Toy Story, Jefferson y el origen del poder político
Este fin de semana veíamos Toy Story 3 en mi casa. Woody y sus amigos estaban a un paso de recuperar su libertad, cuando Lotso [spoiler alert] el malvado oso que gobierna la guardería con puño de hierro, frustra el intento de nuestros héroes, y ellos se enfrentan a ser obligados a volver al salón de lo bebés. Es justo en ese momento cuando Barbie dice:
“¡La autoridad debería derivarse del consentimiento de los gobernados, no de la amenaza del uso de la fuerza!”
Puesto así no parece mucho, pero en la película funciona perfecto, porque subvierte el estereotipo de la “rubia tonta” que arrastra este personaje y deja a los otros juguetes totalmente sorprendidos ante la fuerza y claridad del mensaje democrático y la denuncia de una supuesta autoridad abusiva y dictatorial, como sin duda lo es la de todo gran oso de peluche rosa.
Pero al verla ayer me di cuenta que infocatólica ha arruinado esa escena para mí, y para que no se me acuse de pusilánime, diré directamente que fue el P. Iraburu.
Me explico. Como buen hijo de nuestra cultura occidental, vivía feliz pensando que la democracia era la mejor forma de gobierno, y me parecía del todo evidente que la autoridad política debía derivarse del consentimiento de los gobernados –tal como decía Barbie, parafraseando la Declaración de Independencia de los EUA, y desde luego que la amenaza del uso de la fuerza estaba fuera de todo legítimo ejercicio del poder político. Lamentablemente para mi disfrute de los filmes de Pixar, la serie del P. Iraburu sobre católicos y política (que debo confesar, sólo he leído someramente ¿Han visto la extensión y densidad de esos artículos?) ha hecho imposible seguir pensando que el la autoridad pueda provenir del consentimiento de los gobernados.