Propuesta para el Sínodo (III): el matrimonio para toda la vida
Durante el último año, en las conversaciones relativas al Sínodo sobre la familia, se han presentado diversas propuestas “pastorales” que afectan de lleno a la indisolubilidad del matrimonio. Así, hemos visto a algunos Padres sinodales y a otros obispos proponer indisolubilidades disolubles, caminos penitenciales que terminan en la aceptación del pecado por el que se hace penitencia, segundas uniones civiles “tan indisolubles como las primeras”, la invención de nuevas prerrogativas papales para disolver lo indisoluble, una vuelta a la ley mosaica, adulterios que son un “acercamiento a Dios” y el acceso a la comunión de aquellos cuya vida contradice gravemente la ley de Dios.
Todas estas propuestas incluyen referencias a “mantener la indisolubilidad”, al menos en teoría, así como diferentes eufemismos para no usar la palabra divorcio, pero creo que es importante que no nos engañemos. Por mucho que se quiera evadir la cuestión principal, la lógica no miente. O el matrimonio es para toda la vida o no lo es. Tertium non datur, no existe una tercera opción. Si se introduce la posibilidad del divorcio en la Iglesia, desaparece el matrimonio indisoluble, porque ambas cosas son contradictorias entre sí.
A veces se presenta la introducción del divorcio como misericordia para los que quieren divorciarse, pero nadie parece acordarse de tener misericordia con los demás, porque es algo que no sólo nos afecta, sino que es un ataque despiadado contra nuestros matrimonios. Si el divorcio se aceptase en la Iglesia, aunque fuera por la puerta de atrás, inmediatamente nuestros matrimonios dejarían de ser indisolubles y para toda la vida. No hablo del matrimonio “en general”, si es que eso existe, hablo de mi matrimonio concreto, del de mis padres, del de mis hermanos y del de todos los católicos que estamos casados. Me quitarían, nos quitarían, algo que es más precioso que el oro (cf. 1P 1,7).
Si se otorgase carta de naturaleza al divorcio en la Iglesia, aunque fuera con todas las excusas, salvedades y eufemismos del mundo, a los católicos casados nos convertirían en mentirosos, pues dejaría de ser verdad lo que prometimos al decir “hasta que la muerte nos separe”. El matrimonio católico pasaría a ser “mientras nos vaya bien”, exactamente igual que el del mundo. En el mejor de los casos, con mucha suerte, el “mientras nos vaya bien” podría durar toda la vida, pero ese sí completo y total quedaría fuera de nuestro alcance y ya no tendríamos derecho a prometerlo, porque sería algo que dependería de los azares de la vida y de circunstancias más allá de nuestro control. Del mismo modo que nadie en su sano juicio prometería que no se va a poner nunca enfermo, porque no puede asegurarlo, nadie podría ya prometer con verdad que se casa para toda la vida. Y si lo hiciera, sería un mentiroso.
No sé si, como algunos esperan, la aceptación por los Padres sinodales de las propuestas del cardenal Kasper y sus adláteres serviría para congraciarse con el mundo. En cambio, estoy seguro de que nos causaría un daño inmenso a los católicos que estamos casados. Se estaría destruyendo el tesoro que nos legaron nuestros padres y que yo recibí, con temor y temblor, el día de mi boda. Por eso, con todo el respeto, creo que ni siquiera los obispos tienen derecho a hacerlo, porque el sacramento del matrimonio no es suyo para disponer de él y usarlo para ofrecer al mundo una temporada de “rebajas” en las exigencias de la moral católica, como una ingenua estrategia de marketing para intentar mejorar la imagen de la Iglesia en la sociedad moderna.
Me gustaría señalar que entiendo perfectamente los deseos de cambiar la práctica de la Iglesia. El divorcio, hay que reconocerlo, es una cosa bastante razonable, porque el ser humano es débil e inconstante. En este asunto, el mundo entero está contra nosotros: la gran mayoría de las culturas humanas han aceptado, de una forma u otra, el divorcio. Los musulmanes, budistas, judíos, sikhs, baha’i e hinduistas siempre lo han permitido. También lo hacen nuevas religiones como los testigos de Jehová, cienciólogos, moonitas o mormones. Incluso los cristianos han ido aceptando el divorcio a pesar de las palabras de Cristo y hoy se divorcian los luteranos, calvinistas, anglicanos, evangélicos, pentecostales y ortodoxos. Con ello no han hecho más que reconocer la debilidad humana que todos compartimos. Entre todos ellos, la Iglesia Católica, prácticamente en solitario, conserva el mandato de Cristo. Precisamente por eso, el matrimonio sacramental para toda la vida es, quizá, el signo más claro de la presencia de Dios en la Iglesia Católica.
Este contraste entre el catolicismo y prácticamente todo lo demás sólo se entiende si tenemos en cuenta que, en la historia humana del matrimonio, se da una paradoja muy llamativa. Por un lado, el ser humano es consciente de su debilidad, de que su amor es inconstante, de que a menudo se propone hacer una cosa pero luego hace otra muy distinta. No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero (cf. Rm 7,19). En ese sentido, parece razonable no prometer algo que no sabemos si podremos cumplir. Sin embargo, junto a esta dosis de realismo saludable, también hay que tener en cuenta otro hecho muy significativo: todas las culturas humanas, todas las épocas y todos los seres humanos han deseado profundamente que las cosas no fueran así. Todas las canciones de amor, desde que el mundo es mundo, dicen: te querré siempre; todas hablan de un amor que no pasa, que siempre estará ahí, que es más fuerte que las vicisitudes de la vida, que nada puede romper. El ser humano, por su propia naturaleza, desea encontrar a alguien que le quiera pase lo que pase, incondicionalmente. Así pues, en lo que se refiere al matrimonio existe y ha existido siempre un contraste aparentemente irreductible entre el deseo y la realidad, entre la permanencia que pide el propio vínculo y la debilidad humana.
En esta situación, Jesucristo introdujo un ingrediente nuevo, una variable desconocida que alteró totalmente la ecuación: el Amor de Dios. Ese amor, que irrumpió en la historia humana por medio de la Encarnación, es más fuerte que la muerte y va mucho más allá de lo razonable. Es amor al enemigo: Bendecid a los que os maldigan y rezad por los que os persigan (Lc 6,28). Es el amor que, en la Cruz, grita: Padre, perdónalos (cf. Lc 23,34) Jesucristo es el Sí a todas las promesas de Dios (2Co 1,20). En Él, Dios ha dado respuesta a los anhelos profundos de toda la humanidad desde Adán, a aquello que ha pedido siempre el corazón humano creado por Dios. La brecha entre el deseo y la realidad ha sido cerrada por Cristo, el Sumo y Eterno Pontífice, es decir, el creador de puentes. El amor irrompible que los seres humanos hemos deseado durante milenios y milenios se hizo presente entre nosotros como un regalo, como un don.
Un amor como el de Cristo es algo que supera con mucho lo que es posible o razonable para el ser humano y una vida basada en él requiere un milagro permanente. De ahí que los sacramentos sean precisamente eso, milagros permanentes “garantizados” por Dios, es decir, cauces por los que la milagrosa acción de Dios en nuestra vida se hace, en cierto modo, ordinaria y habitual. En el lenguaje tradicional de la Iglesia, esto se llama “gracia de estado” de los esposos cristianos, que pone a su alcance lo que resulta inalcanzable e irreal para los que no están unidos a Cristo. Todo lo puedo en aquel que me conforta (Flp 4,13). Así como la fe nos eleva para que participemos de la sabiduría de Dios, la caridad es una participación cualitativamente nueva en el amor divino: firme, constante, misericordioso, siempre fiel a sí mismo y capaz de fidelidad. Por eso el matrimonio cristiano no es un simple “papel” prescindible, sino la condición necesaria para poder vivir algo que es imposible para los esposos por sí mismos: un vínculo de amor más allá de sus fuerzas, indisoluble, para toda la vida, que sólo Dios hace posible. El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado (Rm 5,5).
Todo esto es un regalo de Dios en medio de la debilidad de los esposos. Me glorío de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo (cf. 2Co 12,9). No seamos idealistas: los esposos cristianos no son superhombres ni supermujeres. Discutirán, como todos, pero mirando a Dios serán capaces de perdonar y de pedir perdón. Tendrán tentaciones, pero la fidelidad de Dios hará que sean fieles a su matrimonio. Tendrán mil y un defectos, pero al verse aceptados por Dios como son, podrán aceptarse también el uno al otro cada día. Esto que digo no es algo meramente teórico. Yo lo he visto en personas concretas. He visto matrimonios en los que había habido engaños e infidelidad, que humanamente no tenían solución, y que el Señor ha reconstruido sorprendiendo a todo el mundo, especialmente a los propios implicados. He visto la acción de Dios en otros matrimonios en los que los esposos no se aguantaban y que, al encontrarse con Dios y al mirarle a él, han recibido la gracia de aceptarse mutuamente como eran. He visto que mi propio matrimonio sólo es posible gracias a que Dios está entre nosotros y, en nuestra debilidad, nos da la fuerza para querernos el uno al otro como somos.
