Polémicas matrimoniales (XI): realidad y no ficción

RealidadHe recibido una serie de consultas de un lector (Ricardo) sobre el tema de los católicos divorciados en una nueva unión. Como me han parecido muy interesantes,  voy a contestarlas en dos o tres posts (ya que la longitud de las respuestas hace inviable agruparlas en un solo artículo). 

A mi juicio, en el tema del divorcio, las nuevas uniones y todo lo que llevan aparejado, hay que empezar siempre recordando que la Iglesia se ocupa de realidades. Si queremos comprender la cuestión y lo que dice la Iglesia sobre ella, siempre debemos mirar la realidad y adaptar a ella nuestras ideas y no al revés. 

Esto resulta especialmente difícil en nuestra época, porque, especialmente en el ámbito de la sexualidad, se promueve constantemente un único mensaje: “Las acciones no tienen consecuencias, puedes hacer lo que quieras y nadie tiene derecho a reprocharte nada”. Este mensaje choca evidentemente con la realidad y con la experiencia humana de miles de años, de modo que se crea un mundo ficticio de lo políticamente correcto, en el que se olvida o incluso se niega la realidad. Es un clima de adolescencia social en el que no existen los deberes, sino sólo los derechos, y nadie tiene que hacerse responsable de sus actos.

La fe católica choca inevitablemente con ese mundo porque es, en cierto modo, demasiado real para la mentalidad moderna, que prefiere lo políticamente correcto aunque sea ficticio. Todo período de adaptación a la realidad, también llamado maduración o crecimiento, es, necesariamente, doloroso. No es extraño, pues, que a nuestra sociedad y a los que formamos parte de ella nos cueste salir de nuestra adolescencia moral y entrar en la realidad proclamada por la Iglesia. Todos nosotros, como miembros de nuestra época, experimentamos esta tendencia a preferir la inmadurez moral a la ley natural. Por eso, llegar a pensar como Dios y no como los hombres exige una conversión que nos saque de nuestra comodidad y nos lleve a la aventura prodigiosa del Evangelio. 

San Pablo nos invita a realizar la verdad en la caridad. Dos cosas, verdad y caridad, que deben ir de la mano. Si falta una de ellas, no estamos actuando a la manera de Cristo, porque Cristo es la Verdad y Cristo es Amor. Si no hay caridad, sólo quedan el juicio, la condenación y la acusación, es decir, lo propio de Satán, que significa el “Acusador”. Si no hay verdad, lo único que queda es la mentira y la división, que es lo propio del Diablo, que significa “el que divide” y que fue el mentiroso desde el principio

A mi juicio, algunas de las propuestas que se han planteado estos días están viciadas de raíz por no tener en cuenta la primera parte de ese binomio: la verdad o realidad. En cambio, lo que hacen es sustituir la realidad por meras palabras que halagan el oído y camuflan lo que no se desea oír, diciendo por ejemplo “indisolubilidad” cuando se quiere decir “mientras la cosa vaya bien” o “misericordia” cuando se están hablando de “irresponsabilidad”. Es lo que Orwell llamó “doublespeak”. Por ese camino, sólo se va al desastre. 

Vamos a ver dos ejemplos de lo importante que es no perder nunca de vista la realidad. Dice Ricardo que: 

“existe una situación anómala en la praxis sacramental de la iglesia: la equiparación de un adúltero consciente y contumaz con, por ejemplo, una persona que es abandonada por su cónyuge y rehace su vida para tener hijos y formar una familia de verdad”. 

Para hablar de este tema, hay que entender que toda acción moral tiene dos aspectos fundamentales: el fin y los medios. Para que una acción sea buena según enseña la Iglesia, no basta que uno de los dos aspectos sea bueno, tienen que serlo ambos. Igual que un cóctel mitad veneno y mitad limonada es mortal, una acción con medios inmorales y un fin bueno es inmoral y una acción con medios buenos y un fin inmoral también es inmoral. 

En el ejemplo que cita Ricardo de la persona abandonada que forma una nueva familia, el fin es bueno. ¿Quién no desea tener la mejor familia posible, querer a su esposo o esposa, tener hijos…? Desgraciadamente, los medios son malos, porque básicamente consisten en abandonar el matrimonio contraído y formar otra unión que, para un católico, no puede ser verdaderamente matrimonial, porque el primer matrimonio es indisoluble y sigue en vigor. Así pues, justificar la acción de un católico que, estando casado, se une civilmente con otra persona “para tener hijos y formar una familia de verdad” es, simplemente, aceptar que el fin justifica los medios, algo que un católico no puede hacer. 

Por otra parte, cuando Ricardo habla de un “adúltero consciente  contumaz”, no debemos perdernos en las connotaciones que se puedan dar a las palabras, sino guiarnos por su significado objetivo, su significado real. Consultando el diccionario, podemos encontrar el significado de esa expresión: 

Adúltero: alguien que tiene relaciones sexuales con una persona que no es su cónyuge.

Consciente: que sabe lo que hace.

Contumaz: tenaz en mantener su error.

La pregunta da por hecho que existe una distinción fundamental entre ese adúltero consciente contumaz y la segunda persona que menciona (la que, después de una ruptura sin culpa propia, “rehace su vida para tener hijos y formar una familia de verdad”). Hasta donde puedo ver, sin embargo, la realidad es que la segunda persona también tiene relaciones con una persona que no es su cónyuge, también sabe lo que hace y también es tenaz en mantener ese error. Por lo tanto, la Iglesia equipara lo que es equiparable, que es la realidad de la situación objetiva de adulterio de quien tiene relaciones sexuales con alguien que no es su cónyuge. En ese sentido, la calificación moral fundamental de su forma de actuar es la que es y no debemos engañarnos a nosotros mismos, tratando de justificar un medio pecaminoso por un fin bueno. 

