Philip Trower, La Iglesia Católica y la Contra-fe -17
La Iglesia Católica y la Contra-fe: Un estudio de las raíces del secularismo moderno, el relativismo y la descristianización
Por Philip Trower
Contenidos
Parte 1. La civilización occidental en los siglos XX y XXI: creencias centrales
Capítulo 1. Por favor use la puerta principal
Capítulo 2. ¿Qué fue la Ilustración?
Capítulo 3. Las denominaciones
Capítulo 4. El progreso perpetuo
Capítulo 5. Los principios de 1789
Capítulo 6. La salvación por la política
Capítulo 7. Los derechos humanos y los males humanos
Parte 2. Influencias secundarias
Capítulo 8. El cambio al sujeto humano en filosofía
Capítulo 9. El existencialismo: Heidegger y Sartre
Capítulo 10. El personalismo: Buber, Marcel y Scheler
Capítulo 11. El personalismo: Maritain y Mounier
Capítulo 12. La idea evolutiva
Capítulo 14. Mayormente sobre Freud
Capítulo 15. Principalmente acerca de Jung
Capítulo 16. El hombre en plural
Capítulo 17. LAS PALABRAS Y SU SIGNIFICADO
La lingüística, la semántica y las filosofías del lenguaje —el estudio de la forma en que usamos las palabras para comunicarnos entre nosotros— pueden parecer asuntos demasiado recónditos para tener mucha relevancia en el tema de este libro. Pero sólo tenemos que recordar que la revelación divina y la enseñanza de la Iglesia se transmiten a través de palabras para darnos cuenta de que las nuevas teorías sobre el significado de las palabras como signos o vehículos de significado bien podrían afectar la fe de los eruditos católicos, cuya ocupación es preocuparse por estas cuestiones.
Y de hecho, como espero mostrar en breve, eso es exactamente lo que ha sucedido. Siguiendo los pasos de algunos de los exponentes más destacados de esta rama de estudio, encontramos a ciertos teólogos católicos que llegan a la conclusión de que es imposible alcanzar la certeza sobre cualquier cosa excepto las proposiciones estrictamente científicas.
En la medida en que los temas antes mencionados nos han ayudado a ser más cuidadosos con la forma en que usamos las palabras o más sensibles a su significado, han hecho y sin duda continúan haciendo un gran servicio. Sin embargo, tomando el trabajo en su conjunto, muchas veces han terminado por hacer que la expresión de lo que queremos decir parezca más difícil en lugar de más fácil.
Comenzando con la lingüística, el estudio científico de la forma en que los idiomas se forman, se combinan, cambian y están relacionados, podríamos llamarla gramática y filología a la antigua con un nombre nuevo. Sin embargo, es una gramática y filología conducida con unas premisas bastante nuevas y con un territorio muy ampliado. Por un lado, ya no se asume que Dios dotó al hombre del habla desde el principio. El hombre empezó como un bruto y sus primeras palabras fueron gruñidos. Entonces, ¿cómo evolucionaron las palabras y cómo se entrelazaron gramaticalmente como habla? Y también, ¿cómo se relacionan con nuestros pensamientos?
Ciertas ideas principales se pueden encontrar desde los filósofos franceses Condorcet (1743-1794) y Maine de Biran (1766-1824), pero el lingüista suizo Ferdinand de Saussure (1857-1913) es generalmente considerado el padre de la lingüística moderna, en la que encontramos dos tendencias que no se excluyen mutuamente.
Una es ver el lenguaje como una especie de matemática con leyes y una vida propia que nos dicta nuestros pensamientos en lugar de ser el medio de su expresión. Sin palabras, según el argumento, es imposible formular nuestros pensamientos, y si no podemos formular nuestros pensamientos, no podemos saber lo que estamos pensando. Pero las palabras nos llegan del grupo lingüístico en el que nacemos. Por lo tanto, nuestros pensamientos siempre se expresan en una forma que no hemos creado nosotros mismos.
Ésta fue, durante mucho tiempo, una idea dominante en la “lingüística pura", pero fue modificada por Noam Chomsky (nacido en 1928), quien dio prioridad a las “estructuras profundas” (los pensamientos no formados) sobre las “estructuras superficiales” (el lenguaje). Él reconoció que los pensamientos son lo primero. También Gilson defendió la primacía del pensamiento sobre el lenguaje. En su Linguistique et philosophie [Lingüística y filosofía] señala el simple hecho de que a menudo tenemos que tachar y reescribir una oración varias veces antes de que exprese con precisión nuestro pensamiento. El pensamiento está ahí antes de que encontremos las palabras adecuadas con las que vestirlo.