En Cristo, el matrimonio se convierte en signo de la Alianza nueva y eterna, que nada puede destruir. El matrimonio que dura para toda la vida es una señal para todos los hombres de la victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte. Por eso mismo, es un signo claro para nuestra fe, para que podamos creer. Y también por eso mismo, la propuesta de introducir algún tipo de divorcio católico es un ataque a nuestra fe, porque lo que nos dice es que es falso que Cristo haya vencido y que la última palabra la tiene el pecado. Es decir, las propuestas kasperianas son un ejemplo de libro de lo que es el escándalo, de lo que escandaliza a los pequeños que creen en Cristo (cf. Mc 9,42).
Los católicos que viven realmente la vida cristiana, no por sus propias fuerzas sino en virtud de la gracia, son un signo para todas las naciones de que, en Cristo, se hace posible lo que tanto el mundo como las distintas religiones consideran imposible: el matrimonio monógamo e indisoluble, para toda la vida. Por ello, la entrega mutua definitiva y total de esos esposos es una de las manifestaciones más impresionantes de la presencia de Dios de cara a la evangelización de los pueblos. En ellos se ve con claridad que Cristo ha re-creado al ser humano, convirtiéndolo en un hombre nuevo, que participa de modo nuevo del amor inagotable de Dios, por medio de la fe operante por la caridad (cf. Gal 5,6). Romper o atenuar ese signo elocuentísimo del matrimonio cristiano ante el mundo es un suicidio para la Iglesia y para su testimonio misionero.
Por muy bienintencionada que sea esa propuesta, es un virus mortal para nuestras familias. San Pablo, en la carta a los Efesios, enseñó que el matrimonio católico debe entenderse en relación con el amor de Cristo por la Iglesia y que por eso es un gran misterio de gracia, un sacramento (en griego, mysterion). Como consecuencia, la familia cristiana es una verdadera iglesia doméstica, ya que participa de ese mismo amor. Sin embargo, el amor de Cristo es irrompible y, si se rompe, es que no era verdaderamente el amor de Cristo. Así pues, aquellos que están intentando introducir en la Iglesia “nuevas uniones” (y la ruptura de las uniones originales) privan a nuestras familias de su cimiento en el amor de Jesucristo, que no se puede romper. Les pedimos roca firme para cimentar nuestros hogares y nos dan el cimiento arenoso del divorcio; queremos crear familias que sean iglesias domésticas, para que las puertas del infierno no prevalezcan contra ellas (cf. Mt 16,18), y nos dicen que sería utópico pretender matrimonios monógamos e indisolubles para toda la vida, que debemos contentarnos con meros emparejamientos coyunturales y a la medida de nuestras pobres fuerzas.
Hoy, como siempre, la idea cristiana del matrimonio escandaliza al mundo, porque nos lleva mucho más allá del límite de nuestras fuerzas, hasta una forma de vivir que sólo nos habíamos atrevido a soñar. No es extraño, pues, que el matrimonio para toda la vida sufra ataques. “¡Se rompe, se rompe!”, gritan con fruición los medios seculares que odian la fe y odian a la Iglesia. “¡Por fin se resquebraja!”, se regocijan, frotándose las manos, quienes siempre han deseado demostrar la falsedad de la esperanza cristiana. Y lo hacen porque, a pesar de no tener fe, intuyen que lo que está en juego es fundamental. Los hijos de este mundo son más astutos que los hijos de la luz (Lc 16,8).
Que el mundo ataque el matrimonio indisoluble es comprensible y no debería extrañarnos. A fin de cuentas, la vida cristiana es un combate entre la luz y las tinieblas, que no terminará hasta que Cristo vuelva en su gloria. El problema es que los ataques ahora no vienen solamente de fuera, sino también de dentro. Si mi enemigo me injuriase, lo aguantaría; si mi adversario se alzase contra mí, me escondería de él; pero eres tú, mi compañero, mi amigo y confidente, a quien me unía una dulce intimidad (Sal 54,12-13). Que haya católicos y, peor aún, sucesores de los Apóstoles que quieran introducir la posibilidad del divorcio en la Iglesia y en mi propio matrimonio, contra la misma promesa que me hizo Cristo, me causa una tristeza inexpresable. Por eso lloro yo. Mis ojos se deshacen en lágrimas, porque lejos de mí está el consuelo de mi alma (cf. Lam 1,16).
Gracias a Dios, sin embargo, la fe católica no se basa en las modas de cada época. Ni siquiera en las modas adoptadas, más o menos ingenuamente, por algunos clérigos desorientados. La indisolubilidad del matrimonio sacramental, tanto teórica como práctica y tanto dogmática como pastoral, se basa en la enseñanza directa y clarísima de Cristo: Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10,9) y Todo el que se divorcia de su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la que está divorciada del marido, comete adulterio (Lc 16,18). Por ello, el Concilio de Trento definió esta cuestión con total claridad, basándose en las palabras de Cristo: “CAN. VII. Si alguno dijere que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del Matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro Matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea anatema” (Denz. 1805 y 1807).
Los católicos no podemos pensar siquiera en enseñar otra cosa que lo que proclamó el mismo Señor y la Iglesia definió como dogma de fe. Como acaba de recordar el Papa Francisco en Ecuador, “si la Iglesia se aleja de Jesucristo, se vuelve oscura y no da testimonio”. Teniéndolo en cuenta, parece oportuno que, lejos de considerar las propuestas que quieren introducir el divorcio de forma más o menos camuflada, en el Sínodo se resalte todo lo posible la gracia del matrimonio indisoluble, como signo de fe para los católicos y los no creyentes, fundamento firme de la familia cristiana, lugar privilegiado de la presencia del amor y la misericordia de Cristo, herencia valiosísima de la Tradición de la Iglesia y luz mantenida siempre en lo alto por la Iglesia para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte (Lc 1,79).
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SERIE PROPUESTA PARA EL SÍNODO
Propuesta para el Sínodo (I): Saco y cenizas
Propuesta para el Sínodo (II): predicar la verdad
SERIE POLÉMICAS MATRIMONIALES
Polémicas matrimoniales (I): la comunión como premio
Polémicas matrimoniales (II): la comunión espiritual
Polémicas matrimoniales (III): Domingo de Pascua
Polémicas matrimoniales (IV): un tema doctrinal
Polémicas matrimoniales (V): el perro verde y una brecha en la muralla
Polémicas matrimoniales (VI): D. Joan Carreras del Rincón
Polémicas matrimoniales (VII): Respuestas de D. Joan Carreras del Rincón
Polémicas matrimoniales (VIII): San Jerónimo
Polémicas matrimoniales (IX): Mons. Vesco y la indisolubilidad disoluble
Polémicas matrimoniales (X): la equidistancia entre la verdad y el error
Polémicas matrimoniales (XI): realidad y no ficción
Polémicas matrimoniales (XII): la analogía con la Lumen Gentium
Polémicas matrimoniales (XIII): supresión de la responsabilidad moral
Polémicas matrimoniales (XIV): el olor a oveja y el olor a Cristo
Polémicas matrimoniales (XV): Fr. Hunwicke
Polémicas matrimoniales (XVI): negar la comunión
Polémicas matrimoniales (XVII): la ley mosaica
Polémicas matrimoniales (XVIII): Mons. Santiago Agrelo
Polémicas matrimoniales (XIX): cardenal Sistach
Polémicas matrimoniales (XX): Mons. Bonny, obispo de Amberes
Polémicas matrimoniales (XXI): Conferencia Episcopal Alemana
Polémicas matrimoniales (XXII): otra vez el Secretario del Sínodo
Polémicas matrimoniales (XXIII): el cardenal Marx nos da una alegría
Polémicas matrimoniales (XXV): Monseñor De Germay
Polémicas matrimoniales (XXV): el cardenal Kasper no quiere contrariar al mundo
Al menos, es el mismo razonamiento: si otros se divorcian, automáticamente yo tengo que divorciarme.
Yo no le encuentro la lógica, por más que haya tratado de explicarla.