En cambio, la Iglesia no equipara lo que no es equiparable, es decir, las múltiples diferencias que pueden existir dentro de esa misma situación. Aquel que abandona a su cónyuge, comete violencia contra el mismo o destruye de algún modo la vida conyugal tiene la responsabilidad añadida de la ruptura de la convivencia matrimonial, un pecado adicional que, según las circunstancias, puede ser muy grave. Del mismo modo, puede haber atenuantes (como el fin bueno que mencionaba Ricardo) e incluso multitud de comportamientos meritorios, en personas que han aguantado todo lo que han podido a esposos o esposas dificilísimos, que han rezado, que se han esforzado y que han hecho cuanto han podido por ser fieles a su deber matrimonial, aunque, al final, hayan terminado por abandonar la lucha. Dios, por supuesto conoce todos esos sufrimientos y tiene en cuenta todas esas cosas buenas. Nadie gana a Dios en generosidad a la hora de pagar el poco bien que hacemos. 

Nada de eso cambia, sin embargo, que el matrimonio sacramental es indisoluble hasta la muerte, también para un cónyuge que no haya tenido responsabilidad en la ruptura de la convivencia. Eso es la realidad y todas las buenas intenciones del mundo, las maldades que puedan hacer otras personas y las circunstancias de la vida, por complicadas que sean, no pueden cambiarlo. Que la Iglesia recuerde esto no es una falta de misericordia, ni un problema canónico, ni una visión pasada de moda. Es, simplemente, la realidad y cualquier postura que cierre los ojos a esa realidad terminará, inevitablemente, por darse de bruces contra un muro. La caridad para con una persona en esa situación, que también es fundamental,  tendrá que practicarse en el contexto de esa realidad y sin olvidarla nunca.

Habla Ricardo también de “una familia de verdad”, que sería la procedente de la nueva unión, en contraste con la primera familia, rota por circunstancias y comportamientos que pueden llegar a ser muy serios. Es una aspiración muy comprensible. Todo el mundo desea formar una familia fantástica, basada en el amor mutuo y, asimismo, todo el mundo sabe que hay matrimonios que humanamente parecen rotos más allá de cualquier posible arreglo. 

No obstante, de nuevo nos encontramos aquí con una falta de realidad en la forma de pensar del mundo. Para un católico, la familia de verdad no es la que uno se imagina y la que uno quiere tener, sino la que Dios quiere que uno tenga. En ese sentido, dejar la familia constituida sacramentalmente para crear otra “de verdad”, significa abandonar la familia que Dios me ha dado y cambiarla por una que yo me construyo con mis fuerzas. En realidad, esa nueva familia es una casa fundada sobre arena, porque no se basa en la firme voluntad de Dios, sino sobre el debilísimo cimiento de los propios deseos y apetencias.

Como enseña San Pablo, el sacramento del matrimonio se entiende mirando a Cristo, que se entrega por la Iglesia. La alianza matrimonial es manifestación y participación de la gran Alianza que Dios ha hecho con los hombres por la sangre derramada de su Hijo. ¿Y qué hizo Jesucristo? ¿Acudir a sanar a los que ya estaban sanos, a los buenos, a los que se lo merecían, a los que le amaban? No. Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Ésa es la vocación matrimonial: el amor en la dimensión de la Cruz. A eso están llamados los esposos, a amar al cónyuge y serle fiel también cuando no se lo merece, cuando no tiene razón, cuando te destruye…

Dejar esa alianza para intentar formar otra, más humanamente razonable, es huir de la Cruz, algo que todos los que somos débiles podemos entender muy bien, pero que no es lo que Dios quiere para nosotros. Cuando huimos de la Cruz, estamos huyendo de la Voluntad de Dios y, por lo tanto, de la salvación, de la auténtica felicidad y de la plenitud humana. Si exigimos que la Iglesia reconozca las nuevas uniones de los católicos divorciados, lo que estamos haciendo, aunque sea inconscientemente, es rezar el antipadrenuestro: hágase nuestra voluntad en la tierra como en el cielo.

Una vez más, la caridad para con las personas que se encuentran en este tipo de situaciones, a menudo complicadísimas, es fundamental. El pecado no es ajeno ni al autor de este artículo ni a ninguno de sus lectores, así que no podemos hacer otra cosa que imitar al que mostró un amor infinito a la pecadora y esperar que nos muestre a nosotros ese mismo amor. Ese amor incluye, por supuesto, la invitación a no pecar más, para que el amor esté unido a la verdad. 

Para terminar, conviene que tengamos siempre claro que la indisolubilidad del matrimonio no es una cárcel ni un lazo al cuello de los esposos. Al contrario, es una buena noticia. Todo matrimonio cristiano está basado en el amor, incluso cuando la convivencia se ha roto, incluso cuando los esposos han dejado de amarse, porque el amor fundamental, el sustrato de amor de ese matrimonio es el Amor de Cristo, que no se acaba nunca y no se puede romper. Por eso, si uno de los cónyuges es abandonado, puede y debe permanecer fiel en ese amor de Cristo, viviendo su matrimonio como camino de santificación y salvación. 

Esto es real y no una ficción piadosa. Cuando hablo de estas cosas, siempre recuerdo a una mujer con cuatro hijos que había sido abandonada por su marido, con las grandes penalidades que eso conlleva, y que acostumbraba a pedir en misa por su marido y por la mujer que vivía con él. Era sobrecogedor ver cómo Dios seguía presente en ese matrimonio a pesar de la ruptura y del abandono del esposo.

