Sobre la religión en la esfera pública
También motivado por la cercanía de la celebraciones navideñas, surge el debate acerca de los símbolos religiosos en la esfera pública. Así, se pregunta si es posible o tolerable que un Estado “laico”, que no tiene una religión oficial, dé espacio a las manifestaciones que son propias de una religión determinada.
Estas pregunta comprende expresiones de la más diversa índole, desde algo tan inocuo como el nombre de ciudades (Santiago, Asunción, Los Ángeles) hasta ritos específicamente religiosos, como el te deum de fiestas patrias o poner un pesebre en el palacio de gobierno, pasando por otras fiestas y procesiones religiosas de las que participan autoridades públicas como tales, el financiamiento público de la clase de religión, o la cruz que se encuentra en ciertos símbolos.
La respuesta de los laicistas es claramente negativa. Un Estado moderno y laico, dicen, debe ser neutral ante las diferentes religiones que conviven en el mundo actual, sin que sea posible decir cuál es verdadera o mejor, y que por lo tanto no corresponde que el Estado exprese, explícita o implícitamente, preferencia por uno u otro. Sostener lo contrario implicaría un acto de injusta discriminación respecto de las restantes religiones, que por ese acto se verían excluidas del espacio que se otorga a una de ellas.
En concreto, esto implica que debería evitarse toda referencia religiosa en las actividades públicas, financiadas o patrocinadas por el Estado, o de cualquier forma vinculadas con él.
¿Sorprende a alguien que los laicistas apoyen esta solución como la única posible en un Estado laico?
Desde luego que no. Esta corriente de pensamiento está estrechamente vinculado con opiniones agnósticas y ateas, y esta solución, llevada a su conclusión natural, produciría en definitiva el mismo resultado: un Estado ateo, que niega la existencia de Dios, a través la absoluta ausencia de la religión en la vida pública de una comunidad. De hecho, esa precisamente es la respuesta implementada por el régimen ateo chino.
Dicho de otro modo, la opción laicista lleva a que ateos ganan por secretaría: sin que el Estado se declare ateo, el resultado sería el mismo que si lo hiciera.
Naturalmente, nosotros estamos en contra de esta forma de entender la neutralidad religiosa o laicismo del Estado.
Por un lado, la Iglesia tiene una larga tradición de defender la independencia (que no separación) de ambas esferas. Dicha tradición se funda, además de las razones doctrinales, en la necesidad de evitar los constantes intentos de los Estados para interferir en decisiones propias de la Iglesia, tales como el nombramiento de los obispos, o si determinada carta podía ser leída desde los púlpitos. Es indudable que en esa relación histórica, la Iglesia ha sido siempre la más débil, pues el Estado siempre ha tenido el monopolio de la fuerza.
Pero por otro, es indispensable entender que derecho al ejercicio de una religión y la libertad religiosa, no son una mera concesión graciosa que el Estado hace a sus ciudadanos más escrupulosos o con inclinaciones filosóficas; es, por el contrario, uno de los pilares fundamentales que permiten entender tanto el desarrollo histórico como el fundamento final (y por lo tanto el contenido concreto) de conceptos tan fundamentales para la vida en comunidad como la dignidad de cada ser humano, y la supremacía de este frente a las pretensiones del Estado.
En ese contexto, la religión que practican los ciudadanos, por su misma naturaleza (después de todo Dios nos pide rectitud especialmente en lo público) no pueden ser un aspecto exclusivamente privado, y no solo tienen el derecho de manifestarse y tomar parte en la vida pública, sino el deber de participar en ella. El Estado, por su parte, que debe servir a todos los ciudadanos y no solo a los de , debe acoger y otorgar espacios de expresión a este ámbito de la vida.
Esto nos deja el problema de la diversidad ¿Cómo decidimos cuál de todas las religiones expresar? ¿Se podría instalar un pesebre en el palacio de gobierno por navidad?
Algunas veces se ha intentado como solución de compromiso, poner a todas las religiones en igualdad de condiciones (por ejemplo, ubicando junto al pesebre una menorá)[1], pero rara vez esto es satisfactorio, pues el evidente mensaje de indiferentismo, hace que ninguna religión está dispuesta a aceptarla.
