La parábola del buen samaritano en clave histórica
Supongo que todos conocemos famosa parábola del buen samaritano, uno de los pasajes más hermosos y revolucionarios del Nuevo Testamento. Es notable que, a pesar de ser tan conocida y fundamental al mensaje evangélico, solo aparezca en el evangelio de San Lucas. En el capítulo 10 dice:
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: «¿Y quién es mi prójimo?».
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto. Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo. También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino. Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió. Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo. Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: “Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver” ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».
«El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
Esta parábola está enmarcada por la pregunta del maestro de la ley (“¿Y quién es mi prójimo?”) y la respuesta que él mismo se da (“El que tuvo compasión de él”), luego de escuchar a Jesús. Por eso, su primer sentido naturalmente será que debemos ser compasivos con todos, sin importar lo lejanos que nos parezcan. Eso está muy bien, y todos lo sabemos.
Sin embargo hay ciertos detalles que nos invitan a profundizar en el texto. Por ejemplo ¿por qué Jesús se molesta en decir que “un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó”? ¿Acaso no bastaba con decir que iba por un camino? Después de todo, las parábolas están llenas de personajes genéricos: “un sembrador salió a sembrar”, “un hombre yéndose lejos, llamó a sus siervos”, “un hombre tenía dos hijos”. (puntos extra para el primero que identifique estas tres parábolas)
Jerusalén es especial, es el monte de Dios, donde se alza el Templo de Jerusalén, la casa de Dios. Jericó, por su parte está en un terreno mucho más bajo, junto al mar muerto, el lugar más bajo de la tierra, y es conocida por ser la primera ciudad pagana que conquistaron los israelitas al entrar a la Tierra Prometida. Por lo tanto, el hombre de la parábola se aleja de Dios, desciende en camino hacia las tierras de los paganos. La cosa pinta mal.Cuando el hombre se aleja de Dios cae en manos de ladrones, que le quitan lo suyo, lo hieren y lo dejan medio muerto. Esta descripción evoca la condición de Adán, luego de la caída: despojado del paraíso que le correspondía por ser hijo de Dios, herido en su naturaleza, y “medio muerto”.
Cuando advirtió a Adán acerca del árbol del conocimiento del bien y del mal, le dijo que si comía “moriría en verdad” o “sufriría la muerte”. A algún profesor le escuché que en el hebreo original la expresión correspondiente a esta advertencia era “morir morir”, es decir, morir dos veces. Luego viene la caída, y parece que Adán no muere ¿acaso Dios le mintió? En verdad, Adán sí murió ese día. Al comer del fruto murió su vida espiritual, toda aquella dimensión que lo ponía en comunión con Dios. No murió totalmente, pero en el jardín del Edén, Adán quedó “medio muerto”.
Si el hombre de la parábola representa a Adán, el samaritano representa a Dios, que se conmueve por la condición del hombre luego de la caída. Esto también nos dice que en vano esperamos que la restauración provenga de nuestros congéneres, de compatriotas, de otros hombres. Es Dios, el ajeno a nosotros mismos, el totalmente otro, el único que se compadece y tiene la capacidad de actuar para salvarnos.
¿Cómo nos ayuda el buen samaritano? Con aceite y vino. En Jeremías 31 se anuncia el regreso futuro del Dios de Israel, y uno de los signos de esta venida, en el versículo 12, es que ellos se alegrarán en el vino nuevo y el aceite. El profeta agrega “Sus almas serán como un jardín bien regado y no volverán a desfallecer”. Aceite y vino son signos de la abundancia y el consuelo de Dios.
Hay otra mención de “aceite y vino” en el libro del Apocalipsis, pero no he encontrado qué pueda significar. Está en Ap 6, 5-6:
Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercero de los Seres Vivientes que decía: «Ven». Y vi aparecer un caballo negro. Su jinete tenía una balanza en la mano; y oí una voz en medio de los cuatro Seres Vivientes, que decía: «Se vende una ración de trigo por un denario y tres raciones de cebada por un denario. Y no eches a perder el aceite y el vino».
En otras versiones, dice “no dañes el aceite y el vino”. Tal vez sea una advertencia al jinete para que no dañe al pueblo elegido.
