No puede ser que los prejuicios añejos sean más fuertes que el amor
Con esta explicación, la Presidenta de la República anunció que enviaría al Congreso un proyecto de ley para establecer el matrimonio homosexual en Chile.
A pesar de la constante campaña a favor de alterar la definición misma del matrimonio, en la televisión, en el Estado, en las élites culturales, sociales y políticas, esta iniciativa todavía enfrenta fuertes resistencias. Cuando la única opción aceptable en público es la completa sumisión del entendimiento y la voluntad a las pretensiones del lobby gay, y cualquier alternativa o escrúpulo al respecto es denunciada como el epítome de la intolerancia (y por lo mismo, intolerable), sorprende encontrar que un 60% todavía quiere mantener el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.
Es que el matrimonio nunca será un detalle menor en la forma como la sociedad decide organizarse. En las leyes de matrimonio civil hay muchas normas de detalle, que se modifican todo el tiempo. Cambia al régimen de los bienes, a los requisitos para contraerlo, o sus efectos sucesorios, etc. Esto son aspectos periféricos, que se resuelven sin mayor controversia, como un asunto técnico donde la gente no tiene mayor interés. En cambio, decir que dos hombres podrían casarse provoca preocupación y debate. Existe en la población la intuición de que algo no anda bien, que es una mentira sobre la esencia misma del matrimonio, y que desprestigia a la ley que la acoja y la apruebe.
Sin embargo, convertir esa intuición en un argumento razonable requiere un esfuerzo. Lo habitual es intentar apaciguar los ánimos con soluciones de compromiso, como establecer uniones civiles que son matrimonio en todo menos en el nombre, o admitir que dos hombres se casen pero no que adopten niños.
Nuestro esfuerzo, entonces, será hacer explícito ese argumento
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