(214) Reforma o apostasía –X. Iglesias sin vocaciones .2
–No maree más la perdiz y díganos de una vez las causas principales de la escasez de vocaciones.
–Puedo asegurarle y le aseguro que entre mis múltiples habilidades no está la de marear perdices.
¿Cuáles son los principales causas de la escasez de vocaciones? ¿Por qué apenas hay vocaciones desde hace más de cuarenta años?… Toda pastoral vocacional, por bien intencionada que sea, será inefectiva si no conoce las causas que producen esa escasez o ausencia de vocaciones. Señalaré ahora las que me parecen más importantes.
–Doxología. La Iglesia es para la gloria de Dios (208). El mundo ha sido creado para la gloria de Dios. Pero los hombres, pecando, adoraron a las criaturas, y no al Creador, que es bendito por los siglos. Por eso Dios crea a Israel, que llega a su plenitud en la Iglesia, y toda ella ha de empeñarse en promover el conocimiento y el amor a Dios entre los hombres. «Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben» (Sal 66).
El amor a Dios es, pues, la fuente del celo doxológico. Y ésa es la causa principal de las vocaciones. El Señor dice a Ananías refiriéndose a Saulo: «éste es para mí vaso de elección, para que lleve mi Nombre ante las naciones» (Hch 9,15). El celo por la gloria de Dios es el impulso principal de la acción misionera de los Apóstoles, empeñándose hasta el martirio en promoverla. Donde este celo doxológico se apaga en el pueblo cristiano, porque se ha apagado o está debil en los sacerdotes y religiosos, se acaban las vocaciones.
–Soteriología. La Iglesia es para la salvación de los hombres (209). El Hijo de Dios bajó del cielo y se hizo hombre para salvar a los hombres de la cautividad del pecado y de la muerte, del demonio y del mundo, reconciliándolos con Dios al precio de su sangre. Para esa misión grandiosa el Señor envía a los Apóstoles: «para que prediquen en su nombre la conversión para la remisión de los pecados a todas las naciones» (Lc 24,47). Para eso fue elegido-llamado-consagrado-enviado el apóstol Pablo: «Yo te envío para que les abras los ojos, se conviertan de las tinieblas a la luz, y del poder de Satanás a Dios, y reciban el perdón de los pecados y parte en la herencia de los consagrados» (Hch 26,18).
Escribía hace unos años el P. Werenfried von Straten, fundador de la Ayuda a la Iglesia Necesitada: «La creencia en la existencia del infierno, que durante siglos llevó a multitud de pecadores a salir del pecado, ha desaparecido lamentablemente de muchas conciencias… Hasta mediados de este siglo [XX] se dedicó anualmente un tiempo en las homilías y catequesis a hablar de la muerte, del juicio, del infierno y del cielo. Al lado de la Buena Nueva se anunció siempre el mensaje amenazador. Ambos proceden de Dios. ¿Se hace a los fieles un buen servicio anunciando sólo un aspecto y predicando raras veces o incluso nunca sobre el pecado, la muerte, el juicio y el infierno?» (Boletín de AIN, IX-1997).
Una Iglesia local se debilita o pierde la fe en el pecado original cuando ignora que los hombres «están muertos por sus delitos y pecados» (Ef 2,1), cuando no tiene celo por la conversión de los pecadores, que apenas intenta, cuando no cree que los hombres están necesitados de una salvación por gracia del Salvador, cuando nunca predica del juicio definitivo, salvación o condenación, cuando a todos los difuntos en los funerales los destina al cielo con toda seguridad, cuando niega así la existencia del purgatorio y la posibilidad real del infierno. Es tal entonces la falsificación del Evangelio, que se acaban las vocaciones. ¿Para qué ir al seminarios o al noviciado, para qué ingresar en un monasterio contemplativo y penitente, para qué predicar el Evangelio en las misiones, si todos los hombres tienen la salvación asegurada? Mientras no sean vencidas esas herejías con la luz de la Revelación divina, no habrá vocaciones. Es imposible. No tiene por qué haberlas. El verdadero amor al prójimo busca con todo empeño su bien temporal y eterno.
–Amor personal a Cristo. Tres son los principales motivos principales que hacen posible dejarlo todo y seguir a Jesucristo: 1, la fascinación atractiva del mismo Cristo; 2, la valoración de su doctrina; 3, el atractivo de la misión apostólica. Y los tres, en uno u otro grado, suelen darse en todos aquellos que siguen la vocación sacerdotal o religiosa. Pero de los tres motivos el principal y decisivo es siempre el amor al mismo Cristo.
Así fue en los Apóstoles. Cuando ellos «dejaron todo y siguieron a Jesús», fue en el comienzo mismo de la vida pública del Maestro. No le siguieron, pues, admirados de su doctrina, pues aún no la conocían, ya que todavía no había comenzado a predicar su Evangelio. No dejaron sus trabajos profesionales atraídos por la grandeza y belleza de los trabajos apostólicos por el Reino: no tenían entonces la menor idea de cuál y cómo iba a ser su ministerio apostólico. Es evidente: atraídos y fascinados por Jesús, lo dejaron todo y siguieron a Jesús,queriendo ser sus amigos íntimos y sus colaboradores permanentes.
Una Iglesia que no estimula en los fieles una relación personal y amistosa con Jesucristo por el amor y la oración, por la frecuencia de los sacramentos, por la evitación del pecado que de Él nos separa, no tiene vocaciones. Sólo acepta la llamada de Cristo, «ven y sígueme», aquel que por amor a Él, está dispuesto a dejarlo todo y seguirle al punto. Saulo, recién converso, le dice a Jesús: «¿qué he de hacer, Señor?» (Hch 22,10). Entrega incondicionalmente su vida a Aquél que entregó su vida por él. «Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí. Vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí» (Gál 2,20).
–La Cruz gloriosa. Cristianismo con Cruz o sin ella (157-158). Cristo lo dijo muy claramente: «el que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga» (Lc 9,23). La Iglesia es fiel Esposa cuando predica «a Cristo y a Cristo crucificado» (1Cor 2,2), y cuando «no se gloría en nada, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo» (Gál 6,14).
«La ausencia de la Cruz es la causa de todos los males» (Concepción Cabrera de Armida). «Los seguidores del Anticristo deshonran la imagen de la cruz y se esfuerzan todo lo posible para arrancar la cruz del corazón de los cristianos. Y muy frecuentemente lo consiguen» (Santa Teresa Benedicta de la Cruz-Edith Stein). El horror a la cruz de Cristo es siempre la clave fundamental de las infidelidades de los cristianos, y comienza en Judas. No quieren cruz. «Son enemigos de la Cruz de Cristo… su dios es el vientre» (Flp 3, 18-19).Y ese horror a la Cruz causa también una ausencia casi total de vocaciones.
La vocación sacerdotal, muy especialmente, está centrada en la Cruz, porque está centrada en la Santa Misa, en la Eucaristía, en el Sacrificio de la Nueva Alianza: él «es realmente el sacrificio del Calvario, que se hace sacramentalmente presente en nuestros altares» (Pablo VI, Credo del Pueblo de Dios, 1968,24). Para dejarlo todo y recibir el sacerdocio ministerial es preciso estar enamorado del Crucificado, de la Cruz y de la Santa Misa, que actualiza en el altar el misterio de la Redención.
