26.05.25

La caída de Occidente

Volviendo el otro día de llevar a algunos de mis hijos al colegio, vi a una chica con el mismo uniforme que caminaba en dirección contraria al centro escolar. Al cabo de unos instantes, se encontró con un chico de otro colegio cercano, que parecía estar esperándola, y se marcharon los dos juntos. Me pareció estar viendo la caída de Occidente.

No me refiero, claro está, al hecho de que un chico y una chica se saltaran las clases, que es algo que habrá sucedido infinidad de veces a lo largo de la historia, sino a lo que no sucedió. O mejor dicho, a lo que yo no hice: no les dije nada y seguí mi camino en el coche. Es decir, lo mismo que habría hecho cualquier otro.

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22.05.25

¿Mereció la Virgen ser la Madre de Dios?

Una lectora con el luminoso nombre de Mariasol preguntaba en el artículo anterior sobre esa frase tan audaz del Regina Caeli, quem meruisti portare, es decir, “a quien mereciste llevar“:

“Bruno, yo siempre tengo una duda al cantar el Regina Caeli. Cuando decimos ‘que mereciste llevar en tu seno…’ mi mente le da vueltas al ‘mereciste’ pensando en que a pesar de la grandeza de Nuestra Madre ¿puede alguien ‘merecer’ algo tan grande como llevar a Dios en su seno? Y esto me atormenta”

Es una excelente pregunta y, para responderla, tenemos que recordar brevemente lo que creemos los católicos sobre el mérito y la gracia.

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19.05.25

Los santos del Concilio de Nicea

“A comienzos del verano del año 325, comenzaron las sesiones del concilio de Nicea. Había trescientos dieciocho obispos presentes, además de una multitud de sacerdotes, diáconos y acólitos. La gente decía que era como el día de Pentecostés, con ‘hombres de todas las naciones y todas las lenguas’.

Muchos llevaban las gloriosas marcas de los sufrimientos que habían soportado por Cristo. La salud de otros había quedado quebrantada por los largos años en prisión. Allí estaban los obispos ermitaños de Egipto, Pafnucio  y Potamon,  cada uno de los cuales había perdido un ojo por la fe; Pablo de Neocesarea,  cuyos músculos habían sido quemados con hierros al rojo, como demostraban sus manos paralizadas; Ceciliano de Cartago,  intrépido y fiel guardián de su rebaño; Santiago de Nísibe,  que había vivido durante años en el desierto, en cuevas y montañas, así como Espiridón,  el pastor y obispo de Chipre, y el gran Nicolás de Mira,  ambos conocidos por sus milagros.

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14.05.25

Alégrate con nosotros

Después del pregón pascual, creo que no hay oración de Pascua más bonita o más audaz que el Regina Caeli. A pesar de mi escasa habilidad musical, me encanta cantarlo con mi esposa y mis hijos todos los días y, para mí, es lo que distingue a la cincuentena pascual: son los días en los que la Iglesia nos regala cantar el Regina Caeli.

La noche de Pascua, los católicos salimos de la vigilia rebosando de gozo y eso es lo que da origen a esta oración, que no es más que la alegría ante la resurrección de Cristo, que rebosa una y otra vez de nuestro pecho, “como los torrentes del Neguev”. ¿Qué podría ser más normal que compartir esa alegría con nuestra Madre? Especialmente si tenemos en cuenta que el Regina Caeli, a pesar de su brevedad, encierra de alguna forma en su interior todos los misterios de la Vida de nuestra Señora.

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12.05.25

Aquí paz y después gloria

Varios lectores me han pedido, y casi me han exigido, que escribiera sobre el nuevo Papa. Entiendo perfectamente su curiosidad, ya que tenemos un Papa recién estrenado y, sobre todo, porque los últimos años nos han malacostumbrado a hablar del Papa a todas horas.

Eso no puede ser sano. Es, más bien, un desorden de la vida cristiana. ¿Acaso saben los lectores quién es mi obispo o mi párroco? Si los menciono, será una vez de Pascuas a Ramos, generalmente porque algo que hayan dicho o hecho me haga pensar en un tema interesante. ¿Por qué debería estar hablando del Papa constantemente?

Si el Papa hace bien su trabajo, lo normal es que apenas se hable de ello. Según el viejo dicho periodístico, un perro que muerde a un hombre no es noticia, pero que un hombre muerda a un perro sí lo es. Del mismo modo, que un Papa recuerde la fe y la moral católicas, celebre adecuadamente la liturgia o nombre a buenos obispos no debería ser noticia, sino su trabajo habitual.

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