Si tengo trabajo ¿Por qué sigo siendo pobre?
Esta pregunta se hacía el Padre Luis Roblero, director de Infocap, hace un año en una columna dedicada al sueldo ético familiar, que el gobierno está implementando por estos días, donde concluía con estas palabras:
Si hemos definido el trabajo como centro de la estrategia de desarrollo, resulta imperativo instalar el debate sobre el tipo de empleo que se promueve y el rol de los trabajadores en la sociedad que estamos construyendo.
No es aceptable permitir que los trabajadores continúen preguntándose “si tengo trabajo, ¿por qué sigo siendo pobre". Cualquier ajuste de transferencias es insuficiente si no se eleva la discusión política y se instalan los temas de fondo.
Esta misma inquietud se ha repetido en la reciente carta de los obispos “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile“, al decir que:
Se ha pretendido corregir el mercado con bonos y ayudas directas descuidando la justicia y equidad en los sueldos, que es el modo de dar reconocimiento adecuado al trabajo y dignidad a los más desposeídos. Hoy escandalosamente hay en nuestro país muchos que trabajan y, sin embargo, son pobres.
En reconocimiento de la sujeción filial que le debo a nuestros Pastores en Cristo, tengo la intención de destacar los aspectos positivos de la carta y aquellos que me merecen algún comentario, pero al ver que retomaban este asunto, recordé que había pensado mencionar a los visitantes de este espacio la idea que planteaba originalmente el padre Luis Roblero, y preguntarles qué les parecía.
Entonces, tenemos que los trabajadores chilenos tienen la expectativa de dejar de ser pobres, cuando obtengan un trabajo estable. La pregunta es si tal expectativa es buena, razonable o justa.
Pero antes de examinar esa cuestión, me gustaría hacer notar un punto que parece subyacer en esta cuestión: la idea que ser pobre es malo, o al menos indeseable.
Entiendo perfectamente que ver la miseria y no hacer nada al respecto es una inmoralidad grave, pero lo cierto es que, al menos en Chile, no es algo que se ve todos los días. La gente no suele morir de inanición, y si bien hay gente que a veces se ve dormir en las calles, en su gran mayoría se trata de personas que permanece más o menos voluntariamente en esa condición. Por el contrario, lo que hoy llamamos “pobreza” en Chile, no guarda ninguna relación con lo que históricamente (incluso globalmente) se entiende por dicha palabra. Me refiero a que un niño pobre hoy en día, recibe del Estado educación y salud gratuitas (¡Gracias a Dios por eso!) y si bien la calidad de dichos servicios deja mucho que desear, es mucho más que lo que apenas un par de generaciones atrás era esperable.
Superado el umbral de la miseria, no creo que debamos aceptar con tanta facilidad el presupuesto que ser pobre es malo. Desde ya aclaro que no soy ni he sido pobre de ninguna forma, así que si pueden llamarme hipócrita y rezar por mí, se los agradezco. Pero más allá de eso, creo que los católicos deberíamos pensarlo dos veces antes de tratar la pobreza como un infortunio necesariamente, como algo malo, ni siquiera cuando, a diferencia de un religioso, es una condición impuesta por las circunstancias. Por el contrario, convendría tomar en serio al cristianismo cuando propone que la abundancia de bienes materiales puede ser ocasión de pecado; y su carencia, una especial gracia de Dios para sus hijos preferidos.
Volviendo a nuestro tema original, puede parecer a primera vista que el tener un trabajo nos permitiera, al menos a la larga, salir de la pobreza, pero esa es una impresión errada. Tal como lo enseña NSJC en Lucas 12, 16-21 (llamada parábola del rico necio) ninguna cosecha abundante, ninguna riqueza, ni seguridad material puede servirnos de garantía “contra” la pobreza. Sin ir más lejos, podemos pensar profesional puede tener su oficio propio, sin un jefe que lo pueda despedir, y trabajar en un área donde tenga asegurada la clientela, pero un accidente vascular puede destruir de un día para otro sus seguridades y riquezas, y dejarlo a merced de la solidaridad de los demás. Y así tenemos muchas posibilidades: la enfermedad catastrófica de un hijo, un accidente automovilístico y la innumerable cantidad de desgracias que nos informan cada día. Para qué hablar de un vicio moral que destruya la vida propia y la de nuestra familia, como una adicción al alcohol o las drogas, o que cometamos un delito.
Como decía mi madre, “nadie tiene la vida comprada", y no se refería sólo al mero hecho seguir viviendo, sino también al estilo de vida que uno lleva actualmente.
Pero vamos un paso más allá. Aparte de un evento calamitoso, de los que nadie está a salvo o de algún vicio ¿Es razonable esperar que yo no sea pobre, si trabajo honesta y esforzadamente?
