Al César lo que es del César
Conversando acerca de si podría haber un partido político católico, un visitante comenta:
De suyo tal partido debería llamarse César y hacerle caso al Señor: “Al César lo que es del César".
Jamás partido alguno podrá servir a los intereses de Dios, porque por principio político debe someterse a la voluntad de “la mayoría". Y la voluntad de Dios no es negociable, no se adapta a componendas, ni lobbys, ni sobornos ni nada de lo que César exige.
Cristo es Rey, no “presidente” ni “diputado". Su reino no es de este mundo, y Él murió y resucitó afirmándolo. Quien diga lo contrario, miente (como todos los políticos).
Al parecer, lo que nuestro lector propone es que nunca un cristiano podría actuar en política, porque el reino de Cristo no es de este mundo, y Él dijo “al césar lo que es del césar". Me llamó la atención esta frase en particular, porque se usa a veces para que los cristianos que actúan en política se olviden de sus convicciones y, si aceptan intervenir en política, se sometan a sus reglas de total prescindencia en materia espiritual, pues habría una barrera insalvable entre esos dos ámbitos: al césar lo que es del césar y a Dios lo que es Dios, la política y la religión no se mezclan.
Pero ¿es esto lo que NSJC tenía en mente cuando dijo estas palabras?
Para averiguarlo, revisemos el pasaje en su contexto. Aquí la versión que nos transmitió San Mateo, en el capítulo 22 de su evangelio:
15 Los fariseos se reunieron entonces para sorprender a Jesús en alguna de sus afirmaciones. 16 Y le enviaron a varios discípulos con unos herodianos, para decirle: «Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas con toda fidelidad el camino de Dios, sin tener en cuenta la condición de las personas, porque tú no te fijas en la categoría de nadie. 17 Dinos qué te parece: ¿Está permitido pagar el impuesto al César o no?».
18 Pero Jesús, conociendo su malicia, les dijo: «Hipócritas, ¿por qué me tienden una trampa? 19 Muéstrenme la moneda con que pagan el impuesto». Ellos le presentaron un denario. 20 Y él les preguntó: «¿De quién es esta figura y esta inscripción?». 21 Le respondieron: «Del César». Jesús les dijo: «Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios».
22 Al oír esto, quedaron admirados y, dejando a Jesús, se fueron.
Lo primero que nos llama la atención es que la pregunta surge de los fariseos, pero no son ellos los que la hacen, sino que envían a sus discípulos a hacerla junto con los herodianos. Esta pequeña alianza es bastante irónica, pues los fariseos eran conocidos por su rechazo al yugo imperial romano, pero aquí los vemos actuando junto con los seguidores de Herodes, precisamente el rey extranjero que el César había designado para que gobernara a los judíos. Sin dudas que la intención era que las palabras de Cristo, a favor o en contra de pagar impuestos, fueran oídas por testigos del sector interesado, y así condenarle.
San Marcos también identifica a los herodianos y fariseos en este episodio, aunque ya no habla de sus discípulos (Mt 12:13), en tanto que San Lucas hablar de que “le enviaron espías que fingían ser hombres de bien” (Lc 20:20), seguramente porque sus lectores gentiles no estaban familiarizados con las sutilezas de la política judía de la época. Como en otros casos, el evangelio de San Juan no hace mención de este episodio, pero es el único que, durante el juicio a Jesús, menciona que los judíos presionaban a Pilatos con que si liberaba a Jesús, no era amigo del César (Jn 19:12).
Es bien conocido el dilema que encierra la pregunta: si Jesús responde que es legítimo pagar impuestos, entonces los fariseos podrán acusarlo ante sus compatriotas de colaborar con las fuerzas de ocupación romanas; si no lo hace, los herodianos podrán llevar la noticia a sus líder, y Herodes mandará arrestarlo por traición.
Antes de contestar, NSJC les muestra una moneda, y los tres evangelios consignan que en sus manos tiene un denario, cuando sus interrogadores le dicen que tiene la imagen y la inscripción del César. En principio, la respuesta que les iba a dar Jesús no parece requerir de una moneda como “apoyo visual", perfectamente podría haber dicho “Den al César lo que es del César, y a Dios, lo que es de Dios” y se habría librado de la trampa. Es por eso que la referencia a la imagen y el nombre del César que se encontraban en el dinero, debe ser una clave para nosotros de un significado más profundo en las palabras de Jesús, al que los tres evangelistas sinópticos han querido aludir.
La pregunta entonces, será: si el dinero lleva la imagen de César y por eso hay que dárselo al césar ¿Qué lleva la imagen y epígrafe de Dios, para que haya que dárselo a Él?
