Los motivos del Cardenal Ezzati, sobre el P. Costadoat
Complementando la cobertura que Infocatólica ha dado a la no renovación del mandato canónico al P. Jorge Costadoat, dejo aquí el texto de la carta del Cardenal Ezzati, publicada en El Mercurio el viernes santo recién pasado, donde explica los fundamentos de su decisión
Lamento muy sinceramente los malentendidos que ha causado dentro y fuera de la Pontificia Universidad Católica de Chile mi decisión de no renovar el mandato canónico al profesor Jorge Costadoat sj. Por ello, he considerado necesario referirme a algunos aspectos que explican esta determinación, desmienten que la libertad de cátedra haya sido vulnerada y aclaran que esta decisión no afecta al resto de las facultades de la Universidad.
La organización jurídica de nuestra Universidad puede llevar a equívocos. En una Universidad Pontificia, la Facultad de Teología tiene un estatuto propio, distinto al del resto de las facultades. Ella está bajo la responsabilidad directa del Gran Canciller. El estatuto particular de la Facultad de Teología es conocido por todos sus profesores, quienes han aceptado libremente ser miembros de ella.
Conforme a este estatuto, se requiere un mandato canónico para ejercer la docencia en esta facultad. Otorgar este mandato no es un trámite administrativo, requiere discernimiento del Gran Canciller, a partir de todos los antecedentes que tenga a la vista. De todos los mandatos solicitados en los últimos años, el del profesor Costadoat es el único que no ha sido renovado.Al asumir en 2011 la Gran Cancillería, me encontré con que el profesor J. Costadoat no tenía el mandato para enseñar por problemas de larga data. Buscando con buena voluntad regularizar su situación y como un acto de confianza, a inicios de 2012 y luego de un diálogo con él, le concedí el mandato canónico por tres años, bajo el compromiso de superar esas dificultades.
Sin embargo, los problemas se mantuvieron, y dadas las atribuciones que me otorgan los estatutos solicité una completa información a la Universidad. A partir de ella constaté, por ejemplo, que en un curso mínimo dictado por el profesor, en reiteradas ocasiones entre 2012 y 2014, y que está en el corazón del proceso formativo de un teólogo y de un futuro sacerdote, se han evidenciado sostenidas falencias. Como me lo han señalado, y ha quedado consignado por escrito, el profesor no se ha ceñido al programa ni ha entregado buena parte de los contenidos fundamentales del curso, desdibujando su esencia y obligando a algunos alumnos a estudiar la materia por sus propios medios. En mi evaluación, este elemento lo he sopesado como esencial.
Respeto que el profesor J. Costadoat ejerza su libertad como teólogo e investigador en la Universidad Católica. Así se lo manifesté explícitamente al profesor. No obstante, no solo es mi derecho, sino también mi responsabilidad, que en la Facultad de Teología, y desde ella, se enseñe la doctrina de la Iglesia y que los alumnos que allí se forman la perciban sin confusiones (cf. Estatutos, 20 a). Por tanto, esperar que un profesor enseñe los contenidos fundamentales de un curso no es desconocer su libertad de cátedra, sino exigirle un mínimo de rigor que, a mi juicio, no se ha cumplido.
Considerando además otros aspectos, que atendí en su mérito, resolví no renovar el mandato canónico para enseñar. Como lo ha expresado el rector, la no renovación refiere solo a la docencia. Por tanto, no es efectivo que haya sido desvinculado de la Universidad. De hecho, en un futuro su situación puede ser evaluada.
Reafirmo categóricamente que en la Pontificia Universidad Católica de Chile existe libertad de cátedra para sus profesores e investigadores, y que esta situación muy excepcional no la pone en duda. En nuestra Universidad se garantiza a sus miembros la libertad académica en el marco de la dignidad de la persona y la búsqueda sincera de la verdad y del bien común.
Respeto a quienes no comparten esta decisión, comprendo su desazón y estoy consciente de que la gran mayoría que ha manifestado su inquietud lo hace por gran compromiso con la Universidad. No obstante, tengo la certeza de que el camino elegido, que no es fácil, es el que me corresponde en conciencia asumir en función de mi responsabilidad como Gran Canciller.
