(209) Reforma o apostasía –V. La Iglesia es para la salvación de los hombres

–¿Y usted cree que hoy es posible predicar a los hombres sobre una salvación o condenación eterna después de la muerte?

–Yo creo que sí. Más aún, es de fe que el Evangelio puede y debe ser predicado a toda criatura. Por eso, quienes evitan sistemáticamente predicar esa misión salvadora de Cristo y de la Iglesia falsifican del todo el Evangelio.

Reforma o apostasía. Así como decae en la ruina la Iglesia local que olvida prácticamente su fin doxológico, suscitar la gloria de Dios entre los hombres, igualmente se viene abajo aquella que olvida o niega su fin soteriológico, que es salvar en Cristo la vida temporal y eterna de los hombres. Resumo ahora lo que ya escribí en 2009, al comienzo de este blog (08-09), Reforma o apostasía.

Jesús es el Salvador de los hombres-pecadores. Todos los hombres necesitamos un Salvador divino, porque todos somos pecadores de nacimiento: «pecador me concibió mi madre» (Sal 50,7). El pecado original no sólo deteriora profundamente la naturaleza humana de Adán y Eva, sino también la de su descendencia: no pueden transmitir ellos por generación una naturaleza íntegra y pura, porque no la tienen. Por eso, en la plenitud de los tiempos, el Hijo divino eterno «por nosotros los hombres, y por nuestra salvación, bajó del cielo y se hizo hombre» (Credo). Y los ángeles anuncian a los pastores el nacimiento de «el Salvador» (Lc 2,11).

Él se dice enviado para «llamar a conversión a los pecadores» (Lc 5,32), comienza su predicación llamando al arrepentimiento (Mc 1,15), y termina su misión salvadora ofreciendo su vida en el sacrificio de la cruz «para el perdón de los pecados» (Mt 26,28). Ascendido Cristo al Padre, recibimos el Espíritu Santo, que hace nacer la Iglesia como «sacramento universal de salvación» (Vaticano II, LG 48, AG 1).

Jesús habla de salvación o condenación siempre que predica. Y lo hace precisamente porque su Evangelio es «la epifanía del amor de Dios hacia los hombres» (Tit 3,4). Sabe Jesús que, predicando así, va a sufrir por ello rechazo y muerte. Pero sabe también que, silenciando esa verdad, los hombres se perderán en sus pecados, y no vendrán a la felicidad temporal y eterna. Por eso continuamente en su predicación les advierte que en esta vida temporal se están jugando una vida eterna de felicidad o de condenación.

Las referencias implícitas del Evangelio a la alternativa salvación / condenación son numerosas y a veces muy claras; pero no las citaré aquí. Tampoco recogeré aquí los textos, bastante frecuentes, que solo hacen referencia a la salvación: expresiones como «entrar en la vida», o exhortaciones como «atesorad para vosotros en el cielo» (Mt 6,20; cf. 10,22; 22,30; Lc 10,20; 14,14; 19,9; 23,43; Jn 5,24) (cf. 08).

Las referencias explícitas del Evangelio a la posible salvación / condenación, o referidas solo a la condenación,son más de cincuenta distintas, referida cada una de ellas por uno o por varios evangelistas (08). Eso significa que nuestro Salvador predicaba dando a su Evangelio un fondo soteriológico permanente.

–Dos plantas se mezclan en el campo del mundo, trigo y cizaña. En la siega final, el trigo va al granero de Dios. Y «como se ata la cizaña y se arroja al fuego, así sucederá al fin del mundo» (Mt 13,30.39-40).

–Los sarmientos que permanecen en la Vid dan fruto. Pero «si alguno no permanece en mí, será arrojado fuera, como el sarmiento, y se secará. Los recogerán, echarán al fuego y arderán» (Jn 15,5-6).

–«Yo os lo aseguro: si vosotros no os arrepentís, todos moriréis igualmente» (Lc 13,3).

–El reino de los cielos es como red que pesca peces buenos y malos. Y así será «al fin del mundo: saldrán los ángeles y separarán a los malos de los justos, y los arrojarán en el horno de fuego: allí será el llanto y el rechinar de dientes» (Mt 13,47-50).

–Es angosta la puerta de la salvación y ancha la de perdición; «y son muchos los que por ésta entran» (Mt 7,13-14).

–«Uno le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: luchad para entrar por la puerta estrecha, porque yo os digo que muchos pretenderán entrar y no podrán» (Lc 13,23-29).

–El que come del pan celestial, que es Cristo, vivirá eternamente; el que no come su cuerpo ni bebe su sangre, no tendrá vida (Jn 6,51.53).

–«Si tu ojo te escandaliza, sácalo de ti: más te vale entrar en el reino de Dios con un solo ojo, que con dos ojos se arrojado al infierno, donde el gusano no muere, ni el fuego se apaga» (Mc 9,47-48).

–Hemos de utilizar bien los talentos recibidos de Dios. «Y al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el crujir de los dientes» (Mt 25,30).

–«Cuantos hicieron el bien saldrán para la resurrección de la vida; los que hicieron el mal, para la resurrección de la condenación» (Jn 5,29).

–«Venid, benditos de mi Padre, entrad a poseer el reino que os está preparado desde el principio del mundo… Y dirá a los de su izquierda: apartáos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y para sus ángeles… E irán al suplicio eterno, y los justos, a la vida eterna» (Mt 25,34.41.46).

–«Id por todo el mundo, predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y se bautizare, se salvará; el que no creyere, se condenará» (Mc 16,15-16).

Los Apóstoles predican el mismo Evangelio de Cristo. Recuerdan el aviso que le oyeron a su Maestro: «si alguien se avergonzare de mí y de mis palabras ante esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles» (Mc 8,38; cf. Lc 9,26). Por eso dice San Pablo: «no me avergüenzo del Evangelio, que es poder de Dios para la salvación de todo el que cree», sea judío o griego (Rm 1,10). Y lo mismo aconseja a sus colaboradores: «no te avergüences jamás del testimonio de nuestro Señor» (2Tim 1,8; cf. 2,15).

Los Apóstoles prolongan, pues, fielmente la misma predicación del Maestro, en fondo y forma, sin desfigurarla ni modificarla en nada. La predicación de los Apóstoles es la misma de Jesús. Ellos también, dando testimonio pleno de la verdad, vivificaron a los hombres y ocasionaron su propia muerte.

Los Apóstoles creen en el pecado original, y ven a la humanidad como un pueblo inmenso de pecadores, dignos de condenación eterna: «todos pecaron y todos están privados de la gloria de Dios» (Rm 3,23). Todos necesitan la salvación de Cristo, una salvación que solamente puede ser obtenida por la gracia de Dios. Ninguno sin ésta es digno de salvación; es decir, ningún hombre puede salvarse a sí mismo.

San Pablo distingue entre aquellos que «están en vías de perdición» y aquellos que, gracias a la cruz de Cristo, «están en vías de salvación» (1Cor 1,18). En su enseñanza, como en la del Maestro, siempre el tema de la salvación o la condenación está como un trasfondo decisivo:

«Tú, con tu corazón duro e impenitente, te estás acumulando cólera para el día de la ira, en que se revelará el justo juicio de Dios, el cual pagará a cada uno según sus obras: vida eterna a quienes, perseverando en el bien, buscan gloria, honor e incorrupción; ira y cólera a los porfiados que se rebelan contra la verdad y se rinden a la injusticia. Tribulación y angustia sobre todo ser humano que haga el mal» (Rm 2,5-9).

«Vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados, en los que en otro tiempo habéis vivido, siguiendo el espíritu de este mundo [mundo], bajo el príncipe de las potestades aéreas, bajo el espíritu que actúa en los hijos rebeldes [demonio]; entre los cuales todos nosotros fuimos también contados en otro tiempo, y seguimos los deseos de nuestra carne, cumpliendo la voluntad de ella y sus depravados deseos, siendo por nuestra conducta hijos de ira, como los demás [carne]. Pero Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos, por nuestros delitos, nos dió vida por Cristo: habéis sido salvados por pura gracia» (Éf 2,1-5).

Ésta es la predicación de la Iglesia en toda su historia, en sus Padres y Concilios, lo mismo que en sus santos: Crisóstomo, Agustín, Bernardo, Francisco, Ignacio, Javier, Montfort, Claret, Cura de Ars, Padre Pío. Es el Evangelio que, convirtiendo a los pecadores, forma un pueblo santo para el Señor.

La existencia del infierno ha sido afirmada por el Magisterio apostólico en repetidas ocasiones, también recientemente en el concilio Vaticano II (LG 48d). Y el Catecismo de la Iglesia Católica, recogiendo las enseñanzas bíblicas y magisteriales, dice así:

«Morir en pecado mortal, sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de Él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra “infierno”» (n.1033). «Jesús habla con frecuencia de la “gehenna” y del “fuego que nunca se apaga” (cf. Mt 5,22.29; 13,42.50; Mc 9,43-48), reservado a los que hasta el fin de su vida rehúsan creer y convertirse, y donde se puede perder a la vez el alma y el cuerpo (cf. Mt 10,28). Jesús anuncia en términos graves que “enviará a sus ángeles, que recogerán a todos los autores de iniquidad… y los arrojarán al horno ardiendo” (Mt 13,41-42), y que pronunciará la condenación: “¡alejaos de mí, malditos, al fuego eterno!”» (Mt 25,41) (n.1034).

¿Un infierno vacío? La hipótesis de un teólogo famoso, según la cual el infierno sería una mera posibilidad, nunca cumplida gracias a la misericordia de Dios, es inconciliable con la fe católica. Es cierto que la Iglesia nunca podrá declarar que determinados hombres están en el infierno, y en cambio declara infaliblemente, en las canonizaciones, que otros están en el cielo. Y es también cierto que la voluntad salvífica universal de Dios puede salvar a muchos hombres, aparentemente perdidos, «por los caminos que Él sabe» (Vaticano II, AG 7; cf. Dominus Iesus 20-22). Pero también sabe la Iglesia que algunos hombres se condenarán, porque Cristo lo anuncia en el Evangelio. Tanto en Oriente como en Occidente, en interpretación unánime durante veinte siglos, las palabras de Cristo se han entendido siempre como profecías de lo que realmente sucederá.

En su libro Más allá de la muerte (Ed. S. Pablo, Madrid 1996, pgs. 156-157), José Antonio Sayés dice: «Hoy en día, hay quien piensa que el infierno es una pura hipótesis, una mera posibilidad teórica, pero que de hecho no hay condenados». Sin embargo, la Iglesia sabe del infierno «por revelación que existe, que es eterno y que están en él no sólo los demonios sino todos los que rechazan su salvación y su perdón». Y citando al P. Cándido Pozo, S.J. (Teología del más allá, BAC, Madrid 1991, 3ª ed., pg. 454), recuerda Sayés que «cuando en el Vaticano II se abordó el tema del infierno, un obispo pidió que se dijera que de hecho hay condenados, y la comisión del concilio (que da la interpretación oficial) respondió que no era necesario, pues se dice [LG 48d], con las palabras de Cristo, que “irán”, “se condenarán”, lo cual supone que habrá condenados».

* * *

Los pecadores, la descendencia de Adán, están en un error mortal: piensan que pueden hacer de su vida lo que les dé la gana, sin que pase nada, es decir, sin sufrir castigos en ésta y en la otra vida. Con una ceguera espiritual insolente, creen los pecadores que, impunemente, pueden gobernarse por sí mismos, sin sujeción alguna al Señor Creador. Piensan que ellos mismos son dioses, capaces de decidir qué es bueno y qué es malo (Gén 3,5).

La autonomía de su pensamiento es, pues, total. Creen incluso que pueden renunciar al pensamiento racional, autorizándose el absurdo y abandonándose a las pensaciones, que más tienen de sensaciones que de pensamientos. Estiman que la gravísima obligación de dar culto público a Dios es puro cuento. Piensan que pueden hacer lícitos el aborto, los matrimonios homosexuales y lo que les venga en gana, con solo hacerlos legales. Creen igualmente que pueden permitirse vivir en el lujo, matando a otros hombres que, sin su ayuda, mueren de hambre y enfermedad. Piensan que en esta vida es perfectamente lícito no dedicarse a «hacer el bien», sino a «pasarlo bien». Y no temen, en fin, que su conducta pueda causarles penalidades tremendas en este mundo y eternas en el otro.

Ignoran que la maldad del hombre pecador es diabólica, en su origen y en su persistencia: es una cautividad del Maligno. No saben que «la maldad da muerte al malvado» (Sal 33,22). Y por eso, porque el Padre de la Mentira los mantiene engañados, por eso siguen pecando. Siguen pecando tranquilamente, mientras ningún predicador les diga la verdad por la Palabra de Cristo salvadora.

«Vosotros –les dice Cristo– sois de vuestro Padre, el diablo, y queréis cumplir los deseos de vuestro Padre. Éste es homicida desde el principio, y no se mantuvo en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y Padre de la Mentira. Pero a mí, porque os digo la verdad, no me creéis» (Jn 8,44).

Estos pobres pecadores, sujetos al Padre de la Mentira, piensan que, una de dos, o no hay otra vida tras la muerte, o si la hay, ha de ser necesariamente feliz y no desgraciada. Pero en todo caso, lo que les resulta inadmisible es que, finalmente, puedan sus obras malas acarrearles un castigo eterno. Se niegan a creer que sus obras del tiempo presente –tan pequeñas, condicionadas, efímeras, contingentes, aunque sean innumerables– puedan tener una repercusión eterna de premio o de castigo. Ni las filósofías ni las religiones saben nada con certeza sobre lo que pueda haber después de la muerte. Pero en el caso de que haya una pervivencia, los pecadores admiten que haya un cielo posible, pero se niegan a creer en absoluto en el infierno, pues ello les obligaría a cambiar totalmente su vida: su modo de pensar y su modo de obrar.

Jesucristo salva a los hombres des-engañándoles y diciéndoles la verdad por el Evangelio. Si por obra del Diablo, es la mentira la que introduce a todos los pecadores por la «puerta ancha y el camino espacioso», que lleva a una perdición temporal y eterna (Mt 7,13), por obra de Jesucristo, es su Verdad la que les muestra el único Camino que puede llevarles a la Vida verdadera en este mundo y a la salvación eterna.