Una Iglesia que no toma cada día la Cruz de Cristo para seguirle, sino que fabrica un cristianismo light, y trata ante todo de «guardar su vida» en este mundo, «la perderá» (Lc 9,.23-24): se quedará sin vocaciones. El único árbol que de frutos abundantes para la vida presente y la eterna es el árbol de la Cruz.
–Las sacralidades cristianas. La Iglesia es sagrada (210). Dios ha querido santificar a la humanidad sirviéndose de mediaciones sagradas, es decir, de criaturas especialmente elegidas-llamadas-consagradas-enviadas y potenciadas por Él para fomentar su gloria y para santificar a los hombres. La Iglesia es así «el sacramento de salvación para todos los pueblos». En ella todos los cristianos han sido ungidos y consagrados desde el bautismo. Pero algunos, como los sacerdotes y los religiosos, han recibido una especial sacralidad, una nueva consagración por el sacramento del Orden o por la profesión de los votos evangélicos. Cuando estas realidades de gracia están vivas en la conciencia de sacerdotes y religiosos, cuando ellos tienen profunda conciencia de su especial identidad sagrada, y de la abundancia del corazón lo comunican a los fieles, nacen necesariamente las vocaciones bajo la moción de la gracia.
Por el contrario, una de las causas principales de la escasez de las vocaciones, según enseña Pablo VI, es «la pérdida o atenuación del sentido de lo sagrado» (Sacerdotalis cælibatus 24-6-1967, 49). No hay, no puede haber vocaciones donde los mismos sacerdotes y religiosos no captan su propia identidad sagrada, sino que se glorían en negarla, afirmando que son iguales a los laicos, sin diferencia alguna; donde no se distingue el sacerdocio común de los fieles del sacerdocio ministerial fundado en el Orden sagrado; donde se profana la liturgia sagrada con arbitrariedades inadmisibles; donde no se guarda el Día del Señor, ni se viven los tiempos litúrgicos; donde se suprime en las iglesias y en las casas el agua bendita; donde el sacerdote no bendice a las personas, los lugares, las acciones, no conoce ni reconoce el ministerio sacerdotal de bendecir; donde el sacerdote ni siquiera al fin de la Misa bendice al pueblo en el nombre del Señor, pues dice “descienda sobre nosotros", en vez de “sobre vosotros", cambiando así la bendición en una oración; donde no se capta la sacralidad de la sagrada Escritura, de los templos, de los Concilios, de los Obispos, de las Congregaciones de la Santa Sede, etc. Sin una recuperación del sentido de lo sagrado, no habrá vocaciones ni al sacerdocio ni a la vida religiosa.
–La secularización. Iglesias arruinadas por la secularización (211). La secularización arruina completamente la Iglesia, destruye el templo de Dios entre los hombres; vacía las parroquias, seminarios y noviciados; convierte las misiones en ONGs; profana con el veneno de la anticoncepción los matrimonios sacramentales; desfigura la liturgia en formas sacrílegas y aleja de ella; deja sin sentido la vida de sacerdotes y religiosos; convierte los colegios y universidades católicos en centros civiles, de tal modo que ya no dan educación cristiana de hecho, sino por principio.
–La secularización del sacerdocio ministerial (212), sobre todo cuando afecta a la conciencia que los sacerdotes tienen de su propia identidad, acaba con las vocaciones. A pesar de las maravillas enseñadas por el Vaticano II sobre el sacerdocio ministerial (Lumen gentium cp. III, Christus Dominus, Presbyterorum ordinis, etc.), reafirmadas en el Sínodo Espiscopal de 1971, se produjo en los años postconciliares, especialmente en el clero, una pérdida generalizada de la identidad sacerdotal sagrada; lo que se llamó entonces, y con razón, «una crisis de identidad». Después de veinte siglos de historia de la Iglesia, muchos seminaristas y presbíteros estaban «a la búsqueda de la identidad sacerdotal».
Yo recuerdo algunos folletos de propaganda vocacional que, para llamar al Seminario, presentaban al presbítero –nunca llamado sacerdote– como un hombre secular, desacralizado: un hombre para los demás, también en su apariencia exterior, servidor de la comunidad, entregado a los pobres, marginados, inmigrantes, promotor de iniciativas sociales, animador de grupos, etc. Pero silenciando o aludiendo al paso con eufemismos las palabras clave, las más definitivas del sacerdocio ministerial: sacerdote, Misa, sacrificio eucarístico, Horas litúrgicas, predicador del Evangelio, promotor de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres, guía espiritual, entregado a la conversión de los pecadores, a perdonar los pecados, a la catequesis, formador de matrimonios sagrados, confortador espiritual de enfermos, asesor espiritual de las iniciativas seculares de los laicos, etc. De este modo vergonzante la pseudo-pastoral de las vocaciones logró que desaparecieran casi totalmente las vocaciones sacerdotales, pues los fines que promovía, aunque nobles, eran distintos del fin propio del Orden sacramental.
–La secularización de la educación católica explica también la ausencia de vocaciones. En escuelas, colegios y universidades de calificación «católica» han ido prevaleciendo unos modelos educativos de corte arriano-pelagiano. Apenas se nombra a Dios, a su Cristo, a su Iglesia, no se enseña la necesidad de la gracia sobre-natural para sanar la naturaleza humana dañada profundamente por el pecado, ni se suscitan la oración, los sacramentos, las virtudes. La historia se enseña en clave liberal de la Ilustración o en interpretación marxista. Técnicas de autoayuda, dinámica de grupos, eneagrama, etc., cualquier cosa sustituye la espiritualidad propia del Evangelio, del que sólo se conserva –vagamente– el nombre. Este modelo pedagógico se expresa bien en las conclusiones de un Congreso celebrado por educadores cristianos en los años noventa.
«Los educadores cristianos estamos convocados a evangelizar, desde la educación, las culturas de nuestro tiempo. Esta llamada exige lucidez para detectar lo que ocurre en la realidad circundante, capacidad crítica para analizarlo y toma de postura desde los criterios del Evangelio. Ante una concepción de educación escolar exclusivamente como transmisora de saberes es preciso pensar, programar y realizar una educación comprometida con la causa del ser humano como persona. Una educación que, en todos los procesos de enseñanza-aprendizaje, tenga como referente de comprensión, de interpretación y de actuación a la persona como valor fundamental. Una educación que, por ser personalizadora, ha de ayudar al desarrollo de todas las dimensiones y capacidades del ser humano. Para ello, junto a otros muchos contenidos educativos, ha de hacer presente la propuesta de valores de sentido de la propia existencia… Esta propuesta educativa nos lleva:
–«A desarrollar el potencial de valoración de los alumnos de modo que les capacite para hacer opciones libres y conscientes en la vida. –A ayudarles en el proceso de maduración en ámbitos básicos de su personalidad: la dimensión cognitiva, la dimensión afectiva y la dimensión de la libertad. La experiencia nos confirma que sólo en lo profundo de una personalidad madura pueden germinar y crecer los valores trascendentes. –A asumir operativamente la dimensión social de la educación y la formación de la conciencia social de los alumnos, promoviendo en los centros educativos acciones concretas: programas cooperativos en favor de la solidaridad, los derechos humanos, la paz, la tolerancia, el diálogo; colaboración en proyectos sociales dirigidos a las personas y los grupos desfavorecidos, excluidos o marginados. –Percibimos la necesidad de una educación moral de nuestros alumnos y alumnas que parta del reconocimiento de la dignidad de toda persona. Esto nos lleva a ofrecer el mensaje cristiano como horizonte para la realización del ser humano, para la mejora y humanización de la sociedad.
