Un argumento por la castidad
Amigo mío,
Por el largo tiempo que hemos compartido, he llegado a conocerte y a considerarte una gran persona. He visto como tratas a tus amigos y a tus amigas, y me he podido dar cuenta, por los hechos más que por palabras, de aquellos valores y virtudes que son relevantes para ti. No sólo puedo decir que los conozco, sino además que te respeto y admiro por ellos.
Particularmente, te considero un hombre de familia, alguien capaz de apreciar la belleza de una mujer al mismo tiempo que de sentir por ella un profundo respeto. Sé también, porque nuestras largas conversaciones, que cuando una mujer acepte tu promesa de estar a su lado hasta que la muerte los separe, lo hará sabiendo que honrarás esa promesa, y que estarás junto a ella y sus hijos durante todas las etapas importantes de su vida.
Por eso, porque conozco todo esto de ti, quiero pedirte que pienses seriamente la necesidad de practicar, desde ahora, la castidad.
Ya sé que no compartes mi religión, también lo hemos conversado muchas veces, pero sabes que no te diría esto si fuera a darte un sermón. Sólo quiero que consideres lo siguiente:
Como sabes, en la mayoría de los animales la sexualidad se encuentra estrechamente relacionada a los periodos de fertilidad de las hembras y de celo de los machos, y que hay épocas en que los machos se encuentra irremediablemente atraído hacia la hembra, pero el resto del tiempo el interés sexual desaparece. En los seres humanos, en cambio, existe lo que podríamos llamar un estado de “celo permanente", es decir, no hay una época determinada en la que no nos interese el sexo. Si buscamos una explicación evolutiva, podríamos relacionarlo con el hecho que la tasa de reproducción en nuestra especie es muy baja (cada embarazo sólo producirá un hijo,y no una camada, como es habitual en los mamíferos), su período de gestación es ridículamente largo, el proceso del parto es extremadamente peligroso para la vida de la madre y su bebé, y la “cría de humano” es con mucho la que nace con menos capacidades para sobrevivir) de modo que la naturaleza intenta maximizar las situaciones en que estemos en condiciones de reproducirnos. Pero lo concreto, es que un hombre, salvo enfermedad o alteración sobreviniente, siempre se sentirá atraído hacia una mujer con quien pueda aparearse.
Por otro lado, piensa que durante el 99% de la historia de nuestra especie, las mujeres no han sido lo que conocemos hoy. Hasta hace algunas décadas, las enfermedades más comunes dejaban marcas evidentes en el cuerpo y el rostro de cada mujer era su historia médica; La virginidad era apreciada no sólo por su valor simbólico, sino además porque el primer embarazo solía destruir también la belleza de la mujer: perdían los dientes por deficiencia de calcio, aparecían estrías en el vientre, muchas veces sufrían graves patologías asociadas al parto, que eran precisamente su principal causa de muerte; Luego la edad las asaltaba sin ninguna de las maravillas cosméticas disponibles hoy en día, con las consecuencias conocidas. Contra todo esto debía “compensar” el instinto sexual masculino, para que cada mujer tuviera la mayor cantidad posible de hijos y así asegurar la existencia de la especie. Combina eso con ese “celo permanente", y estarás de acuerdo conmigo en que el impulso sexual es un instinto extraordinariamente fuerte en el varón de la especie humana (¡Cuántas veces hemos bromeado sobre eso!).
Esto funcionó durante miles de años, pero recientemente la situación ha cambiado. Lo normal es que hoy las mujeres sean muy hermosas, comparados con una mujer promedio de otras épocias, y que conserven los rasgos de la juventud hasta bien entrada la tercera década. No sólo eso ¡hasta las mayores están estupendas!. Cualquiera de nosotros puede nombrar 20 ó 30 supermodelos o actrices que cuya belleza fácilmente lanzarían al mar los navíos de Agamenón, ellas están dentro de nuestras casas cada día, a través de la televisión, ¡y más encima las arreglan con Photoshop para que nos resulten aún más atractivas!