Y si la condición del matrimonio no depende esencialmente de la voluntad de Dios, entonces eso ya es otra cosa distinta del matrimonio tal y como lo enseñó Cristo. Lo cual afecta a TODOS los matrimonios.
Fácil de entender.
Eso es así porque Dios es fiel a sus propios dones. Lo que da, no lo quita. Otra cosa es que el hombre que recibe sus dones, los rechace y se cierre a ellos. Pero por parte de Dios, sus dones (de oración, de fe, de fortaleza, de vocación, de celo apostólico, etc.) y lo mismo la vocación que da a cada uno, son por Su parte sin fin, continuará dándolos siempre. Es como si Dios abre un manantial, lo inaugura, y de suyo de esa fuente manará agua pura y viva PARA SIEMPRE. A no ser que el hombre ciegue ese manantial, y se vaya a beber en otros fuentes (dejando de paso sin agua a quienes de ese manantial bebían).
Es el amor infinito de Dios, que nos es dado por el ESanto, lo que fundamenta el glorioso PARA SIEMPRE de las diversas vocaciones cristianas, totalmente imposible para la mera fuerza de los hombres, que somos tan cambiantes y débiles a las atracciones y a las repulsiones del sentido. Esto es así porque lo imposible para los hombres es posible para Dios. Por tanto,
+UN SACERDOTE es sacerdote para siempre, no para una temporada más o menos larga: in aeternum. Puede Dios permitir, p. ej., una enfermedad grave psicológica (o moral) que haga imposible en un momento dado el ejercicio del ministerio sacerdotal. Pues bien, en tal caso, retírese el sacerdote como en una jubilación anticipada (culpable o totalmente inculpable), pero que no se le ocurra pedir su secularización y licencia para casarse. Romanos 11,29.
+UN/A RELIGIOSO/A de votos perpetuos solemnes igual. El don inmenso que han recibido de Dios en su consagración religiosa es irrevocable. Digo aquí lo mismo que en el párrafo anterior. Romanos 11,29.
+UN MATRIMONIO sacramental es para siempre. Si Dios permite en su providencia una grave enfermedad psicológica o una situación terrible en la convivencia, puede ser conveniente e incluso necesaria una "separación", en modo y condiciones prescritas por el Derecho Canónico (1151-1555), pero jamás un "divorcio", y aún menos si éste viene seguido de un "adulterio", estableciendo una nueva unión, a ver si ahora nos va a ir mejor de lo que nos fue en el "primer matrimonio". Nada de "primer" matrimonio. Matrimonio sólo hay uno; el resto es adulterio o adulterios.
ESTE GLORIOSO PARA SIEMPRE que caracteriza las vocaciones cristianas fundamentales (sacerdocio, religiosos, matrimonios) expresa públicamente al mundo la calidad divina del amor que es dado vivir a los católicos en la caridad sobre-natural, sobre-humana. Sólo viviendo en Cristo y en la Iglesia Católica, por lo que vemos incluso estadísticamente, viene a ser viable UN AMOR TOTAL, QUE IMPLICA DONACIÓN TOTAL, Y ES TOTAL SIENDO PARA SIEMPRE. No mientras me vaya bien y aguante.
Capito?
Demos inmensas gracias a Dios por ser miembros de la Santa Madre Iglesia Una, Católica Apostólica y Romana. La única que expresa, proclama y comunica den forma plena el INMENSO AMOR DE LA CARIDAD DIVINA TRINITARIA.
Que el matrimonio, en algunos casos, se rompe y deja de existir, es un hecho.
Cuando el matrimonio se ha roto, aunque los dos cónyuges sigan viviendo juntos y no busquen una nueva relación, el hecho es que ahí ya no hay matrimonio.
pruebe a aceptar la doctrina de la Iglesia Católica.
Aunque le cueste. Rece.
No se desanime.
Pero no puedo dejar de notar que el padre Iraburu y tu acabáis de tener una conversación muy curiosa: él me anima a que acepte la doctrina de la Iglesia y tu le respondes algo así como: "con ése, no se moleste, padre". ¿Esa postura tuya ante los ateos es la que recomienda la Iglesia?
Aparte la ridiculez del motivo (porque, entonces un médico varón nada podría opinar o hacer sobre el parto, pues él nunca lo experimentará), es consolador que "christifideles laici", desde su propia experiencia, ilustren y defiendan con tanta claridad y valentía la novedad total y vivificante del Señor repecto al matrimonio, hogar y el "sacramento" irrevocable del amor de Cristo por su Iglesia.
Y que Eminentes señores, pagados de sus universidades de Tübingen y sus "famosos" teólogos tengan que aprender de Africa y de laicos convencidos de su fe, nos hace vivir el Evangelio: "Escondiste estas cosas a los sabios y prudentes, las revelaste a los humildes" (Mt 11, 25 - 26).
Eso funciona así, no de otra manera.
Cuando uno se casa por vocación, entonces uno empieza a aprender, a entender el Sacramento. Y el Sacramento, vivido por obediencia a la llamada (vocación) de Dios, con el tiempo es una bola de oro que cada vez se va recubriendo de nuevas capas de oro.
De hecho, mentir solemnemente ante Dios sería un terrible sacrilegio. Claro que peor sería el de aquellos que aprobasen con su autoridad ese sacrilegio.
Quizá no me he expresado bien.
No he dicho en ningún momento que, porque otros se divorcien, yo tengo que divorciarme. Lo que digo, y me parece evidente, es que si don Fulano Pérez se casa sacramentalmente y luego se puede divorciar, el matrimonio sacramental no es indisoluble. Porque lo que se disuelve no es indisoluble. Y si el matrimonio sacramental no es indisoluble, mi matrimonio sacramental tampoco lo es. Puede que se disuelva o no, pero lo que es seguro es que no es indisoluble. Luego al prometer desposar a nuestra esposa hasta que la muerte nos separe, mentimos.
Pondré un ejemplo para que quede más claro. Si un fabricante vende una nueva caja fuerte imposible de abrir sin la llave y a prueba de ladrones, podrá venderla a un precio muy alto para aquellos que quieren estar completamente seguros de que no les roban. Sin embargo, si un día sale en todos los periódicos que una de esas cajas ha sido abierta por los ladrones, y al mes siguiente pasa otra vez y otra y luego doscientas veces más, esa caja ya no la quiere nadie y pasan a regalarla cuando compras un par de calcetines, porque será muy bonita y estará muy bien acabada, pero está claro que no es "imposible de abrir" ni "a prueba de ladrones".
En conclusión, es muy sencillo: si se puede disolver, no es indisoluble.
Extraña costumbre, pardiez. Es como si hubiéramos encontrado algo que no tienen los demás.
Gracias por el comentario. Especialmente viniendo de alguien que escribe tan bien.
La cuestión no es tanto si el matrimonio es indisoluble o no, que para un católico lo es. El verdadero problema es si esa unión sin amor es realmente un matrimonio.
Tal y como lo concebimos, un matrimonio es la unión de dos en uno, en el amor y con un proyecto común de familia. Si una pareja casada no se quiere, no se mira, no se toca, no se ama, no está unida y no tiene proyecto en común más que, en algunos casos el cuidado de los hijos. ¿Podemos asegurar que eso es un matrimonio o sólo dos personas que se mantienen viviendo juntas por inercia en la misma casa?
Dejo ahí la pregunta. El matrimonio es indisoluble, pero la esencia misma del matrimonio, ¿también lo es?
Ojalá lo leyera alguien en el sínodo, ganaría la Verdad por goleada.
El ejemplo no está bien. Si un fabricante de cajas fuertes hace cajas imposibles de abrir y UNA sale defectuosa, no significa que TODAS estén defectuosas.
Es más, suponiendo que se descubre UN defecto en TODAS las cajas, eso no significa que el fabricante haya estado mintiendo toda la vida (pasa todo el tiempo con los sistemas Windows). Basta aplicar el correctivo y las cajas quedarían tan seguras como siempre.
El hecho que se admita el divorcio "por la dureza del corazón del hombre" en ningún momento significa que el matrimonio deja de ser indisoluble. Existe -y lamentablemente seguirá existiendo- ESE defecto, pero no afecta de manera alguna a quien no tiene duro el corazón.
La posición que adoptas en este escrito es muy infantil. Los niños pequeños toman "la parte por el todo" y si mamá no les da la galleta creen que mamá no los quiere. No es así. Jesucristo no va a abandonar a nadie por mucho que los obispos decidieran que cada paisano puede divorciarse setenta veces. Aunque todos los matrimonios del mundo se disuelvan, menos uno, ese uno seguirá teniendo a Cristo entre los dos.
