Cuna de oro
Debo admitir que, en la entrada anterior, me tomé de un párrafo del Padre Cristian del Campo SJ para ventilar varias ideas que me venían molestando hace tiempo acerca de usar la igualdad como estandarte para las más diversas causas, pero sí hay un aspecto particular de su columna que quiero desarrollar en mayor profundidad, y es esta idea de que debemos combatir la desigualdad que se produce desde la cuna.
Un visitante toma este punto y comenta:
No es posible que hoy en día muchos niños y jóvenes no puedan desarrollar su potencial, no sólo porque sus padres tal vez no pueden pagar mejores colegios, sino incluso cuando sus padres son "bolsas de químicos" irresponsables. ¿Qué culpa tienen estos niños de los problemas de sus padres?
Y en el mismo sentido, el prestigioso columnista liberal Carlos Peña escribe:
Si usted poseyó una dotación inicial igual a la de su vecino, nada hay de malo en una desigualdad actual entre ustedes, si mientras usted decidió ahorrar su vecino prefirió malgastar sus recursos. Una desigualdad actual entre usted y su vecino, parece inadecuada, en cambio, si es resultado de una mayor dotación inicial que usted no merecía y que fue simplemente producto del azar natural o de la cuna.
Los mamíferos no somos como los reptiles, que desovan y se olvidan de los huevos y sus crías, dejando que cada una busque su sobrevivencia; nosotros contamos con instintos de protección y apoyo hacia nuestros bebés, de modo que ninguno de ellos podría sobrevivir ni un día siquiera si no recibiera la leche que produce el cuerpo de la madre. Estas tendencias naturales se extienden luego a otros ámbitos, y así los padres humanos pasan buena parte de su vida dedicados a proporcionar medios de subsistencia a sus vástagos y, si son buenos padres, tomarán medidas extraordinarias para que sus hijos tengan lo mejor.
¿Es esto malo, desde un punto de vista ético?
No es una pregunta retórica, pues no cabe duda que existen instintos en nuestra especie que deben ser reprimidos y contra los cuales debemos luchar día a día, tanto a nivel individual como social, pero ¿es este uno de ellos?
Es evidente que, al llevar a la práctica esa tendencia natural, se producirá una desigualdad, porque si hay una familia cariñosa, preocupada, donde los esposos son fieles entre sí y generosos (en el sentido que gastan su dinero en su hijo y no en ellos mismos), al cabo de su proceso de formación, los niños de esa familia estarán en mejores condiciones que los provenientes de otra, donde los padres son indolentes, alcohólicos o divorciados.
Pero ¿queremos luchar en contra de esa desigualdad? porque en el fondo parece que estamos combatiendo las conductas virtuosas y privando a los vicios de aquellas consecuencias que muchas veces nos hacen alejarnos de ellos. Claro, eso lo puedo esperar de un político de izquierda, pero no de un sacerdote católico.
Entonces me pregunto (ahora retóricamente) ¿Cuál es mi pecado? ¿Trabajar día a día para recibir un salario? ¿Ahorrarlo? ¿Haberme casado con una mujer trabajadora y responsable? ¿Pagar para que mi hija reciba una educación mejor a la que le puede dar el Estado? ¿Proporcionarle un hogar acogedor donde puede estudiar?
Y sobre todo ¿No hacen lo mismo los políticos que abogan por la igualdad?
Me dicen que estoy perpetuando las desigualdades, a lo que respondo “Sí ¿y?”; porque no tengo ningún problema con las desigualdades, más bien me parece que criticarlas tiene mucho de envidia. Puede ser que esté fabricando una cuna de oro, pero en tal caso me declaro culpable y dispuesto a defenderla.
Y si otro tiene una cuna de platino ¡Qué me importa! Si el dueño de The Coca-Cola Company le inventa a su hijo, que es un incompetente, un cargo como Gerente de Desarrollo Teológico de la compañía, y le paga diez veces lo que otro ejecutivo en cargo similar podría obtener, pues no tengo problema con eso, me da lo mismo lo que él haga con su dinero, así de liberal soy en estas cuestiones.
