Sobre el famoso libro
Si han llegado hasta InfoCatólica, seguro no necesito contarles acerca de la publicación de cierto libro de polémico título, y que ha generado diversas reacciones en la sociedad española.
Como no lo he leído, déjenme compartir con Uds. algunas reflexiones que me surgido a propósito de los artículos y comentarios.
El título
Es evidente que el título está puesto con el ánimo de provocar una reacción. Hay muchas doctrinas que podrían sacarse de contexto para escandalizar al lector casual, pero que son ampliamente conocidas y aceptadas. Pienso, por ejemplo en “no llamen a nadie padre” o “el que no odia a su padre y a su madres no es digno de mí” que pueden prestarse para titular un libro como “la guerra de los cristianos contra la familia” y generar con eso muchas ventas.
El punto es si está justificado o no usar el escándalo como herramienta para promover un libro. Por una parte los cristianos tenemos un deber de veracidad, que comprende no “usar trucos” para atraer la atención, sino confiar en la fuerza intrínseca de la verdad. Además, este título puede tener el efecto pernicioso de reafirmar ciertos prejuicios errados y dañinos que existen en la sociedad acerca de la posición de la mujer en la Iglesia. Prueba de ello son las destempladas peticiones de censura.
Sin embargo, ese mismo escándalo implica que estemos hablando ahora del libro, atención que no se podría haber obtenido de otro modo y conocer la doctrina cristiana nunca es malo (parto de la base que el contenido es ortodoxo). Además el título es indudablemente verdadero, en tanto no hace más que reproducir palabras que se encuentran en la Escritura, y si bien el contexto es siempre relevante, no es menos cierto que un título no está para dar contextos, sino para atraer la atención.
Supongo que mi opinión respecto al título es positiva con reservas.
En todo caso, quien menos puede opinar o hacerse la víctima a este respecto es la cultura secular, que ha hecho de la blasfemia contra símbolos cristianos (no así de otras religiones) un “derecho humano".
La censura
No me cierro absolutamente a que exista la necesidad de censurar algunos libros (pienso en situaciones como “Mi Lucha", en Alemania luego de la segunda guerra mundial), pero entiendo que ni de lejos se reunen esas condiciones en relación a este libro. Más interesante es observar cómo la progresía ha recurrido velozmente a este recurso, en cuanto han sabido de una herejía en contra de su religión. Porque si se fijan, con los años todo el discurso del igualitarismo y lo políticamente correcto y la ideología de género, ha dejado de ser una mera clave de interpretación, para adquirir marcados tintes religiosos.
Así nos encontramos con que los mismos que critican a los cristianos de otra época por quemar de libros y brujas, son los que están dispuestos a hacerlo hoy, con el mismo celo religioso. No hemos aprendido nada.
La doctrina de fondo
“Sumisión” es una palabra polémica, que cada uno escucha de forma diferente.
Si le hablamos en esos términos a una víctima de violencia doméstica, simplemente no prestará oídos a nada de lo que digamos y pensará “¿Acaso quieren que vuelva atrás?". En una situación como esa, lo mejor es callar y esperar otro momento para mencionar el tema.
En cambio, un cristiano bien catequizado entiende la sumisión a Cristo y a su cuerpo que es la Iglesia, a las autoridades civiles y también el “sométanse unos a otros, por reverencia a Cristo", de modo que sólo en este caso podemos recibir la Escritura nos quiere enseñar. Entre estos dos extremos, existe toda una gama de situaciones personales que debemos considerar, si queremos ser evangelizadores efectivos, como nos pide el Papa.
Por otro lado, se ha consultado si esto de la sumisión es doctrina de su época o para todas las épocas.
En opinión del P. Fortea, frente a esta doctrina el cristiano estaría en una situación similar a los casos de esclavitud que menciona San Pablo, sin condenar la institución como tal: La sumisión de la mujer al marido sería producto de una condición histórica lamentable, una situación injusta contra la cual no convendría rebelarse en ese momento, por consideraciones de prudencia, pero que en una sociedad cristiana debería desaparecer.
Ciertamente que es una interpretación plausible, pero no estoy de acuerdo. Es posible que la Escritura contenga preceptos válidos sólo en cierto tiempo y lugar, como ocurre con las comidas sacrificadas a ídolos, pero no debería ser nuestra primera opción para “lidiar” con los preceptos que no son compatibles con la cultura donde nos ha tocado vivir.Después de todo, al poner como modelo de relación conyugal, el vínculo que existe entre Cristo y su Iglesia, no parece que San Pablo esté hablando de situaciones meramente temporales. Además, no es una mera mención al pasar, sino que se repite varias veces en las epístolas de San Pedro y San Pablo.
Más correcto me parece el acercamiento del P. Morado, quien, recordando la enseñanza de Mulieris Dignitatem, soluciona el problema sin negar la sumisión de la esposa, sino que agregando la del marido, que está implícita en el mandato de dar la vida.
Mucho se ha escrito (y he escrito) sobre eso de que “el marido es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia", tal es la riqueza de la Escritura. Por mi parte, me parece evidente que la sujeción de la Iglesia a Cristo se parece a la relación conyugal, según lo enseña San Pablo, pero por otro lado, debemos tener presente que es imposible que sea igual, porque ninguno de nosotros es como NSJC.
Creo que la escritura nos impide negar la sujeción de la que habla San Pablo, pero sí podemos admitir que se manifiesta de diferentes formas. Así, inevitablemente será más intensa en tiempos y lugares donde, por ejemplo, sólo se permite a los hombres acceder a la educación y poseer bienes; y en cambio, prácticamente desaparecerá si la relación está caracterizada por la violencia doméstica, hasta queda reducida a la mera prohibición de volver a casarse.
Nuestro desafío es encontrar la forma de vivir los roles que esposo y esposa tienen en la familia, en la sociedad actual donde (gracias al influjo del cristianismo) hombres y mujeres muchas veces se encuentran en igualdad de condiciones en su vida diaria, siempre aspirando a alcanzar la verdadera sumisión, que es característica del cristiano.