«En este contexto, la propuesta de educación integral debe dirigirse hacia la formación de personas autónomas que saben quiénes son y hacia dónde se orienta su existencia, capaces de darse un proyecto personal de vida valioso y de llevarlo libremente a la práctica». Un portavoz autorizado declaraba que este planteamiento de la educación católica se producía «en la perspectiva de la Nueva Evangelización». Y tan nueva… No tiene nada que ver con la educación cristiana.
Instruir a los alumnos en «valores» sirve de muy poco, si no se les forma en «virtudes», y esta formación en virtudes solo será posible en la medida en que conozcan y se unan a Cristo Salvador en la Iglesia, en la Eucaristía, la oración, los sacramentos. Predicar «valores», sin predicar a Jesús Salvador, es puro pelagianismo. Si se proponen valores morales enseñados por Cristo –verdad, libertad, justicia, amor al prójimo, unidad y paz–, en el sentido en que el mundo los entiende, y sin afirmar a Cristo, como único Maestro y donador del Espíritu que hace posible vivir todos eso valores, no es educar cristianamente.
La educación es cristiana cuando transmite que Cristo mismo es «la verdad», y que sin Él se pierde el hombre en cientos de errores cambiantes (Jn 14,6); que sólo Cristo «nos ha hecho libres» (Gál 5,1); que sólo Cristo nos puede dar «la justicia que procede de Dios» (Flp 3,9); que sólo Cristo puede difundir en nuestros corazones la caridad de Dios por el Espíritu Santo (Rm 5,5); que sólo Cristo es capaz de congregar en la unidad a todos los hombres que andan dispersos, pues para eso dio su vida en la cruz (Jn 11,52); y en fin, que sólamente Cristo «es nuestra paz» (Ef 2,14).
El Bto. Juan XXIII lo decía en el discurso de apertura del concilio Vaticano II: «El gran problema planteado al mundo sigue en pie tras casi dos mil años. Cristo radiante siempre en el centro de la historia y de la vida. Los hombres están con Él y con su Iglesia, y en tal caso gozan de la luz, de la bondad, del orden y de la paz, o bien están sin Él o contra Él y deliberadamente contra su Iglesia, con la consiguiente confusión y aspereza en las relaciones humanas y con persistentes peligros de guerras fratricidas» (11-10-1962). Y después del Concilio decía lo mismo Pablo VI: «Un humanismo verdadero, sin Cristo, no existe. Y nosotros suplicamos a Dios y os rogamos a todos vosotros, hombres de nuestro tiempo, que os ahorréis la experiencia fatal de un humanismo sin Cristo» (disc. Navidad 1969).
Gracias a Dios, hay colegios católicos que creen en la posibilidad de la educación católica, la procuran y la consiguen en mayor o menor medida. Son árboles buenos que dan buenos frutos. Son ámbitos educativos en los que pueden florecer las vocaciones cristianas. Pero junto a ellos, a veces muy cerca, hay otros centros «católicos» que no creen en la posibilidad actual de la educación católica, que no la procuran y que, por supuesto, no la consiguen –lo que los confirma en su convicción inicial–. Son árboles malos, arrianos y pelagianos, que dan frutos malos. Muchos niños y jóvenes educados en esos ambientes pseudo-cristianos abandonan las prácticas religiosas, y finalmente dejan la fe.
De hecho, entre los distintos institutos religiosos, el mayor descenso de las vocaciones se ha producido en muchas familias religiosas educativas, que no dan –ni lo intentan– educación católica: aspiran solamente a transmitir «valores». Lógicamente, como no cumplen su fin propio, se extinguen por carencia casi total de vocaciones, aunque son ellas las comunidades religiosas que más contacto tienen con la juventud.
–Herejías. Innumerables herejías actuales (39). En este blog, que ya pasa de los 200 artículos, he afirmado con gran frecuencia la fe católica, combatiendo al mismo tiempo las herejías hoy más vigentes que la niegan o desfiguran. Todas las épocas de la Iglesia han sufrido algunas herejías concretas, especialmente dañinas para el pueblo cristiano. Pero en nuestro tiempo, logra el modernismo propugnar «un conjunto de todas las herejías» (San Pío X, enc. Pascendi 1907,38). Ésa es la obra actual del neo-modernismo. Los Romanos Pontífices han sido siempre sus máximos impugnadores.
-Pablo VI (+1978) sufrió mucho al ver difundirse tantos errores, herejías y abusos en el tiempo posterior al Concilio Vaticano II, falsificando y negando las enseñanzas conciliares. Sus más graves diagnósticos de situación comenzaron a producirse con ocasión de los rechazos, a veces episcopales, de la encíclica Humanæ vitæ (1968). La «revolución del 68» también se produjo, a su modo en el mundo cristiano.
«La Iglesia se encuentra en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de autodemolición… La Iglesia está prácticamente golpeándose a sí misma» (7-XII-1968). «Por alguna rendija se ha introducido el humo de Satanás en el templo de Dios» (29-VI-1972). Es lamentable «la división, la disgregación que, por desgracia, se encuentra en no pocos sectores de la Iglesia» (30-VIII-1973). «La apertura al mundo fue una verdadera invasión del pensamiento mundano en la Iglesia» (23-XI-1973).
Según escribe el historiador Ricardo de la Cierva,«la conciencia de la crisis ya no abandonó a Pablo VI hasta su muerte.Se atribuía una seria responsabilidad personal y pastoral en ella, que minaba su salud y le hacía envejecer prematuramente. Ante su confidente Jean Guitton hizo, poco antes de morir, esta confesión dramática: “Hay una gran turbación en este momento de la Iglesia y lo que se cuestiona es la fe. Lo que me turba cuando considero al mundo católico es que dentro del catolicismo parece a veces que pueda dominar un pensamiento de tipo no católico, y puede suceder que este pensamiento no católico dentro del catolicismo se convierta mañana en el más fuerte. Pero nunca representará el pensamiento de la Iglesia. Es necesario que subsista una pequeña grey, por muy pequeña que sea”. Años después Guitton comentaba: “Pablo VI tenía razón. Y hoy nos damos cuenta. Estamos viviendo una crisis sin precedentes. La Iglesia, es más, la historia del mundo, nunca ha conocido crisis semejante… Podemos decir, que por primera vez en su larga historia, la humanidad en su conjunto es a-teológica, no posee de manera clara, pero diría que tampoco de manera confusa, el sentido de eso que llamamos el misterio de Dios”» (La hoz y la cruz, Ed. Fénix 1996, pg.84)
-Juan Pablo II, en un discurso a misioneros populares (6-2-1981), afirmaba hace ya tres décadas que la Iglesia católica sufre en su interior falsificaciones doctrinales muy frecuentes, que permanecen vigentes en el tiempo actual:
«Es necesario admitir con realismo, y con profunda y atormentada sensibilidad, que los cristianos de hoy, en gran parte, se sienten extraviados, confusos, perplejos, e incluso desilusionados. Se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones. Se ha manipulado incluso la liturgia. Inmersos en el relativismo intelectual y moral, y por tanto en el permisivismo, los cristianos se ven tentados por el ateísmo, el agnosticismo, el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva».
