La parábola del mayordomo infiel
No es el tema de este blog comentar ni menos interpretar los textos bíblicos, sabe Dios que la Iglesia tiene personas mucho más calificadas para eso. Sin embargo, la lectura de hoy es uno de esas parábolas que llama la atención, por lo oscuro de su mensaje, y las otras lecturas la pusieron para mí en una nueva perspectiva, de modo que aquí les dejo algunas ideas.
Del evangelio de hoy:
Lc 16,1 Decía también a los discípulos: «Había un hombre rico que tenía un administrador, al cual acusaron de malgastar sus bienes. 2 Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que me han contado de ti? Dame cuenta de tu administración, porque ya no ocuparás más ese puesto".
3 El administrador pensó entonces: “¿Qué voy a hacer ahora que mi señor me quita el cargo? ¿Cavar? No tengo fuerzas. ¿Pedir limosna? Me da vergüenza. 4 ¡Ya sé lo que voy a hacer para que, al dejar el puesto, haya quienes me reciban en su casa!".
5 Llamó uno por uno a los deudores de su señor y preguntó al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?". 6 “Veinte barriles de aceite", le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo, siéntate en seguida, y anota diez". 7 Después preguntó a otro: “Y tú, ¿cuánto debes?". “Cuatrocientos quintales de trigo", le respondió. El administrador le dijo: “Toma tu recibo y anota trescientos".
8 Y el señor alabó a este administrador deshonesto, por haber obrado tan hábilmente. Porque los hijos de este mundo son más astutos en sus trato con lo demás que los hijos de la luz. 9 Pero yo les digo: Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que este les falte, ellos los reciban en las moradas eternas.
Esta es una parábola extraña, porque parece que Dios termina alabando a un servidor que no sólo es infiel, sino que además no tiene ninguna característica que parezca digna de imitarse: administraba mal, era flojo y orgulloso (no quería cavar ni mendigar), y termina agravando su culpa al condonar las acreencias de su señor, a sus espaldas. ¿Qué ocurre aquí?
La interpretación tradicional apunta a destacar lo que dice expresamente la parábola, que el señor lo alabó porque había obrado astutamente, y luego a desarrollar la idea que debemos ser astutos, responsables y generosos en el uso del dinero. Desde luego, nada equivocado hay con esto, porque es verdad: ciertamente el dinero es una parte importante de nuestra vida, y su uso debe someterse también a los principios cristianos. Pero por otro lado, parece una conclusión algo “genérica", para una parábola tan detallada, sobre todo si lo comparamos con las enseñanzas de otras similares, como la de los talentos o la de los trabajadores del campo.
Otra interpretación, que se encuentra en internet, apunta a que, según las prácticas de la antigüedad, este servidor sólo estaría rebajando su comisión, es decir, la parte de la deuda que al servidor le correspondería recibir por administrar los negocios del señor, y no la deuda propiamente tal. Desde este punto de vista, el administrador no sería infiel, sino generoso; y su actitud, loable y digna de ser imitada.
También es una interpretación posible, pero por un lado, no hay indicios que el servidor esté renunciando a lo propio, o que tenga una especie de “conversión” que le haga devolver lo que no le correspondía (lo llama “administrador deshonesto” hasta el final); y por otro, en ese caso no tendría sentido que el señor lo alabara por su astucia, sino por su generosidad.
Como les decía, me había encontrado esta parábola varias veces y siempre me había dejado una sensación de extrañeza, hasta que hoy la escuché en la misa, en el contexto de las lecturas y el salmo. La primera lectura está tomada del profeta Amós:
Am 8,4 Escuchen esto, ustedes, los que pisotean al indigente para hacer desaparecer a los pobres del país. 5 Ustedes dicen: «¿Cuándo pasará el novilunio para que podamos vender el grano, y el sábado, para dar salida al trigo? Disminuiremos la medida, aumentaremos el precio, falsearemos las balanzas para defraudar; 6 compraremos a los débiles con dinero y al indigente por un par de sandalias, y venderemos hasta los desechos del trigo».
7 El Señor lo ha jurado por el orgullo de Jacob: Jamás olvidaré ninguna de sus acciones.
Tenemos aquí una reprimenda bastante fuerte del Señor, contra los ricos, por abusar de los pobres, y una velada amenaza de “no olvidar jamás” sus acciones. Tres “personajes": el Señor, los ricos y los pobres. Como es habitual con las lecturas bíblicas de la misa, la pregunta que debemos hacernos es ¿ De qué forma el Antiguo Testamento prefigura y anuncia el Evangelio? Riqueza y dinero van juntos, y en ese sentido es evidente la conexión con la lectura tomada de San Lucas, pero también queda clara la predilección de Dios por los pobres y miserables.
