(396) Domesticar la Revolución

44.- La Ciudad cristiana se funda en el orden natural del ser y sobrenatural de la gracia. Orden orgánico transmitido de generación en generación. Orden que, en cuanto dado y recibido, es tradicional.

La ciudad moderna, por el contrario, se sustenta, malamente, en el orden artificial del devenir y del valor. Orden que, en cuanto reclamado y contrarreclamado, como diría Turgot, es antitradicional: por ser susceptible de invención, por ser constructo subjetivo, por ser un mero artefacto de equilibrio y autodeterminación.

 

45.- El empeño oscuro y ambiguo del neomodernista es catolizar sin catolicismo el orden del devenir, de forma que conviva, ambiguamente, con el orden del ser y de la gracia, y pueda optarse por el primero en público, y por el segundo en privado. Es el viejo sueño anfisbeno del liberalismo de tercer grado: devenir institucional y piedad privada.

 

46.- Los neofilósofos y neoteólogos, entonces, sacralizarán el orden del devenir mediante la ideología personalista y la Nueva Teología. Pero no lo sacralizarán demasiado, sino sólo un poco. Quieren un orden intermedio, ni muy moderno ni muy católico.

Quieren catolizar la Revolución y así rehuir las nuevas guillotinas. Quieren domesticar el devenir y así eludir “la dictadura del cosismo", es decir el orden del ser. Para ello, se harán semipelagianos. Para ello, ensalzarán la dignidad ontológica y olvidarán la dignidad moral. Para ello, esconderán al Crucificado. Para ello, rebajarán el principio penitencial. Para ello, relativizarán sacramentales, novenas, culto de dulía en general. Para ello, predicarán igualdad, libertad y fraternidad y gracia para todos a partes iguales y en la misma proporción. Para ello, considerarán caduco el derecho natural, y preferirán la Declaración de los derechos humanos.

Ruben Calderón Bouchet explica lúcidamente este proyecto de aprobación de la Revolucion por gran parte del pensamiento eclesial moderno:

«La revolución se formó y se hizo contra la Iglesia. Este es un hecho que muchos católicos no quieren entender y aferrándose, por cualquier razón desconocida, a la institución eclesiástica, tratan de dar una explicación que les permita conciliar los ideales y las utopías modernas con los principios reales de la fe». 

«Se debía admitir la vigencia de estos factores y ver cuál podía ser el papel de la Iglesia Católica en el seno de una sociedad pluralista, democrática y revolucionaria, sin condenar todo el proceso que llevaba en su seno las puestas modernistas» (Rubén CALDERÓN BOUCHET, La Iglesia frente a la ideología, Verbo, núm. 563-564, 2018, pág. 259).

 

47.- El orden del ser contra el orden del devenir. — Tienen una guerra a muerte, y no se puede estar en medio. O blanco o negro, no valen medias tintas. El P. Castellani recalca con fuerza e ingenio la idolatría del devenir que late en el pensamiento moderno:

«Hegel llevó esta filosofía [la moderna], separada o profana a su cúspide, como él lo dijo, y es verdad. Hizo un “Sistema” completo y cerrado, admirablemente arquitecturado, que viene a ser como el Sistema de Aristóteles invertido: Aristóteles se fundó sobre el SER y por ende, el principio de contradicción; Hegel se funda sobre el DEVENIR, o sea el movimiento; de modo que ambos son del todo incompatibles. K. detuvo a Hegel para siempre, retirándole simplemente la base; por eso pude titular yo paradojalmente “De K. a Tomás de Aquino”.

»Hegel no tuvo ni tiene discípulos, anoser se quiera nombrar tal a Heidegger— creo que no se puede. De él surgió en lo teórico la elaboración del ateísmo— Feuerbach — y en lo práctico el comunismo de Marx; y dentro del cristianismo la herejía del Modernismo, que sigue hasta ahora: sigue y crece.» (Leonardo CATELLANI, De Kirkegord a Tomás de Aquino, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, Argentina, 1973, pág. 252)

Grandes males vendrán para la Iglesia a causa de este proyecto de domesticación del devenir revolucionario. La escuela personalista y la Nueva Teología intentarán, durante más de cincuenta años, incorporarlo al numen católico, con los desastrosos resultados que padecemos.