Aquella mujer era un testimonio viviente de una verdad fundamental sobre el matrimonio que está prácticamente olvidada: Los esposos no pueden hacerse felices el uno al otro. La felicidad sólo viene de Dios.

39 comentarios

  
Néstor
Por ejemplo, cada vez que hoy para referirse a la doctrina de la Iglesia se habla de "teorías". Si la verdad revelada por Dios son "teorías", cerrá y vamos.

Saludos cordiales.
14/10/14 4:02 PM
  
Marqués
Cuando le explique la doctrina Católica a mi hermana menor me contestó: Bien, si esto es tal y como me dices la solución es no Casarse hasta que tengas una seguridad absoluta,más allá de cualquier duda razonable. Al fin y a la postre, y dado que la iglesia no nos obliga a casarnos,habrá que ir con mucho ojo. .....Los pecados que se cometan mientras tanto son reversibles. El casarte no.
14/10/14 4:28 PM
  
Alejandro Galván
Marques:

Excelente ejemplo de la pérdida del sentido de pecado que tanto han deplorado S. Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.
Si pecas no pasa nada!!! te confiesas y yasta, a correr! De ahí a: no pasa nada!!! Si en realidad el pecado no le hace daño a nadie!!! a correr!! y de ahí a: Pecado?! JaJaJaJa!!!!
14/10/14 5:02 PM
  
Bruno
Marqués:

Es bueno saber que casarse es algo muy serio. En ese sentido, si uno no quiere aceptar el compromiso que implica el matrimonio, ciertamente es mejor no casarse (y, de hecho, rechazar ese compromiso puede hacer que el matrimonio sea nulo aunque aparentemente "se celebre").

Por otra parte, el sacramento del matrimonio es algo maravilloso, un regalo de Dios y no una carga, una verdadera alianza de amor por la que Dios está presente de una forma especial en el mundo, la formación de una Iglesia doméstica, el único lugar del mundo en que dos personas dicen "te querré hasta la muerte" y lo dicen de verdad, el mejor hogar que puede existir para los hijos, un camino de santidad y la forma en la que Dios redime el amor entre un hombre y una mujer para hacerlo verdaderamente humano e incluso divino.

Yo no me lo perdería. Si alguien ve que no está preparado, lo que debe hacer no es rechazarlo, sino pedir que le instruyan en la fe para poder recibir algún día ese regalo. Merece la pena.

14/10/14 5:05 PM
  
Manuel Málaga
Marqués, esa misma respuesta ya aparece en los Evangelios: "lo mejor es no casarse". Y al final es la respuesta social generalizada, y no es algo de ahora. Al final la gente (y la supuesta "irresponsabilidad" ya viene durando toda la vida) opta por evitar complicaciones, que bastantes tenemos ya. De ahí muchas veces el "éxito" de la Iglesia con estas cosas, no hay más que ver el 10% de españoles que van a misa (dice Infovaticana) y de ellos los que habrá que hacen mucho mucho caso a Mamá, no usan preservativos, etc.

Sr. Bruno, su explicación me parece muy coherente consigo misma, muy acorde con una doctrina sólida, inflexible y bien asentada como es la de la Iglesia, y difícilmente cuestionable repito que en sí misma. Lo cual no quiere decir que, a la hora de la verdad, a la gente le sirva para nada. Si vamos a hablar de la realidad, no estaría de más reconocerla. Y la realidad diaria de la gente es la que es, a la vista está. Gente irresponsable, gente adolescente... como usted quiera. Yo añado además que ven el fútbol y el Gran Hermano. Pero gente, hermanos, y no tenemos otros. Por cierto, yo no he dicho la palabra aborto. Estamos hablando de cuestiones menos sangrientas, cuestiones como la negación de la felicidad de la gente. Por eso, cuando he empezado a leer que "la Iglesia se ocupa de realidades" me he dicho "mmm... mal empezamos". Los hermanos de S.Juan de Dios, puede.

[[...] estas insinuaciones están de más]

A mí me parece muy bien esa cerrazón oficial a diferenciar casos incuestionables y casos penosos. Nada, todos iguales como acciones morales matemáticamente iguales, todas al mismo saco. Perfecto. Al que no le guste, ya sabe. Yo mismo. Me parece una insensibilidad y por tanto no va conmigo. Lo siento, pero me voy al bando de los seres humanos, los que animamos a la buena señora a que se deje de temores y amenazas "de Mamá" (eso sí que es infantil y adolescente) y viva la vida, que los papeles están muy bien en las oficinas.

Los párrocos recomendando "resignacióoon, hermanos, resignacióooon" hace ya tiempo que no tienen mucho público, como es natural.

Voy a releer el artículo para comprobar que "técnicamente" estoy equivocado. Pero yo qué le voy a hacer. La vida es la que hay. La realidad es la que hay. Tenemos lo que tenemos en esta vida.
14/10/14 5:21 PM
  
Bruno
Manuel Málaga:

Dice usted: "Lo cual no quiere decir que, a la hora de la verdad, a la gente le sirva para nada".

Siempre me llama la atención que alguien se apropie la representación de "la gente" sin título alguno para ello. ¿Es que yo no soy "gente"? ¿Es que los cristianos no son "gente"?

La justificación para pecar basada en que "todo el mundo lo hace" es muy antigua, pero los siglos no han hecho que tenga más valor.

"Si vamos a hablar de la realidad, no estaría de más reconocerla. Y la realidad diaria de la gente es la que es, a la vista está"

La Iglesia siempre ha reconocido esa realidad. Se llama pecado. En nada refuta eso la postura de la Iglesia ni su moral. Es más, es la mejor muestra de la necesidad que tienen los hombres de Dios, de la gracia y de los mandamientos.