Y luego eso se reafirma con la antífona del salmo.
Alabad al Señor, que alza al pobre
Ahora bien, si los pobres y miserables están presentes en la primera lectura y en el salmo ¿Dónde están, en la proclamación del evangelio?
Pues resulta que en el texto evangélico nos encontramos nuevamente con tres personajes: El señor, el mayordomo y los deudores… y de estos tres, el único candidato a tomar el lugar de los pobres son los deudores. Con esto en mente, la interpretación de la parábola quedaría más o menos así.
El señor, dueño de la hacienda y del dinero es, desde luego, Dios. El administrador infiel somos los cristianos, que pertenecemos a la casa del Padre, pero somos pecadores. Los deudores, como decíamos, son los pobres.
Los cristianos somos todos pecadores, administradores infieles de aquello que nuestro padre nos ha confiado, a veces por desidia, pero también muchas veces asumimos el papel de los ricos, abusando de los pobres para nuestro personal provecho. Sin embargo, la justicia de Dios no tarda y ya está encima de nosotros, de modo que nos preguntamos ¿qué es lo mejor que podemos hacer para que Nuestro Señor no nos dé el castigo que nos merecemos?
Miren a un hijo de este mundo, nos dice la parábola, que con el dinero mal habido al menos tiene la astucia de condonarles la deuda a los deudores de su amo y, así granjearse amigos que lo reciban, que hablen bien de administrador infiel ante el amo, luego de recibir su castigo. Hagan lo propio, sean astutos, y con el dinero injusto que como malos administradores han acumulado ¡ayuden a los pobres! Y así, “cuando llegue a faltar, os reciban en las eternas moradas".
¿Qué les parece? ¿Aclara u oscurece el mensaje de la parábola? ¿Han escuchado otros sentidos?
19 comentarios
Como pecadores que somos, ninguno de nosotros está libre de hacer el mal. Pero podemos convertir ese mal en bien -o al menos, debemos intentarlo- y no seguir haciendo el mal porque "al fin de cuentas, ya no importa".
El dueño alaba al administrador deshonesto por eso, porque del mal sacó bien, aunque sea sólo para sí mismo.
Los versículos siguientes son muy significativos:
"Si ustedes no son fieles en el uso del dinero injusto, ¿quién les confiará el verdadero bien? Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes? "
Si no somos buenos en este mundo malo, ¿qué razón tendría Dios de ponernos en el Reino?
Disculpa mi ignorancia en temas salvíficos, pero esta frase tuya:
"Mi interpretación del Evangelio de hoy es que hay que usar todos los recursos al alcance para salvarse, incluso los malos."
Me suena muy poco ortodoxa y bastante en contradicción con la doctrina cristiana. Se supone que la salvación es una recompensa por, entre otras, hacer el bien, que se supone que es acercarse a la naturaleza de Dios. No entiendo como usando recursos malos, es decir que están alejados del camino de Dios, puedes acceder a salvarte.
Me parece que tu frase es sospechosamente parecida a la de "el fin justifica los medios", aunque también es cierto que en el último párrafo de tu mensaje dices justo lo contrario que en el primero, así que ya no sé que es lo que piensas en realidad.
Saludos.
Por que la Santidad esta en convertir en bien,el mal.
La crucifixion,en salvacion;el ego en Amor.
La caida,en llamada,el sufrimiento y el dolor,en anonadamiento,crecimiento.La injusticia,en renuncia,el derecho,en entrega,el vicio ,en virtud,asi es la Santisima Cruz.
Locura para el hombre natural,pues sin los ojos de la Fe,lo que verdaderamente es racional,no lo acaba de ver.No entiende que en la negacion,esta el SI de Dios y que en la muerte del yo,la Vida.
En el Cristianismo el fin no justifica los medios,Cristo,los santifica.
No hacemos el mal para que venga el bien(Romanos;3;8),hacemos morir las obras de la carne,por el fruto del Espiritu,Defensor,Consolador,y Santificador.