Sigamos. El samaritano pone al hombre sobre su montura, lo que nos recuerda a la historia popular de las dos series de huellas, donde es Dios quien carga al hombre.
Luego el hombre es conducido a un albergue, donde puede descansar y recuperarse de su caída. ¿Por qué se nos cuenta esto? Después de todo, bastaba con lo dicho hasta ese momento para dejar en claro que el sacerdote y el levita no ayudaron al hombre caído en desgracia, y que el samaritano sí fue quien se comportó como un prójimo.
Un albergue es lugar de reposo y tranquilidad, y en ese sentido es una imagen adecuada de la Iglesia, que no es una galería de santos, sino un hospital de pecadores. Está llena de pecado, porque en ella todos nos estamos recuperando de nuestras caídas. Además, el samaritano presta su ayuda en dos instancias (primero en el camino con el aceite y el vino, y luego en el albergue) en paralelo a las dos etapas de la historia de la salvación, el Pueblo de Israel y la Iglesia.
Al día siguiente, el samaritano deja su dinero al dueño del albergue y promete regresar y pagar todo lo que gaste demás. La generosidad del samaritano nuevamente nos impresiona como propia de Dios, y si eso es cierto, los dos denarios representan la riqueza que Dios dejó a su Iglesia, especialmente a través de los sacramentos. Ese es el poder que ella tiene para obrar la salvación del hombre, que no surge de ella misma, sino que proviene de Dios.
Finalmente, donde es más evidente que estamos ante algo más que una lección de compasión, es en la promesa de regresar del samaritano. Si el tema hubiera sido solo la generosidad, bastaría con que dijera “y regresó a las dos semanas, y le pagó al dueño de la posada 10 denarios”. Sin embargo, la parábola termina solo con la promesa del samaritano de regresar y compensar todo lo que se gaste en recuperar al hombre. Naturalmente, eso nos lleva a pensar que el samaritano es Cristo mismo, que nos prometió regresar y en esa ocasión, enjugar toda lágrima y compensar todo el sufrimiento.
Volviendo a la pregunta del maestro de la ley ¿Quién es mi prójimo? la respuesta entonces es “Jesús es mi prójimo”. El que nos ayuda y nos salva, él es mi prójimo. Así, esta parábola se convierte en un reflejo de la enseñanza de Jesús en Mt 25, 40: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo". Jesús está en el desamparado para que nosotros lo ayudemos, pero también está en el que nos ayuda, cuando nosotros hemos caído.
22 comentarios
me acuso de nunca haber interpretado la parábola bajo la luz de que regresa el Samaritano y que pudiera interpretarse con el regreso de Jesús.
Excelente post.
¡No dudo de su inspirada interpretación !
Me ha mostrado un (para mí ) nuevo horizonte de la misericordia infinita, cálida, delicada, amorosa del Padre CERCANO que a veces sentimos tan lejos...El que "nos toca" corazón y cuerpo.
Le agradezco su publicación. Me ha animado: me ha desbordado el alma.
Pero no hay que olvidarse que el sentido original de la parábola era incitar al doctor de la ley a "ser" el prójimo.
La visión de Jesús como salvador del hombre pecador está muy bien y es precisa, pero nos deja a los hombres como simples espectadores, como el sacerdote y el levita, demasiado preocupados por nuestras propias necesidades como para ocuparnos del pecador tirado a la orilla del camino.
La parábola no es meramente contemplativa, es activa. El Señor dice "Ve y haz lo mismo", no dice "mira qué lindo soy". Y elige para dar el ejemplo al menos indicado, al samaritano ignorante, pobre y ciudadano de segunda clase. Como para que no digamos "es que yo no puedo, porque soy pobre y pecador". Efectivamente, nada podemos hacer nosotros para salvar el alma del pecador. Nada, excepto mostrarle compasión, levantarlo del suelo, llevarlo al albergue y pagar por su curación. El resto lo hace Él.
Mas bien creo que nos invita a ayudar al que lo necesita.
Esta interpretacion ya la he oido en mi parroquia y está muy de moda .
Solo Dios es activo, y nosotros hagamos lo que hagamos , seremos salvados.
No lo entiendo asi.
Creo que no hemos leido el mismo texto.