"Por cierto, yo no he dicho la palabra aborto. Estamos hablando de cuestiones menos sangrientas, cuestiones como la negación de la felicidad de la gente"

Hay dos maneras de buscar la felicidad: al modo de Dios y al modo que a uno le dé la gana. Cada uno que elija. Yo he hablado de la felicidad al modo de Dios, porque a mi juicio es incomparable e infinitamente mejor, pero el que prefiera seguir engañándose a si mismo y pensando que el nuevo coche, la nueva mujer más joven o un aumento de sueldo le van a dar la felicidad es muy libre de seguir por ese camino.

"Lo siento, pero me voy al bando de los seres humanos"

Vaya, será que los demás no somos seres humanos.

"La vida es la que hay. La realidad es la que hay. Tenemos lo que tenemos en esta vida"

Parece ser que quien recomienda "resignacióoooon" con lo que tenemos es usted. En cambio, la Iglesia proclama que esa realidad chata y meramente terrenal no es más que una parte minúscula de la Realidad, que Dios nos llama a algo mucho mayor que conformarnos con esta vida y que ya aquí podemos empezar a gustar de la vida eterna que Cristo nos regala.

Saludos.

14/10/14 5:34 PM
  
Marqués
Yo estoy casado por la Iglesia, y comprendo y comparto lo dicho en el post. Ahora bien cuando hable con mi hermana esta tenía 22 años y estaba embarazada de su novio. Sus dudas..¿Se casaba o no se casaba? ....Si se casaba tenía claro que era por la iglesia.Finalmente y con la boda ya casi montada, yo le explique lo que esa decisión conllevaba. Finalmente no se casó. Ahora esta casada por la Iglesia con otro hombre. Han tenido tres hijos más y aparentemente estan bien.....
14/10/14 5:36 PM
  
Bruno
Marqués:

Muy buen comentario. El matrimonio sacramental es algo muy serio. Su hermana tuvo suerte de tener cerca a su hermano que le diera una palabra sobre lo que es realmente el sacramento.

Recuerdo que un sacerdote (hoy obispo) me dijo que, en esos casos de embarazo y de angustia para casarse a toda prisa, él siempre decía a los novios que no se casaran. Que esperaran a que naciera el niño y, después, si de verdad querían casarse, entonces podían hacerlo con libertad y no por el qué dirán.

Saludos.
14/10/14 5:42 PM
  
Bruno
Néstor:

Lo curioso es que, generalmente, lo que se presenta como alternativa a la doctrina de la Iglesia sí que es una simple teoría.

Basta ver las propuestas del Card. Kasper de estos días.
14/10/14 5:43 PM
  
Marqués
Una duda: ¿ la decisión de casarse por la Iglesia quien la toma?¿ Dios o la pareja? ¿Se puede uno casar con la persona equivocada?

En los "Cursillos prematrimoniales" yo preguntaba estas cosas y nadie me contestaba.....
14/10/14 5:45 PM
  
luis
Hay un principio fundamental de moral católica que tiene vigencia cualquiera sea las circunstancias objetivas o subjetivas de las personas: sólo son lícitas las relaciones sexuales en el marco del matrimonio.

Existen infinidad de situaciones en las que la persona que recurre a la actividad sexual fuera del matrimonio lo hace con motivos entendibles, con buenos sentimientos, con necesidades urgentes, con razones parcialmente atendibles, con tendencias anormales, etcetera, que pueden servir de atenuante subjetivo de un acto que de suyo es intrínsecamente malo. Pero es siempre objetivamente ilícito tener sexo fuera del matrimonio.

Esta es la doctrina moral de siempre, de dos mil años de Iglesia. Esta doctrina no puede cambiar porque integra el núcleo de la moral sexual católica como ha sido revelada y custodiada por la tradición y explicitada por un magisterio de cientos de años.
14/10/14 5:50 PM
  
Bruno
Marqués:

Es una buena pregunta.

¿la decisión de casarse por la Iglesia quien la toma? ¿Dios o la pareja?

La decisión la toman los esposos libremente (de otro modo no hay matrimonio), pero en esa decisión pueden colaborar con la Voluntad de Dios para ellos o resistirse a ella. Dios respeta nuestra libertad y, por ello, permite que pequemos.

Sin embargo, no hay que concebir la relación entre la voluntad de Dios y la nuestra como si estuvieran en el mismo plano. Dios tiene un Plan de amor para nosotros desde antes de la creación del mundo, que nosotros podemos aceptar o rechazar, pero incluso nuestros rechazos, de alguna manera, son integrados por Dios en su Plan, porque sus caminos están muy por encima de los nuestros.

¿Se puede uno casar con la persona equivocada?

Sí. Uno puede casarse por malas razones, contrarias a la voluntad de Dios. Por ejemplo, se puede hacer a la ligera, por rebeldía, por envidia, etc. Estas malas razones causarán previsiblemente problemas y sufrimientos a lo largo del matrimonio.

El sacramento, sin embargo, tiene un efecto fundante, en el sentido de que crea una nueva realidad santa y, desde su comienzo, querida por Dios. Si uno se casa realmente, la familia que se crea es una auténtica iglesia doméstica y una auténtica alianza inserta en el amor de Cristo por la Iglesia. Por lo tanto, Dios la bendice y se compromete a dar los medios necesarios para que los esposos puedan cumplir su mission, siempre que ellos estén abiertos a su gracia.