-El Cardenal Ratzinger, en su Informe sobre la fe, de 1984, señalaba esa misma proliferación innumerable de doctrinas falsas, tanto en temas dogmáticos como morales (BAC, Madrid 198510). Se ha producido un «confuso período en el que todo tipo de desviación herética parece agolparse a las puertas de la auténtica fe católica» (114). Un mes antes de ser constituido Papa, presidiendo el Via Crucis del Coliseo en Roma(25-III-2005), meditaba en la IX estación:
«¿Qué puede decirnos la tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz? Quizás nos hace pensar en la caída de los hombres, en que muchos se alejan de Cristo, en la tendencia a un secularismo sin Dios… ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas!… La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redentor, el que le traspasa el corazón. No nos queda más que gritarle desde lo profundo del alma: Kyrie, eleison – Señor, sálvanos. Oración. Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo. Nos abruman su atuendo y su rostro tan sucios… Ten piedad de tu Iglesia
-Benedicto XVI, en un importante discurso dirigido a los altos responsables de la Curia Romana (22-XII-2005), se preguntaba «¿por qué la recepción del Concilio, en grandes zonas de la Iglesia, se ha realizado hasta ahora de un modo tan difícil?». Y daba esta respuesta: contra la «hermenéutica de la reforma, de la continuidad», la única verdadera, «existe por una parte una interpretación [del Concilio] que se podría llamar “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura”, que con frecuencia ha contado con la simpatía de los medios de comunicación y también de una parte de la teología moderna».
Nunca la Iglesia ha tenido un Corpus doctrinal tan perfecto, y nunca ha sufrido una invasión de herejías semejante. Las dos frases son verdaderas, aunque parezcan contradictorias. Pero entonces, ¿cómo se explica que sufra hoy el pueblo cristiano tan generalizadas confusiones y errores en temas de fe? En buena parte a causa de La Autoridad apostólica debilitada (40-41) y de la actitud de los Teólogos católicos, ortodoxos, pero no combatientes (42).
Actualmente dentro del campo de la Iglesia corren innumerables herejías sobre la historicidad de los Evangelio, el pecado original, la divinidad de Jesucristo, la condición sacrificial y expiatoria de su muerte y de la Eucaristía, la historicidad de sus milagros y de su resurrección, la virginidad de María, el purgatorio, la existencia de los ángeles, de los demonios, del infierno, la Presencia eucarística, la Providencia divina, la necesidad de la gracia, de la Iglesia, de los sacramentos, el matrimonio, la vida religiosa, el Magisterio, etc. Puede decirse que las herejías teológicas actuales han impugnado prácticamente todas las verdades de la fe católica. Y aunque los errores más ruidosos son aquellos referidos a cuestiones morales –la anticoncepción, el aborto, la homosexualidad activa, el nuevo «matrimonio» de los divorciados, etc.–, ciertamente los errores más graves son los doctrinales, los que más directamente lesionan la roca fundamental de la fe sobre la que se edifica la Iglesia.
Innumerables herejías y abusos… No afectan, a veces, es cierto, a la mayoría del clero y del laicado; pero crean efectivamente en muchos, a veces en la mayoría, una oscura confusión morbosa, en la que casi todo resulta más o menos opinable, en la que lo correcto es no escandalizarse por ninguna doctrina, y en la que el Magisterio apostólico viene a ser «una línea» más de pensamiento y conducta, respetable, sin duda, pero que no obliga estrictamente en conciencia, ya que ésta mantiene libre su primacía. En esas Iglesias los fieles se ven tan inermes ante herejías y sacrilegios, que ya, resignados, ni siquiera las denuncian a las Autoridades pastorales, porque saben que sería perfectamente inútil. «¿Qué adelantaríamos con denunciarlos?, dicen. Todo esto sucede públicamente en bastantes lugares hace muchos años, y el Obispo tiene que saberlo de sobra. Será, pues, que no se puede hacer nada»…
En esa situación, tan gravemente maleada en la doctrina y disciplina, es muy difícil que surjan vocaciones, y más cuando la mala doctrina falsifica concretamente al sacerdocio y a la vida religiosa. Por eso, en una Iglesia tan oscurecida, una Comisión para la Doctrina de la Fe, que de verdad cumpliera su fin, tendría mucha más fuerza para suscitar vocaciones que una Comisión para la Pastoral Vocacional, por bien que ésta trabaje.
–El menosprecio de la vida sacerdotal y de la vida religiosa es también, obviamente, causa principal de que estas vocaciones falten o sean muy escasas. Viene a ser una herejía moderna, pues siempre en la historia de la Iglesia ha permanecido en el pueblo cristiano un gran aprecio por la vida sacerdotal y la vida religiosa. Y ese menosprecio reciente no procede en absoluto del Concilio Vaticano II. Ningún Concilio ecuménico ha caracterizado y apreciado tan perfectamente las diversas vocaciones cristianas como el Vaticano II (Lumen gentium cpts. III-VI), que dedica documentos monográficos a los Obispos (Christus Dominus), los sacerdotes (Presbyterorum ordinis), los religiosos (Perfectae caritatis) y los laicos (Apostolicam actuositatem). Sin embargo, la falsificación del Concilio durante medio siglo ha traído consigo un gran aprecio de la vocación laical, mal entendida, por supuesto, y un menosprecio persistente de la vida sacerdotal y religiosa. Y esto ha causado un vaciamiento tal de los seminarios y noviciados que llega a amenazar la misma perduración de ciertas Iglesias locales.
Ya estudiamos la perfección cristiana de laicos, sacerdotes y religiosos en varios artículos de este blog: Caminos de perfección en el Nuevo Testamento, (168),Laicos y monjes (173-177), Renuncia al mundo y pobreza (179), y en otros más de la serie De Cristo o del mundo. Me limito aquí a una síntesis muy breve.
Los religiosos, por especial vocación del Señor, vienen a ser cristianos que «no sólo han muerto al pecado, sino que también, renunciando al mundo, viven únicamente para Dios» (Perfectæ caritatis 5a). Lo han dejado todo y siguen a Jesús por el camino de los consejos evangélicos. Y también los sacerdotes reciben de Cristo una especial configuración sacramental a Él, a su vida y ministerio, de tal modo que «están obligados de manera especial a alcanzar la perfección» (Presbyterorum ordinis 12; cf. 2-3). Efectivamente, sobre la consagración primera bautismal a Cristo, los sacerdotes se consagran de modo nuevo a Cristo por el sacramento del Orden, y los religiosos por la profesión de los tres consejos. Unos y otros son «novo modo consecrati».