Evocando el episodio de la monstruosa esfinge que interrogaba al legítimo Rey Edipo, la solución de este acertijo es “El Hombre, que es creado a imagen y semejanza de Dios", como se enseña en el primer capítulo del Génesis. Vale anotar aquí que es muy probable que este significado fuera evidente para los fariseos, pero pasara inadvertido para muchos de los herodianos.
Todo esto es bastante estándar, pero ¿Qué relevancia tiene todo esto para nuestra conversación acerca de la participación de los cristianos en política?
Lo primero es que nos permite decir con seguridad lo que NSJC no está haciendo aquí, no está levantando una barrera insuperable entre religión y política. Lo segundo es que más bien parece decir todo lo contrario, que el hombre entero debe estar entregado a Dios, y sólo entonces podrá cumplir adecuadamente sus obligaciones ante la comunidad y la autoridad política. Al hablar de “dar a Dios lo que es de Dios” está aplicando el otro adagio tan conocido de “Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura” (Mt 6,33).
También es significativo que el Catecismo de la Iglesia Católica, si bien habla ampliamente sobre los deberes de los cristianos de participar en política, y la necesaria distinción (pero no separación) entre el ámbito religioso y el político, al citar el texto de Mt 22,21 lo hace para recordar la necesidad de resistir en nombre de Dios a las leyes injustas y los abusos de autoridad. Señala el Catecismo:
2242 El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de la recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. “Dad […] al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21). “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch 5, 29)
Las negritas son nuestras, y apuntan a destacar que los católicos deben resistir a la autoridad no solo cuando están en juego las más graves violaciones a derechos fundamentales, como podría ocurrir en los regímenes dictatoriales, sino también cuando lo que se dice en el ámbito político vulnera las enseñanzas del Evangelio, como ocurre actualmente en nuestras repúblicas democráticas.
Es cierto que la política es un ámbito donde la verdad y la conciencia suelen transarse en aras del poder y el principio es que el fin justifica los medios, pero eso no implica que siempre esté vedado al cristiano participar. Alguno puede juzgar necesario entrar en política, y en ciertas coyunturas históricas será un deber cristiano hacerlo. Lo importante es que al tomar esa decisión no debe, ni se le puede exigir, dejar atrás su fe, porque antes de dar al César, hay que dar a Dios lo suyo, lo que Él ha creado.
13 comentarios
Desde mi punto de vista, la lección de Jesús nos indica que a César (el Estado) lo único que le debemos son impuestos. Que al final, es lo único que le interesa.
Más importante aún, es que no le debemos nuestra alma. Yo opino categóricamente que no existe, como muchos dicen, un "deber moral de votar". Cuando todas las opciones políticas son malas (y en toda mi vida JAMÁS he conocido una opción política 100% buena), no puede existir un deber moral de votar ni siquiera por "el mal menor". Mal es mal y ningún cristiano esta obligado a apoyarlo.
Sobre la participación del cristiano en política, DADAS LAS CONDICIONES ACTUALES raya en la inmoralidad participar en un sistema que tarde o temprano obligará al fiel a aceptar "soluciones negociadas" (males) con tal de mantenerse "vigente" en el poder temporal. Un fiel cristiano tendría obligación moral de renunciar del partido en el instante que se le obligue a aceptar un "mal menor". Siendo, hoy por hoy, imposible en política que todo sea bien, no es posible para un católico ser político por más de cinco minutos.
¿Debería participar un católico en política? Yo creo que no. Yo jamás lo haría. El reino de Dios se construye más allá de las leyes humanas. Mi obligación frente al Estado empieza y termina con el pago de los impuestos. Las leyes humanas no me obligan a nada: Las respeto porque son MUY inferiores a la Ley de Dios, pero en el instante que contradicen a Dios dejo de respetarlas, por lo tanto, no estoy sujeto a ellas, no creo en ellas ni respeto ningún sistema político, excepto en el pago de impuestos. Aunque el 99.9% de los votantes digan que es correcto abortar, yo seguiré diciendo que es incorrecto y oponiéndome, aunque tenga que entregar mi vida por eso.
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Tiene razón porque, si uno tiene unos principios absolutamente irrenunciables, no puede ser político en nuestras sociedades porque eso le va a obligar inevitablemente a pactar y ceder en muchas cosas. Y tampoco puede votar, porque eso significaría apoyar medidas que él considera inmorales.