Por eso Dios, compadecido de la suerte temporal y eterna de la humanidad, envía con todo amor a su Hijo: «tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3,16). Él ha venido al mundo «para dar testimonio de la verdad» (18,37), sabiendo que solo ella puede hacer libres a los hombres (8,32), libres del Diablo, del mundo, de sí mismos y de la muerte eterna.

Jesús predica una verdad que para los hombres será vida, y para Él muerte. Es, pues, el amor a los hombres lo que mueve a Cristo a decirles que no sigan pecando, que por ese camino van derechamente a su perdición temporal y eterna. Él ha venido a buscar a los pecadores, y para salvarlos de los terribles males que les aplastan y les amenazan después en la vida eterna, les predica del infierno «con frecuencia», como ya lo comprobamos analizando su Evangelio, y como dice el Catecismo de la Iglesia (n.1034).

Cristo revela a los pecadores con palabra fuerte y clara 1.- que después de la muerte hay una existencia eterna; 2.- que los actos humanos, conscientes y libres, realizados en la vida presente, tienen una repercusión eterna de salvación o de condenación, de felicidad o de desgracia. 3.-Y sabe Jesús que este Evangelio va a ocasionar su muerte.

Cristo viene al mundo, predica el Evangelio y entrega su vida en la cruz para salvar a los pecadores: para salvarlos del infierno y para conseguirles el cielo. Y todos los Apóstoles y los misioneros, para llevar adelante esa misma misión salvadora, entregan su vida, muchas veces en medio de grandes peligros y sufrimientos, sin excluir el martirio: Pablo, Martín, Bonifacio, Javier, Montfort, Vianney, P. Pío…

Cristo es rechazado hoy, como hace veinte siglos, porque amenaza con el infierno a los pecadores, llamándoles a conversión. Si Cristo hubiera desdramatizado la oferta de su Evangelio, si hubiera dado a éste una orientación solamente «positiva» –exhortando al amor de Dios y de los hombres, a la justicia, a la solidaridad y a la paz–, y en fin, si hubiera silenciado cautelosamente toda alusión trágica a las consecuencias infinitamente graves que necesariamente vendrán del rechazo de la Verdad y del Bien, los hombres lo habrían recibido, o al menos lo hubieran dejado a un lado, pero no se hubieran obstinado en matarlo, como lo hicieron entonces y lo siguen haciendo ahora.

El rechazo de Cristo Salvador es antes que nada un rechazo insolente de la mera posibilidad del infierno. El hombre pecador quiere mantenerse firme e inquebrantable en su convicción fundamental de que puede hacer de su vida lo que le dé la gana, sin tener que responder ante Nadie. Y sin que por eso vaya a pasar nada. Al menos nada catastrófico e irreversible. En otras palabras, el hombre rechaza a Cristo Salvador, afirmando que no necesita ser salvado de nada. Y a Cristo lo matan por avisar «con gran frecuencia» del peligro del infierno.

No entienden los pecadores que, precisamente por eso, hay que ver siempre el Evangelio de Cristo como una «epifanía del amor de Dios hacia los hombres» (Tit 3,4), tanto cuando les declara el amor inmenso que les tiene Dios misericordioso, como cuando les manda amar a Dios con todas las fuerzas del alma, o cuando les ordena temer «a quien tiene poder para destruir alma y cuerpo en la gehena» (Mt 10,28).

Ésta es la explicación principal de que hoy en tantas partes la predicación del infierno sea sistemáticamente silenciada: el horror a la Cruz. De ahí se derivan la infidelidad de tantos cristianos, que han perdido el temor de Dios, la ausencia de vocaciones y la no-conversión de los pecadores, que persisten tranquilamente en sus pecados.

Reforma o apostasía. No nos engañemos al pensar en una «nueva evangelización», ciertamente necesaria y urgente. Es imposible evangelizar si no se avisa claramente a los hombres de la posibilidad de una salvación o de una condenación eternas. Si esta verdad se omite, los hombres seguirán pecando sin temor a nada. Un Evangelio sin soteriología es falso, y no tiene poder alguno para salvar a los pecadores, es decir, a los hombres. No da plenamente la verdad, la única que puede salvarlos de la cautividad del Padre de la Mentira (Jn 8,45). La Iglesia, por ese camino, dejaría de ser «sacramento universal de salvación», para transformarse en una gran Obra universal de beneficencia. Y si es verdad que no se predica el Evangelio allí donde se silencia sistemáticamente la alternativa salvación / condenación, eso significa que hoy el Evangelio se predica muy escasamente.

La ruina de las Iglesias descristianizadas procede principalmente del silenciamiento vergonzante de la posibilidad de cielo o infierno. Las Iglesias locales que se avergüenzan del Evangelio, no lo predican, y se van descristianizando más y más. Es un proceso que parece obvio. Y sin embargo –aunque parezca increíble–, a veces algunos se preguntan, como si fuera un enigma indescifrable, sobre la falta de vocaciones, el absentismo masivo a la Misa, etc.: «Qué misterio… ¿Qué querrá Dios?»… Ignoran, según parece, las causas de esas ruinas eclesiales. Ignoran que al renegar una Iglesia de su misión doxológica y soteriológica, pierde su razón de ser, no tiene por qué existir y perdurar, como no sea en un pequeño Resto que permanece fiel. Reforma o apostasía.

Finalmente. ¿Estiman ustedes que es lícito omitir sistemáticamente en la predicación, en la catequesis, en la teología, toda alusión a esa dimensión soteriológica sin falsificar profundamente el Evangelio? ¿Piensan que esa omisión es hoy frecuente en no pocos ámbitos de la Iglesia? Y en caso afirmativo: ¿conocen ustedes alguna causa más grave que explique mejor la falta de vocaciones, el abandono masivo de la Misa dominical, la frecuente parálisis evangelizadora de las misiones, la anticoncepción generalizada, la mundanización de los cristianos y las numerosas apostasías?

Hace unos días, después de que el Papa Benedicto XVI hizo el anuncio de su dimisión, Mons. Luigi Negri (1941-), Arzobispo de Ferrara-Comacchio, afirmaba en una entrevista: «La Iglesia tiene ahora necesidad de un Papa que proceda, en modo riguroso y veloz, a una reforma intelectual y moral de la Iglesia misma, pero en primer lugar del episcopado y del clero».

Reforma o apostasía.

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

33 comentarios

  
José Carlos
Pregunta don José María: ”¿Piensan que esa omisión es hoy frecuente en no pocos ámbitos de la Iglesia?”
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Efectivamente, es muy frecuente omitir la dimensión soteriológica de la Iglesia e incluso de su dimensión doxológica.
Del cielo se habla a veces, del Infierno y el Purgatorio: nunca.
Parece que se ha cambiado esos fines queridos por Cristo para su Iglesia, por el fin propio de la Terapia clínica: el Bienestar psicológico de los fieles, que estén contentos, en paz ”espiritual”, no sea que se asusten si se habla del Infierno.

20/02/13 9:54 AM
  
José Carlos
La moral tradicional define el Pecado como “aversio a Deo et conversio ad creaturas” (dar la espalda a Dios y convertirse a las criaturas).

