31-III-24 (Dominica Resurrectionis), Mingpou-Montai.
I.
La etnia Lhoppo ayer celebró la Pascua. Según nuestros reportes y nuestro conocimiento del terreno, fue la primera vez en la Historia que este grupo étnico celebra la Resurrección del Señor.
En la remota e ignota aldea de Tapershhu, una de las más importantes del diminuto pueblo Lhoppo, la Orden San Elías ha tenido el privilegio de celebrar toda la Semana Santa y especialmente todo el Triduo Pascual, lo cual fue un desafío total no sólo por el comunismo estatal sino porque es una tribu cuya lengua de sonidos extraños carece de alfabeto y ningún lingüista la estudió aún.
Esta fue la cuarta expedición apostólica que la Orden San Elías hace en los dominios de la etnia Lhoppo.
Fue probablemente la más fecunda aunque por momentos, percibimos que todo el trabajo misional se iba a derribar a pedazos ya que un triple miedo (humanamente muy natural) acechaba a muchos nativos: un miedo social (al “qué dirán” los demás si uno hace algún gesto cristiano osado, como ser prestar un martillo a los misioneros para que estos hagan una cruz); un miedo policial (que tiene su lógica en un régimen aún oficialmente marxista) y un tercer tipo de miedo que nos llamó la atención pero también es humanamente lógico: un “miedo místico”, que es una especie de temor pagano de Dios, esto es, de miedo de que el nuevo culto (el cristiano) desagrade al Creador o, quizás, a algunos espíritus o ancestros.
Ese triple miedo, configurándose en unas almas más que en otras (salvo en los niños y en una abuela que está perdiendo la vista), fue un obstáculo que, cual fuego atizado por el diablo, se alzó para tratar de frustrar los humanamente absurdos esfuerzos misionales.
Como dijimos, la tríada de marras tenía su lógica. De hecho, anteayer, vino la policía a cobrar su “estipendio”. La Divina Providencia quiso que entonces no estuviésemos en la misión sino en un puesto ubicado a una hora de viaje (el punto Bravo), a donde habíamos ido para celebrar el Jueves Sacerdotal comiendo unos platos nativos en una terraza ubicada en un mirador entre montes y pastizales… Como se imaginarán, en la misión no hay chance de aburrirse, realmente. Pasan muchas cosas, pero aburrimiento no hay.
II.
Hago un paréntesis para darle algo de contexto a la Pascua Lhoppo.
Como constataba el Beato Paolo Manna, en su clásico libro “La conversión del mundo pagano”, hoy el clero está magníficamente mal distribuido. La inmensa mayoría de los curas está en países de tradición católica (a veces incluso peleándose para ver quién hace tal o cual ministerio y preocupados de no perder un puesto o capilla), mientras que en el mundo pagano hay un número ridículamente escaso de sacerdotes, en zonas donde la Iglesia Católica no existe, donde uno puede pasar días o semanas manejando la 4x4 sin ver ni siquiera una iglesia católica, un cura o una cruz.
Por eso, hoy la Orden San Elías se ve obligada (obligada por la caridad pastoral) a abarcar varias misiones a la vez ya que de otro modo millones de almas morirían sin tener la posibilidad de amar a Cristo. Como somos católicos, sabemos el enorme poder salvífico que tiene la sola recitación de los Santísimos Nombres de Jesús y de María y también conocemos, por tanto, que tiene muchas más posibilidades de salvarse quien conoce e invoca alguna vez el nombre de Jesús y de María (aunque muera sin bautismo de agua en una meseta sin clero ni comunidad cristiana) que quien jamás invocó estos nombres.
Por eso, en virtud del envío misionero que nos dio el Papa a la Orden San Elías, buscamos sembrar a Cristo todo lo posible en la mayor cantidad posible de regiones extensísimas donde la Iglesia no existe, donde no llegan los turistas, donde las trabas humanas y geográficas son muy acentuadas, donde no hay nada de nada, aunque quizás haya habido algo hace siglos (cosa que nos es imposible saber).
Dividimos la acción en “Operaciones Especiales” y cada una de ellas en “Expediciones Apostólicas”, con objetivos definidos, todo lo cual gracias a Dios está dando frutos visibles de crecimiento misionales en zonas y etnias que si nosotros no alcanzábamos nadie lo iba a hacer. Estamos formando un comando misional de laicos varones para que la acción misional de primera línea de fuego sea lo más continua e incisiva posible y para poder llegar antes que las sectas protestantes norteamericanas que tienen una logística tremendamente eficiente y una financiación asombrosa (mientras nosotros luchamos con la falta de todo).
III.
Una de las Operaciones que llevamos a cabo es “Black Mamba”, que busca plantar el primer núcleo de la Iglesia lo más rápido posible en una zona de plantaciones de opio ubicada en el sudeste asiático antes que lleguen las sectas protestantes o la policia. Una de las etnias a las que apunta Black Mamba es la tribu Lhoppo, que ya son nuestros amigos y que ayer tuvieron su primera Pascua.
La primera vez que contactamos esta aldea ellos no conocían ni el nombre de Jesús. Fue todo “desde cero” absolutamente. Esta fue nuestra cuarta expedición a la aldea y por eso ya conocen el nombre de Jesús y Maria y muchos conocen bastante más, aún así todavía es todo muy nuevo para ellos. Encima, el único joven que habíamos bautizado se mudó a una zona lejanísima (lo cual tiene, de todos modos sus ventajas ya que podrá difundir la fe allí). En esta cuarta expedición pudimos bautizar un segundo joven (cuya historia es un poco extrema), llamado Auan, que ahora se agregó John ya que Auan no está en el catálogo de los Santos (esperemos que él sea el primero).