Ahora bien, cuando en un ambiente arriano-pelagiano, predominante en algunas Iglesias, se pierde el sentido del pecado original, tanto en el hombre carnal («pecador me concibió mi madre», Sal 50), como en el mundo secular («la Escritura presenta el mundo entero prisionero del pecado», Gál 3,22), ya no se cree en las palabra de Cristo: «si quieres ser perfecto, déjalo todo y sígueme» (Mt 19,21.27). Se considera que «dejarlo todo» no facilita en nada el «seguir» al Señor con perfección, y desaparecen las vocaciones. E incluso se atribuye esta doctrina al Vaticano II. Pero el Concilio enseña lo que siempre ha enseñado la Iglesia.
–El demonio (16-18). Viene a dar lo mismo negar la existencia del demonio o silenciarla siste-máticamente durante decenios, excluyéndola de la teología, de la predicación, de la catequesis, de la espiritualidad. Para todos los efectos es lo mismo. Ahora bien, en los últimos años muchos maestros del pueblo cristiano han silenciado casi totalmente la fe católica sobre el demonio. Consideran que hay que presentar un cristianismo positivo, sin negatividades tenebrosas. Pero están en un grave error. El Evangelio más positivo y aceptable para el hombre moderno es el Evangelio verdadero que predicó nuestro Señor Jesucristo. Y ése es el único que puede suscitar vocaciones.
Sin la fe en el demonio no se entiende la gravedad de los males del mundo, se trivializa la redención obrada por Cristo Salvador, se deja en nada la necesidad de la gracia, de los sacramentos, de la oración de petición, de la vida ascética evangélica. Y el cristiano acude al combate espiritual sin armarse con «la armadura de Dios, para poder resistir a las insidias del diablo, que no es nuestra lucha contra la carne y la sangre, sino contra los espíritus malos» (Ef 6,10-19). Sus armas son de juguete, ridículas, frente a los potentes misiles de las legiones satánicas. Cae inevitablemente en actitudes semipelagianas o pelagianas. El hombre puede salvarse por sus propias fuerzas. Es sólo cuestión de mejorar la educación, aplicar ciertos métodos, y organizar un poco mejor las cosas… ¿Qué falta hacen, en ese cuadro cristiano falseado, los sacerdotes, los ministros de una salvación por gracia, y los religiosos y religiosas, que entregan su vida para afirmar el Reino divino en el mundo y defender así a sus hermanos?
–La castidad y el pudor (10-12). Psicólogos, sociólogos y cualquier persona con buen sentido, todos están de acuerdo en que hoy se padece una erotización morbosa. Así las cosas, a no pocas Iglesias descristianizadas se les podría decir con San Pablo: «es ya público que reina entre vosotros la fornicación» (1Cor 5,1). El espíritu de la lujuria, propio de un mundo erotizado, enferma a muchos cristianos ya desde niños y adolescentes, y sigue tentando a los jóvenes, a los matrimonios y a los ancianos, a los sacerdotes y a los religiosos. Sin embargo, apenas se da predicación y catequesis sobre el pudor y la castidad. Y la impureza mata muchas veces las posibles vocaciones, ahogándolas en el pecado.
A aquellos que tantos elogios hacen de la Palabra del Señor habrá que preguntarles: «¿por qué no predicáis el evangelio de la castidad?»… A los que tanto encarecen la dignidad de los laicos y su llamada a la santidad, habrá también que decirles: «¿por qué no recordáis a los fieles, alguna vez al menos, la enseñanza del Apóstol: “no os engañéis: los fornicarios no poseerán el reino de Dios” (1Cor 6,9-10)?». ¿Es que el pueblo no está enfermo de lujuria y no está necesitado de la única medicina específica capaz de sanarlo, que es la Palabra de Cristo? ¿Es que no está llamado a la perfecta santidad? Donde no se predica el pudor ni la castidad, no hay vocaciones.
–La profanación del matrimonio. La moral conyugal enseñada por la Iglesia guarda en los siglos una continuidad perfecta, que alcanza su plena expresión en la encíclica de Pablo VI Humanæ vitæ (1968). Paradójicamente, si los matrimonios cristianos anteriores a la encíclica aceptaban la verdad católica en esta materia, aunque la vivieran mejor o peor, es justamente en el tiempo de esa encíclica perfecta –resistida por tantos teólogos, e incluso por algún episcopado–, cuando los anticonceptivos son admitidos en los matrimonios cristianos con una frecuencia hasta entonces desconocida. Y en muchas Iglesias se omite la predicación de la castidad conyugal ya a partir de los cursos prematrimoniales.
El silencio sobre la grave maldad de la anticoncepción fue denunciado por el Obispo Victor Galeone, de San Agustín (Florida, USA), en una carta pastoral (15-11-2003). Él habla porque cree en la doctrina católica. Consigna primero que el divorcio se ha triplicado, las enfermedades sexuales han aumentado de6 a 50, crece la pornografía en todos los campos, aumenta la esterilización y la reducción extrema del número de los hijos, etc. Y declara que, a su juicio, la causa principal de todos esos males está en la anticoncepción generalizada. «La práctica está tan extendida que afecta al 90% de las parejas casadas en algún momento de su matrimonio, implicando a todas las denominaciones» (se refiere a todas las confesiones cristianas, también a la católica). «La gran mayoría de la gente de hoy considera la anticoncepción un tema fuera de discusión». Y describe con realismo impresionante el profundo deterioro que la anticoncepción crónica produce en la vida de matrimonios y familias. Y sigue diciendo:
«Me temo que mucho de lo que he dicho parece muy crítico con las parejas que utilizan anticonceptivos. En realidad, no las estoy culpando de lo ocurrido en las últimas décadas. No es un fallo suyo. Con raras excepciones, los obispos y sacerdotes somos los culpables debido a nuestro silencio». Y concluye con algunas normas prácticas «para ir en contra del silencio que rodea la enseñanza de la Iglesia en esta área», pidiendo en el nombre de Cristo que se cumplan las normas sin demora.
Donde impera la anticoncepción en los matrimonios, se aparta la Cruz, se va muriendo la vida cristiana, no nacen hijos (la media en España por matrimonio es hoy 1,1). Y no hay vocaciones. Sepan, pues, aquellas Iglesias que en los cursillos prematrimoniales, en las Misas y retiros, en el confesionario, se niegan obstinadamente a predicar la moral conyugal católica, y a combatir consecuentemente la anticoncepción, que no tendrán vocaciones, y que se irán extinguiendo. O que las tendrán en dosis homeopáticas. Por muchas y entusiastas Jornadas Vocacionales que celebren.