Es curioso que me llame infantil cuando no es capaz de entender la lógica más básica: si algo se puede disolver no es indisoluble.
Me parece normal que no entienda usted el ejemplo, pero me cuesta mucho trabajo creer que ni siquiera entienda la frase. Lea la frase, piense un poco y luego vuelva a leerla y piense otro poco. Si sigue sin entenderla, yo ya no puedo hacer nada por usted.
Por otra parte, hablar de admitir el divorcio "por la dureza del corazón del hombre" es, simplemente, negar a Cristo, porque Él lo que hizo fue precisamente abolir ese divorcio. Si usted prefiere hacerse judío, adelante, pero en este post estamos hablando para católicos. Los obispos no pueden deshacer lo que hizo Cristo, porque hacerlo sería negar el cristianismo y toda su novedad, que es lo que se muestra en el post.
Francamente, mi impresión es que usted quiere que se justifique el divorcio como sea y le da igual la argumentación.
saludos
Es la misma impresión que tengo cuando leo a Kasper y a todos, a todos, sus secuaces.
DAVID Q, es que en cuanto te dejo un poco suelto vuelves a la tontería como la burra al trigo. No tienes remedio.
¿Tu hablas de "posición infantil" y luego dices de tomar la parte por el todo y lo asocias al ejemplo de la galleta? ¿has adquirido algun estado extraño de conciencia o es que tomas algo?
¿tu has leido el catecismo? pero no el de ahora sino el pequeñin que nos enseñaban de niños.
¿no te ha explicado nadie lo que es la Antigua Alianza y la Nueva Alianza, el Antiguo Testamento y el Nuevo.
Despues de Cristo, como es lógico ya no nos vale lo antiguo, salvo para ti que le enmiendas la Plana a Cristo, con un par.
Oye Jesus vente a la la tierra aguantanos treinta y pico años, dejate torturar y matar por nosotros, para que despues venga un pelanas como el DavidQ a decirte a Ti lo que esta bien, que tu aunque seas Dios te has equivocado.
Eres un crack chaval.
Completamente de acuerdo. Esa es la cuestión de fondo, que debería ser indiscutible pero que, de forma camuflada, es puesta en cuestión por algunos.
Nos jugamos mucho.
Gracias Bruno y Gloria a Dios.
Es que el Amor, con mayusculas, es el que se vive en la dimension de la Cruz. Ese es el Amor que el Espiritu Santo derrama en los corazones(Romanos;5 ;3-5).Un Amor eterno,imperecedero, divino.
Yo,como dice Pablo,me quedo en la condicion en la que fui llamado; soltero. Pero consagrado a Cristo, con un Amor del que nada ni nadie me puede separar(Romanos;8;38-39). Estoy absolutamente convencido de que es exactamente el mismo Amor con el que Dios bendice el matrimonio. Por tanto,todo aquel que tiene a Cristo en el centro de su vida, a Dios por encima de todas las cosas,es que ha nacido de Dios y de ninguna manera sera vencido por el mundo(1ª de Juan;4;4-5), porque hace lo que Dios quiere y Dios quiere que ame a su esposa como Cristo amo a la Iglesia(Efesios;5;25). Ahora bien, ¿alguno se atrevera a decir que Cristo, a pesar del pecado de su esposa,la va a abandonar para casarse con otra?; "¿es que su infidelidad va a anular la fidelidad de Dios? ,¡nunca jamas!. Pues es necesario reconocer que Dios es leal y los hombres desleales."(Romanos;3; 3-4).
El Amor de Cristo crucificado no puede ser derrotado, por eso,el que Ama en la dimension de la Cruz,no puede dejar de Amar, porque sabe que ese Amor es Salvifico, es Amor de Comunion y Vida, no de separacion y muerte.
La Paz de Cristo reine en vuestros corazones.
"La cuestión no es tanto si el matrimonio es indisoluble o no, que para un católico lo es. El verdadero problema es si esa unión sin amor es realmente un matrimonio"
Muy buena pregunta. Precisamente lo bueno del sacramento matrimonial es que garantiza que eso nunca suceda, porque no es completamente correcto que el matrimonio sea "la unión de dos en uno, en el amor y con un proyecto común de familia". El sacramento matrimonial es una alianza con tres partes: la esposa, el esposo y Dios. La presencia sacramental de Dios es lo que distingue el matrimonio natural del sacramental y esa presencia garantiza la presencia del amor fundamental del matrimonio cristiano, que es el amor de Dios, el amor de Cristo por su Iglesia.
¿Y qué más le da eso a la pareja que describes, si ellos no se quieren el uno al otro? Pues que aunque uno de ellos se haya dado por vencido o incluso haya abandonado el hogar, el otro siempre puede acudir a Dios para recibir de Él el amor necesario para serle fiel, respetarlo y amarlo como es. Es decir, ese matrimonio no está basado en las pobres fuerzas humanas de los cónyuges, sino en el amor firme, irrompible y sobreabundante de Dios.
Esto es algo fundamental, que casi nunca se dice a los novios cuando se van a casar y que, si por mi fuera, sería parte obligatoria de los cursillos prematrimoniales: tu esposa no te puede hacer feliz, ni tú puedes hacerla feliz a ella. Sólo Dios puede hacer feliz a una persona, porque nuestro corazón tiene una capacidad infinita que sólo Dios puede llenar. Por eso tiene sentido ser fiel a esa alianza contraida con Dios incluso cuando el cónyuge no es fiel a ella, porque la alianza sigue siendo el lugar donde está Dios para hacerte feliz.
El amor al estilo de Cristo es amor al enemigo y, por lo tanto, te permite amar a tu cónyuge cuando se convierte en tu enemigo. Corintios 13 se ha convertido en un lugar común demasiado trillado en los matrimonios, pero sólo porque nadie lo escucha. Si lo escucharan, los novios caerían de rodillas al suelo asombrados por la vocación sobrehumana a la que han sido llamados.
El vínculo del amor de Cristo es la esencia misma del matrimonio. Y ese vínculo nunca falta en un matrimonio, aunque los esposos sean un desastre, porque Dios se ha comprometido a que no falte.
Saludos.
"Es la misma impresión que tengo cuando leo a Kasper..."
Sin duda. Lo he mencionado varias veces en esta serie de artículos. Sus argumentos son contradictorios unos con otros, pero eso parece darles igual. Señal de que la argumentación no es más que una excusa para conseguir lo que se desea.
a) si sigue casado toda su vida no ha mentido. Es más, si hay la posibilidad de divorcio y alguien elije estar casado toda su vida realmente su compromiso con esa promesa es mucho mayor que la de alguien que la tiene que seguir porque no tiene otra opción.
b) si se divorcia en el futuro, tampoco es automáticamente un mentiroso. Hay la posibilidad de que lo hubiese prometido realmente creyendo en ello y luego cambió de opinión. Sería alguien que ha faltado a su promesa, eso desde luego. Pero no necesariamente un mentiroso.
Alguien que se casa prometiendo para toda la vida y pensando que se va a divorciar en el futuro sí que sería un mentiroso.
En temas como faltar a una promesa también tenemos que los cónyuges prometen amarse y respetarse, y muchas veces no ocurre así después de pasado un tiempo.
Observen ustedes lo ridículo de sus argumentos. Si el matrimonio es indisoluble, digan lo que digan los obispos, eso no va a cambiar. Si cambia es que nunca lo fue (son SUS argumentos, no los míos).
Lo que a mí me parece rídiculo e infantil es decir que porque mi hermano tiene galleta y yo no, mi mamá no me quiere. Y digo que me parece ridículo e infantil porque ES ridiculo e infantil.
Supongamos que ocurre lo que ustedes temen: que los obispos declaren que el matrimonio es soluble. Eso significa que:
a) Los obispos tienen razón y el matrimonio SIEMPRE fue soluble.
b) Los obispos están equivocados.
Si la opción a) es cierta, han vivido ustedes toda la vida en un engaño, no es nada nuevo. Su matrimonio jamás fue para siempre. Por lo tanto, la decisión de los obispos no les afecta.
Si la opción b) es la correcta, su matrimonio no cambia en lo más mínimo.
El resultado final es el mismo: digan lo que digan los obispos, su matrimonio no cambia, Es exactamente lo mismo que mamá, el amor y la galleta. Ponga donde ponga la galleta mamá, su amor no cambia.
¿Qué es lo único que cambia? SU percepción de lo que USTEDES creen. Y si SU fe cambia, es que nunca existió. Yo no necesito hacerme judío para conocer la dureza del corazón del hombre, no necesito dictamen alguno de obispo para que me diga si MI matrimonio es para siempre o no. La decisión del obispo puede afectar a OTROS matrimonios, pero no al mío. Por si ustedes no lo saben, el matrimonio es el único sacramento que uno se administra a sí mismo, soy YO quien asume el compromiso de por vida, no es una imposición externa.
