La irrelevancia de la CEE
Los obispos españoles han elegido hoy nuevo secretario general de su conferencia episcopal. Y lo han hecho en la persona de Mons. Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid. Ayer parecía que el elegido podría ser el P. Jorge Fernández Sangrador, vicario general de Oviedo, pero finalmente los prelados han optado por el único obispo de la terna sobre la que se ha votado.
Vaya por delante que no conozco ni poco ni mucho a Mons. Argüello. No recuerdo declaraciones suyas y no creo que haya sido protagonista de ninguna noticia con repercusión nacional más allá de su nombramiento como obispo. Como hablar de quien no se conoce me parece una temeridad, no pienso hacerlo. Evidentemente es un hombre cercano a su arzobispo, el cardenal Blázquez, que es a su vez presidente de la CEE. Pero hasta ahí no más puedo decir.
Lo que sí puedo decir es que la creciente irrelevancia mediática, social e incluso eclesial de la Conferencia Episcopal es un hecho incontestable. A ello contribuye el perfil bajísimo -en el sentido mediático del término- de su presidente. Don Ricardo Blázquez siempre ha sido un obispo discreto, con un discurso lleno de típicos tópicos, lugares comunes y ausencia de aristas. O sea, está pero como si no estuviese. Durante su primer trienio al frente de la CEE, el cardenal Cañizares llenó de sobra el vacío mediático desde su condición de vicepresidente. Hoy, ni eso.
Hay otro hecho que no admite discusión. Existe un medio de comunicación llamado Religión Digital cuyos responsables se creen los dueños del cortijo, los amos del cotarro, que actúan como sicarios de la pluma con mando en plaza del progresismo eclesial. Uno de ellos, que padece un evidente trastorno enfermizo con la persona del cardenal Rouco, tocó ayer a rebato exigiendo a los obispos que votaran a Argüello y no a Sangrador. Aun así, el título de su artículo era “Una terna a imagen y semejanza de la ‘vieja guardia’ y sin representante claramente ‘francisquita’”. O sea, no se piense nadie que el nuevo secretario es de su gusto. Simplemente no quería entrar en trance en caso de que hubiera sido elegido el hombre de Mons. Sanz Montes, a quien tiene por delfín del cardenal Rouco.
Ese personaje acababa así su artículo amenazante:
El episcopado se juega su sintonía con la sociedad y con Roma. ¿Y algunos todavía se preguntan porqué el Papa Francisco no viene a España?
Es exactamente lo mismo que dice su fiel escudero, el insigne y nunca bastante ponderado periodista que inventa más que informa. Dice hoy:
Y es que la lucha no va tanto por el control de la CEE (que también), sino por lograr que el Episcopado español siga siendo el más resistente a la reformas de toda Europa occidental. Opuesto a todo: a los gays, a los divorciados vueltos a casar, a la misa del Concilio, a la Iglesia samaritana, a… La lista se hace interminable. El Papa lo sabe, y esa es una de las razones por las que ha viajado a todos los países de nuestro entorno (Marruecos incluido), excepto al nuestro.
O sea, según estos sujetos, el Papa no viene a España porque no le caen bien la mayor parte de los obispos españoles. Oh, ¡qué gran catástrofe para esta nación! Las calles, los bares, las iglesias, llenas a rebosar de gente pidiendo que venga el Papa y resulta que no nos obsequia con su visita porque aquí mandan todavía los “Rouco´s boys".
Bromas aparte, lo cierto es que a la inmensa mayoría de los fieles, no digamos nada al resto de ciudadanos, les da absolutamente lo mismo quién esté al frente de los mandos en Añastro (sede de la CEE). El episcopado español es más plano que una tabla de planchar. Las diferencias entre los diversos sectores son tan insignificantes, que si la CEE fuera un partido político se podría decir que tiene una cohesión interna soberbia. Sí, hay algunos prelados que, de vez en cuando, dicen cuatro verdades con un tono un poco más alto que el resto, pero hasta ahí no más. De hecho, cada vez son menos esos prelados y cada vez menos hacen tal cosa.
Y esa inanidad no es porque no estén pasando cosas importantes en este país. El avance en Occidente de la cultura de la muerte, del nuevo orden mundial con sus leyes inicuas y perversas, con la amenaza de la depravación de las próximas generaciones, vía imposición educativa estatal, tiene en España uno de sus puntales. Sin embargo, como dijo el cardenal Blázquez el lunes, los obispos se sienten muy integrados en el sistema. Pues muy bien, señores. Sigan ustedes así. Sigan instalados en la más absoluta irrelevancia. Si acaso, recuerden aquello de la sal que deja de salar. El resto nos dedicaremos a prestar atención a cosas más interesantes.
Luis Fernando Pérez Bustamante