En fin, no creo exagerar o pasar por cartucho si digo que nuestro ya fortísimo interés sexual, actualmente, se encuentra sobre exitado, a causa de todos estos estímulos, y lo que en un momento fue necesario para asegurar la supervivencia de la especie, hoy se encuentra en franco desequilibrio.
Para alguien de temperamento filosófico, como yo, esto bastaría para buscar un punto medio, que según Aristóteles es donde se encuentra la virtud, y cultivar especialemente la virtud de la castidad, de modo que el impulso sexual ocupe un lugar en equilibrio con otros aspectos de la vida, evitando aquellas imágenes, lugares o situaciones en las que podamos ser estimulados innecesariamente en este sentido. Pero además existe otro motivo por el cual quiero invitarte a que consideres la necesaria de cultivar este hábito.
Considera que el matrimonio no es un acto mágico: no dejaremos de sentirnos atraídos hacia las mujeres hermosas (que no son pocas) por el sólo hecho de prometer fidelidad a una de ellas, y lo más probable es que sigamos comportándonos con las otras tal como lo hacíamos antes de estar casados, con el evidente peligro de faltar a nuestro juramento. Es claro que si no hemos practicado la castidad antes del matrimonio, será mucho más difícil honrar a nuestra esposa y, si ese peligro llega a concretarse, destruirá la familia y nos alejará de nuestros hijos. Por eso es importante guardar esta virtud no sólo una vez comprometidos, donde es obvio, porque lo hemos prometido expresamente, sino también antes, en preparación a esas “situaciones complejas” (por ejemplo, cuando te atrae una mujer, ella siente lo mismo ¡y no es tu esposa!) que a todos nos tocará vivir.
Amigo, me atrevo a compartir estas reflexiones contigo, porque, como dije al inicio, creo que son importantes para ti, y para aquellos valores que, a pesar de no compartir una religión, son significativos para ambos.
Si bien tengo un par de amigos en mente al escribir esto, esta no es una carta real que vaya a mandar, más bien es un argumento desarrollado como carta, así que espero sus comentarios.
11 comentarios
Madre mía, qué fanático eres Patoace con la evolución.
Si la evolución fuera cierta a lo mejor podríamos comer hierba del campo... eso evitaría las hambrunas que tantas muertes ha causado en la historia. Darwin decía que nuestro apéndice son restos del ciego que nos permitía digerir la hierba del campo. Si eso no hubiera cambiado ahora podríamos comer hierba.
O a lo mejor nos habrían salido alas, como les salieron a los antecesores de las aves, ¿no? Quizás los monos saltando de árbol en árbol agitando los brazos rápidamente a través de muchas generaciones y millones de años hubieran acabado desarrollándose en humanos con alas. ¿Por qué no tenemos alas?, puñeflas, con lo que me gustaría volar.
A los violadores, en algunos países se les está aplicando un tratamiento que les suprime la libido.
Quizá algo parecido podría aplicarse, por ejemplo, para contener el ímpetu desbocado de los adolescentes.
@ yoshido: No creo que se pueda asimilar la situación de un joven a la de un delincuente, y tampoco tengo claro que sea ético imponer esos tratamientos como sanción.
Si se encontrara un anafrodisiaco que no tuviera efectos colaterales, me parecería buena idea que se lo administrara, por ejemplo, un joven mientras prepara sus exámenes.
A las gatas en celo hasta por piedad se les castra, para quitarles la tortura de la libido.
Si la ciencia nos brindara el medio de abolir la libido en forma tempora, pues qué bien.
Patoace:
Mucho me temo que a final de cuentas, lo que nos acercará a la virtud será la química.
Así se podrá controlar a los agresivos, a los glotones, a los lascivos, etc.
Te recomiendo que leas "Un mundo feliz", de Aldous Huxley.
Nosotros quizá seríamos como "el salvaje" de esa obra, pero el caso es que el mundo se encamina a ser así.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.