(372) La cruz en el Maelstrom
9.- Temeridad pastoral.— El lobo muda el pelo, pero no el celo, dice un refrán castellano. Quien, para actualizarse, pretenda ser pastor de lobos, debería saberlo.
Lo dice también Eclesiastés 3, 27, y el Quijote I, 20: quien busca el peligro perece en él; porque, como recuerda otra paremia, muda el lobo los dientes, mas no las mientes.
Los depredadores, mientras lo sean, no se pueden pastorear, por muy buena intención y simpatía que se tenga; pueden poner en peligro al rebaño y al propio pastor.
Es lo que pasa con el numen moderno, que tiene instinto de caza, de subversión, de insaciable subjetivismo, siempre reclamante y contrarreclamante, como diría Turgot; que no se puede pastorear mientras sea axiológicamente moderno.
Porque el genio de las revoluciones no puede transmutarse en principio de estabilidad. Tratar al lobo como oveja es temeridad.
Con mucha razón, en El progresismo cristiano, avisa el P. Meinvielle:
«Si la civilización moderna envuelve la autonomía absoluta del hombre frente a Dios, es harto claro que la Iglesia no puede reconciliarse con ella. Y no se crea que esto podría ser verdad del pasado que ha perdido todo vigor. Al contrario.»
10.- La quimera progresista.— Lo advierte Castellani en Domingueras prédicas:
«Hay un ERROR muy difundido hoy día, que está también en este filósofo Troeltsch, de que todo paso de la Humanidad es un progreso; es decir que toda cosa nueva es mejor que las antiguas por ser nueva, o sea que la Humanidad progresa siempre necesariamente y unilateralmente, en línea recta. Es un error.»
El progresismo católico cree en el error del progreso. Por eso no soporta su antítesis, que es la filosofía y la teología de Santo Tomás; en cuanto tiene, sobre todo, de estabilidad, de compendio heredado, de philosohia perennis, de Veterum sapientia.Temeridad mayúscula es saltarse la razón católica. Porque habitamos la era del tiempo subjetivo de Bergson, la era de los titanes, del ultrahombre cósmico chardiniano, la Era del Maelstrom.
11.- La locura del mutantismo.— Esta obsesión por el cambio no es sólo por el movimiento mismo, sino contra la quietud. Es un querer la búsqueda pero no el hallazgo, la duda pero no la verdad, el tiempo pero no el espacio, los procesos pero no los resultados. Constructivismo líquido: todo paso en falso del discente pretende ser progreso. La libertad constructivista es libertad de mutación.
La civilización nominalista, sometida al torrente del devenir, no avanza en sentido cristiano, sino anticristiano. La atomización social, contra la cual advierte Caturelli en Liberalismo y apostasía, comienza con la pulverización del conocimiento. Por eso lo absurdo de una pastoral movilista, que quiera introducir en la Revelación el ethos torrencial de la revolución. Porque, como observa el P. Meinvielle:
«el progresismo cristiano se equivoca sobre todo en preconizar la alianza del cristianismo con la civilización moderna. Esta actitud le lleva por tanto, a aliarse ayer con el liberalismo y hoy con el comunismo. Debajo de todo esto hay un error fundamental, que consiste en asignar un movimiento necesariamente progresivo al curso de la historia y por lo mismo a la historia moderna que se desenvuelve desde el Renacimiento hasta ahora.»
12.- La cruz clavada en el Maelstrom.— Es posible una revitalización, una nueva salud, una pax romana en la mente católica. Es posible una restauración del clasicismo cristiano, del espíritu áureo del cristianismo.
Vendrá de la cruz de Cristo, de la Transustanciación, de la metafísica; del derecho natural, de la purificación del entendimiento, de la ascética y la mística, de las virtudes y no de los valores; tampoco de la búsqueda del bienestar, ni de la epojé idealista y fenomenológica, ni por supuesto de la evitación de la realidad; no de la apología de lo subjetivo (que está caído, ¡recordemos!, y por eso no hay subjetividad adámica sin subjetivismo).
Vendrá de un principio de reposo y de estabilidad, y no del gran remolino en que se mueve el Leviatán.
Vendrá de la tradición, no del progreso. Vendrá del ser, no del devenir. Vendrá del realismo hispánico, no del existencialismo franco-alemán. Vendrá de la primacía del conocimiento, no del voluntarismo. Vendrá del acervo, no de la ruptura ni de la novedad. Vendrá de la realeza social de Cristo, no del abandono de un orden social cristiano.