La segunda tendencia ha sido considerar el lenguaje como un sistema de signos que reflejan patrones de comportamiento o necesidades. El animal humano juega “juegos de lenguaje"; para cada conjunto de actividades que organiza, usa los signos en un patrón diferente (una idea básica en sociolingüística). Los abogados juegan un tipo de juego, los programadores de computadoras otro. El culto tiene su patrón especial, diferente al de la medicina. Cada uno es un reflejo de la forma en que grupos de individuos “estructuran” sus vidas.
Hay que decir que ninguna de las dos tendencias hace mucha justicia a los propósitos primarios del lenguaje: reflejar la realidad y transmitir nuestras ideas sobre ella de una mente a otra.
Esto nos lleva al siguiente paso en la historia. Fue a partir de estos estudios y teorías sobre el lenguaje como un sistema de signos, su uso e historia, que se desarrollaron las filosofías del lenguaje o el análisis del lenguaje. Las filosofías del lenguaje se encuentran en una relación con la lingüística similar a la de la metafísica con la física. La lingüística proporciona el asunto sobre cuyo significado especulan luego los filósofos. Ellos estudian el significado de lo que decimos, más que el medio a través del cual lo decimos161.
Con origen en los pensadores de Cambridge G. E. Moore, Bertrand Russell y Ludwig Wittgenstein antes y durante la Primera Guerra Mundial, la filosofía lingüística fue luego retomada y desarrollada por el Círculo de Viena de Moritz Schlick (fallecido en 1935) y Rudolf Carnap (1891-1970), los fundadores del positivismo lógico. En 1935, Carnap emigró a los Estados Unidos donde se convirtió en profesor de filosofía en Chicago y luego en la UCLA. La posterior escuela de Oxford de filósofos analíticos (con Ryle, Ayer y J. L. Austin entre sus nombres más conocidos) difundió las ideas del Círculo de Viena en Inglaterra162.
Fuertemente influenciada por la lógica, la filosofía analítica tiene poco que decirnos sobre la persona humana, el usuario del lenguaje. “Se caracteriza más por estilos de argumentación e investigación que por contenido doctrinal. Así es posible que personas de creencias muy diferentes sean practicantes de este tipo de filosofía”163.
Uno de los propósitos, si no el principal, de las escuelas de Viena, Cambridge y Oxford fue aclarar el significado y el uso de las palabras en beneficio de la ciencia y la matemática, y ahí es sin duda donde radica principalmente el valor de sus contribuciones.
Desafortunadamente, la mayoría de sus miembros eran abiertamente hostiles a la metafísica y la religión. No sólo, sostenían, la gente común no sabe lo que quiere decir la mayor parte del tiempo; lo mismo ha ocurrido con la mayoría de los filósofos. Cuando las afirmaciones metafísicas son analizadas adecuadamente, la mayoría de los problemas que han desconcertado a los filósofos a lo largo de la historia simplemente se desvanecen. Las palabras que usan, cuando no pueden ser verificadas por los sentidos, no tienen sentido. De hecho, la filosofía de por sí no tiene nada positivo que decir sobre el mundo. Sólo puede despejar el terreno de basura metafísica antes del avance del carro triunfal de la ciencia empirista. Bajo este aspecto, la filosofía lingüística representa la última trinchera de la tradición anti-metafísica, que intenta, como Hume, conjurar la inexistencia de la filosofía.
En Inglaterra, las ideas de la escuela de Cambridge llegaron a un público más amplio a través de los escritores y artistas conocidos colectivamente como el grupo Bloomsbury, con el que Moore y Russell estaban asociados. [Este grupo] Incluyó al escritor satírico Lytton Strachey, los novelistas Virginia Woolf y E. M. Forster, y el economista John Maynard Keynes, asesor de Franklin Roosevelt en la época del New Deal [Nuevo Acuerdo]. Una réplica típica de Bloomsbury a un comentario común como “Qué lástima que estemos teniendo tan mal tiempo” probablemente sería “¿Qué quiere decir exactamente con ‘tiempo’” o “¿Por qué lo llama malo?”