En no pocos ámbitos eclesiásticos hay un olvido cierto de Dios, junto con una focalización a la Criatura, pero ni siquiera dirigida a su salvación eterna, sino simplemente al bienestar material y psicológico. Un auténtico desenfoque de los fines de la Iglesia. Un cambio de la visión tradicional Teocéntrica a una nueva visión Antropocéntrica.

¿No recuerda todo eso a la “aversio a Deo et conversio ad creaturas”?
20/02/13 12:09 PM
  
María
Oh, Espíritu Creador, asiste propicio a la Iglesia Católica,...robustécela con Tu Soberana Virtud y defiéndela de todos los ataques de sus enemigos; Renueva con Tu Caridad el espíritu de Tus siervos que ungiste con Tu Gracia, para que en Tí sea Glorificado el Padre y Su unigénito Hijo nuestro Señor. Amén
20/02/13 5:06 PM
  
omar carella
soy diacono permanente y le aseguro que cuando realizo los bautismos, algunos para mas de 400 hermanos alejados de la practica de la Santa Misa, las palabras que pone el Espíritu Santo pone en mi boca son precisamente que solo son dos los caminos uno al cielo y el otro al infierno, y suelo preguntar ellos en cual creen estar, porque si van a misa y no comulgan el Cuerpo y la Sangre del salvador, porque si creen que ser buen padre, o madre, ser buen hijo/a, eso no hace la diferencia porque los malos también lo son, la diferencia es comulgar el pan divino en gracia de Dios, y Él hace los cambios de dentro hacia fuera.
20/02/13 5:06 PM
  
Josafat
Lo curioso es que todas las religiones, ya sea tradicionales o las del tiempo axial, creen en la posibilidad de un castigo eterno que se deriva de la aplicación de la Justicia.

Todo eso esta oscurecido en nuestros días. A veces aburre vivir en una epoca tan materialista.
20/02/13 5:22 PM
  
estéfano sobrino
"Cristo es rechazado hoy, como hace veinte siglos, porque amenaza con el infierno a los pecadores, llamándoles a conversión".

Dentro del acierto general, la frase me parece mejorable.

Tengo la impresión de que la Iglesia insiste en que los condenados "se condenan a si mismos", por no aceptar la salvación de Cristo. Que Cristo más que a un juez implacable se parece a un bombero intentando sacar a la gente de un edificio en llamas (que nosotros mismos hemos provocado)... y que no puede sacar de ahí a los que no quieren salir.

En este sentido, que ayuda a entender la voluntad salvífica universal de Dios, y lo dañino que es para cada uno desobedecerle, en vez de "amenaza" sería más claro algo como "alerta de".

De todos modos, en la Iglesia hay mucha tradición de Cristo-Juez, la "amenaza" también se puede bienentender, y la idea importante del texto (el rechazo del infierno por parte del mundo) se mantiene igual.

Pero basta mirar un poco alrededor, y a lo largo de la historia, para ver que la humanidad es experta en fabricar "infiernos en la tierra".

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JMI.-Como verá, en el artículo empleo más los términos avisar y semejantes. Como si una madre le dice a un niño chico: "No toques esa estufa que te vas a quemar". Lo dice porque le ama, quiere su bien y desea evitar su mal.
20/02/13 6:28 PM
  
José Manuel Zubicoa Bayón
"¿Conocen ustedes alguna causa más grave que explique mejor la falta de vocaciones, el abandono masivo de la Misa dominical, la frecuente parálisis evangelizadora de las misiones, la anticoncepción generalizada, la mundanización de los cristianos y las numerosas apostasías?"
No se han saneado las órdenes y congregaciones religiosas. Así como se ha empezado a sanear en el pontificado de Benedicto XVI el episcopado, con nombramientos como obispos de los que promueven lo sobrenatural y su conexión con la vida. Y así como se empezó a sanear el clero secular desde el pontificado del beato Juan Pablo II, con el resultado de que el porcentaje de curas buenos (sacerdotes según el Corazón de Jesús) es hoy mucho mayor entre los curas jóvenes que entre los viejos. Y los teólogos más descreidos son viejos. Aunque algunos muy veteranos son muy buenos y mejoran con la edad, como a la vista está.
Los colegios estaban y están en manos de órdenes religiosas. Y las vocaciones que Dios suscitaba y suscita eran cultivadas en los colegios. Hagan un recuento mental los mayores de 50 años de los que en su curso llegaron a ser sacerdotes o religiosos. Antes había 3 ó 4 en cada curso. Un seis u ocho por ciento. Y casi todos los alumnos de esos buenos religiosos éramos creyentes y practicantes y muchos lo seguimos siendo.
Las órdenes religiosas eran desde su fundación los núcleos de los más fervientes apóstoles y lo siguieron siendo hasta que hace cincuenta años empezaron a ser corrompidas por la falsificación del Concilio. El demonio sabía lo que se hacía. Los últimos Papas también han sabido y han empezado a hacer lo que hay que hacer.
20/02/13 6:34 PM
  
Ruiz R
Si algo podemos decir del Demonio es que es inteligente, por ello, la incesante lucha que mantiene con cada uno de nosotros de forma personal, denota que ya le ha dado frutos en el pasado. No sería inteligente sostener esa lucha durante milenios sin ninguna alma atrapada.

Pena del iluso que al levantarse ni considera que SÍ hay alguien que le desea y tratará de alcanzarle lo peor.
20/02/13 9:16 PM
  
leibnitz
Qué razón tiene, padre José María.
Si yo tuviera que creer en el sucedáneo de cristianismo que la mayoría de bautizados que conozco dicen practicar no tendría más remedio que rechazarlo; y sin otro conocimiento probablemente me haría furibundo anticristiano. Rechazar algo falso no es reprobable; no creer en un Cristo inventado no puede extrañar a nadie. Lo que sí puede llegar a maravillar es la bondad del Señor que sigue sosteniendo con su Amor providente a la Iglesia pese a la falsificación masiva perpetrada por no pocos fieles laicos, consagrados y ministros sagrados.
En la línea que usted transita creo que no hay ningún misterio en que los jóvenes en su mayoría pasen de la Iglesia sino en que los católicos no hayamos desaparecido por completo junto con nuestras sociedades relativistas.
Bendita sea la Madre de Dios.
Gloria a Dios.
20/02/13 9:40 PM
  
kepa
Pues yo creo que urge una postura clara sobre el peliagudo asunto del infierno. A veces se nos dice que Dios nos juzgará según nuestras obras -siempre tan lamentables- y si no estamos en gracia nos condenará.

A veces se nos dice que Dios siempre nos dará una última opción de arrepentirnos -yo creo en esta última opción-.

Ambas posturas son opuestas, y crean formas de ser cristianos opuestas.

Si es la segunda opción, realmente, visto desde una perspectiva humana, sí que pareciera que da igual llevar una vida u otra, que al final, un arrepentimiento de última hora nos llevará, como mucho, al purgatorio.

Pero es que la primera opción es terrorífica; ya pueden todos los curas del planeta hablar del amor de Dios todo lo que quieran, que amores así dan miedo.

A mi me da igual que haya infierno o no, a estas alturas. Creo que llevaría una vida muy parecida, intentando siempre con escaso éxito ser un buen cristiano.

¿Es teológicamente razonable pensar en que Dios siempre nos da la opción de salvarnos, de forma que solo se condenarían los que odian a Dios -que hoy no son pocos-?