Vendrá de las ovejas y no de los lobos. Vendrá de la quietud y no del vértigo existencial. Vendrá de la doctrina de la Iglesia y no de 1789.
David Glez. Alonso Gracián
11 comentarios
Esto es una herejía.
Esto no es antropología, esto es descarada antropolatría.
Esto engancha con el personalismo, que deifica al hombre por la vía de negarle a la razón el acceso al conocimiento esencial de la naturaleza humana, la cual no se debería considerar como "cosa". O sea, como cosa creada. No lo dice pero hay una sola alternativa a esto : entonces es un dios.
¡Vaya manera de cargarse, casi como al pasar, toda la Historia de la Salvación!
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A.G.:
Muy buena observación, Ricardo. En verdad es así, hay un pelagianismo autoendiosador muy claro, aunque encubierto. Hay que estar atento para distinguir la antropolatría y, también, la cronolatría actual.
No son tontos: cualquier chaval con el Catecismo bien aprendido, se ríe de los disparates progres y cronolátricos.
creo que el "loco mutante" fruto del devenir malsano, se siente realizado en la disputa, en la contradicción.
El mutante monstruo pegajoso, ve un tipo de resurgimiento positivo de una tras otra confrontación, de la ruptura, de la discontinuidad, de una hermenéutica cósmica iluminativa gnóstica con la fe depositada, provoca siempre una fe en tensión en "lio" a pique de hundirse por abertura de válvulas de fondo por el jefe de maquina. una filosofía destructiva, de ese tipo mercenaria capaz de figurare le Che gnóstico y ser recordado como el mas bueno de los buenos, "un tipo bueno".
Es decir, vendrá de "conservar lo que hemos recibido" y no de renovar y de tomar como parámetro la ultima ocurrencia ideológica del hombre que ha perdido el norte
Según Ratzinger: "La conciencia no significa para Newman que el sujeto es el criterio decisivo frente a las pretensiones de la autoridad, en un mundo en donde la verdad está ausente y que se sostiene mediante el compromiso entre exigencias del sujeto y exigencias del orden social. Más bien la conciencia significa la presencia perceptible e imperiosa de la voz de la verdad dentro del sujeto mismo; la conciencia es la superación de la mera subjetividad en el encuentro entre la interioridad del hombre y la verdad procedente de Dios".
A continuación, Ratzinger señala: "Tocamos aquí el punto verdaderamente crítico de la modernidad: la idea de verdad ha sido eliminada en la práctica y sustituida por la de progreso. El progreso mismo es la verdad"...."Cuando los contenidos ya no cuentan, cuando lo que predomina es la mera praxología, la técnica se convierte en el criterio supremo. Pero esto significa que el poder, ya sea revolucionario o reaccionario, se convierte en el criterio supremo".
Y, lo prometido es deuda, San Agustín [Confesiones, XI, 26] "Señor, Dios mío, ¿cuál es el seno de tu profundo secreto? ¡Y qué lejos de él me arrojaron las consecuencias de mis delitos! Sana mis ojos y yo me gozaré con tu luz.
De acuerdo completamente en lo que creo que estás diciendo, pero una puntualización: la evangelización se dirige a las personas, no a ovejas ni lobos. Sí, ya sé que no pretendes decir otra cosa. Pero es que, por mucha sabiduría y santidad que acompañe a algunas de las egregias personas que citas, ¿tirar la toalla frente a la obcecación modernista no es algo así como una "impotencia pelagiana"?
Si la expresión "el lobo" se refiere a personas, creo que no hay que desesperar, porque nos acompaña el poder de Cristo vencedor.
Gracias a Dios por tu esfuerzo y celo.
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A.G.:
Gracias Manuel. La metáfora del lobo la aplico al pensamiento moderno, a las ideas modernas. El lobo son sus principios y conceptos, que no se pueden pastorear, es decir, no se pueden introducir en la mente católica, porque son lobos que atacan al rebaño, o sea, ideas que hacen daño a nuestra fe. Porque el pensamiento moderno no se puede pastorear, porque es revolucionario, es anticristiano, es lobuno.
Tienes razón en que no hay que tirar la toalla, y que tirar la toalla es pelagianismo. No abandonemos.
Como digo en el artículo, es posible una revitalización, una nueva salud, una pax romana en la mente católica. Y vendrá de la tradición, no del espíritu de 1789.
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A.G.:
Gracias estimado Hugo. Tengo a estos tres maestros muy presentes en mis escritos, y los seguiré teniendo. Nos advirtieron cabalmente de muchos de los males que nos aquejan. Un abrazo en Cristo.
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