Es decir, una vez que uno se ha casado, no tiene sentido preguntarse si hizo bien o mal, si se habrá equivocado, etc., porque todo eso ya es agua pasada. Cristo todo lo hace nuevo y, con ese matrimonio, quizá incluso a partir de las equivocaciones, errores o pecados anteriores de los novios, ha creado algo nuevo, bueno y santo, en el que los esposos podrán encontrar la felicidad y la santidad.
14/10/14 6:06 PM
  
Bruno
Luis:

No veas lo que fastidia que uno escriba dos mil palabras sobre un tema y luego venga alguien y lo resuma mucho más claramente con cincuenta en un comentario.

Bromas aparte, bien explicado. Es algo que cualquier fiel ha comprendido a lo largo de dos mil años, pero que algunos cardenales y obispos no parecen ser capaces de comprender.
14/10/14 6:08 PM
  
luis
Es que el tema es muy simple, Bruno.

La única explicación de que altos y altísimos prelados lo estén meneando es simplemente que no comparten la moral sexual católica, ni la teología sacramental que veda acceder la eucaristía en pecado grave sin propósito de enmienda. No hay otra.
14/10/14 6:21 PM
  
Almudena
Pues fíjate, Bruno, que a no pocos entendidos sacerdotes y más, les he oído decir que desde luego es mucho mejor, el que habiendo abandonado a su mujer se va con otra fija y "rehace" su vida, que el que anda picando de flor en flor. (Vale para el caso de ellas, claro)
¿Qué opinas?
14/10/14 8:51 PM
  
Bruno
Almudena:

El juego de decidir cuál es "mejor" entre dos pecados mortales es uno al que no conviene jugar.

El "picaflor" ciertamente muestra una mayor ligereza y promiscuidad.

Sin embargo, el otro no "rehace" su vida, porque sigue casado con la primera mujer y lo que hace es vivir en adulterio. En ese sentido, el Catecismo de la Iglesia Católica dice que "el hecho de contraer una nueva unión, aunque reconocida por la ley civil, aumenta la gravedad de la ruptura: el cónyuge casado de nuevo se halla entonces en situación de adulterio público y permanente" (Cat.Ig.Cat. 2384)

En general, plantear la conducta de un católico como una elección entre dos pecados mortales es un falso dilema con cierto olor a azufre, así que no debemos caer en esa trampa. Lo que hay que hacer es vivir como Dios quiere, que es lo bueno, lo santo, lo que merece la pena y lo que nos hace felices. Y si no somos capaces, rezar mucho hasta que lo seamos.

Saludos.
14/10/14 9:00 PM
  
Almudena
Gracias Bruno, yo desde luego pienso que son dos formas distintas de hacer mal. Al final es un mal. Hay muchas más, cada cual sabe las suyas, así que como bien dices, a pedir mucho para que Dios nos restaure a todos.
14/10/14 10:02 PM
  
luis
A estar a lo que dicen algunos, el sexto mandamiento debería reemplazarse por el verso de Safo: "Maldito sea aquel que en cuestiones de amor usó por primer vez la palabra prohibido".
14/10/14 11:11 PM
  
Alejandro Galván
¿la decisión de casarse por la Iglesia quien la toma? ¿Dios o la pareja?

Que sepa, la Iglesia no ha dicho nunca que exista "la media naranaja", esto es, "la persona ideal, concebida desde el inicio de los tiempos para ser mi pareja, y si me caso con otra, me equivoco".

El amor conyugal es entre un hombre y una mujer, cada uno con sus limitaciones y virtudes: no es que uno deba encontrar a "uno/a entre mil millones", sino otra persona con la cual pueda llegar a "ser uno" y, en familia, llegar hasta Dios.
15/10/14 12:31 AM
  
luis
"Semillas del Verbo" en el adulterio, dice la Relatio. No creo que jamás en un escrito de un grupo de obispos católicos se haya llegado a decir algo más aberrante. Este Sínodo nació muerto.
15/10/14 12:59 AM
  
Prado
Creo que pueden aportar luz estos enlaces de tres programas de EWTN de la serie "Cara a Cara", presentados por Alejandro Bermúdez.

Dos de los vídeos son el testimonio de un hombre y una mujer en situación de divorciados vueltos a casar por lo civil, que viven en castidad en plena comunión con la Iglesia:

https://www.youtube.com/watch?v=qR0hwXR1OCc&list=PL22EDDDDDCF6D2A37

https://www.youtube.com/watch?v=py58rWyOkRQ&list=UU5IhMW3nYXyBODozNVFwtOg

https://www.youtube.com/watch?v=RxlwJjvefk4&list=PL22EDDDDDCF6D2A37

¡¡¡¡NO ES IMPOSIBLE!!!!
15/10/14 10:05 AM
  
Luis López
A la pregunta de quién toma la decisión de casarse respondería con San Pablo que el cristiano, sea hombre o mujer, es una criatura nueva, y en ese sentido su decisión conjunta está movida sobre todo por el fin de glorificar a Dios en el estado matrimonial. El "Yo" se vuelve sumisión y entrega al "Tú" con el último fin de hacer la voluntad y el plan de Dios sobre la creación, el hombre y la mujer

Ciertamente ese es el "debe ser", pero nunca olvidemos que los cristianos debemos llevar grabado a fuego en nuestro corazón la alabanza de Dios en cualquier estado en el que estemos, porque está sellado por el signo de la Gracia que es el Sacramento. Si no tenemos claro esto ¿Para qué queremos el Sacramento?.