Por lo tanto, cuando hoy escuchamos a un teólogo decirnos que la Iglesia está reexaminando una parte de su enseñanza moral para descubrir exactamente qué significa, o que la palabra “persona” en referencia a la Santísima Trinidad debe ser reconsiderada a la luz del conocimiento moderno, y pueden ser necesarios años de investigación antes de que a los expertos se les ocurra una respuesta, no estamos escuchando simplemente la voz de un solo eclesiástico desorientado, sino ecos del análisis lingüístico.
El difunto Cardenal Siri de Génova nos ha dado un resumen interesante de las opiniones del principal “niño problemático” teológico del mundo de habla alemana sobre este tema. “La Iglesia nunca podría formular proposiciones seguras para definir su fe porque ‘ella tendrá que contar con la problematicidad inherente a todas las proposiciones en general’ y ninguna verdad puede jamás ser concebida y expresada con certeza". Según la nueva filosofía del lenguaje, “las proposiciones de fe nunca son la palabra directa de Dios", “no corresponden a la realidad", “son sólo relativamente traducibles", “están en movimiento” y pueden ser “ideológicamente explotadas” —incluso “la proposición ‘Dios existe’"—. “Es así", concluye el Cardenal, “que Hans Küng expone en cinco puntos su credo sobre la imposibilidad de tener jamás un credo seguro".
Las palabras entre comillas en el párrafo anterior son del propio Küng164. Entre los pensadores que Küng cita en apoyo de sus opiniones, además de existencialistas como Heidegger, Jaspers y Merleau-Ponty, están Wittgenstein, Frege y Chomsky.
Estamos aquí en el corazón mismo de la empresa teológica modernista. El Papa Juan, se recordará, había dicho que las enseñanzas de la Iglesia debían ser expresadas en formas adecuadas al hombre moderno pero siempre con el mismo sentido y significado, mientras que el P. Küng y sus amigos habían querido desde el principio alterar el significado de muchas de esas enseñanzas. Ahora bien, él parece creer que en las “estructuras superficiales” y “profundas” de Chomsky había encontrado la excusa adecuada para su postura y la herramienta correcta para su tarea.
¿Dónde reside el significado? Como señalé hacia el final del capítulo 1 de Turmoil and Truth [El alboroto y la verdad], todo el mundo sabe que usualmente puedes expresar las mismas ideas o conceptos con diferentes palabras. Eso era precisamente lo que el Papa Juan tenía en mente. Pero, ¿puedes expresar la misma realidad con una idea o concepto diferente sin descubrir que estás pensando o hablando de una realidad diferente? ¿Se puede pensar en un reemplazo de la idea de justicia que todavía conserve el significado de justicia?165 Küng, que quiere que el significado de las ideas sea tan fluido y tan abierto a interpretaciones diferentes como lo puede ser el significado de las palabras, parece decir que sí. Para Küng, al parecer, en la medida en que nuestros pensamientos tienen alguna conexión con la realidad, es sólo en el nivel de las “estructuras profundas” de Chomsky (los pensamientos no formados o, como los llama Rahner, “atemáticos"). Tan pronto como tratamos de “conceptualizar” o formular estas comunicaciones subterráneas, se convierten en “estructuras superficiales” que nunca pueden reflejar la realidad con exactitud completa o tener un significado inmutable.
Se supone que ésta es la razón por la que el Padre Küng encuentra perpetuamente “problemáticas” las proposiciones de fe. Dios se reveló a los profetas, apóstoles y escritores inspirados de los dos Testamentos en el nivel de las “estructuras profundas". Las palabras e ideas en las que se encarna la comunicación divina, al ser una estructura superficial, son enteramente de origen humano y, por lo tanto, infinitamente cambiables. Cambiar tanto las ideas como las palabras en las que la fe se expresa ha sido llamado “reconceptualización”. La reconceptualización traslada el ataque a la estabilidad de la verdad y la doctrina reveladas del nivel del lenguaje al nivel de los conceptos, o de la forma en que se expresan a la sustancia de lo que se expresa.
Después de todo esto, parecería difícil crear una “nube de desconocimiento” más impenetrable. No obstante, el intento se ha hecho bajo la influencia de los movimientos actualmente conocidos como posmodernismo y su subcorriente el deconstruccionismo.