Entonces ¿cada uno se rasca con sus propias uñas y el que no tuvo uñas se fregó?
No es eso. Un Estado cristiano tiene el deber de ponerse al servicio de los que, a consecuencia del azar o las injusticias, no tengan el apoyo familiar necesario para acceder a la educación y las oportunidades que les permitan desarrollar mejor su potencial (subsidiariedad, que le dicen), pero no pude coartar la libertad de quien actúa dentro de sus derechos.
En otras palabras, subamos los impuestos, mejoremos la calidad de la educación pública, paguemos mejores sueldos a los profesores, lo que se necesite; sólo dos cosas te pido a cambio: no me prohíbas gastar mi dinero para mejorar la situación de mi hija, y no me digas que yo tengo la culpa porque otros padres no quieran hacer lo mismo.
InfoCatólica necesita vuestra ayuda
PD: El artículo de Carlos Peña, tiene joyas como
Una sociedad justa es, entonces, una sociedad que se esmera en disminuir el peso de las diferencias inmerecidas (que son fruto del azar natural o de la historia, como hemos visto) y que trata a los talentos, hasta cierto punto, como bienes sociales.
Bastante totalitarios estos liberales ¿no?
8 comentarios
Ya sé que esa no es la tesis de tu artículo (con el resto del cual me identifico), pero parece un poco angélico creer que el liberalismo, que propugna que la suma de egoísmos puede traer el equilibrio social, desconoce que con mucha frecuencia las cunas de oro se construyen a base de muchas cunas de barro.
No es sólo la cuna en la que uno nazca, son multitud de factores los que hacen imposible una igualdad de condiciones a la hora de afrontar los mismos retos.
De esta utopía podrá devenir luego el falso juicio que podamos hacer acerca de la posición social y laboral de otra persona. O el falso juicio que hacen aquellos que dicen que "la justicia prevalece en el proceso económico y en la catalogación de la valía de cada cual", como si no existiera el nepotismo u otro tipo de preferencias que demanda el empleador, pero que no son necesarios para cubrir un puesto de trabajo. Dejo al ojo de cada cual que imaginen las cosas que un empleador puede demandar de su secretaria.
Las responsabilidades van por otros lados. No se trata de que al apoyar a los hijos de familias con pocos recursos estemos apoyando a los vicios de aquellas familias que tal vez tengan pocos recursos por su propia responsabilidad (y no solo por injusticias).
Aun no puedo entender como puedes decir que dan lo mismo las desigualdades economicas groseras. En tu vision pareciera que los recursos no son escasos, que si al hijo del dueño de Coca-Cola le hacen un puesto esto no afecta al resto de la sociedad. Los bienes no son infinitos: lo que alguien posee otra persona no puede tenerlo. Y eso no es el problema, por supuesto, sino el hecho de que la mayoria de esos bienes esten en manos de tan pocas personas.
A mi me parece extraño que un trabajador de una construccion gane 300.000 a 500.000 pesos mensuales, trabajando 10 horas diarias, mientras que un gerente puede ganar 5.000.000 de pesos mensuales (o mucho mas) trabajando la misma cantidad de tiempo. No esta mal que el gerente gane eso, lo que esta mal es que el trabajador que tambien hace su pega gane tan poco. Lo que gana le permite vivir, es cierto, pero no con una gran libertad o tranquilidad.
En estos sentidos, no me deja tranquilo el sistema economico actual. Y creo que es parte de nuestro trabajo como sociedad llegar a encontrar un sistema mas justo.
Un cordial saludo.
Por el contrario, me parece que tú eres una persona razonable y con el corazón bien centrado en nuestro deber cristiano de ayudar y preocuparnos por los demás.