Si los obispos mañana decidieran que los bautizos por aspersión son inválidos, entonces sí, tendría que bautizarme de nuevo. Si dijeran que las confesiones fuera del confesionario son inválidas, tendría que confesarme de nuevo. Si dijeran que el obispo que me confirmó no era obispo, tendría que confirmarme de nuevo. Pero lo que digan del matrimonio no me afecta, porque fue un contrato entre mi esposa, Jesús y yo y mientras Jesús no venga a decir que es inválido o soluble, es válido e indisoluble.
En términos que ustedes quizás puedan entender, aunque mi mami no me dé la galleta, sigue siendo mi mami.
Queda probado que a usted no le importan la argumentación ni la verdad sobre el tema, porque prescinde una vez más de la razón más básica: si el matrimonio se puede disolver es que no es indisoluble. Es lógica elemental, pero le da igual y usted pretende tener las dos cosas a la vez: su matrimonio "es válido e indisoluble" y a la vez es posible disolver el matrimonio "por la dureza del corazón del hombre. Por otro lado, vuelve proponer una contradicción al afirmar que es Jesús quien puede decir cómo es el matrimonio, justo después de afirmar que el matrimonio se puede disolver por esa dureza del corazón del hombre (a pesar de que Jesús dijo expresamente que no debía ser así). Contra principia negantem non est disputandum.
Después, pretende que porque los esposos son ministros del sacramento, entonces son ellos quienes deciden lo que es el sacramento, algo que, además de absurdo, es herético.
Finalmente, no parece entender que, cuando digo "si se introdujese el divorcio en la Iglesia" no estoy afirmando que eso sea posible, sino que muestro las consecuencias disparatadas que tienen las propuestas concretas que se han hecho sobre el tema, para mostrar lo absurdo de esas propuestas. Si se molestara en leer el artículo, vería que he dicho expresamente que "ni siquiera los obispos tienen derecho a hacerlo, porque el sacramento del matrimonio no es suyo para disponer de él".
Y todo eso, además, burlándose maleducadamente de los demás y llamándonos tontos. ¡Precisamente usted!
En fin, que se comporta, una vez más, como un troll. La culpa es mía: debería haber borrado directamente su primer comentario.
Saludos y que Dios le bendiga.
Es cierto que, "si el matrimonio se puede disolver es que no es indisoluble", pero de ahí no se deduce que cuando tu prometiste "desposar a nuestra esposa hasta que la muerte nos separe..." mintieras. Si mentiste o no depende de tí, no de la indisolubilidad del matrimonio en general.
En cualquier caso, creo que conviene distinguir entre el matrimonio como contrato, acuerdo, promesa, votos... y el matrimonio en cuanto relación de amor entre dos personas. Éste segundo, que yo creo que es el importante, es evidente que, a veces se rompe y, por lo tanto, no es indisoluble. En esos casos, aunque se mantenga lo prometido en cuanto a fidelidad, responsabilidad, etc. eso se queda sólo en el cumplimiento de un contrato, un caparazón vacío.
Por supuesto, no existen las mentiras retroactivas. Lo que muestra el artículo es que, si ahora se admitiera (per impossibilem) el divorcio en el matrimonio sacramental, la consecuencia sería convertir en falso mi compromiso solemne cuando me casé y el de todos los demás católicos.
Hay dos "tipos" de matrimonio. Aquel en el que los contrayentes se entregan de forma definitiva y por entero el uno al otro y aquel en el que se reservan el derecho de "desentregarse" si las cosas van mal. Por hacer una comparación, es similar a la diferencia que hay entre una donación y un préstamo. El préstamo puede durar mucho de hecho, incluso hasta la muerte del prestamista o prestatario, pero es evidente que no es lo mismo que una donación, porque en el préstamo, el prestatario siempre tiene el derecho de recuperar lo que ha prestado, a diferencia de lo que sucede en la donación.
En el matrimonio católico, lo que se promete es la entrega definitiva hasta la muerte, sin reservarse el "derecho de salida". No nos prestamos, nos donamos. Esto, que es lo que siempre ha entendido la Iglesia por matrimonio, se plasma en el compromiso que se contrae: "hasta que la muerte os separe", "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre".
Todo eso pasaría a ser falso si se admitiese el divorcio, porque la entrega sería "mientras nos vaya bien". Es decir, un préstamo y no una donación.
Como he dicho en el artículo, entiendo perfectamente que mucha gente prefiera prestarse y no donarse, pero a mi entender es obvio que son cosas muy diferentes.
"En cualquier caso, creo que conviene distinguir entre el matrimonio como contrato, acuerdo, promesa, votos... y el matrimonio en cuanto relación de amor entre dos personas"
Es que esa distinción es falsa y, sin ánimo de ofender, propia de una concepción algo inmadura de lo que es el amor (aunque muy frecuente hoy). El amor no es un sentimiento, algo pasivo, sino una entrega de uno mismo por la persona amada, algo activo. Así pues, el acuerdo, la promesa, los votos (que son la manifestación externa y pública de la entrega mutua) son parte integrante de esa relación de amor, porque la relación de amor no es ni más ni menos que la entrega mutua.
Si hay entrega en fidelidad y responsabilidad, no tiene sentido hablar de un caparazón vacío. Al contrario, si sólo hay sentimientos pero no entrega, fidelidad y responsabilidad, entonces es cuando el caparazón está vacío, porque los sentimientos son algo externo a la persona o como mucho algo superficial, mientras que los actos y la entrega de sí corresponden a su núcleo. Los sentimientos son una ayuda para la entrega y no al revés.
Si interesa, podría escribir un post dedicado a esto, que es un tema fundamental para entender bien lo que es el amor.
"Es más, si hay la posibilidad de divorcio y alguien elije estar casado toda su vida realmente su compromiso con esa promesa es mucho mayor que la de alguien que la tiene que seguir porque no tiene otra opción."
Bueno, eso es como decir que un préstamo es más que una donación. Yo, como la inmensa mayoría de la gente, pienso otra cosa, pero esto no es una competición. Por otra parte, ha ofrecido una interpretación sesgada de la cuestión, porque el matrimonio como donación irrevocable es una entrega libre, que es lo contrario de "porque no tiene otra opción".
"Sería alguien que ha faltado a su promesa, eso desde luego. Pero no necesariamente un mentiroso."
Yo a eso le llamo un mentiroso, la verdad. Quizá no mentía cuando hizo la promesa, pero convirtió lo que dijo en mentira al no cumplirlo.
"En temas como faltar a una promesa también tenemos que los cónyuges prometen amarse y respetarse, y muchas veces no ocurre así después de pasado un tiempo."
Cierto, pero no veo la relevancia para la cuestión discutida.
Saludos.
De acuerdo, pero con una pequeña precisión.
"Es indisoluble de la misma manera que uno no puede desbautizarse o desconfirmarse."
Con la salvedad de que, como el matrimonio es una realidad terrena, su validez e indisolubilidad es hasta la muerte. En cambio, el bautismo y la confirmación imprimen carácter eterno.
Veo que lees, pero no escuchas, o solo lees lo que te parece. Esta polémica solo se puede enmarcar dentro de la Nueva Alianza, es decir CRISTO. Que que curioso, que esto no lo dijo en parábolas, sino muy clarito para que lo entendiesen directamente todos hasta los menos inteligentes. No hace falta interpretar, solo seguirle al pie de la letra.
Por tanto si tu eres católico, a cuento de que esa sarta de razonamientos que cuestionan al mismo Cristo, no tiene sentido.
Y respecto a lo que planteas de la posibilidad de que los obispos o el mismísimo Papa pudiesen declarar la disolubilidad del matrimonio cristiano, eso no lo haría soluble. La Verdad es la Verdad, digamos lo que digamos nosotros o todos los obispos juntos, y gracias a Dios,nos ha dado muchos medios hoy en día para encontrarla si buscamos con buena voluntad.
Si se llegase a ese supuesto caso, que lo veo muy complicado, a tenor de la cantidad de prelados y de católicos que estamos gritando que no estamos dispuestos a que nos roben la cartera, el problema no sería que se diese la vuelta a la verdad, sino que se haría daño a la IGLESIA y a las almas. Ese el que tu llamas nuestro temor, no otro. Yo al menos no temo a ningun obispo, ni a todos ellos juntos, mientras yo actue correctamente.