Ricardo Ezzati Andrello
Cardenal arzobispo de Santiago
Gran Canciller Pontificia Universidad Católica de Chile
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Hasta ahí la Carta del Cardenal. Para los que estén interesados en otras reacciones, El provincial de los jesuitas, sobre la situación del P. Costadoat.
17 comentarios
¿Y si el cardenal arzobispo opinara sobre cuestiones del gobierno provincial?
Como en cualquier otra disciplina, en teología la investigación y la enseñanza están íntimamente relacionadas. La teología, "como le corresponde, tiene principios y métodos propios que la definen precisamente como ciencia. A condición de que acepten [los teólogos] tales principios y apliquen el correspondiente método, los teólogos gozan, también ellos, de la misma libertad académica. [...] "es elemento intrínseco a los principios y al método propios de la investigación y de la enseñanza de su disciplina académica [de la teología], que los teólogos respeten la autoridad de los obispos y adhieran a la doctrina católica." (Constitución apostólica sobre las universidades católicas, Ex corde ecclesiae, 29) Por otra parte, "la verdadera libertad de investigación se apoya necesariamente en la firme adhesión a la Palabra de Dios y en la actitud de aceptación del Magisterio de la Iglesia." (Constitución apostólica sobre las universidades y facultades eclesiásticas, Sapientia christiana, 39) "Para que uno pueda ser legítimamente asumido entre los profesores estables de la Facultad, se requiere [...] que haya probado su idoneidad para la investigación científica de manera documentalmente segura" (Ibíd, 25).
"La investigación teológica goza de libertad científica dentro de los límites del método que les es propio, reconociéndose a quienes la ejercen en el ámbito de la Facultad, el derecho a manifestar debidamente el resultado de sus estudios, dejando claramente diferenciado lo que es doctrina segura, de lo que son solamente hipótesis, tomando en cuanta los intereses del bien común de la Iglesia y manteniendo la debida coherencia con el magisterio." (Estatutos de la Facultad de Teología de la PUC, 7) "La libertad académica que se reconoce en la investigación y en la docencia ha de ejercerse en plena comunión con el magisterio jerárquico." (Ibíd, 8)
Así las cosas, no se ve cómo Costadoat pueda ejercer labores de investigación en la Facultad de Teología o en cualquier otra Faculta de la PUC o de cualquier otra institución de educación superior.
Pero no sorprende. Freddy parra se doctoró en la Pontificia Facultad Jesuita de Teología y Filosofía de Belo Horizonte, colabora con las CXV de los jesuitas, escribe para la revista heterodoxa Mensaje, también de los jesuitas, etc. El año 2013 fue nombrado Decano por el propio Cardenal Ezzati.
Es de conocimiento público que gran parte de los académicos de la Facultad de Teología apoyan abiertamente a Costadoat. El hecho de que la negativa de renovar el mandato no sea el resultado de una sanción de la Comisión de Calificación Académica de la Facultad revela cuál es la verdadera línea y tendencia de los académicos. El mismo Parra reconoce en su carta que tanto él, como el Consejo de la Facultad, como la Comisión recomendaron al Gran Canciller renovarle el mandato. Es lo que ha venido ocurriendo desde hace ya años.
Es lo mismo que ocurre en el resto de la Universidad. En una acción sin precedentes, cientos de académicos de todas las Facultades han adherido públicamente a Costadoat y han criticado abiertamente al Cardenal, lo que revela el triste estado en que se encuentra la Institución. Entre los académicos figuran muchos de la Facultad de Teología, como por ejemplo, el catalán Antonio Bentué.
No menos grave ha sido el rechazo público a la decisión del Cardenal por parte del Centro de Estudiantes de Teología, entre los que se encuentren dos seminaristas del Pontificio Mayor y varios religiosos.
