La declaración de los sacerdotes alemanes y los divorcidados
Algunos días atrás nos enterábamos de la decisión de los sacerdotes alemanes, de cometer sacrilegio sistemático y atraer el juicio de Dios sobre innumerables almas. Es importante dar a conocer estos hechos y no olvidarlos, por su gravedad, pero desde un punto de vista catequético, también es necesario denunciar la enorme oportunidad perdida para explicar la doctrina católica, que implica esa decisión.
Me refiero a que, en general la Iglesia es sumamente incomprendida en sus doctrinas y decisiones por el mundo, y en particular la instrucción de no admitir a la comunión a los divorciados vueltos a casar, parece ser el prototipo de las decisiones arbitrarias. Parece una medida innecesaria y dolorosa, impuesta por una clase sacerdotal inflexible y retrógrada, sobre los hombros de los pobres laicos, particularmente aquellos que soportan el sufrimiento de un fracaso matrimonial, y encima se ven privados del consuelo que supuestamente debe otorgar la religión.
Lo que ha hecho este grupo de sacerdotes equivale a responder “sí, tienen razón, no es más que una regla tonta de la Iglesia", y, además de traicionar su ministerio, están dejando pasar una oportunidad única de hacer catequesis, porque, lejos de ser el antojo de algún viejo encerrado en el Vaticano y sus siniestros consejeros, esta norma en particular es la consecuencia lógica de la doctrina relativa, no a uno, sino a tres sacramentos, de modo que simplemente no está abierta a discusión.
Más y mejor se ha escrito sobre el tema, por acá, como en Divorciados vueltos a casar, ¿Pueden comulgar los divorciados?, Las parejas en nueva unión, etc., pero si lo dejáramos ahí, este blog no cumpliría su labor.
Partamos por la eucaristía, cumbre y fuente de la vida cristiana, como enseño el Concilio Vaticano II. Mucho se ha escrito acerca de este supremo sacramento, pero para nuestra exposición, basta anotar que, conforme al doctrina universal y dogmática de la Iglesia, es el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de NSJC, y de ello se sigue lógicamente que es lo más sagrado que existe, pues es Dios mismo. Ahora bien, es evidente que, sabiendo esto, nadie que esté en pecado querría acercarse a la eucaristía.
Puede parecer que exagero, pero tengo en mente las palabras de San Pablo, en 1 Cor 11:
26 Y así, siempre que coman este pan y beban esta copa, proclamarán la muerte del Señor hasta que él vuelva.
27 Por eso, el que coma el pan o beba la copa del Señor indignamente tendrá que dar cuenta del Cuerpo y de la Sangre del Señor.
28 Que cada uno se examine a sí mismo antes de comer este pan y beber esta copa;
29 porque si come y bebe sin discernir el Cuerpo del Señor, come y bebe su propia condenación.
En conclusión, podemos decir que la enseñanza tradicional católica y el testimonio claro de la Escritura son categóricos: no recibes la eucaristía si estás en pecado mortal, y si lo haces arriesgas la condenación de tu alma, y quien dé paso a que esto suceda, comete sacrilegio, es decir, la profanación de algo sagrado. Simple, claro, aterrador.
Para justificar la regla de no admitir a los divorciados vueltos a casar a la comunión, el paso siguiente es determinar qué opina Dios acerca de los que se encuentran en esa situación. Nuevamente el testimonio de la escritura es claro, especialmente en Mt 19:
8 Él les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era sí.
9 Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio».
No olvidemos que es Jesús quien habla aquí, respondiendo a una pregunta directa sobre el divorcio, derogando la ley entregada por Moisés al respecto (es decir, reclamando para sí autoridad que sólo corresponde a Dios), y dictando que esto de abandonar parejas y casarse por segunda vez es una cuestión grave.
