31.08.25

El sorprendente mensaje del cardenal Cobo a los "católicos arco iris"

Queridos lectores, en relación al asunto objeto de este artículo, lo primero que deseo apuntar es que soy consciente de que no soy la primera persona en opinar sobre él públicamente, dado que otras personas ya lo han hecho con anterioridad y con una contundencia acorde, a mi juicio, a la gravedad del caso. Aunque no es mi deseo añadir más leña al fuego, sin embargo, dicha gravedad me mueve, también a mí, a manifestar mi posición al respecto, desde el respeto y afecto al Cardenal Arzobispo de Madrid y acogiéndome a la libertad que, en tal sentido, nos otorga a los fieles el canon 212 del Código de Derecho Canónico. Examinemos, pues, el mensaje del cardenal Cobo a la llamada “asamblea de la Red Mundial de Católicos Arco Iris (GNRC)”, cuyo contenido puede leerse íntegro en la noticia de InfoCatólica que les enlazo. Sin duda, hay muchas cosas que pueden decirse sobre él. Yo deseo reflejar las que a mí más me han llamado la atención.

Lo primero que quiero poner de manifiesto sobre el mensaje en cuestión es que no me llamo a engaño acerca del tipo de “católicos” a los que Su Eminencia afirma dirigirse. El Cardenal no se ha dirigido a católicos homosexuales que se esfuerzan en vivir la castidad, según indica en el Catecismo de la Iglesia Católica que han de hacer; sino a un colectivo de homosexuales que, autoproclamándose católicos, desean vivir su homosexualidad de forma práctica, esto es, realizando actos homosexuales y que, además, pretenden que la Iglesia acepte tal situación como válida y buena y, por tanto, nos imponga ese punto de vista perverso a los demás católicos. Este extremo ha quedado muy claro en el post publicado, al respecto, por Néstor Martínez. Además, si el Cardenal se dirigiera a homosexuales verdaderamente católicos, el texto de su mensaje, sin duda, hubiera sido de un tenor muy distinto.

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1.08.25

¿Ser católico es ser un "perdedor"?

Queridos lectores, en el pasado mes de mayo hubo dos noticias, casi simultáneas, que me llamaron, poderosamente, la atención. Una de ellas se refería a un farmacéutico alemán que, por razones de conciencia, ha perdido su licencia profesional de farmacéutico; lo cual me ha parecido durísimo y bastante heroico por parte de este hombre. La otra noticia era atinente a la denuncia del Gobierno de España contra el valiente obispo D. Juan Antonio Reig Pla, con motivo de unas palabras que Su Ilustrísima pronunció en una homilía y que no han gustado nada a nuestro anticristiano Gobierno. No es ésta la primera denuncia que ha recibido en su contra Mons. Reig Pla y, a Dios gracias, todas las interpuestas contra él han sido archivadas por los Tribunales.

Son dos ejemplos recientes de casos de persecución a católicos por sus creencias religiosas y morales, entre muchos otros, incluso más graves, que también están teniendo lugar en diferentes países. Naturalmente, la Historia de la Iglesia está llena de muchos más, son muchos los Santos que lo han perdido todo, hasta la vida (y, en no pocas ocasiones, padeciendo unas formas de muerte horrorosas) por amor a Jesucristo y en coherencia con su fe cristiana. Y, en otras ocasiones, no se pierde la vida, pero se pueden sufrir graves perjuicios en esta vida. Así pues, uno puede preguntarse: ¿Ha de ser esto siempre así? ¿Ser católico, a lo que parece, es llevar siempre las de perder?