Y simplemente pregunto ¿Se dice algo de esto en los cursillos matrimoniales?
15/10/14 10:38 AM
  
Manuel Málaga
Hombre, D. Bruno, lejos de mí querer "apropiarme" de la representación de la gente y de los seres humanos. Claro que también usted es gente. Claro que también ustedes son seres humanos. No se ponga así, que también era gente Hitler, ¿a dónde vamos con eso de que gente somos todos?
Cuando yo hablo de la gente sabe usted perfectamente a lo que me refiero, que no es otra cosa que a cualquier hijo de vecino al que no se le puede llegar con resignaciones: Ni se te ocurra buscar novia si tu mujer se fue hace 10 años al Canadá a vivir con otro. Ni se te ocurra "tranquilizarte" en el cuarto de baño. Ni se te ocurra plantearte una planificación familiar porque ganas 900 € y tu mujer ya trae el 3º. Ni se te ocurra comulgar en misa (eso el que encima sigue yendo a misa, a que le regañen). "Resignacióoon, hermanos". Si lleva siglos y milenios sin funcionar, por algo será.

Claro que "la Iglesia siempre ha reconocido esa realidad. Se llama pecado." Se llama como nosotros queramos llamarla. Pecado son tantas cosas, más fuera que dentro de la cama. Condenación eterna son tantas cosas. Yo, al caso de esa señora que rezaba por su marido (ex-marido) y su nueva novia, le llamo sencillamente anomalía. No de ella, sino de los que le han lavado el cerebro, muestra indigna de inmisericordia y maldad humana. Cara dura de, encima, decirle que es por su bien, que es por caridad para su salvación. ¿Y la salvación de aquí abajo? ¿Acaso aquí no necesitamos salvación "de la otra", de la de todos los días?

Pero vamos, que no nos vamos a poner de acuerdo, ni falta que hace. Llevo 40 años intentando verle algún sentido lógico, después de los primeros 20 muy buenecito y muy puro y muy casto (y muy atemorizado y muy manipulado) y no espero volver atrás por cosas de las que ni puedo estar seguro ni los que dicen estarlo lo saben de verdad. Sé que no estoy en posesión de la verdad, por eso mismo desconfío de los que se creen estarlo. Y tan amigos, cómo no.
15/10/14 12:08 PM
  
Luis López
Manuel de Málaga, yo también era "gente" en el sentido que vd. dice y con problemas parecidos a los que vd. relata.

Es cierto que intentar vivir cumpliendo los preceptos de Nuestro Señor, es sencillamente imposible...si prescindimos del auxilio del Señor, si ironizamos sobre su capacidad de cambiar nuestras vidas, si hemos dejado de creer en su poder para hacernos verdaderamente hijos suyos. Sencillamente no podemos. Sencillamente yo no podía. Pero hay algo más allá de nuestras fuerzas que vuelve posible lo imposible, y eso, aunque se nos da gratis, es necesario pedirlo con todas las fuerzas y continuamente, sin cesar. Lo de esa Sra. que pedía por el sinvergüenza de su marido es uno de los milagros que nos regala el Señor. También lo regala a quien se lo pida con el corazón. A quien no ceje. A quien no se considere derrotado por las puñaladas de la vida y siga diciendo "Señor, aquí estoy para hacer tu voluntad". Se lo digo por experiencia.

Observo en vd. el desengaño de todos los hemos intentando cumplir los preceptos del Señor sin contar con su Gracia. Y la decepción que lleva al sarcasmo. Yo también me burlaba. Pero no podemos seguir dando coces contra el aguijón. El Señor nos llama siempre, y algunas veces decimos, "Aquí estoy". Y a veces decimos "Para siempre, Señor". Si creemos en Él todo es posible. Y esos son verdaderos milagros cotidianos de los que la gente no habla.
15/10/14 1:06 PM
  
Yolanda
a cualquier hijo de vecino al que no se le puede llegar con resignaciones

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Manuel de Málaga, usted tiene un problema, sí. Si empieza por ridiculizar la palabra "resignaciooooooon", entonces es usted el que cierra toda posibilidad de diálogo y entendimiento.

Lo que usted ridiculiza con la palabra resignación es, en realidad, el saludabilísimo ejercicio de aceptar que las cosas son como son, que la realidad como es; y ser nosotros los que nos transformemos interiormente y en nuestras conductas en función de lo que para nuestra vida nos va deparando Dios.

Cuando una persona felizmente casada se queda viuda, por ejemplo,
su vida queda sumida en una devastación sin comparación posible con otros dolores. La vida se trunca y en el lugar en el que antes había proyectos, futuro y amor, sólo hay un infinito y asolado erial.

Es un ejemplo, conste. Me dirá usted que a los viudos les está permitido casarse. En efecto. Pero vamos, ¡como si "casarse" fuera la solución.! ¿Se me muere el marido, me busco otro? Una idiotez. Busacarse otro marido es un parche que nunca te devolverá al que la muerte te arrebató, el que realmente amabas. Y eso que, en este caso, la Iglesia no ve inconveniente en un nuevo matrimonio. Pero quizá sí lo vea el viudo o la viuda: yo quería al mío, al muerto, no a "cualquiera" , pueden decir. ¿Tiene solución la muerte del cónyuge? NO, no la tiene. Pues "resignacioooooooon". Palabra que, si se le quita el tono de burla, se convierte en eso que llaman ahora los modernos "resiliencia", o llamarían "logoterapia" (sin ninguna necesidad de ponerse en costosos y largos tratamientos) otros sabios.

En suma, sin hablarle de la Gracia de Dios, que es lo que realmente cuenta para nosotros, saber afrontar las desdichas, incluso como oportunidad de crecimiento y de superación de otros problemas; encontrar un sentido a las frustraciones, por devastadoras que sean, ver en la tragedia existencial el sentido del hilo conductor de una vida que habrá de tener un final.

He puesto este ejemplo por serme conocido. Pero es una cuestión de actitudes y de REALISMO ante la adversidad. Escapismos hay muchos. Ninguno bueno. Escondiéndose de la realidad, ésta no deja de existir.

