La conexión mitológica (Parte I)
De un tiempo a esta parte (hace un par de siglos, de hecho) se ha vuelto común atacar al cristianismo, mostrándolo como una religión pagana más, y parte esencial de ese esfuerzo es presentar a Jesús como una especie de refrito de todos los mitos que circulaban por el mediterráneo en la antigüedad, uno tan perfecto que logró imponerse a todos los demás.
El trabajo paradigmático en este sentido es el libro Los 16 Salvadores Crucificados de Kersey Graves, publicado en 1875, y donde se compara la figura de Jesús con los mitos de, entre otros, Krisna, Mitra, Alcestis (que es mujer!), Buda, Quetzalcóatl y Prometeo. Luego, esa lista se ha ido nutriendo con los aportes de otros para incluir a Horus, Thor, Dionisio.
A pesar que la obra de Graves ha sido muchas veces desacreditada, este tipo de conexiones han logrado penetrar en el imaginario popular, y así es como encontramos que Dan Brown, en El Código Da Vinci, hace decir a su personaje Sir Leigh Teabing (supuestamente un experto en religiones comparadas y símbolos), lo siguente:
Nada en el cristianismo es original. El dios pre cristiano Mitras –llamado hijo de dios y luz del mundo– nació un 25 de diciembre, murió, y fue enterrado en una tumba de roca, y luego resucitado en tres días. A propósito, el 25 de diciembre es también la fecha de nacimiento de Osiris, Adonis, y Dionisio. Al bebé Krisna le obsequiaron oro, incienso y mirra. Incluso la semana santa del cristianismo fue robada a los paganos.
¿Cómo abordar este tipo de afirmaciones?
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