La respuesta correcta, creemos, debería ser la misma que se usa en una democracia, cuando existen varias opciones, todas ellas igualmente razonables en principio: no tener a una religión (o falta de ella) como ganadora “por secretaría”, sino atender a la decisión de las mayorías, respetando la convivencia de las opiniones minoritarias.
Así, a nadie debería sorprender que en una nación donde la mayoría se manifiesta cristiana, el Estado dé espacios a símbolos cristianos, siempre que ellos no implique el rechazo explícito a otras opciones, incluyendo entonces un pesebre en el palacio de gobierno. Siendo coherentes con este planteamiento, tampoco debería sorprendernos encontrarnos con signos de una celebración islámica, si es que una parte importante (incluso si no estrictamente mayoritaria) de la población la considera favorable para la vida social.
En todo caso, por la misma exigencia de sinceridad que es inherente a la religión, entiendo que debe tratarse de una expresión genuina de la religión los participantes: si la Presidenta es agnóstica, sería absurdo que hubiera un pesebre en la sede del Poder Ejecutivo, pues se entiende que ello violentaría la conciencia de la mandataria; pero no ocurriría lo mismo si el Presidente es cristiano y puede participar de buena fe en esa actividad.
[1] Curiosamente, cuando se ha hecho así, los ateos han reclamado su derecho a estar también representados en esa instancia, a pesar de insistir una y otra vez que lo suyo no es una religión.
13 comentarios
Como ateo soy conciente de que la victimización malintencionada ocurre a diario en discusiones, por un lado cualquier creyente religioso practicante se siente atacado cuando es interpelado y muy a menudo los ateos se quejan de que históricamente se les ha acosado y perseguido... volviendo al punto anterior, no existe exclusividad en la barbarie de opresión que existe y ha existido contra las personas cuando se encuentran en desventajas frente a una mayoría más poderosa y que puede ser aplastante, alguna vez fueron los musulmanes, los judíos, los protestantes, los ateos, los cristianos, los budistas y un gran y variado etcétera de víctimas que realmente han pasado por torturas terribles por motivo de pensar diferente. Dejemos de pretender que cada uno sufre y ha sufrido más y peor para que el argumento final resulte más conmovedor.
Las clases de religión (cuando no directamente catecismo) debería restringirse a los establecimientos educacionales religiosos y aparecer en establecimientos públicos sólo si la comunidad consultada así lo quiere. Clases de religión (católica cristiana) en escuelas públicas por tradición y respaldada por el estado es una inercia que debería detenerse. El colonialismo tendrá que acabarse algún día no?
Ojalá que sí y podamos vivir todos aceptando a los demás sin necesidad de tener que mirarnos de reojo y con desconfianza. Saludos
Sin embargo una sociedad ,una democracia y un gobierno sin valores, donde el tema central debe ser la dignidad de la persona, habría que ver la Constitución de cada país como introducir los valores trascendentes sin herir otras religiones.
La espiritualidad es necesaria en todos los ámbitos, ya que sin ella la persona es egocéntrica a ras sin posibilidad de corregirse, la IGLESIA esta incardinada en esta realidad concreta, pero si en la vida ordinaria de cada día no está en el trabajo, escuela, hospitales etc terminará desapareciendo y otras espiritualidades ocuparán el campo dejado por el cristianismo,de nosotros depende unificar valores importantes para todos también en la política.
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Si uno es de Cristo y permanece en SU Amor,no puede aceptar,dar por bueno o conformarse,viendo a su projimo fuera del alcance de la Luz de Cristo y del dominio del Espiritu Santo.
Es un deber del Amor,porque el Amor debe amar,el no conformarse con el que no se quiere formar.
Asi Jesucristo no se conformo,sino pago lo que no debia en la Cruz,para conformarnos como hijos de la Luz. Porque el Amor paga lo que no debe y se hace deudor porque quiere.
Por tanto,todos los que saben que Cristo es la Verdad,por Amor a los demas,no deben dar su brazo a torcer y dar testimonio en todo lugar y tiempo ,a los que no tienen Fe.
Solo Jesucristo murio por la condicion egocentrica del hombre y solo SU Espiritu es Dador de Vida. Esto no puede ser rebajado por la democracia, tiene que ser conocido de todos por la predicacion de la Gracia.
Hay muchas manera de predicar pero solo una de Amar; dando. Y predicando a Cristo tambien se esta amando.
La Paz de Cristo.