El posmodernismo, como expliqué hace algunos capítulos, es un estado de ánimo general más que una posición estrictamente filosófica, generado por el existencialismo nihilista de finales de la década de 1960 y principios de la de 1970 y que afecta por igual, aunque de maneras diferentes, a la intelectualidad superior y al público en general. Es un síntoma de la pérdida de confianza generalizada, aunque está lejos de ser universal, en la idea del progreso perpetuo, y su reemplazo por un individualismo radical que, en la esfera pública, se justifica como la única actitud sensata en un mundo sin sentido en el que sólo tenemos una vida para disfrutar.
Fue en este contexto y bajo la influencia de este estado de ánimo que a fines de la década de 1960 los posmodernistas llevaron a cabo una especie de violación filosófica de las sabinas.
Hasta ese momento, la lingüística y la filosofía del lenguaje habían sido consideradas más o menos como propiedad privada de la árida e impasible escuela filosófica anglosajona. Pero en torno a la época que acabamos de mencionar fueron repentinamente capturadas y acarreadas por filósofos alemanes y franceses, principalmente seguidores de Heidegger de alguna clase, y las pusieron a trabajar para sus propios fines.
La escuela anglosajona se había contentado con usar la lingüística para ayudar a abolir la metafísica. El objetivo de los recién llegados era más radical —la “deconstrucción” de la noción ordinaria de verdad para reemplazarla con su noción existencialista de verdad—. Creyendo que no existe una realidad estable a la que atribuir un significado permanente, ellos invocaron la lingüística para desacreditar el poder de las palabras para revelar la verdadera naturaleza y el verdadero significado de las cosas y para reforzar la idea de que es imposible hacer una afirmación que siempre tendrá el mismo significado para todos en todas partes. El hombre hace que las palabras, propias y ajenas, signifiquen lo que él quiere. Los principales “deconstruccionistas” han sido el alemán Hans Georg Gadamer (nacido en 1900) y el francés Jacques Derrida (nacido en 1930). Utilizando una técnica diferente a la de Kant, ellos han ido llevando a cabo su empresa, el divorcio entre la mente y la realidad, a su último lugar de reposo166.
El principal campo de interés de los deconstruccionistas ha sido la “hermenéutica", o la ciencia de la interpretación, particularmente la interpretación de textos antiguos. ¿Podemos saber lo que sus autores realmente pretendían decir? Su respuesta es no o, en el mejor de los casos, no realmente.
Los seres humanos son constitucionalmente incapaces, en primer lugar, de informar sobre hechos con precisión u objetividad y, en segundo lugar, de comprender lo que hombres de una época anterior han escrito. Cada testigo de un evento lo interpreta en términos de su propia visión subjetiva y condicionada de las cosas (ve sólo lo que quiere ver o está programado para ver), y cada lectura posterior del texto es una interpretación igualmente condicionada. No existe ninguna afirmación que no sea una “interpretación". En verdad, según Heidegger, el lenguaje mismo es una interpretación; el que habla ya está “interpretando su mundo".
Siendo éste el caso, parecería razonable seguir el ejemplo de los revolucionarios culturales chinos. ¿De qué sirve acaparar documentos y textos que ya no pueden ser entendidos? ¿Por qué leer a Platón o la Biblia si no podemos tener idea de lo que los autores estaban tratando de decir? Lo sensato, obviamente, sería quemar el lote [de libros] a fin de hacer más espacio en los estantes o —para no pecar contra la corrección política— reciclarlo. Y reciclar es en cierto sentido justo lo que ha propuesto Gadamer. No por supuesto un reciclaje del papiro, pergamino o papel en el que los textos están escritos. Ellos deben ser preservados con reverencia. Lo que se ha de ser reciclado es el significado de los textos. Cada generación los usará para sus propios fines, atribuyéndoles su propio significado; los interpretará para dar expresión a su forma particular de ver el mundo en su tiempo particular.
Un texto, dice Gadamer, “ya sea ley o evangelio… debe ser entendido en cada momento, en cada situación particular, de un modo nuevo y diferente". “Interpretar significa precisamente usar los preconceptos propios de modo que el sentido del texto pueda realmente hablar por nosotros". Tratar de entender lo que el autor original quiso decir sería “no más que la recuperación de un significado muerto". “Una interpretación que fuera correcta ‘en sí misma’ sería un ideal tonto que no tuvo en cuenta la naturaleza de la tradición”167.