En un mundo ideal, donde el sueldo que yo reciba por mi trabajo esté directamente vinculado al esfuerzo que hago, tal vez. Pero el nuestro dista mucho de ser ese mundo. Hemos avanzado mucho en dirección a construir ese mundo, ya que hoy en día nuestro origen no determina necesariamente el tipo de trabajo que podemos desempeñar y el monto de nuestro salario. Persisten todavía hay muchas desigualdades en nuestra sociedad, pero no sé si tengamos los medios lícitos para lidiar con todas ellas ¡o si querríamos hacerlo!
Por ejemplo, el principal factor que introduce una injusticia en los sueldos, es la capacidad intelectual. Nuestra sociedad está estructurada de tal manera que las carreras profesionales son un requisito para acceder a los salarios más altos, y si en general para obtener ese título, se exigen años de intenso ejercicio intelectual, de modo que quienes carecen de esas capacidades ven bloqueadas sus posibilidades de obtener un mejor sueldo, sin importar cuánto se esfuercen en ello. Y resulta que la capacidad intelectual viene dada por factores totalmente aleatorios, de modo que recibir un sueldo más alto por ese motivo sería esencialmente injusto.
¿Estamos dispuestos a cambiar eso? ¿A pagarle lo mismo a un neurólogo que a un albañil, basado en que ambos se esforzaron igualmente en hacer su trabajo? ¿Quién podría evaluar eso? O trasladando el ejemplo a otro ámbito ¿Deberíamos pagar lo igual a Messi que al suplente de “Tricolor de Paine", basados en que ambos hicieron las mismas horas de entrenamiento?
Mi punto es que no todas las desigualdades son susceptibles de ser corregidas, y, una vez aceptado ese hecho, deberíamos enfocarnos en aquellas que realmente se fundamentan en un abuso.
El P. Roblero parece proponer que el sueldo mínimo sea una herramienta de política pública, que sea tan alto como para permitir que una familia deje de depender de las ayudas estatales y se sostenga a sí misma. Desde el punto de vista de la subsidiariedad, sin dudas que es una meta loable, pero creo que se equivoca al plantear que el medio idóneo para alcanzarla sea elevar el sueldo mínimo.
En efecto, el sueldo mínimo es más que el piso que se paga a un trabajador prácticamente sin ninguna calificación, para que se mantenga individualmente sobre la línea de miseria, cumpliendo una labor productiva menor. Cada año hay muchos análisis fundados en dividir el sueldo mínimo por los cuatro integrantes de una familia, para demostrar que es un jornal de miseria, pero son engañosos: ni una familia chilena promedio tiene cuatro miembros, ni un jefe de familia puede esperar razonablemente mantener a otras tres personas con ese salario. La familia chilena está destruida, sobre todo en los sectores más populares. Sería una injusticia entonces pagar el mismo sueldo mínimo al padre de familia, que permanece junto a su esposa e hijos y sacrifica sus ingresos por el bien de ellos, y lo mismo al trabajador soltero que sólo lo emplea para sí mismo.
No es extraordinario que uno que gana el sueldo mínimo sea pobre, si eso corresponde a un trabajo mínimo. Tienen razón los obispos cuando recuerdan la obligación moral de remunerar con justicia, y esa es una función que no puede ser dejada al mercado, sino que es propia del Estado, porque es evidente que los trabajadores no están en condiciones de igualdad con los empleadores. Pero al mismo tiempo se deben analizar las fuentes de esa injusticia, y determinar cuáles son las herramientas adecuadas para hacerlo.
Seguramente el resultado de ese análisis no será tan efectista y popular, como elevar el sueldo mínimo, pero es el costo de hacer las cosas bien.
12 comentarios
Junto con ello, en relación a la calidad de los recursos y servicios, especialmente la educación y la salud que es donde estamos más al debe en Chile, considero inaceptable que el costo total de estos servicios esenciales se lo tengan que llevar los ciudadanos de a pie de manera particular, que no haya subvenciones que permitan acceder a algo de buena calidad sin tener que medio morirse con tal de recibir una atención adecuada o una educación que le confiera las aptitudes necesarias para poder discernir con total libertad una elección de oficio o profesión, realizada de manera sobrenatural.
Me parece que usted don Patricio se aproxima más a una visión más cercana a la de los militantes UDI, servidor en cambio ha considerado que sirve mejor a los demás conforme al mensaje de Nuestro Señor a través del cristianismo social, que hoy por hoy nada tiene que ver con la actual DC, socialista por donde se le mire, pero que alguna vez tuvo que ver con la Falange Nacional.