Es la tradicional distinción entre la tesis (confesionalidad católica) y la hipótesis (situaciones de hecho menos perfectas) como la denominada "laicidad positiva" basada en el modelo norteamericano.
Pero con el paso de las décadas, lo que pudo ser una observación válida en 1955, hoy es una ingenuidad, por decir lo menos.
Saludos.
@ Fran: Ciertamente que la opción católica no es un Estado laico, como dice Martin Ellingham, pero este es el que nos toca vivir, y donde tenemos que argumentar porque se respeten los derechos de la Iglesia.
Te interesarán los nn. 571 y 572 del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, donde se explica qué entiende la Iglesia por laicidad. Y no dice que la defiende por oportunidad, sino de doctrina. Considera que este concepto "es un valor adquirido y reconocido por la Iglesia".
También te han de interesar los debates del Vaticano II:
«Si la cuestión se entiende rectamente, la doctrina sobre la libertad religiosa no contradice el concepto histórico de lo que se llama Estado confesional… Y tampoco prohibe que la religión católica sea reconocida por el derecho humano público como religión de Estado» (Relatio de textu emmendatu, en Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani II, Typis Polyglotis Vaticanis, v. III, pars VIII, pg. 463).
«Si res bene intelligitur, doctrina de libertate religiosa non contradicit conceptui historico sic dicti status confessionalis. (…) Non tamen prohibet, quin religio catholica iure humano publico agnoscatur tamquam communis religione, seu quin religio catholica iure publico stabiliatur tamquam religio status.» (Acta Synodalia Sacrosanti Concilii Oecumenici Vaticani II, Typis Polyglittis Vatcicanis, vol. III, pars VIII, p. 463)
Te interesará el n. 1 de la declaración Dignitatis humanae que "deja íntegra la DOCTRINA" tradicional católica sobre los deberes de las sociedades políticas hacia la Iglesia. Y también las precisiones interpretativas del Catecismo de Juan Pablo II con las magníficas remisiones a Immortale Dei, Quas Primas y Quanta Cura
Saludos (confesionales católicos).
Olvidé citar que ya Pío XII habló de la laicidad en otro sentido (no el del liberal-catolicismo), sino en el de legítima autonomía del orden temporal y del Estado, en su Alocución “Alla vostra filiale” (Discurso a la Colonia de Las Marcas en Roma, 23 de marzo de 1958), AAS 50 (1958), p. 220.
Aquí puedes informarte mejor, si es que te interesa la tradición y no tienes un concepto historicista o volutarista de verdad:
sta.org.ar/xxxv/files/Arnossi_10.pdf
Saludos.
En mi país, las manifestaciones de piedad popular han sido declaradas "patrimonio cultural de la nación". Parece muy bueno, porque ya pueden salir las procesiones sin interferencia estatal, pero, ¿y el sentido religioso?
Lo mismo pasará con el belén si se le deja en las oficinas públicas por respeto a la tradición cristiana. A la larga se convertirá en un adorno tan privado de valor moral como el arbolito y las luces.
A la larga quizás sea mejor que el Gobierno no toque la religión con las manos sucias. En lo privado, si alguien quiere tener en su escritorio la foto de sus hijos o un crucifijo, que lo haga. Pero en lo público, prefiero que la foto de mis hijos no se convierta en hazmerreír del pueblo.
Esto me suena más bien a un fundamentalismo laicista ateo, que nada tiene que envidiarle a los fundamentalismos islámico o de cualquier otro signo. Lo que este tipo de gobiernos (como el que en Chile tenemos hoy) tan sólo pretende eliminar de la esfera pública a la Iglesia, partiendo de leyes contrarias a la moral cristiana, siguiendo con el acoso a los colegios de iglesia por un proyecto de ley que busca veladamente su desaparición. y finalmente promoviendo un sucedaneo de matrimonio civil para homosexuales y aquellos que no quieran saber nada con el matrimonio ni aún civil.
Habrá que comenzar en nuestras parroquias a cantar ese antiguo himno de protesta de mediados del siglo XX
Hasta tus plantas, Señor, llegamos
buscando asilo en tu corazón.
Tus gracias todas hoy imploramos:
que ellas protejan nuestra nación.
Doquiera al Rey de reyes, levántese un altar,
a Dios queremos en nuestras leyes,
en las escuelas y en el hogar.
A Dios queremos en nuestras leyes
en las escuelas y en el hogar.
Amén.
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