Creo que ese planteamiento es perfectamente aceptable por cualquier persona, mientras que el contrario nos rechina a la mayoría, seamos cristianos o no.

Perdón por la extensión, pero me resulta un tema muy complicado. Gracias.
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JMI.-La misericordia de Dios actúa hasta el último instante de la vida humana, pues no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.
21/02/13 12:41 AM
  
kantabriko
Logico que la espiritualidad del hombre este dada en dos principios ,el hombre, es mente ,es alma y es espiritu ,sin embargo para el hombre de hoy muchas veces le es imposible reconocer de que en el cielo hay un reino de dios y de que alli angeles y las huestes celestiales gobiernan , dimension o mundo, desconocido por todos visiblemente pero espiritualmente existente ,la existencia de los angeles esta mas que demostrada en hechos veridicos , un cordial saludo .
21/02/13 12:43 AM
  
Maricruz Tasies
Hola, padre I.
Hace días no lo saludo.
Le hago llegar por este medio mi gratitud y cariño.
Bendiciones,
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JMI.-Bendición, MCruz.
21/02/13 12:51 PM
  
estéfano sobrino
Para Kepa: a veces viene bien recordar en qué consiste el cielo: sumergirse en el infinito amor de Dios.

No consiste en "un estado placentero que llega después de la muerte", "el descanso del guerrero después de la batalla"... aunque estos puedan ser aspector colaterales interesantes para algunos.

El que en esta vida "pasa totalmente" del amor a Dios es muy difícil que "sintonice" con ese amor tras su muerte: el cielo se le haría un infierno.

(Conste que el amor a los demás sirve para ir logrando esa sintonía: lo que hicisteis a uno de estos necesitados, Conmigo lo hicisteis...)

Yo creo que el asunto no es tan peliagudo: Dios nos juzgará según nuestras obras: vale. Pero ¡no sólo nuestros pecados!, también según nuestros arrepentimientos y confesiones, que para eso están.

Al final yo creo que, en primera aproximación, uno muere como vive: si durante la vida se esfuerza en buscar el amor de Dios, bien terminará, aunque por el camino muchas veces meta la pata... y recomience.

Pero si durante la vida uno no para de buscarse a sí mismo, ve a Dios como un castigador que le impide hacer la propia voluntad, etc.... está fabricando un lastre del que será muy difícil librarse.
21/02/13 1:24 PM
  
Emiliana
Dios es infinitamente MISERICORDIOSO, pero infinitamente JUSTO. Asi que si la intención más intima del alma no está impregnada por el sentido doxológico y soteriológico, tal vez se condene.

Recordemos el evangelio cuando muchos le dicen a Jesús que ellos estuvieron en sus cosas, y El les contesta, Apartados de mi....esto es para pensar!...igual el evangelio de las virgenes necias, finalmente les cerraron la puerta, no tenína aceite cuando llegó el esposo. Qué será ese aceite???

Padre a sus preguntas, le responde justamente Juan Pablo II:

"Reconociendo las buenas razones de sus preguntas, hay que responder honestamente que Sí: el hombre en cierta medida está perdido, se han perdido también los predicadores, los catequistas, los educadores, porque han perdido el coraje de amenazar con el infierno. Y quizá hasta quien los escuche haya dejado de tenerle miedo."(Cruzando el umbral de la esperanza pag 191).

Con esta respuesta nos damos cuenta, que la causa de nuestros males es el silenciamiento casi total en el que tienen las verdades referentes a las postrimerias del alma, y nos hacen creer que el paraíso está en la tierra, y también el infierno, inmanentismo actúal, por creerse sabios se hiciento necios.

Bueno padre, me alargue mucho, pero que Sí, REFORMA O APOSTASÍA, que Dios nos conceda un Papa, que la empiece o más bien la siga...En fin la Providencia Divina tiene todo bajo su infinita sabiduria.
21/02/13 2:10 PM
  
Ricardo de Argentina
"Parece que se ha cambiado esos fines queridos por Cristo para su Iglesia, por el fin propio de la Terapia clínica: el Bienestar psicológico de los fieles, que estén contentos, en paz ”espiritual”, no sea que se asusten si se habla del Infierno."
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Padre, a propósito de estas palabras suyas le contaré una breve anécdota:
Llevábamos a una de nuestras hijas a un Jardín de Infantes católico, un Colegio Parroquial, con cuyo párroco y responsable manteníamos muy buenas relaciones.
Una tarde al retirar a nuestra niña se acerca el párroco y nos apostrofa. ¿Qué había sucedido?
Pues que mi hija, con la misma naturalidad conque se hablaba en casa, les explicó a sus compañeritas de 5 años la realidad del infierno.
Una de estas niñas le contó lo que le dijo mi hija a su mamá.
La mamá se fue a quejar a la Directora porque según ella, mi hijita "había asustado" a la suya.
La Directora se fue al Párroco a quejarse de que nuestra hijita "estaba asustando" a sus compañeritas.
Y entonces ýa tenemos el Párroco apostrofando a los padres de la niña que había asutado a sus compañeritas.
¿Sabe lo que nos dijo el Párroco? Que debíamos decirle a nuestra hija que no mencionara esas cosas en el Jardín porque sus compañeritas "se asustaben".
Nuestra respuesta fue la siguiente: "Padre, usted sabe que esas cosas que dice nuestra hija son ciertas, ¿cómo le vamos a impedir que las comunique?"
El cura ensayó un argumento tipo "Bueno, pero que se cuide de mencionar esas cosas en la escuela." Y se fue muy enojado contra nosotros, que "le creábamos problemas".
Por supuesto que no le dijimos ni mú a nuestra hija, ni siquiera la felicitamos como hubiésemos tenido deseos para no echar más leña al fuego.
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JMI.-Los padres de la niña asustada y su párroco debieran poner en el más próximo Juzgado de Guardia una denuncia contra la Sma. Virgen María, por haberles facilitado en 1917 a los niños de Fátima una visión del infierno. Pobrecitos.

Aunque quizá "el delito" haya prescrito.
21/02/13 4:41 PM
  
Nunca es tarde
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JMI.-En varias ocasiones, también ahora, he tenido que eliminar su comentario.

Le ruego, señor Nunca es tarde = Roberto = Asombro = un amigo... etc.
que use solamente un pseudónimo. Es lo correcto.

Gracias.
23/02/13 9:18 AM
  
enric
Existe el cielo, el purgatorio y el infierno.

Nuestra alma, desde que Dios la creó, se halla siempre en uno de esos 3 estados.
De hecho este mundo es un Purgatorio en el cual podemos percibir el cielo cuando estamos en plena gracia de Dios y en comunión con Él y también el infierno cuando nos alejamos de Él y antes o después somos plenamente conscientes de ello.