Afirmas que hay dos matrimonios, el sacramento, y la unión personal de los conyuges, por llamarlo así. "El que se quieran" y por tanto tu consideras que si dejan de quererse ese "Matrimonio" no existe y por tanto se ha disuelto y por tanto el matrimonio es soluble.
¿No te das cuenta del salto conceptual que das?
Primero matrimonio cristiano católico es el que es, no si una pareja se quiere. Lo otro es cariño, pero no matrimonio, o es matrimonio personal o civil, si van al juzgado, pero si ese matrimonio personal o civil si es disoluble, eso no quiere decir que lo sea el católico.
El problema de fondo es que tu no eres creyente, y tratas de que los que somos creyentes asumamos tus planteamientos. Tu puedes pensar que el matrimonio es lo que tu quieras, pero no tiene sentido ni lógica que de repente traslades todas las categorías de tu idea al matrimonio catolico. son dos realidades diferentes.
Una pregunta si tu no eres creyente ¿porque te importa tanto si el matrimonio católico es indisoluble o no? ¿o es que te gustaría que la Iglesia lo cambiase para que se pareciese al que tu planteas?
Cierto, pero no veo la relevancia para la cuestión discutida.
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Pues que usted habla de mentir cuando se falta a una promesa. En ese caso, siguiendo su argumento, también sería una mentira aunque no se separen. Y dado que es algo a lo que siempre se está abierto (puesto que un matrimonio católico no garantiza que se vaya a amar siempre), al final el matrimonio católico actual sin divorcio también es una mentira para usted. Porque no se puede cumplir necesariamente lo que se promete, depende de los avatares de la vida.
Para mí no es una mentira, es cambiar de opinión y no cumplir una promesa. Mentir es decir algo falso a sabiendas. Ese "a sabiendas" es fundamental para que tenga que ser una mentira.
los católicos casados nos convertirían en mentirosos, pues dejaría de ser verdad lo que prometimos al decir “hasta que la muerte nos separe”. El matrimonio católico pasaría a ser “mientras nos vaya bien”,
Si se aplica al tema de amarse y respetarse queda:
los católicos casados somos mentirosos, pues no es verdad lo que prometemos al decir “nos comprometemos a amarnos y respetarnos durante toda su vida”. El matrimonio católico es “mientras nos vaya bien”
Catecismo de la Iglesia Católica:
1623 Según la tradición latina, los esposos, como ministros de la gracia de Cristo, manifestando su consentimiento ante la Iglesia, se confieren mutuamente el sacramento del matrimonio.
Por lo tanto, no es herejía decir que los esposos son ministros del sacramento.
"La dureza del corazón del hombre". Cualquier persona que alguna vez haya leído el evangelio sabe que al referirse a Mateo 19,18 hablamos de una concesión de la ley mosaica que no afecta al sacramento como tal. Es una concesión dentro de la ley, no es una ley.
Explíquenme entonces cómo es que una concesión aplicable sólo a unas personas (las de duro corazón) afecta inevitablemente a todas las demás personas, mientras la ley no ha cambiado. Son ustedes los que afirman que la concesión mosaica MODIFICA la ley. No es cierto. No es ese el sentido de Mt 19,18, ni sería ese el sentido -en caso que se readmitiera la ley mosaica- en que se aplicaría la concesión.
La verdadera naturaleza del matrimonio es un contrato entre los contrayentes y Dios, como se lee en Tobías 8,7 (que se lee en todas las bodas): "Yo ahora tomo por esposa a esta hermana mía, no para satisfacer una pasión desordenada, sino para constituir un verdadero matrimonio. ¡Ten misericordia de ella y de mí! " Se utiliza a propósito este fragmento para señalar que todos los demás que están presentes durante la boda "son testigos (no ministros) del recíproco consentimiento expresado por los esposos" (misma cita del Catecismo) aunque " su bendición es necesaria para la validez del sacramento".
Así pues, yo afirmo, sin temor a equivocarme, que si mi matrimonio fue efectuado frente a Dios, y el Espíritu Santo es el sello de nuestra alianza (CIC 1623), nada de lo que digan los obispos puede cambiar eso.
Demuéstrenme lo contrario. De ser posible, sin insultos.
Estoy de acuerdo en que la relación de amor no son sólo sentimientos, sino entrega. Pero la cuestión es que, a veces, esa relación de amor se rompe y cesa. Seas cristiano o no, eso sucede. Aunque no fuera esa tu intención. Aunque te "donaras". Y cuando eso sucede, el matrimonio deja de existir. Asi que el matrimonio no es indisoluble. Lo que es indisoluble, en todo caso, es la promesa, los votos.
Lo de que " los votos... son parte integrante de esa relación de amor" es una frase bonita, pero que no se puede tomar literalmente porque la relación de amor (la definas como la definas) es una cosa y los votos son otra.
Sé que no me está preguntando a mí, discúlpeme que quiera contestarle. Si le molesta, haga caso omiso y pase de largo sin pena.
Yo pienso que es un error asumir que el matrimonio está fundado exclusivamente en el amor y mayor error aún asumir que está fundando exclusivamente en el amor romántico, que es el que se acaba. El matrimonio, a mi modo de ver, va mucho más allá del simple enamoramiento: es un contrato de por vida donde se pone de por medio a Dios para que lo conserve y hasta donde nos alcanza el entendimiento, Dios no se muere.
Hago esta analogía remota pero útil: Si yo hago un contrato para vivir en una casa "porque me gusta", el contrato de residencia no se acaba en el momento que la casa deja de gustarme. Con la ayuda de Dios y una manita de pintura puede ser que la casa vuelva a gustarme, pero aunque no sea así, sigo teniendo derecho -y en ciertos contratos la obligación- de seguir viviendo allí. Aunque yo me fuera a vivir a otro lado, mientras el contrato esté vigente sigo teniendo derecho a vivir en esta casa y la obligación de pagar las mensualidades respectivas. Eso no depende para nada del "gusto", aunque por supuesto, es mucho más agradable vivir en un lugar que me gusta que en uno que no. Hasta allí el parecido con un contrato civil normal.
Pero el matrimonio tiene una tercera persona, que es Dios. Dios no admite que el contrato se rompa aunque el gusto desaparezca. Yo me atrevo a decir que la mayoría de matrimonios duraderos dependen mucho más de Dios que de la atracción inicial. Es Él quien los mantiene unidos, no es el romanticismo. Y es allí donde la percepción humana del matrimonio falla. Para un contrato humano, una vez se acaban los recursos románticos o monetarios, el contrato se esfuma. Cuando el contrato es con Dios, los recursos no se agotan nunca, por muy mal que vaya la relación de pareja.
Mis padres vivieron casados 60 años, hasta la muerte de mi padre. De esos 60 años, por lo menos 45 vivieron como perros y gatos. El fin de semana antes de morir, en una de sus habituales peleas, mi papá, para entonces un anciano ciego de 82 años, le dijo a mi mamá que quería irse de la casa. Pero no se fue. Y murió de rodillas frente a ella, porque jamás dejó de confiar en Dios. Esa es la diferencia entre el romanticismo y el matrimonio. Uno se acaba. El otro no.
Yo no asumo que el matrimonio está fundado exclusivamente en el amor romántico ni, como decía Bruno, en "sentimientos". El amor es respeto, entrega, compromiso y servicio.
Lo que digo es que la realidad es que, a veces, el amor (el respeto, la entrega, el compromiso, y el espíritu de servicio) deja de existir y, en esos casos, decir que el matrimonio sigue existiendo porque es indisoluble, sólo tiene sentido si nos referimos al matrimonio como contrato.
¿Deja de existir el respeto, la entrega, el compromiso, y el espíritu de servicio, en una palabra, el amor?
Si separamos el amor romántico del verdadero amor, yo tengo mis dudas de que deje de existir. Ciertamente la pasión y el romanticismo en la mayoría de los casos quedan sepultados bajo la maraña de responsabilidades, desvelos y desengaños. Pero el compromiso, tanto más si hay hijos, es casi imposible de romper. Por supuesto que uno quisiera no haber tenido hijos para no tener que mantenerlos, pero el vínculo filial se mantiene incluso después de la muerte, por muy malo que haya sido el padre o el hijo. Algo similar se puede decir del respeto, que por mucho que uno quiera matar a machetazos a su cónyuge, es a esta persona y no a otra a la que quiere cortarle la cabeza. Tampoco es fácil decir que esa cualidad se extingue.
Y hasta aquí, hablo del "matrimonio" contraído sin ayuda de Dios. Pero cuando el vínculo está reforzado y prácticamente blindado por la gracia divina, mucho puede uno actuar en contra, grandes esfuerzos se pueden hacer para odiar a la media naranja (como hicieron mis padres toda la vida) pero el vínculo se sostiene.
