19.10.25

¿Por dónde pasan las oraciones de Dios?

El otro día, el simpático rabino de la sinagoga de Madrid me aseguró que todas las oraciones, para llegar a Dios, debían pasar por Tierra Santa, porque, según explicó, Dios tenía siempre la mirada puesta en la tierra de Israel y, dentro de Israel, en Jerusalén y, dentro de Jerusalén, en el lugar del antiguo templo y especialmente la roca que había bajo él, en la que Abraham se dispuso a ofrecer a su hijo en sacrificio.

Me gustó escucharlo, porque puso ante mis ojos de forma práctica y concreta la maravilla del plan de Dios, que durante siglos fue preparando en la historia del pueblo de Israel lo que sería la salvación en Cristo y en la Iglesia. No podía estar más claro que esas creencias hebreas sobre la tierra de Israel prefiguraban tres cosas: a la Iglesia, a la santísima Virgen y al propio Cristo.

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15.10.25

"Este libro es una herramienta de evangelización"

Por su interés, traigo al blog la extensa entrevista completa realizada a Rocco Artuso, autor de una vida novelada de San Roque: El caminante de Dios. Vida novelada de San Roque.

Es larga, pero merece la pena. Quizá lo más interesante sea el anhelo de evangelizar que tiene Rocco y que igual se ha plasmado en escribir una vida de su santo que en decidir marcharse a Rumanía de misión con su esposa. Ay de mí si no anunciase el Evangelio.

El libro puede comprarse en la página web de Caparrós Editores y en distintas librerías religiosas como Códice, Paulinas, etc. También se puede comprar en formato electrónico en Amazon.es, Amazon.com, etc.

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– Tiene usted un doctorado en derecho y una licenciatura en filosofía y ética. ¿Cómo se le ocurrió la idea de escribir la vida novelada de un santo, y en concreto de su santo, San Roque?

He leído mucho sobre la vida de San Roque durante años. Para mí, esa lectura significó reconciliarme con mi propia historia personal y gracias a ello mi vida adquirió un sabor completamente diferente, más auténtico y dulce, como si supiera al cielo. No podía aceptar la grave enfermedad de mi madre, que la llevó a la muerte tras un sufrimiento que compartí con ella. No podía aceptar ser el primero de tres hijos porque eso me obligaba a convertirme en adulto demasiado rápido, precisamente por la ausencia de mi madre. Todavía recuerdo sus caricias y sus palabras de consuelo cuando era niño. Un buen día, cuando solo tenía siete años, empezó a toser y siguió tosiendo durante años hasta que no pudo más. Así empecé a experimentar la crudeza de la vida.

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14.10.25

No hacer mudanza, sino mesanza

Es de sobra conocida la regla atribuida al santo soldado vasco que aconseja “en tiempos de turbación, no hacer mudanza”. En efecto, cuando la mente está agobiada o incluso oscurecida por sufrimientos y angustias, no es tiempo de abandonar las buenas convicciones, sino de mantenerse firme en la verdad, aunque esa verdad se haya nublado y no percibamos su esplendor como antaño.

Se trata de un sabio consejo no solo en momentos personales de angustia, sino también, muy especialmente, en tiempos de crisis y postración de la Iglesia (y de la civilización antiguamente cristiana), como los nuestros. Son tiempos en los que toca ser fieles contra viento y marea a Cristo, a su esposa la Iglesia y a la fe.

Pensar en estas cosas me ha hecho recordar unos versos de Julio Martínez Mesanza, un estupendo poeta madrileño de estilo muy particular e inimitable. De hecho, significativamente, sus poemas tienen métrica, pero no rima, quizá para que ni siquiera los versos parezcan imitarse unos a otros. En cualquier caso, hable de lo que hable, de los tártaros, de los antiguos griegos o de lo que sea, Mesanza tiene una capacidad especial de evocar sensaciones, de modo que uno puede decir: justo eso; justo eso es lo que yo sentía.

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10.10.25

Los dos ojos de la humildad

“La verdadera humildad tiene dos ojos. Con uno, reconocemos nuestra propia miseria, para no atribuirnos a nosotros mismos más que nuestra nada; con el otro, reconocemos nuestro deber de trabajar y que Dios lo es todo, refiriéndolo todo a Él: no a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria. Quien es verdaderamente humilde considera que todo lo bueno que hay en su cuerpo y en su alma se asemeja a los arroyos, cuya agua procede del mar y al final volverá al mar. Por eso, siempre está atento a devolver a Dios todo lo que ha recibido de Él y solo pide, ama y desea que su nombre sea glorificado en todo: santificado sea tu nombre

La humildad del corazón, Fray Cayetano María de Bérgamo

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La soberbia, la desesperanza, la presunción y la pusilanimidad son todas tuertas, feas y malas novias. En cambio, la humildad, como resplandeciente virtud que es, destaca por su belleza y sus dos ojazos como dos soles. Dichoso será quien se despose con ella, porque, como enseña Santo Tomás, es el fundamento de las demás virtudes.

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8.10.25

¡Bien por la prudencia del Papa!

Ayer, el Papa León XIV, hizo una declaración de las de quitarse el sombrero. De las de ponerse a cantar y a bailar cuando uno las escucha.

Fue una declaración cortísima, pero ya saben: lo bueno, si breve, dos veces bueno. A una periodista metomentodo que le preguntó sobre Trump y el envío de tropas a Chicago, el Pontífice respondió con sencillez: “prefiero no comentar las decisiones políticas que se han tomado en los Estados Unidos. Muchas gracias”.

¿Cómo? ¿Qué no es para tanto? Claro que lo es. La prudencia en un obispo, y más aún en un Papa, implica saber cuándo debe hablar y cuándo debe callar. El Papa anterior, por ejemplo, no sabía callarse el pobre y, de forma inevitable, metía la pata en sus declaraciones a los periodistas. En particular, la prudencia necesaria para un Vicario de Cristo incluye ser muy consciente de que hay temas sobre los que el Papa no tiene autoridad, ni competencia, ni generalmente conocimientos y, por lo tanto, que debe dejar a los laicos.

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