Pero se queda a medias, porque se queda ahí. Incluso dice que paga impuestos. ¿No es pagar impuestos apoyar todo aquello que aparece en los presupuestos del estado? Lo es. Más aún que votar.
Pero hay más: supongo que DavidQ come todos los días. ¿Ha averigüado de dónde proceden esos alimentos que consume? ¿Sabe las injusticias e inmoralidades que se han cometido al producirlos? ¿O prefiere cerrar los ojos a eso? Lo mismo o más se puede decir de la ropa, y de cualquier aparato o utensilio que use en su vida diaria. Tampoco puede trabajar en ninguna empresa sin averiguar si todas las prácticas de esa empresa son moralmente aceptables y si los bienes o servicios que produce no se pueden utiliza en ningún caso para fines inmorales.
El hecho es que con "principios irrenunciables" no sólo no se puede ser político: ni siquiera se puede vivir en sociedad. No se puede vivir. Y, sin principios irrenunciables, no se puede ser cristiano de verdad.
El hecho es que la vida es imperfecta, cambiante, incompleta, contingente, relativa... y que las verdades absolutas son la más absoluta negación de la vida.
Mire que no le contesto todas, porque hay cosas que son secreto de confesión. Pero vea: ya lo dijo el Señor, que la cara que aparece en los billetes y las monedas es la de César, y lo único que yo hago es devolverle lo que es suyo. Allá él y su conciencia lo que haga con SU dinero, y yo también con el mío.
Pues claro que sí puedo vivir y trabajar en una sociedad inmoral mientras yo no practique inmoralidades, eso es claro. Si Nuestro Señor andaba entre prostitutas y cobradores de impuestos (qué curioso que les pongan en la misma categoría) ¿cómo no podría yo trabajar entre pecadorcitos poco más o menos pícaros que yo? Que todos tenemos defectos, eso se sabe, pero lo que nos pide Dios es no cultivarlos. Al menos no conscientemente.
Es diferente la lucha del cristiano que busca EVITAR la inmoralidad, del político que BUSCA la inmoralidad como un fin. O en el mejor de los casos, que la acepta como un mal menor. Ya sé yo que hay injusticias en el mundo, si no soy tonto. Pero dentro de lo que me permite lo que me dejó el Estado y lo que me aconseja mi confesor, trato de evitarlas.
El problema de la mal llamada "democracia" empieza desde su nombre: no es un gobierno del pueblo. Es el,gobierno de un grupo de malvivientes, zánganos e inmorales, A COSTILLAS del pueblo, que es una cosa muy distinta. El pueblo, del que formo parte, que se defienda solo. Y allí estoy, defendiéndome, como mejor puedo. Y al César, sus impuestos y ni un suspiro más.
@ Ramontxu: El dilema que planteas no es nuevo para la reflexión moral. Como nunca habrá un acto cuyas consecuencias sean exclusivamente buenas, en general se admite que son tolerables los actos de colaboración material remota a un acto malo, habiendo razones proporcionales que lo justifiquen. Con esto en mente, vemos que es posible vivir en sociedad con principios irrenunciables ¡incluso participar en política!
¿Pensarlo bien? Supongamos que te ofrecen participar en un juego de fútbol algo peculiar. Resulta que si la mayoría así lo decide, tienes que matar a tu contrincante o suicidarte. ¿Lo pensarías?
No importa si las posibilidades de llegar a una solución inmoral son remotas: existen. Y en el caso de la política nos son remotas, son muy cercanas. La moral nos pide "alejarnos de la ocasión de pecado". "Pensar bien" en meterse en política es como pensar bien en abrir una página pornográfica. No importa cuanto lo pienses, el peligro es real y cercano. Y hasta donde yo conozco la política, la certeza de inmoralidad es absoluta.
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Por cierto, me llama la atención la definición de "cristiano serio". ¿Acaso hay de otro tipo? Uno es cristiano o no lo es. La moral no es cosa de broma. Claro que puede uno decir "voy a ser cristiano sólo los domingos", pero eso no es ser cristiano, es ser hipócrita.
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Para que vean que no me niego por deporte, les digo cómo (utópicamente) sería válido participar en el juego "democrático": si existiera una certeza absoluta de que no se aprobarán soluciones inmorales.
Por ejemplo, es válido participar del Consejo Parroquial, donde uno sabe que sea cual sea la solución propuesta, estará apegada a los valores que compartimos. Podría lanzarme como candidato a la presidencia de un colegio o universidad (realmente) católicos. Acepto participar en el gobierno del grupo de oración, acepto que mis hijos pongan a votación a donde vamos este fin de semana, siempre y cuando TODAS las opciones sean moralmente justas y que ninguno de los niños quedará relegado porque su opción no triunfó en la votación.