En la carne el hombre ama el pecado,pero cuando ha sido convertido ama la justicia y en ella encuentra su deleite.El hombre que no ha sido convertido solo ha visto una cara,la del destierro,la de maldicion,al hombre convertido se le ha mostrado la Cruz de la salvacion,la del descanso,por eso vive en y por la Causa de Crsito,porque el que ha vivido en las dos caras,conoce la Verdad.Ha estado en las tieniblas,y ha visto como el Sol de justicia le abria paso por las nubes y le subia al azul del cielo,a las moradas celestes de la Comunion con Dios.
Para nada. De ninguna manera estoy diciendo que "el fin justifica los medios". Estoy diciendo que yo, siendo malo, puedo (y debo) usar lo malo que soy para salvarme.
Si espero a ser bueno para entonces buscar la salvación, me pasaré el resto de la vida sin encontrarla, porque "solo Uno es bueno".
¿En qué se diferencia esto de la postura maquiavélica de "el fin justifica los medios"? En el orden de los factores. Maquiavelo decía que es correcto usar medios malos para fines buenos, por lo tanto, le parecía moralmente indiferente BUSCAR los medios malos, JUSTIFICADO en que el fin es bueno.
Yo estoy diciendo que YA QUE HICE MAL (paso previo), tengo que buscar a partir de hoy hacer bien, incluso con eso malo que hice.
Un ejemplo tonto: Supongamos que yo violé a una mujer y la dejé embarazada. Malo sería procurarle un aborto. Bueno sería usar todos los medios a mi alcance para que esa criatura sea recibida con amor, a costa de cualquier sacrificio. No puedo evitar el mal que ya hice, pero puedo hacer bien con él.
Maquiavelo diría que con tal de tener un hijo amado es justo violar a una mujer. Eso es erróneo a todas luces.
Si pasamos revista a todos nuestros pecados, veremos que de alguna manera todos ellos forman parte de lo que hoy somos. El administrador deshonesto, dentro de su deshonestidad incluía la astucia. Con esa astucia se procuró su propia salvación (económica en este caso). Un pecador como yo no puede separar de su ser lo que ha aprendido y ha conseguido a través del pecado. No estoy orgulloso de ello, desearía con toda el alma jamás haber cometido pecado, pero ya que lo cometí no puedo ignorarlo y decir "de eso yo no sé nada". Si al menos puedo usarlo de (mal) ejemplo para que otros no caigan donde yo caí, bendito sea Dios. Pero no puedo presentarme ante el mundo como un angelito impoluto recién salido de su primera comunión, porque no lo soy ni lo volveré a ser nunca. Con toda mi suciedad debo buscar mi salvación, procurando no ensuciarme más, pero sin negar lo que ya soy.
Asi debemos ser cuando somos hijos de Dios,para perderla.
El que quiere salvar su vida,tambien arrastrara a otros,pero el que la pierda por Causa de Crsito,no solo salvara la suya,Dios mediante,que es el Dueno de las Gracias inmerecidas que redundan en el proximo.
Parece que tenemos que esforzarnos en nuestra salvación, aunque la realidad es que estamos salvados por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo. El nos dice que el que cree en Mi tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día ( San Juan 6). Siendo esto así, no tendríamos que esforzarnos en la salvación por nuestro méritos sino por acrecentar nuestra fe en Jesús. ¿es esto correcto?. Para mi es un tema complejo, más que esta parábola.
Sí, pero no. Es cierto que todos estamos salvados por los méritos de Cristo y que los nuestros no pueden sumarle nada a los de Él, PERO también es cierto que la fe sin obras está muerta.
Uno no puede simplemente decir "tengo fe" y echarse a dormir, porque finalmente eso significa que NO tiene fe. La fe nos lleva a la acción, sin obras buenas es como si no hubiera fe.
Cristo lo explicaba con la parábola del hijo haragán y el diligente: El padre manda a los dos a trabajar el campo, uno le dice "sí, ya voy" y no va. El otro le dice que no quiere ir y al final sí va. ¿Quién le obedeció en realidad? Por supuesto, el que sí fue.
Igual pasa con nosotros: Mucho puedo decir "tengo fe, tengo fe, creo en Dios", pero si no hago lo que Él manda, es como si no tuviera fe. En el otro extremo, puedo dudar muchísimo de Jesús, pero si hago lo que Él dice, puedo salvarme.