Es cierto que Gadamer habla de una posible “fusión de horizontes” entre el autor original y el lector moderno de un texto pero, sea lo que sea lo que signifique esta frase ambigua, no parece limitar seriamente la libertad del intérprete para hacer que cualquier texto signifique más o menos lo que él quiere168.
Dado que la “nueva hermenéutica", como se la llama, hace imposible cualquier tipo de conocimiento histórico, es difícil ver qué tienen en mente los deconstruccionistas, a menos que sea hacer totalmente inaccesible el significado de la Biblia. Para los deconstruccionistas, ninguna cantidad de investigación histórica y lingüística nos abrirá realmente las mentes de los autores bíblicos.
A pesar de esto, un observador bien informado habla del “avance impresionante” del posmodernismo y el deconstruccionismo “no sólo en el discurso de la alta cultura, sino también en la teología académica". “La crisis de la interpretación”, dice el mismo autor, “se profundiza por la confusión en la que, con el posmodernismo, ha entrado la filosofía del lenguaje”169.
El Papa Pablo VI parece haber sido consciente de todo esto ya en 1968. “El propósito de la interpretación —la hermenéutica—", escribe en su Credo del Pueblo de Dios, “es comprender y extraer el significado transmitido por el texto, teniendo en cuenta las palabras usadas, no inventar algún sentido nuevo sobre la base de conjeturas arbitrarias".
Dos años después, el Papa volvió sobre el tema en un discurso en la Semana Bíblica organizada por la Asociación Bíblica Italiana. Aunque se esforzó por dejar en claro que reconocía el elemento subjetivo que entra en toda escritura, reportaje e interpretación posterior de tipo histórico, el Papa insistió en que el significado del autor original de un texto es recuperable, inmutable e inteligible.
El hecho de que él tuviera que insistir con lujo de detalles en estos datos obvios indica hasta qué punto el pensamiento de la “nueva hermenéutica” había comenzado a afectar a los académicos bíblicos católicos. En verdad, gran parte de él ya les había llegado a través del erudito bíblico protestante Bultmann, como veremos en el próximo capítulo.
Notas
161. La semántica, que estudia la relación entre las palabras y su significado de una manera más técnica, es, en la medida en que puede ser considerada una disciplina distinta, el paso intermedio entre la lingüística y la filosofía lingüística.
162. Algunas personas ven a Gottlöb Frege (1848-1925) como el “padre” de la filosofía lingüística. Profesor de matemática en Jena, que trató de construir un lenguaje “ideal” universal basado en la matemática, incapaz de errar, [Frege] influyó tanto en Russell como en Wittgenstein. Cuando se descubrió que no se puede hacer que el lenguaje funcione con la precisión de la matemática, Wittgenstein (hacia 1930) se volvió hacia el lenguaje ordinario. Frege, junto con Boole, de Morgan, Russell y Whitehead, también fue uno de los fundadores de la lógica moderna, un tema demasiado técnico para tratarlo aquí. Pero los oponentes de Santo Tomás a veces sacan argumentos de ella contra sus pruebas de la existencia de Dios. Se dice que ellas no satisfacen los requisitos de la lógica moderna. Si esto es así, uno se inclina a pensar que la lógica moderna exige más de lo que se requiere para este tipo de prueba (rigor matemático) o bien que [la lógica moderna] tiene algo más de trabajo por hacer.
163. Twenty Opinions Common Among Modern Anglo-American Philosophers [Veinte opiniones comunes entre los filósofos angloamericanos modernos], Elizabeth Anscombe, en: Persona, verità e morale [Persona, verdad y moral], Roma, 1986. El artículo circula de forma privada en una traducción al inglés. Anscombe, católica, fue alumna y albacea literaria de Wittgenstein. Las veinte opiniones que Anscombe encuentra “implícita o explícitamente entre los filósofos analíticos", son todas, según ella, enemigas del cristianismo. Ellas incluyen las siguientes: “No hay prohibiciones morales absolutas que estén siempre en vigor” (N° 8). “Llamar a algo virtud o vicio es sólo indicar aprobación o desaprobación de la conducta que lo ejemplifica… Las valoraciones o ‘juicios de valor’ no son en cuanto tales verdaderas ni falsas” (N° 10). “Es necesario, si somos agentes morales, actuar siempre en procura de las mejores consecuencias” (N° 13). “Dios, si hay algún Dios, es mutable, sujeto a pasiones y a veces decepcionado, y debemos suponer que toma las mejores decisiones que puede sobre la base de la evidencia con la que forma sus opiniones” (N° 19). “Las leyes de la naturaleza, si pueden ser descubiertas, ofrecen explicaciones completas de todo lo que sucede” (N° 20). Para Wittgenstein, la ciencia no puede explicarlo todo, pero sobre lo que en su naturaleza es incapaz de explicar debemos guardar silencio.