–Las riquezas. La apostasía moderna se ha producido ante todo en países ricos de antigua filiación cristiana. Es allí precisamente donde la escasez de vocaciones es hoy mayor. En esas naciones es donde más se ha escrito y hecho desde hace medio siglo para falsificar el cristianismo. Y así, las mismas regiones que hasta hace poco, con sus misioneros y publicaciones, irradiaban al mundo fe y costumbres cristianas, hace ya decenios que más bien han estado difundiendo agnosticismo, naturalismo y relativismo, nihilismo y degradación moral. Las naciones ricas de antigua filiación cristiana, que gracias a Cristo y a la Iglesia se hicieron grandes y fuertes, ahora más que a Cristo y a la Iglesia, se atienen a la orientación de los Grandes Organismos Internacionales, empeñados, como los hombres más ricos –por ejemplo, Bill Gates–, en difundir la anticoncepción y el derecho al aborto por todos los medios, y los tienen potentísimos. Es para ellos urgente que frenar como sea el crecimiento demográfico de los países pobres.
«No es posible cerrar los ojos, decía Juan Pablo II, ante la oleada de materialismo, hedonismo, ateísmo teórico y práctico, que desde los países occidentales se ha volcado sobre el resto del mundo» (21-3-1981). O como dice Ratzinger: «es infernal la cultura de Occidente cuando persuade a la gente de que el único objetivo de la vida son los placeres y el interés individual» (Informe sobre la fe, 1985, pg.209).
Las Iglesias que no predican suficientemente el Evangelio de la pobreza, que no inculcan el temor al «peligro de las riquezas», que no enseñan a los fieles a «tener los bienes de este mundo como si no se tuvieran» (1Cor 7, 29-31), en una vida sobria y libre de cautividades del mundo fascinante, se quedan sin vocaciones, y más si están en países de gran riqueza, llenos de atractivos y de tentaciones para niños, adolescentes, jóvenes, adultos y ancianos. A más riqueza, menos vocaciones, cuando la riqueza es mal tenida. Nuestro Señor Jesucristo llamó con afecto a un joven para que lo dejara todo y le siguiera. Pero el muchacho «se puso triste [y no lo siguió] porque era muy rico» (Lc 18,23).
La pastoral vocacional, finalmente, sólo podrá lograr sus fines si afirma con insistencia las verdades elementales que aquí he recordado, hoy oscurecidas, y combate con fuerza los errores contrarios. Cuando así lo hace, aunque no logre frutos inmediatos, está haciendo a la Iglesia un servicio heroico. Pero a veces, por el contrario, la propia pastoral vocacional está más o menos afectada por los mismos errores en la fe y en la fidelidad que causan la ausencia de vocaciones. De la pastoral para la juventud y las vocaciones trataré, Dios mediante, en el próximo artículo.
Reforma o apostasía.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
23 comentarios
El problema no es solo que que disminuyan las vocaciones. No, el drama es que millones se quedan sin oír lo que Cristo quiere que se diga. Alguien va a pasarlo muy mal cuando tenga que rendir cuentas el Señor por ello.
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JMI.-Bueno, de ese "alguien" formamos parte todos. Unos son más directamente responsables, otros de modo más indirecto. Pero en la comunión de los santos hay una misteriosa co-rresponsabilidad en todo lo bueno y todo lo malo. Si los padres de familia, etc. Si los curas, etc. Si los Obispos, etc. Si los teólogos, maestros y profesores, etc. Si los que en los monasterios están recluidos para orar y hacer penitencia, de verdad etc.
Etc. etc. De otro modo irían las cosas en la Iglesia.
La derrota política de los católicos a manos del liberalismo viene desde el protestantismo.Luego abrasó Inglaterra y Francia, siguió avanzando en el XIX y el el XX se consolidó luego de la IIGM. Los gobernantes actuales que se dicen católicos son una panda de hipócritas que mejor sería que se manifestaran más sinceramente. Va un ejemplo:
Nuestra persidente Cristina Kirchner, la misma que días atrás se esmeró en conseguir ser la primera mandataria recibida por el Santo Padre, el día 22/02/2010 estaba presidiendo una ceremonia de promoción de marinos, en su condición de Cmte. en Jefe de las FFAA. En la misma el Contraalmirante Raúl Viñas, recientemente ascendido, era notificado de que se le asignaba como su nuevo destino la dirección de la Escuela Naval. Cristina preguntó quiénes eran el sacerdote y la monja que flanqueban al marino, y le dijeron que se trataba de sus hijos.
Ya en su despacho, dio la orden de que a Viñas se le cambiara de destino, cosa que el Almirante cumplió inmediatamente, consiguiendo del digno marino una fulminante renuncia y pedido de pase a retiro, "atento a las circunstancias que determinaron mi cambio de destino".
Ésta es una muestra solamente de la PERSECUCIÓN A LA IGLESIA que se opera en Argentina. Que en este caso ha quedado muy en evidencia por la torpeza y la ansiedad de la presidente, pero eso no es lo usual; por lo general se opera de manera "que parezca un accidente". Pero la PERSECUCION existe, y de manera más refinada y más eficaz que antaño.
Por eso creería que esa persecución (todo lo hipócrita que se quiera, pero persecución al fin) debería ser tenida en cuenta como una de las causas de la falta de vocaciones.
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JMI.-Lo que dice es cierto, hay persecución anticristiana con las raíces que Ud. señala. Pero no creo que eso sea causa de que no haya vocaciones. Si se dan en el llamado por Dios las condiciones espirituales para seguir la vocación, el hecho de que se esperen persecuciones a causa de ellas no tiene fuerza para disuadir al llamado.
Nada podemos amar ni desear cosa fuera de Dios. Pues mi amor a Dios, no le amaría, sino fingiría amarle, si mi corazón, mis pensamientos se entretuviese en cosas de este mundo, no de Dios, todo lo que hay en el mundo, nos obstaculiza para amar a Dios en la máxima perfección.
Es verdad que Cristo nos ha hecho totalmente libre, por el contrario, la "libertad", que nos ofrece el mundo, no es sino una esclavitud, que con el tiempo, apaga la verdadera vocación de nuestro seguimiento a Cristo.
No es una verdadera libertad, según el mundo, cuando propone a sus seguidores, por el "gusto y disfrute", del sufrimiento y dolor ajeno, no solo hacia contra las personas, sino también el maltrato injustificado y torpe hacia los animales, hacia el mundo vegetal, son signos del fracaso de una vocación comenzada, pero traicionada por el amor al mundo.
La verdadera vocación anima a la caridad, a la misericordia, a la bondad, siempre en conformidad con la Voluntad adorable de Dios.
Había comenzado hablando de San Francisco de Asís,
Oración de alabanza y acción de gracias
De los escritos de San Francisco de Asís – Biografías – documentos de la época.
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JMI.-No es costumbre publicar "comentarios" que no lo son, sino que son textos transcritos de algún autor, y más si son muy largos, como el suyo. Y más si no sirven como comentario al artículo
Según la nota al pie de página, dice que es una forma de orar de San Francisco de Asís, partiendo de los hechos de la Historia de la salvación, la nota que no puse también dice algo más.
Por otra parte, no he puesto lo que San Alfonso María de Ligorio escribía sobre las vocaciones, distinguiendo las verdaderas de las falsas, y esto me han ayudado mucho.
Usted también nos está ayudando a reconocer más cuales son las nuevas persecuciones, para disminuir las vocaciones santas, y debemos mantenernos muy alerta, nunca alejarnos de nuestro compromiso con Dios y con la Iglesia Católica.
