Cuidar nuestros detalles con Jesús
Queridos lectores, entramos en el mes de junio, mes dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Me parece muy buen momento, pues, para recordar un pasaje del Evangelio de San Lucas tan aleccionador como conmovedor, que a mí me resulta muy inspirador, en relación al tema que abordamos hoy.
Como recordarán, en cierta ocasión, Nuestro Señor Jesucristo fue invitado a comer en casa de un fariseo llamado Simón. Mientras comían, una mujer pecadora, que llevaba consigo un ungüento, entró donde estaban, se puso detrás de Jesús, “junto a sus pies, llorando y comenzó a bañar con lágrimas sus pies y los enjugaba con los cabellos de su cabeza y besaba sus pies y los ungía con el ungüento” (Lc 7, 38).
Viendo esta escena, el fariseo anfitrión pensó mal, tanto del Señor, como de la mujer: “Si éste fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, porque es una pecadora” (Lc 7, 39). Jesús, conociendo sus pensamientos, explicó al fariseo, mediante una parábola, que a quien se le perdonan muchos pecados lo lógico es que ame más a Dios, en correspondencia y lo demuestre. Pero lo más interesante, a los efectos de nuestro tema de hoy, son las palabras que, seguidamente, el Señor dirigió al fariseo:
“¿Ves a esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para los pies; mas ella ha regado mis pies con sus lágrimas y los ha enjugado con sus cabellos. No me diste el ósculo; pero ella, desde que entré, no ha cesado de besarme los pies. No ungiste mi cabeza con óleo y ésta ha ungido mis pies con ungüento. Por lo cual te digo que le son perdonados sus muchos pecados, porque amó mucho. Pero a quien poco se le perdona, poco ama” (Lc 7, 44 - 47).