164. Gethsemane, Reflections on the Contemporary Theological Movement [Getsemaní: Refelexiones sobre el movimiento teológico contemporáneo], Cardinal Giuseppe Siri, traducción al inglés, Chicago, 1981, pp. 270-271. El cardenal cita la edición italiana del libro ¿Infalible? del Padre Küng, pp. 114-118. El Padre Rahner, más cauteloso que Küng, no parece menos ansioso por impedir que la Iglesia hable con autoridad. “En el futuro”, dice, “el magisterio sólo podrá emitir muy pocas declaraciones doctrinales”. Esto, según Rahner, se debe a que para hacer una afirmación universal y permanentemente válida hay que saberlo todo sobre todo. Pero la suma del conocimiento humano es ahora tan vasta que la omnisciencia necesaria ya no es posible. Ninguna mente puede comprenderlo y sintetizarlo todo. Además, el tipo de acuerdo teológico necesario para las definiciones doctrinales se ha ido para siempre. El pluralismo teológico, incluida al parecer la contradicción teológica, es ahora un hecho irreversible (Siri, op. cit., pp. 134 y 352). Esto hace que él se pregunte si la herejía es todavía posible.
165. Hubo personas en el movimiento de reforma que querían que la gracia fuera redefinida como una “relación” en lugar de una cualidad (el obispo estadounidense Austin Vaughan al autor, Roma, 1993). Pero si la nueva definición pretende excluir la idea de que la gracia es algo nuevo añadido a, y residente en, la persona que la recibe, entonces el significado ha sido cambiado. La idea de que la gracia es puramente una cuestión de estar en una nueva relación con Dios sin ningún cambio sustancial en el receptor sería una comprensión luterana de la gracia.
166. “El significado de una palabra es su uso", era un eslogan de la escuela de Viena, que implicaba que las palabras no tienen un significado objetivo. También existe una afinidad entre el “deconstruccionismo” y el budismo zen. También para el zen, el lenguaje es una construcción arbitraria sin relación con las cosas. La conciencia es real pero sus objetos no lo son.
167. Véase Brian Harrison, The Teaching of Paul VI on Sacred Scripture [La enseñanza de Pablo VI sobre la Sagrada Escritura] (tesis doctoral, Ateneo Pontificio de la Santa Cruz), Roma 1997, capítulo 4, “Problemas hermenéuticos modernos". También A. Nichols, Christendom Awake [La cristiandad despierta], Edimburgo, T. & T. Clark, 1999, p. 58. Puede requerir un esfuerzo entrar en las mentes de personas de épocas y lugares diferentes. Pero presumiblemente es por eso que se nos ha dado la imaginación.
168. Es difícil ver mucha diferencia entre la posición de Gadamer y la de Humpty Dumpty de Lewis Carroll: “Cuando uso una palabra", dijo Humpty Dumpty, en un tono más bien desdeñoso, “significa exactamente lo que elijo que signifique —ni más ni menos—". “La cuestión es” dijo Alicia, “si puedes hacer que las palabras signifiquen tantas cosas diferentes". “La cuestión es", dijo Humpty Dumpty, “quién ha de ser el amo —eso es todo—” (Lewis Carroll, Alicia a través del espejo, cap. 6, p. 190, edición combinada de OUP de 1971, reimpresa en 1992).
169. Nichols, op. cit., p. 55.
Copyright © Philip Trower 2006, 2011, 2018.
Al dejar de existir Family Publications , los derechos de autor volvieron al autor Philip Trower, quien dio permiso para que el libro fuera colocado en el sitio web Christendom Awake.
Fuente: http://www.christendom-awake.org/pages/trower/cc&cf/corrected/cc&cf-chap17.htm
(versión del 16/02/2021). Traducido al español por Daniel Iglesias Grèzes, con autorización de Mark Alder, responsable del sitio Christendom Awake.
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