El cielo es aquel estado en el cual nunca jamás osan entrar los pesares.
El purgatorio es un viaje hacia la perfección del alma, que, al final, hará que ya nunca más, en el cielo, osen entrar los pesares.
El infierno es la negación de Dios y la apertura a todos los pesares. Aunque como dice el refrán: “la fruta prohibida es dulce al principio pero amarga al final”. Y ahí reside la tentación de Satanás que nos puede atrapar sutílmente de mil maneras. Pero también el mundo bajo la hipnosis de Satanás nos puede alejar de Dios con la tentación del dinero, el poder, la fama, etc.
Desde mi punto de vista cuando Dios creó a los ángeles, a los seres humanos y a todas las especies y universos tenía un plan.
La libertad es la base del plan. Y cuando hay libertad hay elección. Cuando hay elección hay polaridad. Cuando hay polaridad se pierde la Unidad. Pero Dios es Amor y la Fuerza del Amor es superior a la del odio, a la del ego y “finalmente” todo volverá a la Unidad pero conservando la individualidad.
El infierno es eterno, en tanto en cuanto, es eterna nuestra libertad para negar a Dios. Ahí reside la Grandeza de Dios en que podemos amarLe o no.
Si partimos que Dios tenía un plan, en ese plan Dios sabía perfectamente qué podía ocurrir, qué ocurre y qué ocurrirá., todo forma parte del Eterno Presente en el cual nuestra alma va evolucionando en sabiduría y amor hasta alcanzar desde la libertad la perfección y volverse a unir a Dios.

Un ser creado por Dios que comprenda de una manera completa que el infierno es la apertura a todos los pesares y que el cielo es justo lo contrario, no puede, desde la imagen y semejanza de Dios, elegir con absoluta conciencia el infierno eternamente.
Puede ser tentado por Satanás, puede ser envuelto por el entorno del mundo. Puede ser arrastrado por la corriente dominante del medio en el que ha nacido y vive. Pero en el momento final de su vida no puede elegir el mal y el sufrimiento de sí mismo salvo que esté poseído por el demonio, las drogas etc.
Luego con Plena Conciencia, con una Conciencia próxima a la de Jesús, no puede elegir el mal.

Creo que esa es la base fundamental del Plan de Dios y por ello, la inmensa mayoría, como afirma el SPBXVI, iremos al Purgatorio.
La pregunta clave es: ¿cuánto estamos dispuestos a sufrir?....Pero internamente, no externamente, pues Dios nos da libertad para ello y tiempo para que aprendamos y para que transformemos nuestra conciencia cada vez más próxima a la Conciencia que residía en Jesús y entonces nos unimos a Dios en el Amor y se obra el milagro de ser en la Unidad pero conservando la singularidad.

Un abrazo.


23/02/13 10:56 AM
  
Ricardo de Argentina
"Creo que esa es la base fundamental del Plan de Dios y por ello, la inmensa mayoría, como afirma el SPBXVI, iremos al Purgatorio. "
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Enric, ¿dónde el Papa ha dicho que "la inmensa mayoría" iremos al Purgatorio?
¿La inmensa mayoría de los que se salven, quizás?
23/02/13 10:30 PM
  
enric
Ricardo:

Únicamente los grandes santos van directamente al cielo en su máxima expresión (ya que hay muchas moradas). Siempre hay algo que purificar en nuestro corazón y algo que perfeccionar en nuestra alma.

Respecto del infierno me cuesta creer que alguien conscientemente de lo que significa, desee la apertura a todos los pesares. No obstante, el ser humano es contradictorio, pero habría que ver el fondo de la contradicción y en qué términos exactamente se circunscribe.

Luego es lógico que la inmensa mayoría iremos al purgatorio.

Lo he leído en algún texto de las audiencias de los miércoles o de alguna homilía. Es más, escribí algún comentario a partir del texto. Si tienes especial interés lo buscaré aunque no sé cuándo lo encontraré.

Un abrazo.
24/02/13 12:02 PM
  
pedro de madrid
Lo que voy a decir no es nuevo pero, no obstante, asisto a algunas misas de funeral y algún sacerdote se pasa con elogios hacia el finado, se que es un tema sumamente delicado porque el único que condena es Dios, personas que poco asisten a misa y despúes... La homilía del funeral de la persona que no es muy de iglesia, creo yo, debe circunscribirse a la misericordia del Señor Jesús y como debemos de prepararnos los presentes para dar este paso (fallecimiento) y lo que nos jugamos. Gracias
24/02/13 9:24 PM
  
Alf_3
Yo creo que sí exiten personas adoradoras del demonio, que rechazan a Cisto y toda su predicación. Mientras que la mayoría somos pecadores desde netsra consepción, por el pecado original y sus secuelas en nuestra naturaleza. Esta vida es un peregrinar durante la cual,caemos en pscado con cierta frecuencia: cada quien su frecuencia. Qien más se esfuerza en estar en Comunión con Jesús, permanecer en su Gracia; le va siendo más fácil continuar así. Pero quien 'afloja' su actitud de entrega, poco a poco le es más difícil avanzar, más bien retrocede. De ahí que si alguien llega al final con flojedad, no le será muy sencillo arrepentirse seriamente; y será responsable de su flojedad, de ahí culpable. Por tanto, debemos ser vigilantes, porque no sabemos el día ni la hora. Si, confiando en que Dios nos dará oportunidad en el último momento, cometemos un serio pecado hoy, pues nos exponemos a mundanizarnos intensamente y llegar no preparados al umbral de nuestra vida. De esta manera, no es que odiemos al Señor, sino que nos 'entibiamos' y seremos vomitados.
Hay tantas promesas de un último buen momento- los 9 primros viernes, los 5 primeros sábados, el escapulario del Carmen, etc, etc- , pero si ABUSAMOS de ellas, considerando que al final me arrepentiré, cometemos pecado contra el Espíritu Santo, muy difícil para la Reconciliación.
Dios nos bendiga de caer en una tentación semejante. Es un gran engaño del Mentiroso.
Todo a Jesús por María. Todo a María para Jesús.
24/02/13 9:53 PM
  
María A.A.
Hace unos días fallecía un familiar. En la "negociación" de los cantos del funeral para el que se ofrecía a cantar un coro ajeno a la parroquia donde se iba a celebrar el sacerdote se negó a admitir uno de los cantos porque, aunque el texto era en latín y no lo iba a entender casi nadie, hablaba del infierno y esas cosas y, por Dios, "eso es preconciliar".
El infierno es preconciliar. ¡Toma ya! (y perdón por la expresión)
Esto es así en muchísimas parroquias. Y a los fieles que acuden a ellas se les está negando esta Verdad esencial que puede sumirles en la tibieza, en el pecado y, quién sabe si en la condenación...
Quiera Dios que el próximo Papa ponga fin al grandísimo problema de obediencia y falta de firmeza que sufre nuestra querida Iglesia.
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JMI.-En la Misa de hoy leemos a Daniel: "hemos pecado"... Hemos: nosotros. Se solidariza con el pecado de su pueblo, aunque él quizá no tenga pecados personales... que nosotros sí tenemos. Si fuéramos más luz, habría menos tinieblas en la Iglesia. Y se dirían-harían menos mentiras y pecados.
Oremos, María, oremos, oremos.
25/02/13 1:01 PM
  
Brideshead
Me alegro comprobar como el Papa dice que "Dios me ha pedido esto (la abdicación)". Me explico: Hace tiempo, cuando aún le seguía (dejé de hacerlo con los artículos tendenciosos sobre el mal llamado filolefebvrismo), leí Gracia y Libertad. Me llamó poderosamene la atención que le sacaran de su casillas, expresiones como "generosidad con Dios", "es cuestión de querer", "Dios te pide". Frases que a uno que ya tiene cierta edad y ciertas lecturas a sus espaldas, no le plantean ningún problema teológico (siempre que sean bien entendidas). Son frases leídas ni más ni menos que en S. Fco. de Sales, S. Alfonso de Ligorio, mis maestros jesuitas Bernardino LLorca, Raúl Plus, Carlos Staehlin, Ángel Ayala, mis maestros tomistas Garrigou Lagrange, Royo Marín, etc. Y ahora se añade la afirmación papal. Si yo fuera Vd. y Vd. fuera yo, ¿con cuál de los dos criterios se quedaría? Pues eso hago yo.
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JMI.-Son MUCHOS más, incomparablemente, en la Biblia, la Tradición, el Magisterio, la Liturgia y los santos, y con razones mucho MEJORES, quienes emplean el lenguaje de donación siempre que hablan de Dios. Me quedo con ellos.