Al relacionarlo con el tema que nos ocupa, muy malo muy malo puedo ser yo, pero si desde el abismo de mi maldad sigo creyendo que Dios puede salvarme y hago todo lo que está a mi alcance para llegar al cielo, quizás tenga que pasar muchos milenios en el Purgatorio, pero eventualmente llegaré al cielo. En cambio una persona puede ser muy buena, muy buena, pero si no se esfuerza por ser mejor, fácilmente puede caer al infierno con un sólo pecado mortal.
No estoy de acuerdo en que los deudores de la parábola sean los pobres en el relato de Amós. Hay deudores muy ricos; tan solo deben porque negocian con el dinero de otros ricos. Véase como hay grandes ricos empresarios que deben dinero a los bancos.
Además, si fueran pobres, el administrador difícilmente sería recogido en sus casas.
Por otro lado, ¿qué es el dinero injusto? Llevo años preguntándomelo. Si preguntamos a cualquier persona que gane mucho (¿?) dinero, si considera si es o no es injusto el dinero que gana, nadie nos responderá que es injusto. Todo el mundo dice que lo que gana es lo que se merece; incluso consideraría que debería ganar más. (Incluso altos funcionarios, consideran injusto que les descuenten de su sueldo).
¿Podríamos decir que dinero injusto es todo aquel que no nos hace falta, cuando hay personas que lo necesitan, aunque sea ganado justamente?
Es complicado saber qué es el dinero injusto (me refiero a la delicada línea de separación que hay entre el dinero que se gana honradamente y el que no), por lo tanto es complicado entender las parábolas en las que se menciona el dinero.
Yo creo que a la parábola no hay que tratar de sacarle más de lo que contiene. Los deudores no son pobres, más bien todo lo contrario. Y la salvación que estaba buscando el administrador deshonesto no era la eterna, sino simplemente la temporal: quería un trabajo, no el cielo.
Cristo pone este ejemplo para decir que hay que ser astutos para ganar la salvación, a costa de lo que sea.
Fuera de eso: ¿Por qué dinero injusto? Porque el administrador era corrupto. Por eso lo van a despedir. Si fuera honesto, ni estaría en esta parábola. ¿Es injusto todo el dinero que no nos hace falta? No necesariamente. Es injusto lo que no nos ganamos. ¿Estamos completamente seguros que todo, absolutamente todo lo que tenemos lo hemos ganado justamente? ¿Acaso no tuvimos un poco de suerte al obtener ese trabajo, aquél contrato, este cliente? Y ¿qué decir de las monedas que nos daba nuestro padre, los regalos de Navidad que no nos merecíamos, el primer sueldo que nos ganamos por caridad porque en realidad no sabíamos hacer nada? ¿Y el almuerzo que nos invitaron, el descuento que nos otorgaron por nuestra linda cara y el aumento de sueldo por nuestro tercer hijo?
Al final, todos tenemos al menos algo que no nos hemos ganado, racionalmente hablando, pero Dios va más allá:
Nada, absolutamente nada de lo que tenemos es nuestro. Ni la vida, ni el pelo, ni el oxígeno, ni la tierra. Todo eso es de Dios que nos lo ha PRESTADO para vivir, con la esperanza que lo administremos bien. Ni siquiera nuestros hijos son "nuestros", son de Él.
Al final (versículo 12), el Señor dice: "Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les confiará lo que les pertenece a ustedes?"
AHÍ ESTA LA CLAVE: Dios nos ha prestado este mundo ("lo ajeno") esperando algún día confiarnos algo realmente nuestro, la herencia eterna. Eso ya está, ya existe, es nuestro, Cristo fue al cielo a prepararlo y está esperando el momento justo para entregárnoslo (Juan 14, 2-3): "En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así, se lo habría dicho a ustedes. Yo voy a prepararles un lugar. Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volveré otra vez para llevarlos conmigo, a fin de que donde yo esté, estén también ustedes."
La pregunta que hace la parábola es: ¿Estaremos preparados para recibir Y USAR BIEN esa herencia? Si con lo ajeno somos malos administradores, ¿cómo vamos a administrar bien lo propio? ¿No será que al final Dios va a decir "Echen afuera, a las tinieblas, a este servidor inútil; allí habrá llanto y rechinar de dientes (Mt 25,30)"?
Para los que somos tontos y malos administradores, Dios nos da la clave: Pongamos el dinero con los pobres, para que el día que Jesús nos eche del cielo, ellos intercedan por nosotros y nos reciban en "sus moradas eternas". Jesús insiste muchísimo con eso: Den de comer al hambriento, reciban al pequeño, reciban a los niños, den aunque sea un vaso de agua, curen al herido, "denles ustedes de comer", expulsen demonios, curen enfermos. ¡Sean astutos!