 

David Glez. Alonso Gracián

 

8 comentarios

  
Palas Atenea
¿Quién es ese K, que detuvo a Hegel según el P. Castellani? ¿Kierkegaard? El P. Castellani lo cita mucho.
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A.G.:
Kierkegaard, en efecto. Combatió a Hegel y eso le honra.
07/12/19 11:45 PM
  
Luis Fernando
El neomodernista quiere llevarse bien con el mundo porque él es del mundo, no de Dios. Lo que hace en realidad es mundanizar la Iglesia, haciéndola sierva de la Revolución. Y es lo que tenemos hoy ante nuestras narices. A gran parte de la iglesia jerárquica siendo instrumento directo del NOM en todo aquello que puede serlo abiertamente. E instrumento indirecto en aquello donde, para contentar a los débiles sin formación y a los oficialistas, debe guardar todavía las formas, entregándose en manos de la tibieza que Cristo condena más que la crasa rebelión.

Ese es el verdadero rostro de la apostasía.
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A.G.:
Luis Fernando, dices cabalmente que lo que hace el neomodernista es
"mundanizar la Iglesia, haciéndola sierva de la Revolución. Y es lo que tenemos hoy ante nuestras narices."

Así es. Por eso, como también apuntas, debe guardar todavía las formas, para aparentar que permanece en la sana doctrina. Pero hace mucho, mucho que la abandonó. Desde que intentó cristianizar 1789.
08/12/19 1:01 AM
  
Andrés
Castellani tiene un libro que se titula de "Kirkegord a Tomás de Aquino".
He echado una ojeada al mismo, y me da la impresión que Castellani se siente bastante identificado con el itinerario espiritual del danés:
"Al final de su vida las posiciones filosófico-teologicas de Kirkegord coincidieron con las de Santo Tomás de Aquino"
Especialmente interesante me ha parecido también el capítulo donde aborda la cuestión epistemológica de la relación sujeto-objeto: "Analicemos el objeto: se desdobla en lo visible y lo invisible: el Mundo y el Misterio; o vulgarmente: el Mundo y Dios".
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A.G.:
Castellani en efecto valora positivamente a Kierkegaard. Del libro que Ud. cita es la cita en mi post.
08/12/19 12:21 PM
  
Palas Atenea
Efectivamente Castellani, con las debidas distancias, valora a Kirkergord, porque se permite esa clase de licencias, lo mismo que dice Simona Weil.
Es una curiosa prosa la de Castellani, entre culta y popular, lo que le hace tan peculiar.
08/12/19 1:12 PM
  
Javier
Entiendo que Bouchet se refiere a la Iglesia que habla por boca de la Comisión Teológica Internacional [En busca de una ética universal, por ejemplo]. Voy a olvidarme del pontificado de Juan Pablo ii y a centrarme en el de Benedicto xvi, y me gustaría saber su opinión sobre lo que queda de Bergson y Maritain en las tres encíclicas de Ratzinger. Acabo de releer su entrada 364 'Del doble cristianismo personalista', que me parece muy iluminadora ahora que estoy releyendo 'Antimoderne'; ahora, tantos años después de mi primera lectura esas confesiones tomistas de Maritain me parecen un muy calculado preludio, lleno de amenazas. Quizás sea que me he vuelto suspicaz. Lo que no tengo muy claro es el asunto de las encíclicas de Ratzinger, ¿son un reproche a Maritain? ¿no lo son?


___________________________VINCEMMO, VINCEREMO. ✠
08/12/19 4:16 PM
  
Scintilla
Explicitando lo que dice, don Alonso: la ciudad cristiana no sólo se funda en el orden natural del ser y en el sobrenatural de la gracia, sino que es condición de posibilidad de que el ser resulte irradiado y perfeccionado por la gracia (lo que llama orden orgánico), que es el eterno proyecto divino que quebrantó el pecado. Por eso la Jerusalén celestial es tan objeto de esperanza como lo es la parusía. No hay esperanza de lo uno sin esperanza de lo otro.

