Don Antonio Bascuñán, sobre el aborto
El profesor Antonio Bascuñán es un prestigioso penalista chileno, autor de numerosos artículos académicos en Derecho Penal y titular de esa cátedra en dos universidades. Esta semana, se publicó en El Mercurio una columna suya en favor del aborto, que resulta interesante por al menos dos aspectos.
En primer lugar, es interesante contrastar cómo defienden el aborto los “tontos útiles” y cómo lo hacen las personas inteligentes. La mayoría de los defensores del aborto intentan negar que el niño en el vientre de su madre esté vivo, que sea humano o tonterías por el estilo. Sus argumentos suelen girar en torno a qué significa ser humano, si se debe ser capaz de sentir dolor, de pensar, de relacionarse con otros o de resolver ecuaciones cuadráticas. Es decir, fijan arbitrariamente una capacidad que en su opinión “define” la humanidad.
El caso más extremo de esta posición es el filósofo Peter Singer, quien justifica el infanticidio, señalando que no hay diferencia alguna entre un feto y un recién nacido, y habla del “aborto post parto”.
Don Antonio Bascuñán no es ningún tonto, y por eso no cae en tan burdas justificaciones. Tampoco lo hace don Carlos Peña, opinando en el mismo sentido algunos años atrás. En efecto, cualquiera se da cuenta que, de seguir a Peter Singer y sus esbirros, quedaría sin castigo el aborto involuntario. Si la mujer quiere que su hijo nazca, pero otro le provoca la muerte, según esta posición, no hay nada que castigar porque lo que ha muerto no es humano.El profesor Bascuñán enfrenta un grave dilema: todavía desea que se permita abortar, pero no puede negar la humanidad del niño que está por nacer. ¿Qué hacer?
La solución que se plantea es la misma que ya han acogido la mayoría de las naciones occidentales, y que ignora los fundamentos de la civilización: Para permitir el aborto debemos legislar cuándo es legítimo matar al inocente. En un artículo publicado en 2004 (revista Derecho y Humanidades N° 10 p. 158), don Antonio escribe:
Aun si se concediera al [que está por nacer] la calidad de persona, y se le reconociera un derecho a la vida, no podría deducirse de ello una prohibición absoluta de causar un aborto. […] El pretendido carácter absoluto de la prohibición de dar muerte a otro no corresponde al derecho.
Así, sin más, reduce el derecho a la vida a una mera opinión religiosa, y se carga toda la teoría de los derechos humanos. ¡Hey! tal vez Manuel Contreras era inocente, después de todo, “la prohibición de dar muerte a otro no corresponde al derecho”. Tal vez Stalin actuó justificado por necesidades de bien común, porque el “no matar” no es más que una regla religiosa.
Jamás deja de impresionarme lo que algunos están dispuestos a sacrificar para permitir el aborto. Las ideas tienen consecuencias, y cuando permites algo, por justificado que parezca, debes hacerte cargo de que el mismo razonamiento se extienda a otros asuntos. La consecuencia de permitir el aborto es que aceptamos que hay seres humanos de los que podemos prescindir, vidas que valen más que otras. Y luego nos extrañamos que la desigualdad y la exclusión sea el cáncer de nuestras sociedades.
El segundo punto se refiere al aborto y la doctrina del doble efecto. En su columna, el profesor Bascuñán básicamente intenta acorralar a los católicos, denunciando que ya aceptan aborto. En resumen, su argumento es: “Uds. admiten que se termina con la vida del niño. Eso no es diferente de matar a un inocente, así que solo nos acordar cuándo será legal hacerlo”.
Al hombre moderno no le resulta fácil ver la diferencia entre un aborto, y una muerte previsible pero no deseada. Se cree que lo importante es el resultado, y los medios no hacen ninguna diferencia. Es la férrea garra del utilitarismo que no permite pensar con claridad. Es el mismo problema que se nos produce al intentar explicar la diferencia entre la anticoncepción y la planificación natural, o entre la eutanasia y dejar de aplicar un tratamiento. La distinción entre la esencia de una cosa y sus características les resulta una distinción bizantina
El derecho no es extraño a esa distinción. En derecho civil se dice “las cosas son lo que son, y no lo que las partes quieren que sea”. Este adagio se usa para explicar que, por mucho que las partes quieran hablar de un contrato de arriendo y lo redacten como tal, si hay un precio y una cosa que cambia de manos estamos ante una compraventa y se le aplican sus normas. En este caso, don Antonio quiere concluir que tratar un embarazo tubario, cortando las trompas, sería lo mismo que provocar un aborto, pero no lo es. Simplemente no tienen el mismo carácter moral las acciones dirigidas contra el cuerpo de un ser humano para destruirlo, y que aquellas intervenciones mínimas posibles para salvar la vida de otro.
