4.09.25

La liturgia incide en lo espiritual (Notas de espiritualidad litúrgica - XXXVI)

La constitución Sacrosanctum Concilium trazó líneas fundamentales, pautas de trabajo a fin de que la liturgia sea u manantial de espiritualidad y los fieles encuentren en la liturgia la misma vida espiritual, beban en la liturgia el espíritu verdaderamente cristiano, uniéndose al Señor y siendo transformados por Él.

La liturgia es de la Iglesia, por tanto, de todo el Cuerpo místico, y no es clerical, ni privilegio del clero: es de la Iglesia, pertenece a todos. Y celebrar la liturgia compromete la vida, la existencia cristiana queda marcada: se ofrecen los fieles con Cristo y así “se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 48). Por eso la Iglesia “procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores” (SC 48).

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20.07.25

Las imágenes sagradas y la santidad del altar excluyen figurillas idolátricas (Liturgia frente a ídolos - y VII)

pachamama en basílica romana

5.3. Las imágenes sagradas en nuestros templos

Sólo imágenes sagradas pueden recibir culto de veneración en nuestros templos; no se les rinde adoración a ellas en sí mismas, sino veneración por lo que representan: imágenes del Señor, de la Stma. Virgen y de los santos. Fuera de esas imágenes sagradas, ninguna otra puede estar –ídolo, símbolo, deidad pagana, etc.-

El fundamento de la veneración a las imágenes sagradas lo ofrece claramente la Iglesia y su Tradición:

“El culto cristiano de las imágenes no es contrario al primer mandamiento que proscribe los ídolos. En efecto, “el honor dado a una imagen se remonta al modelo original” (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 18, 45), “el que venera una imagen, venera al que en ella está representado” (Concilio de Nicea II: DS 601; cf Concilio de Trento: DS 1821-1825; Concilio Vaticano II: SC 125; LG 67). El honor tributado a las imágenes sagradas es una “veneración respetuosa”, no una adoración, que sólo corresponde a Dios:

«El culto de la religión no se dirige a las imágenes en sí mismas como realidades, sino que las mira bajo su aspecto propio de imágenes que nos conducen a Dios encarnado. Ahora bien, el movimiento que se dirige a la imagen en cuanto tal, no se detiene en ella, sino que tiende a la realidad de la que ella es imagen» (Santo Tomás de Aquino, Summa theologiae, 2-2, q. 81, a. 3, ad 3)” (CAT 2132).

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17.04.25

El santo Crisma en la Iniciación cristiana (aceite perfumado y consagrado por el Obispo)

Tras el bautismo un óleo diferente al de exorcismo, el óleo el de acción de gracias, era administrado por los presbíteros y a continuación el Obispo crismaba a los neófitos[1]. En los ritos de la iniciación cristiana, el óleo comunicaba el don del Espíritu Santo.

Abundan los testimonios en este sentido. No tardó mucho en unificarse esta doble unción post-bautismal, quedando reservada la Crismación al Obispo para la comunicación del Don del Espíritu, en la misma celebración bautismal o diferida en el tiempo.

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6.04.25

La liturgia: Cristo en sus misterios para nosotros (Notas de espiritualidad litúrgica - XXIII)

La liturgia actúa eficazmente con la acción del Espíritu Santo. Es el obrar de Dios en las almas, transformándolas, agraciándolas, santificándolas.

La liturgia, con sus ritos y plegarias, con el año litúrgico y la proclamación de la Palabra divina, no sólo nos recuerda a Jesús con un memoria subjetiva, sino que hace presente a Jesucristo con su fuerza y su gloria, uniéndonos a Él, por fe y por amor, y al unirnos a Cristo, la liturgia nos va transformando en Él, asimilando en Él, para que sea Cristo quien viva en nosotros y no ya nosotros mismos.

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15.02.25

Eclesiología de la catedral y sus consecuencias (1) (Tu Catedral - IX)

La Iglesia local se manifiesta y al mismo tiempo se realiza como tal cuando está reunida en asamblea eucarística presidida por el obispo.

Es una verdad eclesiológica la que se verifica en la catedral: en cada iglesia reunida en torno a su obispo está presente toda la Iglesia de Cristo, una, santa, católica, apostólica. Por esto, la importancia de la liturgia celebrada en la catedral no es de orden ceremonial sino teológico, porque deriva de la plenitud de significado de la asamblea litúrgica presidida por el obispo: es una “especial manifestación de la Iglesia” (SC 41).

Seguiremos la reflexión de Pere Tena, en un artículo suyo[1], para entrar más en la eclesiología de la catedra y ver sus aplicaciones litúrgicas y pastorales, que son muchas.

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