El encubrimiento de los curas pedófilos
A veces, la conversación acerca de los casos de pedofilia en la Iglesia Católica logra avanzar más allá de los eslóganes y las consignas baratas, lo que normalmente esto sólo es posible entre católicos, porque de nada sirve a otros ser veraces y justos con la Iglesia. Cuando eso ocurre, podemos decir que la Iglesia está menos afectada por el problema que el resto de la población, y que el problema no es tanto la pedofilia, como la homosexualidad de algunos de nuestros presbíteros.
Sin embargo, llegado ese punto todavía queda pendiente el problema del encubrimiento por parte de los obispos. Un comentarista en otro sitio católico lo expresaba perfectamente:
Pese a que las noticias se centran en el acusado (tenga sotana o no), en el caso de los abusos cometidos por sacerdotes lo más doloroso no es sólo el quiebre de la relación pastoral o evangelizadora, es la sensación que había una suerte de protocolo institucional de ocultamiento, de que no sólo se trata de responsabilidades personales, sino de que esas personas gozaban de una institucionalidad que los protegía más a ellos que a sus víctimas.
Si bien no es justo hablar de un “protocolo institucional", tampoco tiene sentido negar que había una actitud general de encubrimiento hacia estos casos, y no corresponde, porque es una verdad del porte de un buque. Más importante es conocer sus causas y estar conscientes de ellas, es decir, preguntarnos cómo llego a producirse esa cultura.
En cuanto a las causas del encubrimiento, y tal como ocurre con la pedofilia, la primera sospecha recae en aquellos aspectos de la Iglesia que resultan más llamativos al mundo moderno. Si en la pedofilia se atribuyen –tan fácil como falsamente– las causas al celibato, cuando hablamos de encubrimiento, inmediatamente se mira a la constitución jerárquica de la Iglesia, como un factor fundamental del fenómeno.