Dios concedió al hombre el don de poner un nombre a las cosas. El filolefebvriano existe de hecho. Y el darle nombre es un adelanto. De hecho son muchos quienes han asimilado el término. Es muy exacto.
25/02/13 3:45 PM
  
Ricardo de Argentina
Gracias Enric.
Me llamó la atención la frase porque los Papas no suelen hablar de proporciones de salvos y condenados, desde que no es un dato revelado. Y afirmar que "la mayoría" irá al purgatorio así, sin más, es afirmar paladinamente que la mayoría se salvará.
Y si apostamos a "la inmensa mayoría", pues ya estamos orillando la herética doctrina del "infierno vacío".
No habría dificultad en cambio, en aceptar que la inmensa mayoría de los predestinados pasará por la purificación purgante, de la que sólo se salva un puñado de santos ejemplares, parte de los cuales honra la Iglesia en los altares.
25/02/13 4:23 PM
  
enric
Ricardo:
He encontrado de la audiencia del 12 de Enero de 2011 de Santa Catalina de Génova:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/audiences/2011/documents/hf_ben-xvi_aud_20110112_sp.html

algo que va en la línea de lo que te he comentado:

“Catalina afirma que Dios es tan puro y santo que el alma con las manchas del pecado no puede encontrarse en presencia de la divina majestad (cfr Vita mirabile, 177r). Y también nosotros nos damos cuenta de cuán alejados estamos, cómo estamos llenos de tantas cosas, de manera que no podemos ver a Dios. El alma es consciente del inmenso amor y de la perfecta justicia de Dios y, en consecuencia, sufre por no haber respondido de modo correcto y perfecto a ese amor, y por ello el amor mismo a Dios se convierte en llama, el amor mismo la purifica de sus escorias de pecado”

También esto del Catecismo YOUCAT recomendado por el SPBXVI a los jóvenes (y no tan jóvenes) y que en el punto 53 incluso podemos ver que dice refiriéndose al infierno:

“Nuestra fe llama “infierno” al estado de separación eterna de Dios. Quien en la presencia de Dios ve con claridad el amor y sin embargo no lo acepta se decide por este estado. (1033-1036).
Jesús que conoce el infierno dice que son ´´las tinieblas de fuera´´ (Mt 8,12). Expresado en nuestros conceptos es seguramente más frío que caliente´´

También en el punto 161 sobre el infierno dice:

“....Si alguien en el momento de la muerte pueda de hecho mirar al amor absoluto a la cara y seguir diciendo no, no lo sabemos. Pero nuestra libertad hace posible esta decisión.”

Como puedes ver del concepto del infierno de los años 50 o 60 a los del último Catecismo Youcat hay algunas diferencias de matiz: No es un lugar sino un estado, y es seguramente más bien frío que caliente, por el alejamiento de Dios.

Señalar la frase de la audiencia:
“Y también nosotros nos damos cuenta de cuán alejados estamos...”

Nota: Hace bastante tiempo que escribí la frase que me comentas. Recuerdo que fue en la web de Religión en Libertad (allí he escrito en 3 años y medio cientos de comentarios) . Creo recordar que fue a partir de una noticia de hemeroteca de portada (es decir no de un blog o sección de opinión). Actualmente con la hemeroteca de Rel no puedo acceder pues no sale bien. He estado intentando a ver si fue por Enero del 2011 pero no puedo acceder.
En cuanto a lo que dices respecto de los “predestinados” es una opción, pero mi punto de vista va más en la línea del YOUCAT: “Si alguien en el momento de la muerte pueda de hecho mirar al amor absoluto a la cara y seguir diciendo no, no lo sabemos”.

Creo que es una contradicción que un alma creada a imagen y semejanza de Dios lo pueda decir. Pero también he comentado que el ser humano es contradictorio. Pero insisto, en este tema hay que ver el fondo de la contradicción cuando en un principio todo indique que existe.

Un abrazo
25/02/13 8:55 PM
  
José Carlos
Es verdad que Benedicto XVI, en la Encíclica Spe salvi, parece insinuar que lo “normal” es ir al Purgatorio:

“La opción de vida del hombre se hace definitiva con la muerte; esta vida suya está ante el Juez. Su opción, que se ha fraguado en el transcurso de toda la vida, puede tener distintas formas. Puede haber personas que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor. Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han pisoteado en ellas mismas el amor. Ésta es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se indica con la palabra infierno. Por otro lado, puede haber personas purísimas, que se han dejado impregnar completamente de Dios y, por consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas cuya comunión con Dios orienta ya desde ahora todo su ser y cuyo caminar hacia Dios les lleva sólo a culminar lo que ya son.
46. No obstante, según nuestra experiencia, ni lo uno ni lo otro son el caso normal de la existencia humana.”

(Benedicto XVI, Spe salvi, 45-46)

En el encuentro con sacerdotes y diáconos de Roma, celebrado el 7 de febrero de 2008, aclaró el sentido de estas palabras de su Encíclica:

“Dios crea justicia. Debemos tenerlo presente. Por eso me pareció importante escribir en la encíclica también sobre el purgatorio, que para mí es una verdad tan obvia, tan evidente y también tan necesaria y consoladora, que no puede faltar.
He intentado decir: quizás no sean tantos los que se han destruido de este modo y que son insanables para siempre, quienes no tienen más algún elemento sobre el que pueda apoyarse el amor de Dios, ya que no tienen más en sí mismos un mínimo de capacidad para amar. Esto sería el infierno.
Por otra parte, son ciertamente pocos – o mejor dicho, no demasiados – los que son tan puros como para poder entrar inmediatamente en comunión con Dios.”

26/02/13 9:45 AM
  
enric
Muchas gracias, José Carlos.

Aunque considero que hay cosas que no se deben hablar, considero también que en internet somos como “almas” y que el testimonio de nosotros llega y trasciende y por ello con respeto y con la esperanza de que se interprete bien, voy a expresar algo que me ha ocurrido estos días:

He buscado y me he sentido un poco agobiado por no poder responder con rapidez. He buscado incluso en el ordenador viejo, con el google, en la web.....
Todos los días medito y rezo antes de dormir y sólo levantarme. Le he pedido a Dios que me ayudara y de alguna manera he sentido en mi interior que Lo iba a hacer. Con gran alegría doy gracias a Dios y también a ti José Carlos y también a Ricardo de Argentina y al Padre José María Iraburu.