La sección de las trompas no es un aborto, porque ni siquiera se toca al embrión. A lo más se puede comparar su situación con la de un enfermo terminal a quien se le desconecta de un respirador artificial, dejando que la enfermedad retome su curso. No hay acciones sobre el embrión, mucho menos que tengan la capacidad de producir la muerte. Si esta se produce, es el resultado previsible de una condición anterior, no de las acciones del médico. Y si algún día se cuenta con la tecnología para que el embrión ectópico continuara su desarrollo en un ambiente artificial, existirá el deber de hacerlo.
16 comentarios
Una mujer, a quien el médico hace una sección de trompas, ante un embarazo tubario. ¿Puede tener un nuevo embarazo que llegue a buen término?
En algunos casos para evitar la sección de trompas el médico receta metrotexate. ¿Qué opinión merece eso?
Es cierta la analogía de esta justificación al aborto con Manuel Contreras o Stalin, pues en todos ellos parten definiendo unos "otros" a los que se les niega cualquier derecho por ser "otros"...
Respecto del metrotexato en estos casos, es un compuesto químico abortivo, y por lo tanto equivale a un aborto.
@ Palas: No lo sé, pero sospecho que no es partidario de la pena de muerte, pues don Antonio pertenece al mundo progresista.
@ Roberto Ibarra: Lo que no termino de comprender es cómo personas inteligentes no ven que los imperativos de los derecho humanos, por ejemplo, son siempre de naturaleza moral (ley de Dios), no política (ley de hombres).
Nada de eso. Este "señor" sólo ha dicho que en ciertos casos habría que permitir matar a inocentes. Seguro que, en cambio, le parece una idea horrible matar a quienes de verdad se lo merecen.
Los que justifican el aborto no niegan que el embrión (mucho menos el feto) sea humano ni que esté vivo.
Lo que niegan es que sea persona. Que no es una definición biológica sino jurídica.
2) Negar que el embrión sea persona no hace que el aborto provocado contra la voluntad de la mujer quede sin castigo.
Aunque el embrión no sea persona, está vivo y forma parte del cuerpo de la madre. Hacer una intervención quirúrgica o dañar el cuerpo de la mujer sin su consentimiento es una agresión que debe ser castigada.
Con más razón que por ejemplo amputar un órgano de una persona, pues el embrión es más que un órgano.
Y aunque un brazo no sea un ser humano ni tenga vida independiente si le corto un brazo a Pato merezco castigo.
3) Todo acto merece un castigo proporcional. Un embrión no es un niño y matar al embrión no puede tener el mismo castigo.
Personalmente estoy en contra de reconocer el aborto como derecho, pero sí puede ser un delito despenalizado en algunos casos, o al menos castigado levemente.
4) Peter Singer es un cantamañanas.
No conozco a nadie que esté de acuerdo con ambos, salvo el humorista Bill Maher que se define como "pro death" es decir pro muerte.
En cuanto a lo de que los partidarios del aborto y detractores de la pena de muerte, defienden la muerte del inocente y no del que se lo merece, habrá que aclarar que nadie merece morir.
Nadie.
Y además hay sobradas pruebas de condenados a muerte que resultaron ser inocentes. La pena de muerte no es castigo pues la muerte es el fin del sufrimiento, no garantiza castigar al culpable porque la justicia no es perfecta, confunde justicia con venganza, y suele aplicarse con criterios sociales y raciales.
Por ejemplo en el estado de Georgia hasta el año 2003 nunca fue condenado a pena capital un hombre blanco por matar a un negro. Por supuesto muchos negros habían sido condenados por matar a un blanco.
Y luego está el criterio de por qué alguien merece ser ejecutado.
En Pakistán consideran que un cristiano merece la muerte por blasfemar de Alá, por ejemplo.
Respecto al aborto ningún embrión merece ser abortado. Esa no es la cuestión. La cuestión es si la mujer que aborta merece ser castigada y en qué medida.
Yo tengo entendido que un homicidio es cuando un humano mata a otro. Entre las consideraciones en ese sentido no recuerdo que se diga algo sobre ser o no "persona".
Es cierto, matar a un embrión no es lo mismo que matar a un niño. Es más grave, por ser el embrión(y el feto) absolutamente más indefenso. Obviamente ya conocés los términos judiciales para cuando se mata a alguien indefenso, y con violencia excesiva. Otro agravante es el vínculo, ya que el victimario(su madre) es quien, supuestamente, tiene el deber de proteger a su víctima. La cual, por supuesto, no es una parte de su cuerpo. Debe haber más consideraciones que no se me vienen a la mente ahora, pero me parece que eso basta para que quede claro que la madre, a menos que haya sido forzada(o una circunstancia le impida salvar a su hijo), debe ser castigada con cualquier cómplice, sea quien sea.
Yo estoy a favor de la pena de muerte si no hay más opción.
No se trata de merecimiento, sino de evitar que haya más víctimas inocentes. Ya deberías conocer bastante bien la doctrina al respecto.
Condenados injustamente, los hay para todos los delitos. Eliminemos el sistema penal, y problema solucionado, ¿No?
Hay algo que estás olvidando con relación a la blasfemia: todas las denuncias son falsas. Hay que ser muy tonto, o muy ateo, para creer que los cristianos van por esos paises insultando a los musulmanes.
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