Pato en ningún momento habla de que Jesús lo haga todo, ni de que no nos interpele a hacer la voluntad del Padre.
Lo que hace es mostrarnos una perspectiva más ámplia, donde tanto el salvador como el salvado son prefiguraciones de Jesús, y sea cual sea nuestro papel Él nos acompaña.
@Maribel, no dice que hagamos lo que hagamos seremos salvos, sino que sin Él no podemos ser salvos, por mucho que hagamos. La Gracia es primero, medio y posibilidad de nuestra salvación. Nuestro deber para ser salvos es aceptarla y dejarnos llevar por ella (ahí lo difícil).
Un saludo en la Fe
En ningún momento hemos dicho que la interpretación sea errónea. Coincidimos en que la interpretación puede mover a error, al creer que Jesús se está señalando a sí mismo al relatar la parábola, cuando es muy enfático al señalar al doctor de la ley y conminarlo a "hacer lo mismo".
Más que una prefiguración, esta interpretación vuelve a mostrar la coherencia total de las escrituras. A diferencia de los fariseos, Jesús predica con el ejemplo, hace lo que dice que hay que hacer. Si Él dice que hay que pararse en el camino a ayudar al herido, es porque Él lo ha hecho antes y lo seguirá haciendo siempre.
Dios es sembrador, es Padre amoroso, es repartidor de talentos (digo esto para participar en el concurso y ganarme puntos extras) y es también "buen samaritano". Y por supuesto que uno podría interpretar la parábola del hijo pródigo en el sentido de "no importa lo que haga, papá Dios siempre me va a recibir de vuelta" (cosa que es totalmente cierta); pero no es esa la intención del Señor cuando la relata. Dios dice "levántate y anda", no dice "quédate ahí tranquilo esperando mi regreso, total yo siempre perdono".
Dice Pato: "debemos ser compasivos con todos, sin importar lo lejanos que nos parezcan. Eso está muy bien, y todos lo sabemos."
La pregunta es, ¿de verdad todos lo sabemos? ¿Ha visto usted los comentarios que se hacen sobre los inmigrantes africanos en España en este mismo portal? El próximo domingo, al salir de Misa, párese usted en el atrio y pregúntese cuántas de esas personas que van saliendo conservan sus buenas intenciones dos cuadras más allá. Si su parroquia tiene estacionamiento, notará que ni siquiera al salir de él la gente conserva su buena intención de compartir el espacio para pasar. Si Jesús estuviera entre nosotros (y lo está) seguramente cedería el paso. Y nos diría "Ve tu y haz lo mismo".
No necesariamente. Los samaritanos eran los marginados en la época de Jesús. Hoy diríamos que vivían en chabolas, asentamientos, "villas miseria" o como se diga en su país. Al elegir esta nacionalidad para el prójimo, Jesús hace especial énfasis en que no es el dinero lo que manda -sin duda el sacerdote y el levita tenían mucho más-, sino la intención de tratar al otro "como a sí mismo". El samaritano no dejó en la posada lo que le sobraba sino todo lo que tenía, lo llevó sobre su propia montura, no llamó una ambulancia ni le pidió al esclavo que lo cuidara. Podemos asumir sin temor a equivocarnos que el samaritano no tenía dinero de sobra ni se conformó con dar unas palabras de aliento.
En alguna versión paralela de esta parábola, el sacerdote y el levita le hablan al herido, pero se excusan de ayudarlo porque no pueden tocar sangre -eso los haría impuros-. Los autores apócrifos quieren enfatizar la diferencia entre la pureza ritual y la pureza de corazón. No podemos estar seguros que esa era la intención del Señor al formular el relato, pero sin duda esa objeción estaba en la mente del doctor de la ley que sabía perfectamente sus obligaciones rituales. Al final del relato evangélico el doctor reconoce que vale más la misericordia que los sacrificios. Dicho en términos modernos, es poner el dinero donde se tiene la boca.
@ María: Tienes toda la razón. La interpretación que tú mencionas es el sentido literal del texto, mientras que la que yo hago en esta entrada, si tiene algún valor, pertenece sin dudas a alguno de los sentidos espirituales. Y el sentido literal es el más fundamental de todos.