Tal vez a nuestros oídos modernos, la sentencia de “comete adulterio” no suene tan severa, después de todo, “todo el mundo lo hace” ¿no? Pero no debemos olvidar que el adulterio era motivo de condena a muerte por lapidación en los tiempos de Jesús, y es la figura que la Escritura reitera una y otra vez para describir la idolatría, otra de esas conductas que están terminantemente prohibidas.
Si la cosa terminara ahí, nadie podría acusar a la Iglesia de ser injusta o ilógica, pero Dios nuevamente nos sorprende, da un paso más hacia nosotros, y establece el sacramento de la reconciliación. Para acceder a la misericordia que se nos ofrece por este medio, es lógicamente necesario reconocer libremente que tenemos necesidad del perdón, pues de otro modo se estaría imponiendo algo que no queremos ni pedimos, anulando así nuestra libertad. Y esto es lo que muchos se niegan a reconocer.
No podemos dejar de anotar lo curioso que resulta que en otra época la Iglesia haya sido criticada por establecer la confesión como una “salida fácil” para los pecadores, mientras que hoy en día se la acuse de fariseísmo por poner este sencillo paso como requisito para admitir a los divorciados a la comunión. Lo cierto es que, al respecto, ella ha mantenido invariable su doctrina (contrición sincera, confesión, penitencia) por dos mil años, mientras que el mundo, la cultura, se bambolea de un lado para otro, cual borracho que se aferra a un poste cuando está a punto de caer.
La interconexión de estos tres sacramentos hace que la conclusión sea lógicamente ineludible: los divorciados vueltos a casar no pueden ser admitidos a la comunión mientras no se hayan confesado. La única forma de escapar de este argumento es derribar uno de sus tres muros: o la comunión no es el cuerpo y la sangre de Cristo, sino una mera celebración comunitara; o el matrimonio no esta divinamente instituido; o la confesión no es el medio ordinario de perdonar nuestros pecados. Desde luego, cualquiera de estas proposiciones por sí sola nos ubica fuera de la Iglesia.
En medio de esta debacle de RRPP, es entendible que la Iglesia sea vista como el villano de la historia, con una actitud fría e intransigente, y que lo “pastoral” sea suavizar las reglas y acoger a los pecadores. Sin embargo, ya hemos visto que la Iglesia no puede cambiar su dictamen, pues ello comprometería gravemente el mensaje que su fundador le confió. Desde este punto de vista, el problema va mucho más a fondo y es la pérdida del sentido religioso de la realidad. Es este sentido el que nos hace conscientes de la infinita perfección y amor de Dios, nos advierte acerca de la realidad y seriedad del pecado.
Es tentador quedar bien con todos, hablar de un enfoque pastoral de la cuestión, pero la Iglesia no puede hacer eso. Si un médico detecta una infección común en un paciente, pero se niega a darle tratamiento simple pero doloroso, y sólo le administra morfina, hasta que el enfermo muere, no podría el facultativo excusarse diciendo “¿Qué más podía hacer? Al menos le he evitado mucho dolor", y sin dudas sería justamente condenado por homicidio por negligencia.
Lo que muchas veces se nos propone hoy en día bajo el estandarte de un “enfoque pastoral” es precisamente eso: rendirnos a la infección que el pecado representa en nuestras vidas, y dejar que el alma se muera en medio de una felicidad artificial, provocada por el adormecimiento de la conciencia. La Iglesia no puede hacer eso, si quiere evitar el juicio de Dios.
14 comentarios
Lo cual en este caso implica terminar con la segunda union, o al menos, como admite la Iglesia, si el fin de la segunda cohabitacion traeria graves daños a los hijos nacidos en la segunda union, hacer el juramento solemne de no tener mas relaciones sexuales, o sea cohabitar como hermanos.
Estoy seguro de que el autor de este articulo tiene este punto bien claro, pero como no lo menciona explicitamente, crei conveniente hacerlo.
No pueden recibir "la eucaristía si estás en pecado mortal" ¿Quién dice que están en pecado mortal?t
¿Quién puede decir que están en adulterio?
