Corría la segunda mitad del S. XIII de nuestra era, cuando un cierto profesor de teología de la Universidad de Paris dictaba a sus amanuenses un compendio y resumen de los argumentos que un estudiante suyo debía dominar a lo largo del curso. En aquello oscuros y bárbaros tiempos, era habitual que los profesores dirigieran debates en torno a un tema, planteado como una pregunta abierta. Luego de escuchar los argumentos a favor y en contra de los alumnos, el profesor realizaba una explicación del tema, respondiendo a los argumentos planteados, y terminaba por responder a las objeciones levantadas. No debemos juzgar tan duramente los métodos tan burdos y arcaicos de estos nobles salvajes, sino compadecernos de sus pobres almas que no tenían a su disposición Google ni Facebook.
La Suma Teológica, como acabó llamándose el libro de aquel profesor parisino, contiene 5 argumentos o “vías” para demostrar la existencia de Dios. Desde su formulación, las vías de Santo Tomás se convirtieron en una referencia obligada en filosofía y la llamada teología natural. En la actualidad, sin embargo, parecen haber perdido gran parte de su fuerza. Muchos las leen superficialmente, las encuentran poco convincentes y las descartan como el producto de una época más simple o una filosofía superada.
Si las 5 vías de Santo Tomás ya no parecen tan decisivas, no es porque haya cambiado la lógica, o sus premisas se demostraran erradas, sino porque se les exige demasiado. Innumerables libros se han escrito acerca de la existencia de Dios, que reflejan miles de años de reflexión de los filósofos. Nadie esperaría que todo ese desarrollo intelectual se plasmara en un resumen 500 palabras o menos, o que pudiera resultar sencillo de entender para un lector casual. Tampoco es lo que intenta hacer Santo Tomás. Las 5 vías que encontramos en la Suma Teológica no son explicaciones completas o exhaustivas del tema, ni están pensadas para convencer a los ateos. Son apenas el esqueleto del argumento que los estudiantes de teología debían conocer y dominar
Sumado a lo anterior, la distancia cronológica y cultural con el autor, nos hace preguntarnos si realmente hemos entendido lo que Santo Tomás nos quiso decir hace 700 años. Entonces surge la necesidad de contar con una explicación actualizada de cada una de las vías. Recién al comprender lo que se nos explica podremos decir si cumplen o no con el objetivo de demostrar la existencia de Dios.
Vamos, entonces, a intentar “rellenar” este esqueleto que Santo Tomás nos entrega en la primera vía.
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