En términos muy profanos, yo siempre menciono que nadie jamás se olvida de su primer beso y su primera relación sexual. Aunque hoy en día el sexo se compra y se vende más barato que los caramelos, y los besos tienen aún menos valor, nadie en este mundo pierde esa impronta con "su primera vez". Del mismo modo, el primer matrimonio (el único, según la Iglesia), jamás deja de ser vinculante, por mucho que se borren papeles, se firmen contratos y se ponga la casa de cabeza.
No pongo en duda que el romanticismo (el "amor" como dicen las canciones) se acaba. Es más, todos los que van a casarse deberían saberlo: un día, más pronto que tarde, se van a despertar junto a una persona a la que no "quieren", no desean y no les hace ninguna ilusión. Un día sus bebitos preciosos se van a convertir en adolescentes salvajes e insoportables. Pero el vínculo no se va a romper. Y si saben aprovechar esa circunstancia, podrían incluso llegar a ser felices.
Serénese, por favor.
"O no saben leer, o de plano cada quien dice y lee lo que quiere..."
Me temo que la que no sabe leer en este caso es usted, porque esa frase hay que leerla en el original, que está escrito en griego koiné. Si usted pudiera leerlo y conociera la interpretación que siempre ha dado la Iglesia al pasaje, sabría que lo que dice es una de estas dos cosas:
- o bien dice "salvo en caso de que la pareja no esté casada", es decir, cuando no había matrimonio.
- o bien está hablando de la mera separación, no del divorcio.
En cualquiera de los dos casos, no permite el divorcio.
Como sabría también si hubiera leído el artículo, es dogma de fe que el divorcio no es posible en caso de fornicación. Es decir, un católico que crea lo contrario no es católico:
“CAN. VII del concilio de Trento. Si alguno dijere que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del Matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro Matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea anatema” (Denz. 1805 y 1807).
Por otra parte, no tiene sentido decir que eso es "machismo", ya que es igual para el hombre que para la mujer.
Finalmente, es falso que alguien pueda desentenderse de unos hijos que ha tenido por el hecho de no estar casado con la madre. La doctrina católica siempre ha sido muy clara en enseñar que el padre y la madre de un hijo siempre tienen la obligación moral de cuidar de él, estén casados o no.
Saludos.
"Estoy de acuerdo en que la relación de amor no son sólo sentimientos, sino entrega ... Lo de que " los votos... son parte integrante de esa relación de amor" es una frase bonita, pero que no se puede tomar literalmente porque la relación de amor (la definas como la definas) es una cosa y los votos son otra"
Estas dos frases, como puedes comprobar si las piensas juntas, son contradictorias entre sí.
Los votos no son nada más que la entrega mutua. Y si esa entrega no es préstamo sino donación, es decir, es definitiva, entonces la entrega no puede desaparecer sustancialmente (porque los esposos no tienen el poder de rescindirla) y, por lo tanto, la relación de amor tampoco puede desaparecer en su esencia fundamental. Incluso aunque los cónyuges estén peleados y vaya cada uno por su lado. Por eso el vínculo subsiste.
Por supuesto, esto es mucho más evidente en el matrimonio cristiano, en el que está presente Cristo, que es una fuente de amor infinito. Esa fuente permite que un cónyuge, aunque el otro le haya abandonado y haya hecho cosas "imperdonables", pueda seguir amándolo con el amor que recibe de Cristo. Y pueda encontrar la felicidad en ese matrimonio que, a ojos humanos, es un fracaso.
Esto lo que muestra es que la gracia sacramental de Dios permite vivir de acuerdo con lo que ya pide el matrimonio natural de por sí: la entrega definitiva hasta la muerte. Esto sucede con toda la moral. La moral cristiana no es algo ajeno a la moral natural, sino el cumplimiento de los anhelos "imposibles" de la segunda.
Otra cosa son los matrimonios "mientras me vaya bien", que son algo muy distinto.
Saludos.
"Por lo tanto, no es herejía decir que los esposos son ministros del sacramento"
Por favor, para que no sea tan cansado discutir con usted, conviene que lea lo que dicen los demás. Nadie ha dicho que eso sea herejía. Lo que he dicho es que es herejía decir que, como los ministros son los esposos, "entonces son ellos quienes deciden lo que es el sacramento, algo que, además de absurdo, es herético". Lo herético es sacar esa absurda conclusión, como usted hizo en el otro comentario y vuelve a hacer en este. Y es herético porque fue condenado en el Concilio de Trento, que establece que la Iglesia es la que enseña la verdadera doctrina sobre el matrimonio, establece impedimentos dirimentes, otorga dispensas, etc. Que usted sea ministro en su matrimonio no le concede ninguna autoridad para determinar lo que es el matrimonio, igual que el hecho de que un sacerdote celebre la Eucaristía no le concede ningún poder para determinar lo que es la Eucaristía. Puede celebrarla o no, igual que usted puede casarse o no, pero los efectos del matrimonio y los de la Eucaristía son los que enseña la Iglesia, no los que usted o el cura decidan cada vez.
Dice: ""La dureza del corazón del hombre". Cualquier persona que alguna vez haya leído el evangelio sabe que al referirse a Mateo 19,18 hablamos de una concesión de la ley mosaica que no afecta al sacramento como tal. Es una concesión dentro de la ley, no es una ley".
Se ve que usted es de esos que no han leído nunca el Evangelio, entonces, porque cualquiera que lo haya leído sabe que esa excepción la menciona Jesús exclusivamente en referencia al matrimonio judío mosaico y no al sacramento cristiano. El sacramento cristiano es algo diferente, igual que es algo diferente la Eucaristía de la pascua judía. No tiene sentido decir que esa excepción de la ley afecta al sacramento.
"-en caso que se readmitiera la ley mosaica-"
Esto es una barbaridad tan grande que me deja sin palabras. Decir eso es lo mismo que decir "en caso de que abandonáramos a Cristo para volver a la Antigua Alianza". Dígaselo usted a San Pablo y ya verá lo que le responde.
Todas estas cosas que dice, más que ser erróneas, es que no tienen sentido. Es como si dijera lo primero que se le pasa por la cabeza.
Observo, por cierto, que persiste en no responder a la lógica: si algo se puede disolver, es que no es indisoluble.
"De ser posible, sin insultos"
Esto es una desfachatez increíble. Último aviso: deje de comportarse como un troll. Si persiste, borraré sus comentarios.
Si "no puede desaparecer", entonces, ¿por qué hay matrimonios que se rompen? ¿Quieres decir que lo que ocurre en esos casos es que no iban en serio desde el principio y que, por eso, no había matrimonio real? Anda ya!
Pides que se te demuestre lo que tu llamas la excepción de la dureza de corazón. Es que se demuestra por si misma. Cristo si relees despacio el pasaje, explica a los fariseos o saduceos, no me acuerdo, que le replicaban con esa excepción de la Ley mosaica, que eso había sido dado por Moises por su dureza de corazón. Pero el mismo Cristo acto seguido deja claro que eso ya no vale y que el que repudie (se divorcie) y se case con otra otro, comete adulterio. Es que esta tan claro que no entiendo que necesite demostración. Es decir esa "excepción" queda abolida por el mismo Cristo. Lo que demuestra que fue algo temporar, pero no algo que perteneciese al nucleo de la doctrina como los 10 mandamientos.
Sin animo de ofender, pero creo que usted necesita ayuda para interpretar correctamente el sentido de algunas cuestiones centrales del cristianismo. Repito no pretendo insultarle.
Continúas confundiendo TU idea de matrimonio, que una pareja se quiera y se lleven bien, con lo que es el sacramento del matrimonio.
Tu eres libre de considerar matrimonio una pareja avenida, pero eso no es un matrimonio cristiano, si no se han casado adecuadamente.
Y si se han casado adecuadamente, pero como tu dices, se "rompe" el matrimonio, es decir la convivencia,por la razón que sea, eso no quiere decir que realmente se haya "roto" algo que no se puede romper. Se habrá roto TU idea de matrimonio, pero no el sacramento. El matrimonio catolico no se rompe, en todo caso podría declararse una nulidad, si se comprobase que no ha habido matrimonio, pero eso es muy distinto si es que quieres verlo.
La cosas son como son, no como a nosotros nos gustaría o nos parece.
Cristo no hace ninguna excepción como usted dice, sino que al contrario, cuando se la plantean la elimina. ¿Esta usted segura de que lee un evangelio católico? Si es así no puede usted sacar la conclusión que saca.