Por otro lado, don Alonso, ¿qué formas guarda el actual clero revolucionario y sus mariachis?: ¿En su vestido? ¿En su comportamiento? ¿En la doctrina y la moral que predica? ¿Ante la liturgia? ¿Ante los sacramentos? ¿Ante la piedad? El otro día me tuve que acordar del juramento de la Constitución civil del clero de la Convención cuando leí que uno de los funcionarios que han puesto al frente del engendro oficialista chino exigía a sus oyentes que no olvidaran nunca anteponer en sus corazones la China comunista a Cristo, que allí no estaban para tonterías. Y lo que estamos viendo con lo del clima y la ecología es alucinante. Estupefaciente.

La aparente novedad de estos tiempos, apostatar dentro de la Iglesia, no es tal novedad, como demuestra la Revolución francesa, sino, como recuerdan los hechos que tuvieron lugar en esta última, la antesala de la persecución a sangre y fuego del resto fiel (que se llevó también por delante a parte del infiel y apóstata, con una diferencia entre la muerte de unos y otros destinada a resplandecer en el Juicio).
08/12/19 8:33 PM
  
Vicente
lo que necesitamos es la revolución del amor, que es la de Dios.
09/12/19 9:39 PM
  
hornero (Argentina)
El desajuste de la inteligencia producido por el terremoto del racionalismo, la ha dejado hasta hoy en situación de pánico ante el ser objetivo de la realidad que nos rodea, sea la de las cosas, sea la del acontecer. Por doquier se advierte que los temblores introducidos por la duda de Descartes no han cesado. Tan maligna fue aquella rebelión del orgullo contra la evidencia gratuita de la realidad por parte del conocimiento. Vivimos en medio de un nihilismo disfrazado de fantasmas, con apariencia de tales, pero sustancialmente inconsistentes. El hombre moderno se alimenta de ficciones, sea en la teología, en la filosofía, en la ciencia, la política, el arte, la moral, etc. Rechaza como algo que lo perturba, la idea de lo absoluto, del sí.sí, y del no, no. Prefiere inclinarse ante lo relativo, ante el "quizás". “La inteligencia no ha cambiado de naturaleza; únicamente ha adquirido hábitos. Los hábitos se corrigen. Pero…¡habrá una segunda naturaleza que destruir! Cierto, pero la primera no ha muerto; y el silogismo existirá mientras el hombre sea hombre.” (J. Maritain, Los Grados del Saber – C. I, Grandeza y miseria de la metafísica,3). Mas, casi vale aquello de “si la sal pierde su sabor, quién se lo devolverá?”. Porque al negar la evidencia de lo real, que reconoce la inteligencia en el dato ofrecido por el conocimiento sensible, el racionalismo la privó de su fundamento, y aunque propuso asirla a la certeza de la duda, ya había serruchado la rama en la que estaba parado. De ahí en más, el racionalismo ha seguido arrastrado por la correntada, intentando en vano asirse a ramas y troncos que eran arrastrados hacia la desembocadura en el nihilismo de las incertidumbres. No escapan a esta ley general del racionalismo, los esfuerzos serios de Kirkegaard por consolidar el concepto de verdad, en “una experiencia decisiva: o la existencia o la metafísica; tal el dilema que su dialéctica nos impone, a menos que la vuelta al actus essendi nos permita plantearlo” (E. Gilson, “El Ser y la Esencia”, La existencia contra la filosofía”). Sin embargo, el pensamiento aristotélico-tomista se abrirá nuevamente camino hacia el ser, esto es, hacia las profundidades últimas de los seres materiales sensibles, singulares y contingentes, en su raíz ontológica de seres creados por Dios, en cuyo Abismo podemos contemplar la razón de su existencia, del cual proceden como palabras pronunciadas por el Verbo en el acto creador ininterrumpido que los conserva en el ser “ad extra”. El tomismo nos conduce a comprender la Creación como el gran Discurso de Dios por el cual “las cosas dicen lo que son en Dios, y lo que Dios es en cada una de ellas” (S.J. de la Cruz). La realidad objetiva de las cosas alcanza aquí su pleno fundamento ontológico, en tanto Dios habla por el Verbo a fin de manifestar por medio de ellas la inmensidad y magnificencia de su Sabiduría y de su Amor. Todo el universo proclama la Gloria de Dios a través de las edades y ciclos portentosos, de las aún mayores magnitudes de los santos, en una perenne sinfonía cuyo Finale apoteósico se sumerge en el Abismo del Fin Último, Dios.




11/12/19 7:34 PM

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