Claro que si usted es de los que todo lo fían al sexo, no me extraña que le parezca una tortura inhumana eso de " Ni se te ocurra buscar novia si tu mujer se fue hace 10 años al Canadá a vivir con otro. Ni se te ocurra "tranquilizarte" en el cuarto de baño. Ni se te ocurra plantearte una planificación familiar porque ganas 900 € y tu mujer ya trae el 3º".

Ojalá todos los dolores y las penas se redujeran a prescindir total o temporalmente del ejercicio de la sexualidad. Ojalá. Si esa fuera la peor desdicha que pudiera suceder a un ser humano (que no lo es, puesto que la escogen voluntariamente muchas personas) me apuntaría ya. Y no soy ningún bicho raro en ese sentido.
15/10/14 1:22 PM
  
Manuel Málaga
Gracias, Luis. Sé que dice usted la verdad, en el sentido de que sé que es posible (hasta la castidad absoluta es posible, si te empeñas) pero es que sencilla y lentamente llegó a mi vida la pregunta "¿y para qué?", ¿para qué estoy evitando hacer cosas que no se está enterando nadie y que no le estoy haciendo daño a nadie, ni siquiera a mí mismo?, ¿qué necesidad tengo de estar perdiendo el tiempo, ganando sin embargo no sé qué?, ¿qué necesidad tiene verdaderamente esta buena señora, tirada con 4 hijos y encima a lo mejor rechazando "ofertas interesantísimas"? ¿Pero es que estamos locos? ¿Merece la pena estar loco, porque no faltará quien diga que sí?
Si yo, que estuve convencido, y convencido sigo pero menos, no fui capaz de que ustedes me convencieran, imagínese entonces a "la gente" como yo digo, al común de los mortales que ni son débiles mentales ni nunca ha sido nadie capaz de conducirlos por ningún "buen camino", repito que por algo será. Estamos hablando de personas con C.I. de todo tipo, cuidado. Que no sólo los sencillos reciben la iluminación, ni al contrario.
15/10/14 1:30 PM
  
Manuel Málaga
Yolanda, no soy yo precisamente quien "lo fía todo al sexo". Es más bien cierto "sector" el que lleva toda la vida machacando con lo mismo, es una obsesión histórica sobre la que mucho se ha escrito y que explica muchas cosas. Yo ya llevo unos pocos años "tranquilizado" en ese sentido, y no quisiera acordarme de tantos años en que venía el lobo. Y no me diga que tengo un problema. No es un problema, sino que más bien dejó de serlo.

Su ejemplo de la persona viuda es totalmente idéntico al de la persona abandonada. O poco le falta. Claro que la solución no es casarse. Si no quiere casarse, muy bien que hace. Pero si ha encontrado una oportunidad de calmar su infelicidad, no seré yo el insensible y el monstruo que le venga diciendo que se esté quieta y que se resigne. Claro que ya no va a volver el otro, el primero, el que fue ideal. ¿Eso ya significa punto final? Desde luego, si eso no es también dureza de corazón, más incluso que la de los adúlteros recalcictrantes...
15/10/14 1:42 PM
  
Yolanda
No parece que nos entendamos, Manuel. Esta frase : si ha encontrado una oportunidad de calmar su infelicidad, no seré yo el insensible y el monstruo que le venga diciendo que se esté quieta y que se resigne significa que no estamos hablando con las mismas claves ni con el mismo código. No insistiré en explicárselo.


Por cierto, que tras muchos años (más que años, lustros, décadas y casi una vida) de sostener yo misma el tópico según el cual la Iglesia está obsesionada con el sexo, bla bla bla bla, me fui dando cuenta (en parte debido a numerosas razones y pruebas leídas en este mismo blog) de que es justamente al contrario. El mundo vive sumido en una obsesiva idolatría del sexo y, las pocas personas que no ven el sexo como el ídolo que gobierna sus vidas y al que hay que rendir un culto absorbente, son los católicos. Más bien, la doctrina católica, que concede a la sexualidad un lugar eminente pero ajustado a la condición humana, (que no es la de los mandriles o las gatas de callejón). Quien tenga vocación de mandril o de gata de callejón puede mirar con malos ojos a quienes nos sentimos varones y mujeres imago Dei; pero los obsesionados serán ellos.
15/10/14 8:35 PM
  
Luis I. Amorós
Manuel Málaga ha explicado muy bien cuál es su problema: "¿y para qué?". Ha perdido el sentido de lo trascendente. Probablemente por esos "20 años de ser muy buenecito y muy puro y muy casto (y muy atemorizado y muy manipulado)", es decir, mal catequizado (o mal catecúmeno). Conozco mucha gente con síntomas parecidos, y hasta podría atinar su edad con pocos años de margen.

Es hijo de una época, y su enfermedad es la apostasía silenciosa. Lo de la sexualidad y el matrimonio no es la causa, sino el síntoma. Muchos católicos (y religiosos, y sacerdotes) sufren ese problema, aunque se manifiesta en otras áreas.

Lo preocupante es que haya obispos y cardenales que también lo sufren y lo manifiestan.
16/10/14 11:07 AM
  
Manuel Málaga
Exacto, Luis Amorós, sólo usted y su equipo ganador están en posesión de la verdad porque la gracia de Dios es caprichosa y "a nosotros no nos ha llegado bien". Sólo ustedes pueden dar gracias a Dios "por no ser como ese publicano".

Mal catequizado dice, por supuestísimo. Con amenazas y acoso moral protegido por la "inmunidad parlamentaria" de aquellos clérigos inhumanos e impunes. Mal catecúmeno... ¿encima? ¿Encima culpa mía? De verdad, D. Luis, lo de ustedes ya sobrepasa la falta de caridad y la más despiadada inmisericordia. Con razón está la Iglesia donde está, entre el común de los mortales, ¿quién puede seguir haciendo caso sensatamente a estos ejemplos?. Se está hablando mucho en estos días de la búsqueda de la oveja perdida, cuando es el pastor y los gañanes a los que no les queda ya credibilidad ninguna.