¿Y todo para qué? Para que si no nos ganamos el cielo por nuestros méritos, que al menos alguien allá arriba aunque sea moje la punta de un dedo con agua para aliviarnos la sed (Lc 16,24, apenas unas líneas por delante de esta misma parábola).
Sólo diré que no se trata de afirmar o negar la astucia ¡claro que debemos ser astutos! Pero no ante el mundo, sino ante el Padre. La astucia ante el mundo, en el caso que plantea la parábola, implica perdonar las deudas; pero ante el Padre, es ayudar a los pobres. Por eso el mensaje no es "hagan como él", sino "aprendan de él".
@ Maria Estela: La diferencia con los narcotraficantes que donan a la Iglesia, es que ellos esperan seguir con su actividad delictual y no que se les castigue. El mayordomo infiel, en cambio, sabe que el castigo es cierto e inminente, que su patrón pondrá fin a su injusticia.
Si un narco, advertido que la policía está tras él, deja el delito, ya es algo bueno, aunque no haya sido totalmente sincero. Si además dona su fortuna mal habida a los pobres, mejor, pero el requisito es que deje de traficar, como se indica en la parábola, al decir que el patrón ya ha decidido que no ocupará más su puesto.
Fíjate que el patrón lo alaba por su astucia, pero no dice que lo reinstale, o que lo reciba de vuelta como al hijo pródigo.
Y ese contexto es claramente el de una "llamada de atención" a los pastores, a los administradores de la fe, que no les pertenece. Lo que para nosotros son el Papa, los obispos y los sacerdotes, los ordenados.
Las ovejas, los fieles, somos los pobres, los pequeños de Dios, para que conozcamos a nuestros buenos o malos pastores, que andan entre nosotros. Que distingamos a los pastores verdaderos de los lobos-pastores con piel de oveja, los asalariados.
De esta manera, por una vez, creo que en esta parábola no tenemos que autoflagelarnos, ni sacrificarnos a nosotros mismos en público, algo a lo que acostumbran muchos, aplicándonos a nosotros mismos el papel de los crueles verdugos, sino de las posibles víctimas, y que debemos detectar a aquellos que exterminan y gustan de sacrificar alegremente el patrimonio ajeno especialmente espiritual que administran, que ciertamente no les pertenece, sino que es de Dios.
Es una advertencia contra los malos ministros-administradores de la Iglesia, no contra los administrados.
Y básicamente dice que Dios se vale incluso de los más malos pecadores, donde abunda el pecado, para que sobreabunde la Gracia.
¿Cómo es eso posible? Por una práctica injusta pero efectiva: malbaratando, devaluando, la MISERICORDIA de Dios, haciéndola más fácil y accesible, más de lo que es en realidad, lo que tanto costó a Cristo Nuestro Señor, dandolo "casi" regalado. Incluso hasta el punto poder llegar a envilecerlo, como el que echa las perlas a los cerdos.
¿Es eso honesto? Claro que no. Pero los que desparraman así, al menos ya han recibido su recompensa aquí de parte de la aprobación del mundo.
"Gánense amigos con el dinero de la injusticia, para que el día en que éste les falte, ellos los reciban en las moradas eternas."
Esto me suena como una ironía trágica, como decir "Dios los cría (buenos) y ellos (los malos, entre ellos) se juntan", en las moradas eternas, que no parecen ser el "Reino de los Cielos", sino más bien donde habitan los muertos en las profundidades del abismo-infierno. "Búsquense amigos, que sean como ustedes, para que no se encuentren tan solos... cuando vayan al infierno."
No es una parábola inútil, es simplemente el (mal) ejemplo para no imitarlo y salir huyendo de aquéllos.
Sobre la conclusión creo que significa que si nos sentimos identificados con el mayordomo infiel, si poseemos dinero obtenido de manera deshonesta, lo usemos para ganar "amigos" que nos puedan recibir en las "moradas eternas", es decir, los más cercanos a Dios: los pobres, los que sufren, los que necesitan nuestra ayuda. El día en que el dinero nos va a "faltar" es el día en que estemos frente a Jesús desposeídos de todo bien terrenal, entonces aquellos "amigos" que hicimos intercederán ante nosotros, darán cuenta de que cambiamos para bien y seremos recibidos en las "moradas eternas".
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