe? ¿quizás las palabras de Cristo afirmando que los que se divorcian y vuelven a casar, tanto si son culpabres del divorcio como si no (Luc 16,18), son adúlteros -pecado mortal-, no pertenecen al depósito de la fe? ¿quizás la doctrina de que para recibir la absolución hay que arrepentirse y hacer propósito firme de enmienda no pertenece al depósito de la fe? ¿quizás se equivocó San Juan Pablo II al decir?:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez.

Familiaris consortio,84

¿Qué parte no se entiende de “fundándose en la Sagrada Escritura"? ¿Quizás la Sagrada Escritura ha cambiado en los últimos 30 años? ¿donde ponía una cosa ahora pone otra? Y si el Magisterio, tal y como recuerda el Concilio Vaticano II…

… evidentemente, no está sobre la palabra de Dios, sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado, por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad, y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como verdad revelada por Dios que se ha de creer.

Dei Verbum10

… ¿a cuento de qué hay un solo obispo, no digamos decenas, que ose discutir lo que la Iglesia ha enseñado “fundándose en la Sagrada Escritura"? ¿esto qué es? ¿hacia dónde va la Iglesia si, cuando el rechazo al mensaje de Cristo sobre el matrimonio es cada vez más radical en el mundo, se pone a cuestionar verdades que ha profesado durante siglos?

Aún no sé en qué acabará este sínodo. Pero sí sé que mi alma está muy triste al ver que el humo de Satanás parece impregnar buena parte de la iglesia, amenazando con ahogar el alma de los débiles en la fe y perjudicando la salud espiritual de quienes, por gracia, están firmes.

No tienen derecho a hacer lo que han hecho. No, no lo tienen. Quiera Dios sacudir a su Iglesia para reformarla de arriba abajo. Las puertas del Hades no prevalecerán. Así lo creemos, así lo confesamos.

Mientras tanto, “la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil 4,7). En Cristo tenemos nuestra esperanza, nuestra absoluta seguridad, nuestro bien, nuestra vida eterna. Nada nos alejará de Él si nos agarramos a la gracia de Dios como tabla de nuestra salvación. Que el Señor nos conceda decir: “nosotros no somos gente que se arredra para su perdición, sino hombres de fe para salvar el alma” (Heb 10,39). 

Santidad o muerte.

Luis Fernando Pérez Bustamante