31.07.25

El cardenal Newman, doctor de la Iglesia, y la lógica de la fe

Estamos cerca de la proclamación como doctor de la Iglesia del cardenal san John Henry Newman.

Tengo una gran simpatía por Newman. En su momento, estudié muy a fondo alguna de sus obras – en especial la “Gramática del asentimiento” y los “Sermones Universitarios” -. Y a su pensamiento sobre el acto de fe dediqué tres capítulos de mi tesis doctoral. Incluso el título de esa tesis, que luego se publicó como libro, estaba tomado de una frase suya: “También nosotros creemos porque amamos".

Yo no conozco un análisis más detallado y convincente sobre el carácter razonable del acto de fe que el que Newman llevó a cabo. No planea su pensamiento sobre generalidades, sino que, más bien, se remonta desde lo concreto – su propia adhesión de fe – a lo universal.

Es el suyo un pensamiento profundamente original. D.A. Pailin acierta al escribir: “La fuente [de su pensamiento] es básicamente Newman mismo”. Y el propio cardenal lo corrobora al referirse a los “Sermones Universitarios”: “se escribieron con largos intervalos de interrupción, de manera ocasional por no decir imprevista; sin la ayuda de teólogos anglicanos y sin ningún conocimiento de los teólogos católicos”.

Solo una inteligencia profundamente reflexiva puede alumbrar una obra tan singular. Alejado de cualquier escuela, Newman elabora una epistemología muy atenta a la experiencia. El papel que reconoce a la conciencia muestra la relevancia concedida al carácter personal y concreto del conocimiento humano: “No puedo pensar con otra mente que no sea la mía, como no puedo respirar con otros pulmones que no sean los míos. La conciencia está más próxima a mí que cualquier otro medio de conocimiento”.

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29.06.25

La serenidad del papa León

La solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo trae a nuestra mente la iglesia de Roma, de la que son patronos. La comunidad cristiana consideró a estos dos apóstoles como una especie de contrapeso de Rómulo y Remo, los míticos fundadores de Roma. También evoca esta festividad la figura del papa, sucesor de Pedro y obispo de Roma. En las parroquias se hará una colecta, llamada del “óbolo de san Pedro”, que tiene la finalidad de sostener la misión del santo padre y las numerosas obras caritativas que dependen de él.

Desde el 8 de mayo de 2025 el papa es León XIV, el estadounidense y peruano Robert Prevost, nacido en Chicago en 1955. Religioso agustino, matemático, filósofo, teólogo, doctor en Derecho canónico, políglota, misionero y con experiencia de gobierno en su orden, en la diócesis de Chiclayo y en el Dicasterio para los Obispos. Realmente, un currículo impresionante y completo. Personas que lo conocen desde hace tiempo dan fe de su espiritualidad, inteligencia y sencillez de trato.

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23.06.25

Descanse en paz, don Benito Estévez Domínguez

A veces uno cree, ingenuamente, que siempre habrá ocasión de despedirse de los seres queridos. No es verdad. Puede haberla o no. La muerte sorprende, literalmente, “como un ladrón en la noche”. Esta mañana me ha despertado de mi ensoñación, de mi deseo de que todo sea lógico y razonable, el mensaje de un amigo: “Buenos días – me decía -. Esta noche se nos ha ido don Benito al cielo”.

Don Benito no solo fue mi párroco, sino que, para mí, durante mucho tiempo, era “el” párroco, “el” cura. Yo no había conocido a ningún otro. Don Alberto Cuevas, delegado de medios de comunicación social de mi diócesis de Tui-Vigo, en un breve y precioso “obituario” me ayuda a recordar con objetividad lo real. El recuerdo personal no necesariamente traiciona la realidad, pero, a menudo, la deforma. Y es oportuno que con datos y fechas se nos reconduzca a la senda de lo que ha acontecido.

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22.06.25

Simone Weil y el deseo de comunión

El papa Juan Pablo II expresaba, en un texto sobre la eucaristía, el deseo de suscitar el “asombro eucarístico” ante este sacramento, a la vez misterio de fe y de luz. El asombro, la maravilla, la fascinación ante lo real, está en la base de la mirada filosófica. No es, por consiguiente, extraño que también ante la eucaristía muchos filósofos hayan mostrado este asombro. Nos fijaremos en un texto de Simone Weil (París 1909 - Ashford 1943), nacida en una familia judía agnóstica, escrito en Londres muy poco antes de su muerte y que tituló “Teoría de los sacramentos”. Este texto lo envió por carta a su amigo Maurice Schumann, miembro, como ella, de la Resistencia Francesa.

Para Simone Weil, lo religioso tiene que ver con el deseo profundo que anida en el corazón, en lo hondo del ser humano: “es el deseo el que salva”, llega a decir en una de sus obras. Cuando estaba en Londres, Schumann solía acompañar a Simone Weil a la misa dominical y, en alguna de aquellas ocasiones, ella le expresó que sentía un deseo muy grande de recibir la comunión, pero no podía cumplirlo porque no estaba bautizada. El deseo, para hacerse real, necesita de la carne: “la naturaleza humana está concebida de tal forma, que un deseo del alma, mientras no pase a través de la carne por medio de acciones, movimientos o actitudes que le corresponden de manera natural, no tiene realidad en el alma”. Solo un deseo real dirigido directamente hacia el bien “puro, perfecto, total, absoluto”, dirigido hacia Dios, puede poner en el alma más bien que el que existía antes.

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15.06.25

El amor perfecto

La Ilustración ha buscado la razón universal. Lo que la religión declara como misterio podría resultar de interés “dentro de los límites de la pura razón”; es decir, si se pudiese reducir a la razón sola y especialmente a la dimensión moral de la misma. Lo que fuera más allá no aportaría ningún conocimiento. Es lo que, según Kant, acontece con la Trinidad: “De la doctrina de la Trinidad… no se puede simplemente sacar nada para la vida práctica, incluso si se creyera entenderla inmediatamente; pero mucho menos todavía cuando uno se convence de que supera nuestros conceptos”.

No todos comparten este ensimismamiento de la razón; algunos, singularmente en la tradición cristiana, apuestan por la apertura de la razón a la revelación y, en consecuencia, por la concordia entre la razón y la fe. A principios del siglo XII Guillermo de Champeaux fundó en París la abadía de San Víctor con una escuela para la formación de los monjes, abierta también a estudiantes externos, en la que se realizó una síntesis entre la teología monástica, orientada a la contemplación en la Escritura de los misterios de la fe, y la teología escolástica, que utilizaba la razón para tratar de escrutar esos misterios.

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