Espero no cometer otro error con este comentario, pero no sé si sería como un resumen de lo anterior.
Que Dios le bendiga siempre.
Si,todo lo que dice son causas de que las vocaciones no "cuajen",pero bajando a lo concreto,mi opinion es que apenas hay cristianos en el sentido primigenio del termino,y los que haya estan dispersos en infinidad de variopintas denominaciones.
En cuanto a lo catolico,he visto suficientes romerias,bajadas de la Virgen,procesiones,cofradias y demas manifestaciones folklorico-religiosas en las que sobre todo vi "anhelo de viento...vanidad de vanidades".
Lo lamento tanto como el sin fin de pseudo-oraciones farisaicas,donde todo es pose y se esta mas en figurar y medrar que en la humilde y necesaria plegaria de un seguidor de Cristo,esto es,de su bondad,humildad, honradez y amor a la verdad.
Se me objetara que quien soy yo para juzgar a mis semejantes y que no todos son iguales,etc,etc.
Y tendran razon,pero es que he visto tanta falsedad en tantos supuestos catolicos que me conformaria con que fuesen honestos,y se callaran un poco,pues son de los que gustan de pontificar.
Mas honradez y mas autocritica,pues creo que los enemigos de la Iglesia estan mas dentro que fuera.
Aunque la Iglesia se compusiera de unos pocos,seria la Iglesia de Dios,como se nos prometio y no este afan de contemporizar,convirtiendo las homilias en pura boberia,la liturgia en sosas cancioncillas de quinceañeras y la Semana Santa en mera representacion teatral.
Como se va a atraer a los jovenes a tanta estupidez,siendo como son tan sensibles a lo autentico.
Creo muy acertado el nombre de su blog.
Estamos en la apostasia y urge la gran reforma de volver a Cristo.
Personalmente quise consagrar mi vida a Dios y lo que mas me encontre fueron tonterias,mezquindades, orgullo,petulancia,soberbia encubierta...y no tan encubierta.
Quiza tuve mala suerte pero asi lo vivi.
Un saludo
Un
Las persecuciones, todas, han provocado algún tipo de "espantada" entre los fieles, puesto que la naturaleza humana no ha cambiado.
La persecución actual, que es la más refinada, eficaz y tenaz que los siglos han conocido, entiendo que está en la raíz de la mismísima apostasía silenciosa de las masas y en la proliferación de las numerosas herejías ad intra.
Al tener los perseguidores la facultad de determinar lo "políticamente correcto", se me hace que las vocaciones que de entrada no tienen la suficiente robustez para afrontar el escollo de la incorrección política, pueden sucumbir.
Si además, tenemos en cuenta que unas de las fecetas de la tremenda persecución actual incluye la infiltración y la desnaturalización de los seminarios ( el caso de Mario no es aislado), podríamos agregar argumentos en pro de esa posibilidad.
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JMI.-Cierto. Cuando en el punto "la Cruz gloriosa" hablo de una frecuente ignorancia de la Cruz, o incluso horror, ahí entra el horror a la persecución, a la condenación de la Sinagoga mundana, que afecta a los cristianos en general, y a las vocaciones en especial.
Pero creo que una causa importante es la falta de oración: no rezar personalmente, no rezar en familia, faltar a la misa dominical; el mito del "cristiano no practicante", que de cristiano tiene poco más que el (indeleble) carácter bautismal.
Si los niños ven rezar a sus padres, que para ellos es una actividad importante, capaz de apagar la TV y de regir la planificación del domingo, verán que ahí hay algo que merece la pena.
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JMI.-Eso "va" en el punto tercero, Amistad personal con Jesucristo.
Cordial saludo.
La moral es la amalgama básica de la sociedad. Sea la moral confucionista, la protestante, la islámica, la animista o la católica, toda sociedad necesita de una moral (reglas sostenibles de convivencia) para evitar la dispersión que provoca el individualismo y la autodestrucción que provoca el egoísmo.
En Occidente asistimos al espectáculo de que el Liberalismo de izquierdas o de derechas -enemigos a muerte del cristianismo- han copado el poder político, cultural y económico y pretenden imponer su "moral": divorcio, gaymonio, aborto, desenfreno, irreligión, vagancia (paro), asistencialismo masivo, etc., etc. ¿Es posible que subsista por mucho más tiempo una sociedad con semejantes presupuestos "morales"? La Historia dice que no. Y muchos piensan lo mismo, y adhieren en consecuencia a exóticas espiritualidades islámicas, paganas u orientalistas.
Pero vamos, ¿no es más sencillo y conducente volver a las fuentes, de las que siempre bebió con copiosos frutos nuestra sociedad católica?
Yo creo que sí.
Me indigna ver como en casi todos los funerales el sacerdote,para hacerse el simpático, canoniza directamente al difunto, lo que me parece una estafa al mismo, pues se deja de rezar por él, y una engañifa a los vivos a los que se les imbuye la idea de que todos nos salvamos, pues la misericordia de Dios es infinita. Por ello he escrito lo que deseo lean en mi funeral y se lo he hecho saber a mis hijos, en particular al sacerdote, y al mandar a este de misionero a Chile también a mi hermano.
La actitud de los sacerdotes me recuerda la anécdota de aquella viuda que al hacer el celebrante los elogios del marido mandó a uno de sus hijos que se acercase a comprobar si el difunto era su padre.
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JMI.-Hace ya bastante tiempo que yo perdí la vergüenza.
(Ya me entiende, en el buen sentido).
Por puro don de Dios.
Claro esta que la disminuicion de las vocaciones se acentuo vertiginosamente luego del Vaticano II, ahora, si aceptamos la tesis de que las disposiciones pastorales fueron no tan efectivas, se revertiría volviendo a lo que muchos llaman metodos tradicionales?
Y si por el contrario, aceptamos que el concilio no fue aplicado en su totalidad, no recaeria sobre los pastores de los ultimas decadas, una omision o accion realmente positiva de desobediencia, tal como se le aplica a algunos movimientos tradicionales, por no cumplir con las exigencias conciliares, y a los buenos pastores, como es posible que por 50 años se hayan permitido desviaciones tan significativas sin las sanciones necesarias, como indicó Benedicto XVI al final de su pontificado y el actual pontifice?
Muchas gracias
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JMI.-No se sigue de lo dicho que la Iglesia deba volver a los métodos tradicionales anteriores al Concilio Vaticano II, sino que ha de reforzar su fidelidad al cumplimiento de los métodos tradicionales ordenados por el Concilio.
Si el Concilio Vaticano II, en los documentos que ya he citado, dio sobre la vocación episcopal, presbiteral y religiosa una doctrina tan excelente, y después en el Occidente rico de antigua filiación cristiana se ha producido un enorme descenso en el número de vocaciones esto se debe a un gran conjunto de causas, que señalo una tras otra, al menos las principales, en el artículo:
Crisis de fe en el pueblo cristiano, abandono de la práctica religiosa (un 5/10% Misa dominical, p.ej.), desmoralización de las costumbres (no oración personal o en familia, no sacramento penitencia, etc.), mala doctrina en muchos teólogos, desobediencia a las normas del Concilio y del Código de Dº Canónico en no pocos Obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y laicos, anticoncepción generalizada; se debe, como señalé en el artículo dando enlaces, a La Autoridad apostólica debilitada, a Los teólogos católicos, ortodoxos, pero no combatientes, etc. etc. etc. etc. etc.
