Crisis moral: el carisma profético del Cardenal Oviedo
Corría el año 1991 y Chile acababa de comenzar el camino pacífico de la transición a la democracia, cuando el Arzobispo de Santiago publicó la carta pastoral “Moral, juventud y sociedad permisiva”. En ella monseñor Carlos Oviedo Cavada se refería a los primeros signos de “destape” que percibía en la sociedad chilena, y advirtió con fuerza acerca de una incipiente crisis moral.
El arzobispo habló de “un clima de creciente inmoralidad, en el que destaca: el erotismo malsano, la deshonestidad en la administración de los negocios, la práctica de la usura, el comercio de droga, el consumismo exagerado y ostentoso, la creciente desigualdad económica y social, el aumento de la delincuencia y el uso de la violencia”. También era la época en que el Estado comenzaba las campañas masivas sobre el SIDA, y educación sexual, que en opinión de monseñor Oviedo eran “apenas un pretexto para dar respetabilidad al fomento de la promiscuidad”.
En esa época, la Iglesia chilena gozaba de un inusual prestigio en la sociedad chilena que probablemente nunca vuelva a tener, ganado con el mérito de una defensa heroica de los derechos humanos durante la dictadura. Producto de ello, la carta fue recibida con cierto grado de respeto, pero en general fue rechazada su tesis central y se dijo que era exagerada y retrógrada, que no había crisis moral, sino una moral (la cristiana) en crisis.
(Compárese esa reacción con el cálido aplauso de las élites cada vez que habla el P. Felipe Berríos, y díganme quién es un verdadero profeta)