Por su parte, el Rector, Ignacio Sánchez, en forma cobarde ha evitado adherir a la decisión del Cardenal, ha preferido permanecer neutral, y se ha limitado a confirmar la existencia de la libertad académica dentro de la Universidad y las prerrogativas del Gran Canciller. En su carta al director ha dicho que a su juicio "dentro de la comunidad de Teología se ha generado un debate abierto y franco sobre el tema" y que el Decano ha expresado en su carta "la adhesión de la Facultad al Gran Canciller", lo cual es falso. Respecto al rechazo masivo de la comunidad académica y estudiantil a la decisión del Cardenal, ha dicho: "Valoro y acojo la inquietud que se ha producido dentro y fuera de la comunidad universitaria". ¡Que la valora! Vaya lealtad y comunión con el Gran Canciller.
Casos tristísimos, como el presente, los tuvimos con J.L. Segundo en Uruguay, aplaudido por casi todos sus cofrades, tanto compatriotas suyos como en todo el mundo, salvo excepciones casi de martirio.
Recuérdese la defensa del P. Dupuis, aún hasta hace pocos años, aún por parte de profesores del Pontificio Istituto Biblico de Roma.
Para no hablar de J. Sobrino y tantos más.
El Obispo delega ese "Magisterium" a todos los que en su Diócesis ejercen la enseñanza de la doctrina de la Iglesia: párrocos, profesores de religión, catequistas, profesores de teología, etc.
Si un Obispo, en su Diócesis, ve que uno sus delegados se aparta de la fiel enseñanza de la doctrina de la Iglesia, tiene el deber de apartarlo de la docencia.
No hay más. Digan lo que digan, griten lo que griten, toda esa gente sabe que eso es así. Si no les gusta, que se lo tomen con azúcar a ver si les entra mejor.
Bendiciones
Saludos cordiales.
Jesuitas de San Ignacio no de Arrupe y compañia...
" Enseñar y estudiar teología significa vivir en una frontera, esa en la que el Evangelio encuentra las necesidades de las personas a las que se anuncia, de manera comprensible y significativa. Debemos guardarnos de una teología que se agota en la disputa académica o que contempla la humanidad desde un castillo de cristal. Se aprende para vivir: teología y santidad son un binomio inseparable.
Por tanto, la teología que desarrollan ha de estar basada en la Revelación, en la Tradición, pero también debe acompañar los procesos culturales y sociales, especialmente las transiciones difíciles. En este tiempo, la teología también debe hacerse cargo de los conflictos: no sólo de los que experimentamos dentro de la Iglesia, sino también de los que afectan a todo el mundo y que se viven por las calles de Latinoamérica.
No se conformen con una teología de despacho. Que el lugar de sus reflexiones sean las fronteras. Y no caigan en la tentación de pintarlas, perfumarlas, acomodarlas un poco y domesticarlas. También los buenos teólogos, como los buenos pastores, huelen a pueblo y a calle y, con su reflexión, derraman ungüento y vino en las heridas de los hombres.
Que la teología sea expresión de una Iglesia que es “hospital de campo”, que vive su misión de salvación y curación en el mundo. La misericordia no es solo una actitud pastoral, sino la sustancia misma del Evangelio de Jesús. Les animo a que estudien cómo, en las diferentes disciplinas –dogmática moral, espiritualidad, derecho, etc.– se puede reflejar la centralidad de la misericordia.
Sin misericordia, nuestra teología, nuestro derecho, nuestra pastoral, corren el riesgo de caer en la mezquindad burocrática o en la ideología, que por su propia naturaleza quiere domesticar el misterio. Comprender la teología es comprender a Dios, que es Amor.
¿Quién es entonces el estudiante de teología que la UCA está llamada a formar? Ciertamente no un teólogo “de museo”, que acumula datos e información sobre la Revelación, pero sin saber muy bien qué hacer con ello. Y tampoco un “balconero” de la historia.
El teólogo formado en la UCA ha de ser una persona capaz de construir en torno a sí la humanidad, de transmitir la divina verdad cristiana en una dimensión verdaderamente humana, y no un intelectual sin talento, un eticista sin bondad o un burócrata de lo sagrado."
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