Yo no estoy manifestando ninguna apostasía. Ni silenciosa ni ruidosa. Sigo en la Iglesia y voy a seguir en la Iglesia. Ni irse ni callarse, como dicen los franceses. A lo mejor es a ustedes a los que ya se les ha terminado el chollo, que ya era hora. El cisma que parece que muchos están deseando es cosa de ustedes, nosotros no vamos a ser ni de unos ni de otros. Y por cierto, tampoco me encasillen con la monja Forcades, o con el padre Masiá, que tampoco. Las voces son muchas. Ustedes quisieran una sola, o dos para tenerlo más fácil, los buenos y los malos, pero esto es mucho más complicado de lo que a ustedes les parece, teniéndolo tan claro como lo tienen.
16/10/14 1:35 PM
  
Yolanda
Manuel de Málaga: si no quieres que te encasillen, no encasilles.

Que sí, que has sido victima de aquellas catequesis de la amenaza constante del infierno, del peligro de muerte en pecado mortal constantemente, de la casuística obsesionante, etc. Yo también. Pero mira, al cabo de los años, eso de refocilarte en tus heridas sólo te las pudre. Deja de buscar culpables, deja de hacerte la víctima, y te vas o te quedas, pero sanando tus malos rollos y no identificando a cualquiera que te lleve la contraria con tus demonios del pasado.
16/10/14 10:57 PM
  
Manuel Málaga
Yolanda, me habla usted con la autoridad y la suficiencia de la conversa. Y la entiendo porque, en cierto modo, yo soy otro converso pero al contrario. Lo cual no quiere decir que ahora me esté vengando, ni "refocilándome en mis heridas", ni patochada semejante. No, mujer, pero si precisamente es la madurez y el sentido común los que me han ayudado a pensar por mí mismo, a cicatrizar esas heridas y a darme cuenta de que las cosas son como son y no como quieren venderme sin pruebas y sin credibilidad. Es tan fácil como que no hable usted en pasado, "aquellas catequesis", "aquellas amenazas"... como si ahora la moto en venta fuera otra. Victimismo ninguno, son exactamente las mismas patrañas "comeniños" de toda la vida. No maticemos tanto, que el cuento de los buenos y los malos sigue siendo el mismo. Con idéntica negativa a pararse a distinguir si los buenos son tan buenos o los malos son realmente tan malos.
17/10/14 9:41 AM
  
Luis I. Amorós
Los exabruptos no me impresionan, Manuel. la violencia verbal no esconde sino debilidad.

De quien ha apostatado es de Cristo. Si quiere hablar de ello, le escucho.
17/10/14 3:45 PM
  
Anónimo
Luis I.:

Por favor, no haga juicios temerarios; usted no conoce el interior de su interlocutor y no es quién para juzgar. Por favor, menos soberbia. Qué otros lo hagan...allá ellos, pero usted no lo haga, por favor.
18/10/14 12:12 PM
  
Manuel Málaga
Me escucha Cristo, de Quien usted sabe ya que yo apostato, y me escucha porque me gusta ir a visitarlo en el Santísimo Sacramento del Altar. A usted, o como usted, ya les he escuchado bastante, no hacen más que darme portazos en las narices, como si yo siguiera deseoso de entrar a su banquete de santos, de limpios, de elegidos, de acertantes. Hay más banquetes, por suerte, eso es lo que no saben, o no quieren aceptar.

Si usted mantiene que he apostatado de Cristo, adelante, no le puedo convencer de lo que tan claro tiene. Yo con usted no me preocupo de lo que hace ni piensa ni siente, le dejo a usted esas obsesiones, como la de "hasta podría atinar su edad con pocos años de margen". ¡Qué manía de llevarle la vida a los demás, por Dios!
18/10/14 12:14 PM
  
Luis I. Amorós
¿A qué sirve visitar tanto a Nuestro Señor si no se siguen sus preceptos? No es distinto de aquel hombre que edificó su casa sobre la arena.

"El que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio, y la repudiada que se casa con otro, comete adulterio"

El mundo querría que Cristo hubiese dicho: la repudiada no debe dejar pasa "ofertas interesantísimas". Pero no dijo eso.

No se puede servir a Dios y al Mundo. Cuando comprenda eso, entenderá "¿por que hago esto?". Tal vez entonces se le vaya el victimismo, el rebote universal y la mala leche verbal.

Y déjese de rollos de lo malos que somos los "puros" como excusa para no cumplir con los mandamientos de Cristo. Esa excusa me la conozco bien, y no me vale.

Esta Iglesia no es mía, es de Cristo. Este banquete no es mío, es de Cristo. Y entrar en él es muchísimo más importante que su ego o mi antipatía.
20/10/14 3:44 PM
  
Anónimo
Para Luis I.:

Cuidado con el "resorte". Recuerde especialmente éstas tres:

"Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios".
20/10/14 4:15 PM
  
Luis I. Amorós
Gracias, Anónimo.

Tal vez, como Pablo, me haga judío con los judíos y gentil con los gentiles.

Pero, al final, Manuel o yo no importamos. Nuestros egos heridos y nuestras arrogancias, insignificantes. Las personas somos prescindibles.

Nuestra única razón de ser es la salvación; la única Verdad, Dios.
Y para obtener la salvación, valen muchas tácticas.

Los profetas no daban palmadas en la espalda a los reyes impíos.
20/10/14 6:42 PM

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