En al artículo anterior establecí que en estos artículos buscaríamos las causas, más que los causantes, en el sentido que ya expliqué.
Ese es el quid, predicar la Verdad, a costa de lo que sea. Nada más y nada menos. Valorar la vida terrestre en lo que vale, ni más ni menos, sabiendo que no es un fin si no un medio. Saber que Cristo nos espera para pedirnos cuentas y permitirnos gozar del pleno amor de Dios.
La mundanización verdaderamente diabólica que ha tenido lugar en la Iglesia, luego del Vaticano II, y que no ha sido enmendada ¿no es una gran causa? Sé de varios casos de jóvenes que fueron a tener una prueba vocacional en un instituto religioso y que cuando vieron el panorama, regresaron a casa. Y sé de otro que cuando expuso su deseo de estudiar a fondo el tomismo, de llevar sotana, y de otras cosas por el estilo, el sacerdote amigo que le aconsejaba, le espetó: "si dices eso en el sitio X, te verán como un bicho raro,y probablemente te dirán que no entres, por muy buenas cualidades que tengas. ¡Ellos mismos!"
¿Influye la reforma litúrgica? Si la Misa es vista por muchos como una comida fraterna y festiva, pues qué quieren que les diga.
¿la equiparación de la única religión verdadera a las falsas? Si todas las religiones son respetables, incluso si tienen fuerza o validez salvífica, otro tanto de lo mismo. AVISO A POSIBLES CONTRADICTORES: no entro en la cuestión de si hay o no equiparación doctrinal, sí afirmo que ha sido hecha tácitamente por la vía fáctica o de los hechos: ¿Quién, salvo un ciego voluntario, no ve que eso ocurrió en Asís?. Y eso mismo lo afirmó un escritor tan poco sospechoso de fervores "lefebvristas" como Vittorio Messori: en concreto, escribió que en la mente de muchos, la idea que quedaba de esos eventos es que todas las religiones son válidas. ¿No va a influir ésto en la escasez vocacional?
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JMI.-En el descenso enorme de las vocaciones influye
+la supresión de soteriología, todos al cielo automáticamente
+la mundanización en pensamiento y costumbres = Iglesias locales secularizadas
+no influye "la reforma litúrgica", como Ud. dice, sino los abusos enormes que pisotean el Novus Ordo de la liturgia postconciliar. Eso sí acaba con las vocaciones. Cuando Ud. ve en TV una Misa celebrada en San Pedro por el Papa, concelebrantes, diáconos, acólitos, coro... todo con un orden sagrado, una grandiosidad que eleva los espíritus, está participando de una Misa según el Novus Ordo. ¿Eso contribuye a la falta de vocaciones?... En absoluto: ayuda a las vocaciones una Misa bien celebrada según el Novus Ordo.
+la equiparación fáctica de todas las religiones, efectivamente, sí contribuye a la ausencia de vocaciones, por supuesto. Pero ese irenismo, sincretismo, falso ecumenismo, etc. no tiene nada que ver con el Concilio Vaticano II, ni con las Encíclicas postconciliares, ni con el decreto Dominus Iesus, ni con Asís bien entendido (mal entendido, todo hace mal, por supuesto), ni con etc.
Ejemplo de los santos, siempre alegres en el martirio y en la persecución. La alegría que el mundo jamás podrá entender.
Ése es el secreto de las vocaciones, Padre, aunque no se desprecia lo otro.
¿Ninguna cruz? ¡Qué gran cruz! (San Luis María Grignon de Monfort). Gracias por sus enseñanzas.
Hay gente buena en la Iglesia, Sí claro como en todas partes, pero yo después de haber vivido una educación castrante, jamás llevaría a mis hijos a un colegio católico, quiero clases de moral, porque ya vemos que hoy todos los politicuchos españoles, fueron educados dentro de los colegios católicos... y miren señores lo ladrones y despreocupados que están de su pueblo que mucho vender Español pero solo lo hacen en los partidos de fútbol.. en fin... que la Iglesia y sus componentes mucho tienen que cambiar.. si quieren recuperar su espacio.. a no ser que sea como a la antigua usanza, firmar un pacto con el gobierno de turno, dictadura y adelante todos queramos o no para adelante
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JMI.-"Cada uno habla de la feria, según le fue en ella".
Veo que Ud., lamentablemente, ha tenido de la Iglesia experiencias personales mayoritariamente negativas. También puede ser que otra persona, habiendo pasado por las mismas circunstancia de la vida de Ud., tuviera experiencia personales de la Iglesia mayoritariamente positivas. En no pequeña medida las cosas le aparece a la persona según sus ojos: si lleva, p.ej., unas gafas muy oscuras, seguro que va a ver todo sin luz y oscurecido.
Yo puedo decirle lo contario (y muchísima gente como yo): que las experiencias más nobles, dignas, hermosas, estimulantes, positivas, esperanzadoras, etc., en medio de este mundo pecador en el que vive la Iglesia, las he tenido siempre de la Iglesia, en la Iglesia católica, apostólica y romana.
Claro que hay curas malos, y matrimonios malos, y jóvenes malos, y ferroviarios jubilados malos. Como Ud. se habrá dado cuenta, no estamos ya en el Cielo, en el Cielo nuevo y Tierra nueva que promete el Apocalipsis, sino en el Mundo pecador.
Bastante milagroso es que haya millones de matrimonios católicos que se guardan fidelidad y cuidan heroicamente de sus hijos, y cientos y cientos de miles de sacerdotes, religiosos y religiosas que dedican toda su vida (veinte, cuarenta, sesenta años, día a día) a promover el bien temporal y el bien eterno de los hombres.
Eso sí que es un milagro. Pero, por lo que parece, Ud. no lo ve. No ha tenido ocasiones para verlo. También es mala pata.
"¿Cómo voy a creer en personas que hacen todo lo contrario de lo que predican?"
No debemos depositar nuestra fe en las personas: hasta los mejores podrán desilusionarnos. Debemos creer en Jesucristo. Él fundó una Iglesia con poder para atar y desatar, para perdonar pecados, a la cual las puertas del infierno no vencerían, etc etc. Quienes creemos en la Iglesia lo hacemos por mandato de Cristo, no por la vida ejemplar de los cristianos (de hecho, sí existen muchísimos católicos de vida ejemplar, pero muchos otros somos pecadores).
Me anima mucho a alcanzar por la gracia de Dios, lo que para una laica hija de la iglesia y de una sociedad tecnológica, aburguesada y consumista, es imposible.
Le felicito por su prolífica obra llena de sabiduria pero encuentro más interesante que me hable de que la santidad es posible hoy dia en ese lenguaje sencillo, que usted domina tan bien.
Le tengo presente en mis oraciones. Que Dios le bendiga
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JMI.-Bendición +
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