Pero cuando el juego se limita a perder o perder, participar es engañarse uno mismo, con culpa.
Pero no creo que la política sea así, a pesar de que sea tan común la inmoralidad, creo que todavía se puede actuar moralmente. ¿Cómo? Pues si tu partido aprueba una decisión inmoral, te retiras de él, o si lo hace el pueblo, votas en contra y así salvas tu responsabilidad.
Por ejemplo, en mi profesión muchos dirían que no se puede actuar moralmente, pero yo creo que, siendo difícil, todavía es posible.
Y en cuanto a lo de "cristiano serio", dime ¿era San Pedro un cristiano o un hipócrita que negó a NSJC? Yo diría que ambos.
Como decía al principio, el problema no es participar en política, sino hacerlo por más de cinco minutos. Aunque podría creer que la política no es inmoral per se (tengo serias dudas al respecto) es indudable que las decisiones inmorales son una constante en el juego político diario. "Salvar la responsabilidad" es insuficiente, dado que un miembro de un cuerpo colegiado esta obligado a ACEPTAR la decisión de la mayoría, no simplemente votar en contra o a favor. Cuando se aprueba una ley, es el congreso el que decide (TODO el congreso) no una parte de el, por lo tanto al participar del congreso se participa de la decisión, aunque el voto haya sido en contra.
Mi negativa a la participación política empieza al asumir que "la mayoría decide lo que es correcto". Ese postulado es básico y fundamental en política, y es contrario a la moral, ya que todos los postulados morales YA ESTÁN DECIDIDOS. Cuando yo someto mi propia moral a la opinión de la mayoría, no importa que tan favorable pudiera ser, estoy negando la omnipotencia de Dios y sometiéndola a la opinión pública. No puedo participar de un sistema si a priori niego su veracidad, por lo tanto, creer en la supremacía de Dios y la supremacía del voto popular son incompatibles por naturaleza: es uno o el otro, pero no los dos.
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Sobre el cristianismo serio: uno puede cometer errores. San Pedro los cometió, se arrepintió y dio su vida por defender la verdad. Lo que no se puede hacer (no se DEBE, más bien) es institucionalizar el error como medio de vida, al estilo Rasputín (también político, por cierto) quien decía que había que pecar mucho para recibir mucha Gracia.
El error forma parte de nuestra naturaleza y el ejercicio de la fe y las virtudes busca sofocarlo. No es lícito aferrarse al error como justificación del mal comportamiento y mucho menos buscarlo a propósito para lograr un fin, aunque el fin sea bueno. En tu razonamiento yo podría participar en política y aceptar algunas inmoralidades con tal de impulsar buenas leyes. Pues no: no sólo la experiencia confirma que cuando se aceptan "pequeñas" inmoralidades detrás vienen las grandes, sino que es incorrecto aceptar que "el fin justifica los medios" (la frase es de Maquiavelo, otro político).
Un cristiano tiene obligación de alejarse del mal. Cuando el mal no es notorio, tan pronto lo descubre (como San Pedro). Cuando el mal es notorio, como en la política, ni acercarse.
¿Es verdad esto o podemos tener políticos que vivan de acuerdo a la correcta moral? En Venezuela en donde estamos en un torbellino de malos politicos hace tiempo que me hago esa pregunta y me entero que Julius Nyerere primer presidente de Tanzania tiene un proceso de canonización abierto. Si Julius Nyerere uso la política como servicio a los demás (diakonia) y no como herramienta de poder entonces si es posible. Estoy seguro que el gobierno de Nyerere no fue perfecto y debió tener sus deficiencias pero su accionar debió ir guiado por el Evangelio como demuestra el hecho de que posiblemente lo tengamos en los altares.
Y en cuanto al mal en la política, no sé, tal vez los políticos son las prostitutas y los publicanos de nuestro tiempo, y si es así, sería nuestro deber comer con ellos y predicarles el evangelio.
@ Ikari: Excelente ejemplo. Aquí les dejo la página de wikipedia de Julius Nyerere.
@ Ariel: El sistema democrático, más que la política en general, es claramente lo que DavidQ tiene en mente. Pero aún así, participar hoy en política es lo mismo que participar en el sistema democrático, así que quedamos donde mismo. Lo otro, criticar el sistema sin entrar en él, no es política sino filosofía.
La pregunta es si un católico serio podría participar en este sistema democrático... y yo creo que todavía podría hacerlo, aún con todas las advertencias y peligros que también reconozco.
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