@ DavidQ: ¿de verdad todos lo sabemos?
Al menos todos los que pasan por acá, creo que todos lo saben. Otra cos es que lo cumplamos.
@ Franco: Ahí nos vemos ;)
Es un poco de semántica, pero es importante. Si yo digo que alguien "sabe leer", me refiero a que cuando ve ciertos símbolos puede interpretar su significado. Si digo que alguien "sabe tratar a su prójimo", debería como mínimo reconocer al prójimo en aquéllas personas que no son como él.
Lo común, incluso entre quienes pasamos por acá, es que no reconocemos al prójimo cuando es de otro color, otro país, otra religión u -metiéndome en berenjenales- otra orientación sexual. Tan pronto el prójimo se salta la barrera que arbitrariamente hemos impuesto a nuestro alrededor, deja de ser prójimo y se convierte en enemigo -como los samaritanos y los levitas-.
Las redes sociales ahora nos han impuesto barreras mucho más artificiales y restringidas. Usted puede tener un máximo de 5000 amigos en Facebook -la mayoría ronda entre 200 y 500- y automáticamente el resto de la humanidad dejó de ser su prójimo. Al punto que ahora usted puede "desprojimar" a quien quiera al toque de un botón y la mayoría lo hace con frecuencia sólo porque fulanito le hizo una mala mirada o publicó una foto de perfil que no le parecía correcta.
En general y sin hablar de casos particulares, la mayoría pasamos de largo del herido. Solo cuando Bill Gates hace el "ice bucket challenge" nos acordamos que existe gente sufriendo ALS, sea eso lo que sea. Y diez minutos más tarde se nos olvidó.
Esta diferencia me dejó perpleja cuando en la multitud de biografías leídas me di cuenta de la diferencia.
Siempre he creído que, en el trasfondo de la cuestión, está el concepto de prójimo que se desprende de la parábola del Buen Samaritano, porque si no es difícil imaginarse por qué los unos ayudaban a judíos conocidos y otros a desconocidos. Pero, lo cierto es que unos necesitaban conocer a la persona por la que arriesgaban su vida y a los otros parecía darles igual.
En el seno familiar yo aprendí que prójimo era el necesitado, no el conocido, sino el necesitado que estaba en el lugar dónde tú estabas. Lo más lógico es que conozcas al necesitado pero también puede ocurrir que se cruce contigo en la vida como le pasó a Irena Sendler cuando entró en el Ghetto de Varsovia y se encontró de bruces con el horror o a Arístides de Sousa cuando los desesperados rodearon su pequeño consulado buscando visas. No fueron a buscar al desconocido sino que él se cruzó en sus vidas en un momento determinado sin previo conocimiento, y así desapareció una vez socorrido. Exactamente igual que el herido que iba de Jerusalén a Jericó: aparece el herido, lo socorres y se va. Es verdad que la última parte de la parábola no aparece porque no hay posadero a quién pagar, esa parte encaja mejor con la versión de Pato.
Evidentemente el que tenía un par de judíos escondidos en su casa seguramente no los "amaba" pero ponía en riesgo por ello a su propia familia a la que sí amaba. ¿De qué clase de amor hablamos entonces?
A una señora de Marsella que tenía en su casa escondido a un judío le preguntaron después de la guerra: Señora, usted tenía una hija de corta edad ¿Qué habría sido de ella si la hubieran detenido a usted? Y ella contestó: "Y como quiere que mi hija aprenda cómo debe comportarse si no me ve hacerlo a mi. Si ante una situación de persecución yo me inhibo le estoy enseñando a inhibirse". De esa clase de amor se trata, muy difícil, pero totalmente evangélico.
@ Palas: Jesús también dijo "no hay mayor amor que dar la vida por los amigos", lo que parece extraño porque uno diría que sería más amor dar la vida por un desconocido. Pensando en eso, creo que es más fácil amar a un desconocido, porque no conocemos sus defectos y pecados. De un amigo sí los conocemos y si a pesar de ellos amamos lo bueno en nuestros amigos, lo suficiente como para morir por ellos, entonces hay un amor más grande.
Sl2
Cumplamos la orden de Jesús de Nazaret: ve tú y haz lo mismo. Punto .
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