La Iglesia no cambia
Con el sínodo ad portas, muchos esperan que la Iglesia cambie su doctrina. Llegan a decir que es inevitable. Otros se atreven a amenazar: si la Iglesia no cede a sus demandas, los laicos abandonarán a la jerarquía (Todavía no es claro si al retirarse irán gritando “¡Crucifíquenlo!” y “No tenemos otro rey que César")
Es cierto que en la Iglesia cambian muchas cosas. Cambian las personas, pues algunos se van y muchos llegan; cambian los edificios, la liturgia, incluso las traducciones de la Biblia. La Iglesia católica es una realidad enorme y viva, cuyos diversos aspectos se mueven y se adaptan a lo largo del tiempo y mucho.
Sin embargo, la Iglesia no cambia su doctrina. Al menos no lo hace en el sentido secular, como le gustaría a esos que esperan un cambio en el sínodo. En Estados Unidos, por ejemplo, existe la Mexico City Policy, que prohíbe a las ONG gringas promover y prestar servicios de aborto en el extranjero. Cuando hay un Presidente republicanos esa política se implementa, y cuando es demócrata se ignora. Así, la política estadounidense respecto al aborto va de un lado para otro, como un borracho. La política es así, pero la Iglesia no.
La Iglesia no cambia su doctrina católica. La desarrolla y la define. ¿Cuál es la diferencia?
Desarrollo es lo que sucede cuando una nuez se convierte en nogal. Si un hombre planta una semilla en el jardín y regresa 5 años más tarde, en su lugar hallará un árbol. A simple vista un árbol no es una semilla, ni se le parece, ni siquiera es una semilla más grande. ¿Dirá entonces que el plantó una semilla y que se la han cambiado? Claro que no. Si conoce lo que plantó, se alegrará de haberlo hecho y de que esa semilla ahora es algo mucho más grande y útil.En cambio, si lo que encuentra al volver no es un nogal sino un manzano, por supuesto que se quejará de que lo que hoy tiene no es lo mismo que él plantó. No importa si pasó mucho o poco tiempo o lo parecidos a la vista que sean el nogal al manzano. Simplemente no son lo mismo y alguien se lo ha cambiado.
En este sentido, la Iglesia desarrolla su doctrina, sin cambiarla jamás. Desde luego, esta analogía no es original. Es la misma que usa Jesús para referirse a la Iglesia. En particular respecto a la doctrina, la desarrolló el beato John Henry Newman en su Ensayo sobre el Desarrollo de la Doctrina Cristiana [en inglés]. En su excelente artículo La doctrina cristiana ¿Desarrollo o evolución?, el apologista José Miguel Arráiz explica varios casos de desarrollo en la doctrina católica, sin que haya jamás un cambio. Ejemplos como la trinidad, o el canon del Nuevo Testamento.
Lo mismo se expresa al decir que “La Iglesia define su doctrina". Uno puede recibir tres imágenes de un mismo sujeto, con diferente definición. En la primera podemos notar que se trata de un varón, en la segunda su edad y sus rasgos, y en la última podemos que se trata de nuestro padre. Lo que nadie podría decir, mirando esas imágenes, es que se nos muestra un animal o un objeto. Con la doctrina católica ocurre algo similar: en algún momento puede ser válido manifestarse en contra de la inmaculada concepción, pero no una vez que contamos con una definición de la Iglesia. Lo que nunca puede decirse es que María pecó alguna vez.
La idea del desarrollo de la doctrina debe orientarnos para saber qué es aquello que puede desarrollarse, y en qué dirección. En asuntos de ordenación al sacerdocio, o anticonceptivos, y otros similares, en vano esperan los zurdos. Lo mismo podrían esperar que la Iglesia apoyara la esclavitud, solo porque no hay una condena expresa en la Biblia. Esos trenes ya partieron, y más les convendría decidir si reforman su conciencia o se buscan otra religión.
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