Es un abuso sostener semejantes cosas.
La tradición de la Iglesia oriental tiene sobrados testimonios de haber hecho lo contrario a lo que hoy se hace. Incluso los padres orientales que llegaron al C. V. II, cuando se trató este tema, desconocían que la Iglesia occidental lo prohibía.
Felicito a todos los que hacen publica su disidencia con un magisterio de la Iglesia que puede ser distinto.
@ P. Daniel: Cité el texto de Mateo en que me baso para hablar de adulterio, y me parece muy claro ¿Cómo lo entiende Ud.?
Vamos a ver que dice la biblia en Samuel 12: 11:
Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa, y tomaré tus mujeres delante de tus ojos, y las daré a tu prójimo, el cual yacerá con tus mujeres a la vista del Sol.
Parece que al mismo Dios le mola esto del adulterio, eh?... ¿No ves esto tan claro como lo otro?
"Adulterio" es tener relaciones con una persona estando casado con otra, o con una persona que está casada con otra. El matrimonio es indisoluble. Por tanto, el que en vida de su cónyuge tiene relaciones con otra persona, y el que tiene relaciones con otra persona en vida del cónyuge de ésta, comete adulterio. Y el adulterio es pecado mortal, no venial.
En el texto de Samuel, si leemos con atención, vemos que Dios habla de traer "el mal" sobre la casa de aquel cuyas mujeres serán dadas al prójimo. Así que no lo ve como algo bueno. Es claro que lo malo que hay en ese acto Dios no lo quiere ni lo causa, sino que sólo lo permite, más allá del estilo literario del texto.
Como dice el blogger, dar la comunión a los "divorciados vueltos a casar" (propiamente hablando no son ni una cosa ni la otra, porque el divorcio no existe, dada la indisolubilidad del matrimonio) es fomentar la profanación eucarística y la comunión sacrílega, haciendo lo que está de su parte, el que así actúa, para lograr la condenación eterna de esas pobres personas.
Saludos cordiales.
Que cosas, che! Un ateo interpretando la Biblia. Que cosa notable!
mario, la enseñanza de Jesucristo es taxativa respecto al adulterio; esto es: el adulterio está condenado! Lo que Jesucristo hace es mostrar la doctrina sobre el adulterio y cómo, el que lo comete, está muerto a la Vida Eterna.
Lo que tu citas es una forma gráfica (tomada de la vida conyugal) para mostrar la fealdad del pecado y cómo el pecado lleva a la muerte y hasta el escarnio y la burla público, si se quiere. Aquí no se muestra la doctrina sobre el adulterio, sino la doctrina sobre el pecado.
Captaste la diferencia?
Saludos.
Me parece... o no creen en El??
Ruego por sus conversiones!
+
La clausura de excepción mateana, es clara, y por más que se la puede adornar, el adulterio en el matrimonio mata al mismo matrimonio por lo que una segunda unión no sería adulterio.
Tercero, el Papa J.P II, invitó a los matrimonios en esta situación a hacer LA COMUNIÓN ESPIRITUAL. En la tradición de la Iglesia la comunión espiritual exigía la misma preparación y disposición que la material. Por lo que si alguien puede hacer la comunión espiritual también puede hacer la comunión material. Parece que esta tradición de la iglesia fue olvidada por J.P II de lo contrario no lo hubiera dicho.
"un divorciado/a que se junta con otra persona y viven un amor verdadero no puede ser adulterio"
Vaya y reclame a Jesucristo el hecho de que "el que se divorcia de su mujer y se casa con otra comete adulterio. Y el que se casa con la repudiada, comete adulterio." A nosotros no nos diga nada.
¿Es Ud. sacerdote o canjeó el Orden Sagrado por chapitas? El matrimonio indisoluble es materia de Catecismo Elemental. Mejor regrese a catequesis.
Solo lo podría entender como una medida para intentar cambiar las normas desde dentro.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.