No es que den lo mismo las desigualdades. En la entrada anterior mencioné los "precios" que no estoy dispuesto a pagar por terminar con ellas (contrario sensu, hay otros que sí) y en esta digo algunos de los que sí podría pagar: más impuestos, un Estado más grande, etc.
Los bienes no son infinitos, pero tampoco su monto es fijo. El solo hecho de que otro gane más, a mí no me afecta; sólo comienza a afectarme cuando le agrego otro factor, y ese factor es el que me gustaría discutir, no la desigualdad.
Quejarse por la sola desigualdad me suena más a envidia, que es un pecado. ¿O acaso necesito que otros no tengan tanto, para vivir bien yo con lo poco que tengo?
A mi no me parece extraño que haya desigualdades económicas, porque en la historia nunca hubo igualdad, y mientras los bienes sean escasos, siempre las habrá. Más que envidiar a los que tienen más, vamos a trabajar por los que tienen menos.
Seguramente ese gerente que gana $5M es más inteligente y hábil para los negocios que yo ¿Puedo ir a pedirle que me dé la mitad de su sueldo porque no tuve la suerte de ser tan inteligente? Carlos Peña dice que sí, yo digo que mientras yo tenga lo necesario para vivir, lo que él gane me da lo mismo.
¿Que no tengo libertad o tranquilidad y otro sí? Temo del Estado que asuma la obligación de dar libertad y tranquilidad económicas a los ciudadanos, porque entonces nos convertiríamos en sus esclavos.
Prefiero que sean la Iglesia la que se ocupe de eso. Por eso prefiero la subsidiariedad.
Lo que uno gane sí nos importa. Sobre todo si en un país como los EEUU resulta que hay más de cien milmillonarios, o sea, que tienen más de mil millones de dólares. Y eso importa porque llega un momento en que alguien puede pagarle la campaña electoral a un presidente o a medio Congreso. Gente así son un peligro para la libertad y la democracia, y no dudeis de que usan toda su influencia para beneficiar sus intereses privados.
Y al final, no nos engañemos, ni siquiera en EEUU o Europa vivimos una democracia real, estamos en una plutocracia. Por eso los ricos de verdad no pagan impuestos.
Grandes empresas como GOOGLE usan subterfugios y piruetas legales para tener su sede central en un paraíso fiscal y no pagar ni un dolar de impuestos en los EEUU. Y así muchos ejemplos. Resulta que cuanto más tienes, menos pagas.
Se ha descubierto que en los EEUU uno de cada trece dólares producidos por su economía se va a los paraísos fiscales. Si se quedaran todos esos miles millones en América y tributaran ¿Acaso no tendría Obama dinero suficiente para sacar a su país de la crisis?
Y creanme, los taxistas y las camareras no tienen cuentas en las Islas Caimán.
Así que el blogger que no se preocupe por los que han nacido en cuna de oro, que nadie les va a robar nada, son ellos los que nos roban, porque cada vez que un grupo de empresarios inútiles arruinan sus megaempresas, como Leman Brothers, el Estado (ese tan malvado que nos esclaviza porque da una ayuda mísera a los parados), acude a rescatarlos con NUESTRO dinero, para agradecerles que ellos no paguen impuestos, pero hagan generosas donaciones a los partidos políticos.
Señores, por favor, un poco de seriedad.
Llega un momento en que una riqueza excesiva solo se debe al delito y la inmoralidad.
Se trata simplemente (y patéticamente) de lo siguiente: Negar el derecho a disponer de la herencia familiar para posicionarse en la sociedad.
Este arresto de totalitarismo liberal tiene por fin, cómo no, destruir a la familia. Es que los totalitarismos de todo signo apuntan siempre a ello. Por eso este totalitarismo liberal-democrático que padecemos ha generado esos inmensos rebaños de solitarios, desarraigados y si te descuidas, sin saber para qué viven (crisis existencial o falta de sentido de la vida).
Pues todo eso y más también se arregla con familias bien avenidas. Pero el totalitarismo vigente no las sufre.
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