Un afectuoso abrazo a todos.
26/02/13 5:32 PM
  
José Carlos
De nada, Eric. Encantado de haberte sido útil.
26/02/13 10:05 PM
  
Juan Miguel
Un principio básico del derecho es que la pena ha de ser proporcional a la gravedad del delito. En el ámbito religioso, los pecados son de naturaleza temporal (se cometen en un tiempo y circunstancias limitados y finitos). Esta es una razón por la que me parece completamente desproporcionado un castigo infinito (el infierno perpetuo) por la comisión de un pecado finito. Hasta la mayor pena existente en el campo humano (la pena capital) tiene un fin. Por otro lado, ¿cómo es posible que un Padre, cuyo amor es inexorable, infinito y eterno, puede castigar a un hijo suyo a una pena tan terrible como la irrevocable separación y sufrimiento sin fin? Yo, como padre, sería incapaz de castigar a un hijo mío de una manera tan cruel. Y si así pudiera hacerlo, sería también mi propio fracaso como padre, y, por tanto, copartícipe de la condena de mi hijo.
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JMI.-La Cuaresma comienza con el rito de la ceniza: "convertíos y creed en el Evangelio". Nosotros creemos en la enseñanza de Cristo porque creemos que es Dios, y que nos amó hasta dar su vida por nuestra salvación, para que no vayamos al infierno, sino al cielo. Le creemos sin vacilación, con certeza.

"Los pensamientos y caminos de Dios distan tanto de los pensamientos y caminos de los hombres como el cielo de la tierra" (Isaías). Nosotros no alcanzamos a entender el castigo del infierno, ni la presencia real de Cristo en la Eucaristía, ni que haya Tres personas en un Dios único, y tantos misterios más. Pero nos fiamos más de la enseñanza de Cristo, enviado por Dios para nuestra salvación, que de nuestro propio pensamiento.

"Convertíos y creed en el Evangelio".
28/02/13 4:27 PM
  
David
Buenas noches padre.

Hoy, un señor, ha dado una charla, y dijo que Jesús había venido en primer lugar a salvar el cuepo, no el alma.

¿Me podría indicar algún enlace, libro, para poder prepararme ese punto y así poder contestarle?

Gracias.

Dios le bendiga.
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JMI.-No necesita documentarse mucho. Le basta con el Evangelio, en donde Cristo dice que viene a buscar a los pecadores para llamarles a conversión y darles su gracia para que puedan alcanzarla, pues sin Él no podemos nada. Con eso le basta. El Bautista lo presenta al pueblo como "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Vino a eso. Y para de ese modo hacernos hijos de Dios, deificarnos.
09/03/13 2:51 AM
  
Luiscar
Bueno,Juan miguel ,con permiso del Padre Iraburu ,¿como es posible que un hijo rechace el Amor y perdon del padre,por que piense,en su orgullo,que no tiene nada de lo que ser perdonado?.
La naturaleza del orgullo,es antagonista del Amor,la naturaleza de la soberbia,antagonista de la humildad,por tanto,si el hombre se obstina en amar mas las tiniebblas que la Luz en este destierro,y rechaza el llamado a la conversion de la naturaleza caida,¿como podra estar delante de Dios si aborrece la Santidad?.
Cristo no ha venido a condenar a nadie a pasar la eternidad separados del indecible Amor de la Presencia Dios,por el contrario,a condenado a la naturaleza pecadora a la crucifixion,para mostrarnos que en el seguimiento a la Cruz para clavar nuestras bajas pasiones,resplandece con una Luz inefable la Verdad de la Vida eterna,la Paz con Dios,los cielos abiertos de par en par,en sus brazos extendidos con Amor incomunicable con palabras;Misterio de la Fe.
"Y cuando sea levantado en alto,ataere a todos hacia MI".
Bendito seas Santisimo Señor,por que tu Palabra es Verdad ;"Yo soy el Camino,la Verdad y la Vida".
Damos Fe.

PD;Nadie que ame el Amor,puede estar separado de Dios.
El que ama al ego,ya esta en el infierno.

(Juan;3;19)"Y este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, pues sus acciones eran malas."

(Juan 8:12) "Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida."
Damos Fe.
20/03/13 9:53 PM
  
Anibal
Muchas almas se engañan gravemente asumiendo que mientras se confiesen continuamente pueden pecar libremente, sin riesgo de condenación. La confesión fue instituida por nuestro Señor Jesucristo, como medio para obtener la absolución de los pecaos. No obstante, para que sea válida, debe existir un arrepentimiento sincero, no necesariamente sensible, pero al menos, intelectual. Este arrepentimiento consiste en la firme resolución de no volver a pecar, esforzándonos al máximo por que así sea realmente, mientras recordamos que hemos pisoteada los sufrimientos atroces que ha padecido nuestro Señor Jesucristo para comprar nuestra salvación a un precio carísimo, y nos proponemos reparar en la medida de lo posible los males que hemos causados. Aquellos que lean este mensaje, deben saber que aún están a tiempo para enmendar sus vidas ante el señor, llamando a las puertas de su corazón misericordioso, encontrando un Padre amoroso, siempre dispuesto a perdonar y olvidar. Pues nuestro señor Jesucristo le recuerda a Sor Faustina Kowalska que su corazón es un abismo de misericordia. Pero que nadie se relaje dejando la salvación para mañana, pues cualquiera que esté en pecado mortal esta misma noche puedes caer imprevistamente en el infierno.
26/10/13 6:34 AM
  
Eclessiam
Padre, le quiero comentar una cosa que me asusta un poco, pienso que éste es el mejor lugar. Auguro que no tiene materia doctrinal, pero si hay algo que usted pueda aclarar, le agradecería.

El caso es que, reflexionando en los hombres de estos tiempos, y en el contacto que con ellos tuve, me he asustado de encontrar ciertas cosas tremendamente diabólicas, si me permite la expresión.

He conocido a un joven, bautizado y confirmado, que sabiendo perfectamente cómo se comete un pecado mortal, lo que es, y cuales son las principales materias, me ha llegado a decir: «Yo sé perfectamente lo que estoy haciendo, soy muy consciente de eso» Y sigue en su vida de pecado, sin que nada le inmute.

A otra persona, que de fuera parece común -sin antecedentes, sin pasado criminal, sin absolutamente nada fuera de lo normal- he llegado a ver cómo reaccionaba con un odio demoníaco hacia los sacerdotes, lanzando terribles insultos hacia ellos.

Finalmente, a otra persona, muy parecida a la primera que le he comentado, ha llegado a decir que, sin ninguna intención de salir de su situación de pecado mortal, sabe perfectamente y es plenamente consciente de las penas eternas que le acarrea. Pero ni fú ni fá. Inmutable.

Recuerdo eso de san Pablo: "Pues nosotros somos para Dios el buen olor de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden:"
II Corintios, 2

Pero, con todo, padre, ¿es posible que estemos viviendo en una época en que los hombres no desean salvarse? ¿En la que incluso aunque se le presente claramente el camino de salvación, se nieguen rotundamente a ello y no quieran salvarse? Creo que Jesús le había dicho esto a Santa Teresa de Calcuta, que Él quiere salvarlos pero los hombres no quieren.
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JMI.-Los designios de la Providencia divina son inescrutables.
25/08/17 12:42 AM

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