San Francisco Blanco, mártir en Japón
Cada seis de febrero la Iglesia Católica celebra la conmemoración de los santos Pablo Miki y compañeros. Esta memoria recuerda a veintiséis mártires de Japón que fueron crucificados y alanceados en Nagasaki el cinco de febrero de 1597. Pablo Miki era un joven religioso jesuita que se dedicaba a catequizar a nuevos cristianos. Otro jesuita, san Francisco Javier, había anunciado el evangelio en Japón entre 1549 y 1551.
En 1593, las autoridades niponas recrudecieron su política contra el cristianismo y las posibles “influencias occidentales”. Parece que el 9 de diciembre de ese año fueron arrestados seis franciscanos (Pedro Bautista, Martín de la Asunción, Francisco Blanco, Felipe Las Casas, Francisco de San Miguel y Gonzalo García), tres jesuitas (Pablo Miki, Juan Soan de Gotó y Santiago Kisai) y quince laicos terciarios franciscanos, a los que se les añadieron después otros dos, que eran catequistas.
Francisco Blanco, franciscano, había nacido en 1570 en Tameirón, en el municipio orensano de A Gudiña. Estudió con los jesuitas en Monterrei y, posteriormente, en la Universidad de Salamanca. Como fraile franciscano se trasladó a la Nueva España, hoy México, y desde allí dio el salto a Filipinas. En 1593 llegó a las tierras de Japón.
En el oficio de lecturas de la memoria se lee un texto de la historia del martirio de estos santos que menciona explícitamente a Francisco Blanco: “Clavados en la cruz, era admirable ver la constancia de todos, a la que les exhortaban el padre Pasio y el padre Rodríguez. El Padre Comisario estaba casi rígido, los ojos fijos en el cielo. El hermano Martín daba gracias a la bondad divina entonando algunos salmos y añadiendo el verso: ‘A tus manos, Señor’. También el hermano Francisco Blanco daba gracias a Dios con voz clara. El hermano Gonzalo recitaba también en alta voz la oración dominical y la salutación angélica”.