Suerte, don Juan José
Como era de esperar, y quien no lo esperara es que no conoce cómo funcionan las cosas en la Iglesia hoy, los obispos españoles han elegido al cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, como nuevo presidente de su Conferencia Episcopal.
Cuando escribo estas líneas todavía no sé quién es o será el vicepresidente (*) ni los miembros de la Comisión Ejecutiva. La vicepresidencia tiene su importancia, porque el cardenal Omella presentará su renuncia por edad el 21 de abril del año 2021, es decir, al poco más de llevar un año del cuatrienio en el que puede a estar al frente de la CEE. Se supone que el papa Francisco dará una prórroga para seguir al frente de la archidiócesis de Barcelona. Una aceptación de su renuncia implicaría que dejaría de ser presidente de la Conferencia Episcopal. El “problema” es que el Papa no es precisamente un jovenzuelo y nadie sabe lo que puede pasar de aquí a un año.
Conozco personalmente a don Juan José desde que me trasladé con mi familia a tierras oscenses a principios de siglo. Siendo obispo de Barbastro, fue nombrado administrador apostólico de la diíocesis de Huesca. Tuve oportunidad de hablar con él por una cuestión relacionada con un sacerdote que daba unas charlas ciertamente heterodoxas en una parroquia de Los Monegros. Por aquel entonces yo no tenía relevancia pública alguna y recibí una exquisita atención del prelado aragonés. Me dijo que se encargaría del tema y por mi parte consideré que ya había hecho lo que debía hacer.
Luego he seguido su trayectoria, con traslado a La Rioja , nombramiento como pastor de la Iglesia en Barcelona, y posterior creación como cardenal.
Muchos análisis se han publicado antes de este cambio en la CEE y muchos se publicarán en estos días. Yo sigo sosteniendo exactamente lo mismo que escribí en noviembre del 2018, cuando Mons. Luis Argüello fue elegido como secretario general y portavoz de los obispos españoles. Afirmé entonces:
Lo que sí puedo decir es que la creciente irrelevancia mediática, social e incluso eclesial de la Conferencia Episcopal es un hecho incontestable.
Eso no solo no va a cambiar sino que posiblemente se va a acentuar. Y no tanto por el perfil del cardenal Omella, que sin duda no es tan plano como el del cardenal Blázquez, como por el hecho de que la descristianización de España se va acelerando y, por tantos, la voz de los obispos es cada vez menos influyente en la sociedad.