Si un hombre convive con una mujer sin casarse y tiene hijos con ella, puede separarse y casarse por la Iglesia, porque nunca ha estado casado canonicamente. Ha vivido en pareja, ha estado amancebado, ha tenido una novia liberal, ha estado en concubinato, como usted quiera pero no ha estado casado. Sin embargo usted asocia ese hecho de casarse con desentenderse de los hijos previos, y ademas lo pone como si fuese algo bendecido por la Iglesia, nada mas lejos de la realidad.
Uno siempre tiene que hacer frente a sus responsabilidades y los hijos probablemente son la máxima. Si un hombre al casarse se desentiende de ellos, estara cometiendo otro pecado, y no se preocupe que ya le pediran cuenta de ello, pero no adulterio. Conviene no mezclar los conceptos y tener claras las ideas.
Como que no desparece? Entonces un marido que pega todos los días a su mujer la está amando y respetando? Pero que forma es esa de distorsionar el lenguaje???
Hay matrimonios católicos que han fallado a la promesa de respetarse y amarse. Punto. SI fallar a una promesa es mentir, entonces no hace falta aprobar el divorcio, con la fórmula actual ya se está mintiendo.
"Si "no puede desaparecer", entonces, ¿por qué hay matrimonios que se rompen? ¿Quieres decir que lo que ocurre en esos casos es que no iban en serio desde el principio y que, por eso, no había matrimonio real? Anda ya!"
No. Quiero decir una vez más lo mismo. Los matrimonios católicos son indisolubles, como ya sabes. Los esposos pueden dejar de vivir juntos, pero siguen siendo esposos y estando casados hasta que la muerte los separe. Por eso no se pueden volver a casar. La entrega dura porque es irreversible, igual que una donación. Si tú donas tu fortuna a la Universidad Ramontxiana, da igual que luego te arrepientas veinte años después, porque la donación, que es algo objetivo, no se anula por ello, sino que la Universidad conserva tu dinero y tú serás para toda tu vida el Gran y Excelentísimo Sr. Donante.
Esa es la gran diferencia del matrimonio para siempre con la simple convivencia: cuando alguien se dona para toda la vida, ya no se puede recuperar. La libertad le permite hacer muchas cosas malas e incluso engañarse a sí mismo y vivir como si no estuviera casado, pero la realidad es que se donó y ya no se puede recuperar. Hasta que la muerte lo separe de su cónyuge, seguirá siendo su esposo.
Ese matrimonio no se rompe, porque romperlo no depende de la voluntad de los cónyuges, es un acto irreversible, definitivo. De manera similar, una donación de dinero no se rompe a posteriori por la voluntad del donante. Además de la entrega, en el matrimonio sacramental persiste siempre el amor de Dios en esa unión, porque está injertada en la unión de Cristo con la Iglesia. En ese sentido, como ya te dije, ese matrimonio puede ser fuente de santidad y de felicidad para cualquiera de los cónyuges en cualquier circunstancia, incluso aunque haya sido abandonado por el otro, porque la felicidad viene de Dios.
Como te digo, es algo muy diferente de la convivencia, que no implica una entrega por completo del un cónyuge al otro. Si utilizas esa categoría, no puedes comprender el matrimonio para toda la vida.
Saludos.
"Como que no desparece? Entonces un marido que pega todos los días a su mujer la está amando y respetando? Pero que forma es esa de distorsionar el lenguaje???"
Si lo piensa un poco, en lugar de intentar simplemente poner pegas, verá que está distorsionando la cuestión. Lo que he dicho es que, si el amor es entrega y la entrega persiste hasta la muerte porque el matrimonio es irreversible, "la relación de amor tampoco puede desaparecer en su esencia fundamental". En un silogismo lógico del que no se puede escapar.
Por supuesto, en el caso que usted menciona, ese marido está siendo infiel a ese vínculo y a su obligación de amar a respetar a su esposa, se porta fatal, es injustificable, etc. Pero eso no quita que, cuando contrajo un vínculo irrompible con ella, transformó su relación mutua para toda la vida (esto es una tautología) y se obligó a "ser de ella" más allá de su propia voluntad. Eso no lo puede romper aunque quiera (otra tautología) y, por lo tanto, el vínculo de amor no se puede romper tampoco, incluso aunque se odien, porque se amaron de forma definitiva en el momento de casarse y eso no se puede borrar ya. Por eso la diferencia entre una pareja de esposos y una pareja de hecho no está en lo bien que se lleven, porque puede llevarse mejor cualquiera de esas parejas, sino en algo más profundo (aunque, por supuesto, esa realidad profunda no sea indiferente a la relación de hecho, sino su cimiento firme).
Otra vez puede ayudar el ejemplo de la donación. Como le decía a Ramontxu, aunque el donante luego se arrepienta e incluso odie al receptor de su donación, como esa donación era irreversible persiste el hecho de que para toda su vida será el donante y el benefactor de ese receptor. Lo mismo pasa con el padre de un hijo: esa relación básica no se rompe aunque luego se lleven mal.
"Hay matrimonios católicos que han fallado a la promesa de respetarse y amarse"
¿Y qué? De hecho, todos los matrimonios han fallado en alguna medida a esa promesa, exceptuando la Sagrada Familia y sólo por el lado de la Virgen. Pero lo que no hay es matrimonios católicos que hayan fallado a lo central de esa promesa, que es la entrega como esposos para toda la vida, porque esa entrega está garantizada por el sacramento y por Dios y, de hecho, esa entrega irreversible es lo que da lugar al matrimonio. Por eso, una vez más, por muchas vueltas que dé la vida y muchas maldades que cometan, ese vínculo de entrega mutua básica no se puede romper, incluso aunque los esposos sean infieles a sus obligaciones según el mismo.
"Punto."
Como comprenderá, ese tipo de expresión está de más en una discusión. Si vuelve a comportarse de esa forma tan chulesca, borraré sus comentarios.
"SI fallar a una promesa es mentir, entonces no hace falta aprobar el divorcio, con la fórmula actual ya se está mintiendo"
Pues sí, los pecadores mentimos muchas veces. Pero hay mentiras y mentiras. No es lo mismo una mentirijilla venial que una mentira fundamental en cuanto al núcleo de lo que forma la promesa matrimonial, que es la entrega completa para toda la vida.
Es algo evidente. Es la diferencia entre el novio que le dice a la novia, en el día de la boda, que le queda muy bien el traje, aunque parezca veinte kilos más gorda con él, y el novio que engaña a la novia fingiendo que está soltero y puede casarse cuando en realidad no es así. No es lo mismo.
La comparación con una donación de dinero (que, efectivamente, es irreversible), no es adecuada. La donación de uno mismo exige, para ser irreversible, que se mantenga la voluntad y el esfuerzo de darse durante toda la vida (a diferencia de la donación de dinero), de lo contrario, desaparece automáticamente, por definición, sin necesidad de trámite de divorcio. Y todos sabemos que, a veces, esa voluntad y ese esfuerzo no se mantienen, por lo que la donación deja de existir automáticamente. Esto no es una opinión: es un hecho comprobable.
De nuevo: el divorcio y la indisolubilidad sólo tienen sentido referidos al contrato. Confundes conceptualmente lo que "es" y lo que "debería ser".
El matrimonio religioso no se disuelve, si ha existido, nunca, ni aunque un conyge pegue al otro o aunque cometa adulterio regularmente.
Lo que tu llamas contrato, en referencia al matrimonio religioso es un tipo de contrato, pero con unas caracteristicas muy diferentes a las que tu le atribuyes.
Te lo dice una católica practicante convertida desde las cenizas e hija de padres divorciados y arrejuntados. Hoy, por gracia de Dios, con un santo matrimonio de casi 13 años y bendecida con 9 hijos en la tierra más 1 en el cielo.
El Santo Matrimonio es para siempre!!!!
GRACIAS
Esta claro. No es difícil de entender. La dificultad de aceptarlo está en la voluntad cuando uno QUIERE hacer lo que se le antoja Y NO QUIERE hacer lo que debe.
Diría que la realidad es una, es La Verdad. Se puede uno tapar los ojos para no verla, pero no se puede cambiar.
Justamente el hecho de que los sentimientos y el cariño pasan es lo que hace evidente que e
Matrimonio no se sustenta en ellos sino en el compromiso asumido, el cual no se puede quitar, le pese a quien le pese.
Y la Gracia del Sacramento hace que Dios mismo haga feliz esta entrega perpetua. Esta es la maravilla que nos regala Nuestro Señor, quien hace nuevas y restaura todas las cosas.
Bendiciones.
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