Durante días estuvimos anunciando y predicando la proximidad de la Pascua, que era como hablar del alfabeto japonés en la ciudad de Buenos Aires. Dimos por sentado que los nativos, al menos los más amigos, nos iban a ayudar aunque más no sea con la logística más elemental, pero el triple miedo (social, policial y místico) detuvo potenciales cooperadores a tal punto que no nos querían prestar ni un martillo si era para clavar una cruz.
El Viernes Santo nos configuramos con la Pasión de Cristo abandonando tarde la aldea en la 4x4. En el viaje, entre las constantes curvas de la peligrosa ruta de montaña, decidimos hacer una Pascua para niños y para Anastasia, la única persona bautizada que vive en la aldea (la bautizamos en la expedición pasada y persevera constante en la fe, lo cual es milagroso ya que ella solo habla lhoppo y un mínimo de mandarín). En el viaje asumimos que lamentablemente no tendríamos una Pascua “triunfalista” llena de gente, sino una Pascua minimalista (una “Pascua de Viernes Santo”, si cabe el oximoron).
Al final, dejado, “Charlie” y llegados al punto “Bravo” (uso la divertida jerga que me enseñó un voluntario), defendí en línea mi tesis doctoral en Teología (cuyo objetivo fue una refutación de Anselm Grün, el Pope de la espiritualidad modernista), y luego me llaman dos aldeanos por WhatsApp para decirme que habían tenido un “conciliábulo aldeano” con la participación de un número extraordinario de hombres (que se habían reunido porque Shila y otros habían cazado un jabalí). Filipo (como lo bautizamos (si bien aún no lo bautizamos con agua) me informó solemnemente que los hombres del “Consejo del Jabalí” (que pudo operar sin problema ya que el precepto de abstinencia aún no los obliga) decidió que se celebrará la Pascua en la aldea pero que (el matiz no es menor y más que matiz es un infernal desliz) no asistirán a la misa más que tres almas debido al predicho “miedo místico”.
El Sábado Santo a la mañana no parábamos de recibir llamadas de los nativos. Querían ayudarnos a comprar el chancho. Se nos había ocurrido comprar un cerdo ya que es el plato preferido de los Lhoppo. En efecto, comen puerco sólo en dos ocasiones: en las bodas y en año nuevo.
Desayunamos rápido momo en el local de un chino amigo y nos subimos a la 4x4 para ir a tratar de conseguir el chancho, que compramos en los dominios de la tribu Yang, donde vimos una señora joven trabajando con un telar, que solo habíamos visto en museos indígenas. Compramos el chancho más grande, que según el impreciso método de medición, pesaba 132 kilos (le dieron una última merienda antes del pago para que engorde un poco más).
Pesando el chancho pascual
IIII.
Finalmente, vino toda la aldea a celebrar la Pascua.
Según me dijo el jefe y vimos con nuestros ojos, eran unas 230 almas, contando mujeres y niños. El jefe me dijo que nadie se quedó en su casa. Todos participaron de la Pascua y así empezó a desmoronarse el muro del paganismo y del triple miedo. Vino hasta el chamán, que cuando le prediqué lo básico me respondió sonriente con una llamativa anglofonía: “OKEY“, reforzada con un pulgar hacia arriba. Habría sido muy divertida una visita policial, pero no habrán podido venir (tampoco los invitamos)…
La Pascua fue un gozo. Creo que nunca inflé tantos globos en mi vida, cosa que les fascina a los niños lhoppo. Los tirabamos al techo, a veces llenos de agua, y jugaban a ver quien los atrapaba. Algunos llegaron a tener un almacén de globos. Nos llenó de gozo ver varios niños con las medallitas de la Virgen del Buen Suceso colgadas del cuello, las cuales les habíamos dado el día anterior. Incluso al menos una de las señoras, la mamá de Chiaiou, tenía su medalla.
Lo mejor de la Pascua y de toda la misión fue ver como todos los niños de la aldea se llenaron de amor a Jesús y a María, que les inspiró el Espíritu Santo cuando les enseñábamos unas antiguas imágenes de los divinos misterios. El jefe aprobó todo eso.
El chamán lhoppo examinando atentamente las imágenes de los divinos misterios
Hay mucho más para contar, pero dejo acá porque se me perdieron las gotas de los ojos y el teléfono se me cae por lo malo que está el camino (ir en la 4x4 acá tiene visos de montaña rusa).
Celebramos la misa de Vigilia Pascual (después de releer Fortescue, o “el Forto” como le decimos), con el fuego prendido por unos paganos (uno de los cuales pidió oraciones). Tiramos fuegos artificiales coronados por un estruendoso Alleluia.
Gritamos Alleluia todo lo posible. Predicamos públicamente el kerygma en el sermón pascual oído por muchos. Al final, todo el mundo estaba por momentos absorto mirando la misa y varios seguían con su cirio pascual la misa haciendo las posturas que les decíamos. Y Anastasia, de rodillas, comulgó.
El jefe, al principio algo reacio debido a su miedo místico, finalmente brindó en público diciendo espontáneamente “¡¡¡Gracias Jesús!!! ”.
Recemos para que la próxima tengamos un bautismo masivo.
¡Que Cristo Resucitado llame a muchos jóvenes a engrosar los Comandos Misionales!*
¡Felices Pascuas de Resurrección!
*Para esta finalidad, a modo de cinco panes y dos peces, escribo esta crónica (venciendo el espantoso escrúpulo causado por el temor de contradecir lo de la mano derecha y la izquierda).