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8.07.25

La grave responsabilidad de los políticos ante Dios

Queridos lectores, dado que, en España y otros países de Occidente, los políticos se dedican, desde hace muchos años, a legislar y gobernar como si Dios no existiera y, en abundantes aspectos, contra lo que Dios expresamente ha determinado por medio de la Santa Iglesia Católica, conviene abordar la cuestión de la gravísima responsabilidad moral que recae sobre ellos, en relación a su actividad pública. Máxime cuando en España, recientemente, hemos tenido el último ejemplo de la profunda perversidad de la mayoría de los diputados del Congreso, de su repugnante y malvada forma de legislar. En esta ocasión, además, el Partido Popular ni siquiera se ha molestado en disimular sus verdaderas intenciones y objetivos, al contrario de lo que ha venido haciendo hasta ahora para engañar a sus electores católicos; electores, por cierto, encantados, en su mayoría, de dejarse engañar, porque, dicen, lo importante es que no gobierne el PSOE. Pues nada, ahí tienen a los dos partidos, juntos y en comandita, admitiendo a trámite, en el Congreso, la última infamia salida de ese partido acreditadamente perverso que, desde luego, es el PSOE. Y con apoyo, también, de los separatistas antiespañoles, faltaría más. Pero, por lo visto, el problema es solo el PSOE, mientras que el régimen salido de la Constitución del 78 es toda una bendición, oigan. Pues nada, así nos va.

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21.06.25

Cómo combatir los pecados de la carne

Queridos lectores, en mi post anterior, apuntábamos cómo los pecados de la carne tienen una especial peligrosidad, por no ser tan evidente su malicia como en el caso de otros pecados y por tratarse de pecados, en su mayoría, fáciles de perpetrar y bastante placenteros en su comisión. Es indudable que, por eso, Satanás trata de aprovechar esos pecados al máximo para arruinar nuestra eternidad (y, en lo posible, también esta vida presente). En el post anterior, por ello, quise poner de manifiesto la referida malicia de estos pecados. Vamos a ver ahora cómo combatirlos, dada la segunda característica que mencionábamos: Su facilidad de comisión y el placer que conlleva.

Sobre este asunto, algunos lectores, en los comentarios al post anterior, ponían el acento en el pecado de gula. No es mi intención subestimar en absoluto esa clase de pecado, pero me van a permitir que nos centremos en el combate contra otro pecado capital, la lujuria, por dos razones: En primer lugar, porque son muchas las personas alejadas de Dios por causa de los pecados contra el Sexto y Noveno Mandamientos. Y bastantes de ellas son bautizados. En segundo lugar, porque ese tipo de pecados han sido y siguen siendo fomentados, en España y otras muchas naciones, por una élite política, financiera y mediática radicalmente perversa, con la finalidad de descristianizar por completo a las naciones de antigua tradición cristiana y manejarlas a su antojo; secundando, así, la labor de Satanás y sus diablos, que nos odian y buscan nuestra eterna condenación y saben muy bien que, como ya advirtió la Santísima Virgen, los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne. No dudo que, si esos hombres malvados, siervos de Satanás, mueren sin arrepentirse de sus atrocidades y pedir perdón a Dios por ellas, recibirán, por toda la eternidad, la misma paga de los demonios, en el Infierno. Y no es falta de caridad recordar esto, sino todo lo contrario. Lo opuesto a la caridad es silenciarlo.

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9.06.25

La santidad del cuerpo humano

Queridos lectores, deseo hoy abordar un asunto que me parece absolutamente crucial en la época que estamos atravesando en Occidente, por cuanto en ella, debido a la descristianización brutal que sufren países antaño felizmente cristianos, se ha perdido, en buena medida, el sentido de la auténtica dignidad del ser humano. Dicha descristianización ha venido, fundamentalmente, de la mano de una legislación absolutamente impía y enemiga del ser humano y de la institución de la familia, acompañada de enormes cantidades de propaganda en el mismo sentido y de una perversión de la educación de los menores que clama al Cielo.

Es momento de recodar, pues, la advertencia que la Santísima Virgen nos hizo llegar a través de Santa Jacinta de Fátima (uno de los tres pastorcitos que vieron a Nuestra Señora en la Cova de Iría): “Los pecados que llevan más almas al Infierno son los de la carne”. El mensaje de Nuestra Madre del Cielo, desde luego, no puede ser más claro. Los pecados de la carne conllevan, por tanto, un inmenso peligro para el ser humano (nótese que, una vez más, me refiero al ser humano en general, no solo a los católicos). Y esta clase de pecados son, precisamente, de los más espantosamente fomentados en nuestra época. Como pueden ver ustedes, Satanás no es idiota y sus huestes en la Tierra, tampoco (desde la óptica del avance del mal, al menos).

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