El verdadero opio del pueblo
El verdadero opio del pueblo es la confianza en la nada después de la muerte. El enorme consuelo de pensar que por nuestras traiciones, codicia, cobardías y asesinatos, no seremos juzgados.
Czeslaw Milosz, premio nobel 1980
15 comentarios
El premio Nobel de Literatura es el más absurdo y gratuito de todos los Nobel.
Decir tonterías está al alcance de cualquiera sin diferencias sociales, económicas o intelectuales.
@ Renzo: Pues recuerda que decir tonterías está al alcance de cualquiera, la próxima vez que alguien diga que la religión es el opio del pueblo.
En segundo lugar, ¿para quién puede ser un consuelo pensar que por nuestras traiciones, etc. no seremos juzgados? Para nadie. Los que sabemos que no hay nada tras la muerte tampoco estamos angustiados por la culpabilidad, así que no necesitamos consuelo. La angustia culpable la sienten los que creen en un Dios que da órdenes, juzga y castiga y, esos, creen también que hay algo después de la muerte.
Conclusión: dos tonterías son dos tonterías aunque las diga un Nobel.
Y me puedes decir que hay de contradictorio en ambas frases? :-)
O me vas a decir que un grupo capaz de dejar de morir de hambre a millones de personas cada año, capaz de invertir millones en condones y no dar fondos suficientes para la investigación de la malaria, capaz de permitir millones de abortos en el mundo cada año, capaz de denigrar a millones de mujeres con la trata del blancas, con el tráfico de órganos, con el tráfico de drogas, con la evasión de impuestos, con asesinatos pasionales y económicos, con nuestros mezquinos odios y rencillas, (la lista de miserias se puede extender hasta el infinito) no es un grupo, como poco, lamentable?
Un saludo en la Fe
Dije "cuando alguien diga", es decir, cuando tú lo escuches decir, espero que levantes la misma objeción que levantas ahora.
@ Ramontxu: nunca ha sido utilizada por los poderosos para a acallar a las clases humildes
¿En serio? Pienso en los programas de farándula que pululan por nuestra TV (prensa rosa creo que la llaman en la Madre Patria). Con ellos se adormece a las clases humildes, en un espectáculo que no hace más que glorificar las conductas inmorales (adulterios, orgullos, insultos), para lo cual es premisa que no tienen ninguna trascendencia moral para las personas que participan en ellas.
O en los políticos que ganan votos con leyes de divorcio express, basadas en que a nadie (y ciertamente no a Dios) le importa que un hombre abandone a su esposa y sus hijos para ir tras otra mujer más joven y hermosa.
Los que sabemos que no hay nada tras la muerte tampoco estamos angustiados por la culpabilidad
Precisamente ese es el consuelo de creer que no hay nada: no estar angustiados por la culpa. Esa es la ventaja de no creer, que para algunos se convierte en un opio mucho más poderoso que la religión, que te podría agobiar con la culpa.
Asi que tenemos el aqui y nada mas, eso no es opio, eso es pura evidencia. Opio seria deformar esa evidencia hasta convertirla en algo imaginario que nos consuela o nos atemoriza, segun se tercie, y que condiciona nuestras acciones saltandose a la torera la racionalidad, pero eso también es sintoma de la estupidez de la que hablaba en mi primer mensaje.
Pues no sé cómo le han dado el premio Nobel de literatura, porque se expresa muy mal. Bueno, ya se sabe: los poetas...
¿Compartes lo que decía Saramago?
Si no lo compartes, tu post es una soberana tontería.
Y digo los nobel de literatura, porque si te digo los de ciencias igual te deprimes. Los nobel que no son creyentes ganan por goleada. Igual que los científicos.
¿Te sigues creyendo tan listo ahora?
La captación de lo sagrado, que recibe también el nombre de "lo numinoso", implica, entre otros, los sentimientos de reconocimiento, confianza, seguridad, amor, y humilde entrega. Por tanto también implica el recogimiento de la reflexión sobre el sentido. Decir que la búsqueda del sentido es el método esencial de la razón no es proferir una afirmación circunstancial que sirva a los propósitos de quien rechaza el absurdo. Es simple reconocimiento de la dinámica racional, que hace que el ser inteligente se plantee una cuestión primera, decisiva, capital (en el sentido propio de “caput” : cabeza, sede de la inteligencia): la del sentido de la existencia. Y esa interrogante estalla en la razón, poniendo en contacto al hombre con el misterio, que genera a la vez temor y estupor, que cautiva, atrae y maravilla y se experimenta a la vez como presencia y ausencia. Estos dos polos de la experiencia religiosa están relacionados con el carácter trascendente e inmanente de la divinidad.
Dios no es percibido como un objeto, sino como un “tú” con el que el creyente se relaciona, conoce y ama y se siente conocido y amado por él. Se parece más al tipo de conocimiento que tenemos de otros sujetos con los que establecemos una relación personal. La fe no se despierta simplemente por la comunicación, como en el caso de una proposición científica, sino que en ella sale a la superficie lo que interiormente se ha experimentado. La fe es siempre una experiencia personal.
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