Le agradezco enormemente el seguir mi blog, y el doble por tomarse el tiempo y el esfuerzo de escribir un comentario. Desde luego, no considero de ninguna forma que sea una desgracia que no esté de acuerdo conmigo, sinceramente creo que es una oportunidad para mí de crecer y aprender.
Como decía en la entrada, en un mundo ideal todos tendríamos la oportunidad y el derecho de ser remunerados por desempeñar la labor que efectivamente nos hiciera felices, y yo sería arquero en el Real Madrid. En este mundo, sin embargo, ese es un raro privilegio, y quien lo tenga debe agredecer a Dios por él cada día, pero la gran mayoría no podemos decir que se nos haya privado de un derecho por la simple razón de haber elegido una carrera dentro de un rango limitado de posibilidades, sea por factores económicos, familiares o de capacidad física o mental. Al menos esa es mi opinión. ¡Ah! y también creo que la elección de una carrera laboral no tiene nada de sobrenatural.
Estamos de acuerdo en que debemos procurar una mayor calidad en los servicios de salud y educación que presta el Estado, pero la cuestión es la idoneidad de los medios. En medio de una protesta no se puede plantear que no es tan simple de decir "¡a imprimir dinero!" para subir los sueldos de profesores, ni de forzar a los médicos y enfermeras a atender gratuitamente. Hay medidas que son mucho más complejas que un slogan y una "falta de voluntad política". Basta con ver lo que ocurre en algunos países europeos.
Mis opiniones no han sido influidas por ningún partido político chileno, si a eso se refiere. Tampoco creo que tengamos que los cristianos tengamos que ponernos etiquetas entre nosotros. Sin dudas que debo profundizar mis lecturas en la doctrina social de la Iglesia, y por eso espero que esta sea una ocasión para aprender.
Quedo atento a sus observaciones.
También le digo que, aunque no muera nadie de hambre, verse en la necesidad de pedir, en el riesgo de que los niños enfermen por no estar correctamente alimentados, vestidos y no tengan un entorno saludable no es un regalo. Sí, es cierto, en etiopía beber agua de un charco de agua sucia es habitual y aquí no llegamos a ese extremo, pero le invito a que conozca las zonas más pobres de su ciudad y encontrará que la pobreza extenúa a las personas. Los santos pueden hacer milagros, mantener la alegría en el martirio pero muchos de nosotros, por mucho intentarlo no lo logramos. Lo intentamos, vivimos abiertos a la vida y confiados en el Señor, pero eso no quita para que lloremos a escondidas y deseemos una vida mejor, en la que no tengamos miedo. Por supuesto que lo más importante es el alma, pero el vivir haciendo malabares día a día para llegar a fin de mes quita muchas energías y hace la vida áspera, sobre todo al leer textos como este, a pesar del Amor de Dios que sé que está con los pobres y con los que sufren, también con aquellos cuya situación no es tan dramática.
Les ruego me disculpen, y pidan a Dios por que me dé un corazón más sensible.
Eso no acerca a nadie a Dios. Eso acerca al demonio. Lo único que se siente es ansia de empezar a matar miserables. Usted ya me entiende.
La riqueza o el simple bienestar nos ha traído también muchos males. Antaño, se producían abortos por causas más bien económicas, con trasfondo de miseria siempre; ahora, en muchos países desarrollados los abortos se dan en gentes acomodadas a las que un hijo les supone un revés en su vida desahogada y fácil.
Normalmente el sueldo de un profesional será superior al de un técnico ¿Existe una razón intrínseca para que esto sea así? ¿es justo? ¿o sólo depende de la demanda que exista por una determinada función?
Desconozco la situación en Chile, pero en España durante la burbuja inmobiliaria un emigrante, sin estudios, sin grandes conocimientos profesionales aunque, eso sí, con ganas de echarle horas y esfuerzo podía ganar más que un titulado superior trabajando para la administración. Ahora probablemente esté con un sueldo cero, por estar en el paro. ¿Era justo antes e injusto ahora? La economía tiene poco que ver con la justicia.
En cuanto a lo del sueldo ético familiar, confieso que no lo he entendido, ¿es cómo la Renta Básica que quieren promover por aquí? Si es así, yo no estoy de acuerdo para nada. Ni tampoco estoy de acuerdo con que la economía no tiene que ver con la justicia. Sé que en nuestro sistema actual es cierto, pero nuestro sistema no es el único.
En fin, como dice el libro de Proverbios "no me des ni pobreza ni riqueza, dame la ración necesaria, no sea que, al sentirme satisfecho, reniegue y diga: «¿Quién es el Señor?», o que, siendo pobre, me ponga a robar y atente contra el nombre de mi Dios."
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