Marca: Iglesia chilena
La Iglesia chilena pasa por una prolongada crisis, sin visos de término. En esta larga travesía por el desierto abundan los llamados a refundarnos, a buscar nuevos liderazgos, a recurrir a lo laicos. Cada cierto tiempo aparecen en la prensa artículos como el Marca: Iglesia de doña Andrea Lagos. Lo traemos a colación, no porque diga algo novedoso, sino porque es necesario contrarrestar, aunque sea desde este pequeño rincón de la red, su narrativa esencialmente perniciosa.
“Cuando entres a la Iglesia, no mires para adelante, mira hacia arriba”, advierte un católico de mediana edad. Cuando va a misa, jamás fija la mirada en el sacerdote. El cura simboliza, para él, la “fruta podrida”.
Todos entramos a la Iglesia porque alguien nos lleva. Un pariente que enseña las primeras oraciones, un Papa santo o un sacerdote ejemplar, un amigo con la palabra precisa en un momento crítico de nuestra vida, o una obra de caridad admirable. Todos son fruto del mensaje cristiano, que siempre se encuentran en la Iglesia. Sin embargo, una cosa es una buena razón para acercarnos a la Iglesia, y otra muy diferente una buena razón para permanecer. Independiente de cómo llegamos aquí, la única razón válida para ser católico es seguir a Cristo.
Por eso, “no mires para adelante, mira hacia arriba” es un excelente consejo. No solo durante la crisis, también debería ser nuestro lema en todo tiempo. Es fácil ver al sacerdote como el líder de la comunidad, nuestro pastor, incluso alter Christus. Está bien, y la Iglesia alienta esa confianza. Pero esa jamás puede ser la base, la roca sobre la cual se asienta nuestra fe. Nuestra identidad como católicos no depende del pastor de turno que encabeza la congregación, sino de Dios que nos invita a mirar hacia arriba.
En el Vaticano aún ignoran cómo reformular la “marca” Iglesia Católica. Se dan vueltas mientras lidian con la crisis mundial de abusos sexuales y de encubrimiento del clero. El desprestigio es máximo. La Iglesia está en el suelo. O muere como institución o renace, pero ¿y mientras?
Al leer estas líneas, uno tiene derecho a preguntarse si quien las escribe conoce a la Iglesia. Es cierto, no hay que ser católico para opinar sobre ella. No somos una secta. Pero al menos hay que entenderla, saber como la Iglesia se ve a sí misma. Los que piensan en la Iglesia como una marca, son los mismos que, ante una denuncia de abuso, llaman al encargado de Relaciones Públicas y no a la policía. Hay muchos que, con buenas intenciones y para proteger el prestigio de la Iglesia, hicieron a la larga mucho más daño que bien.
Además, un católico nunca dirá que la Iglesia “o muere como institución o renace". Por definición la Iglesia no puede morir hasta que su fundador regrese. Cristo garantizó que permanecería junto a ella hasta el fin de los tiempos. La extraordinaria continuidad histórica de la Iglesia es uno de los milagros más evidentes a todos, y a la vez testimonio de su origen divino. Si ella llegara a morir, por ese mismo hecho se mostraría que Jesús no era quien decía ser.
La religión vivida desde un santuario, en conexión vertical con Dios, es opuesta a la popular Iglesia chilena de los años 60, 70 y 80, orientada a los pobres y a los oprimidos; la Iglesia en la tierra.
La Iglesia chilena de los años 60, 70 y 80 es la que hoy entró en crisis. La Iglesia reducida a una gran beneficencia, que se justificaba en tanto colaborar con los políticos en a la promoción y la justicia social. Los sacerdotes obreros, líderes de la protesta, y defensores de los derechos humanos nos dejaron aquí. La Iglesia socialmente relevante es la que nos llevó donde estamos hoy. Cuando el cardenal Oviedo a comienzos de los 90 profetizó una inminente crisis moral, no solo las élites lo ridiculizaron, también la Iglesia relevante. Y aquí estamos.
No se me entienda mal. Es motivo de gran orgullo para los católicos chilenos el rol esencial de la Iglesia en la defensa de los derechos humanos durante la dictadura. Para qué decir lo admirable de la obra benéfica de san Alberto Hurtado. También es cierto que la Iglesia tiene una misión fundamental entre los pobres del mundo. El problema es de dónde surgen todas esa fuerza de acción social. Porque si provienen de un vago humanismo, de una natural empatía, de cualquier cosa que no sea Cristo mismo, entonces se pueden ir a la m*. Son irrelevante al menos para la misión fundamental de la Iglesia, a la cual se subordinan todas sus otras actividades: llevar almas a Cristo.
La misma crisis en que nos encontramos confirma que las “grandes obras” de la Iglesia chilena de los 60, 70 y 80 no provenían de Cristo.
Sus defensores critican ahora como una “nociva regresión” la de quienes ignoran que “el cristianismo se practica en el mundo y con la gente”. Sin embargo, esta vuelta atrás —tipo culto medieval— tiene su razón de ser. La Iglesia no tiene una mejor oferta. Es más, no tiene ninguna oferta. En el catolicismo, cada cual se está rascando con sus propias uñas.
Hablar de marcas y de ofertas es un lenguaje comercial, de economistas. Está bien, podemos hacer eso: La Iglesia solo un producto, Cristo muerto y resucitado. No tiene nada más, ni mejor ni peor. Cuando ella deja de ofrecer a Cristo, cuando un sacerdote se ve como servidor de los pobres y no del altar, entonces toda la Iglesia comienza a descomponerse como un muerto, un cuerpo sin alma. Y en esa circunstancia es esperable que sus células se devoren unas a otras. Si tener a Cristo suena a oferta de un culto medieval ¡Excelente! No hay nada mejor para un católico.
No debe ser nada de fácil mantener la fe alejado del mundo, pero más difícil (y, a veces, hasta inexplicable) es creer aún en Dios y en Jesucristo cuando tantos de los que condujeron a los católicos en su religiosidad —sacerdotes y obispos— han sido autores o encubridores de terribles delitos.
Si creer en Dios y en Jesús depende de los sacerdotes y obispos, tenemos un grave problema. La catequesis, desde luego, pero tal vez cosas más profundas. Verán, el paganismo es el estado natural del ser humano, aquello a lo que tiende nuestra naturaleza caída. En el paganismo uno adora al dios que elige, a varios a la vez, y si no te gusta el rito o el templo que te tocó, pues te cambias de marca. No pasa nada. El catolicismo, en cambio, no funciona así. Cuando todos abandonan a Jesús, y él enfrenta a los apóstoles por eso, Pedro responde “¿Dónde iremos, Señor? Tú tienes palabras de vida eterna". ¿Es difícil quedarse? Claro que sí, pero no es que haya otra alternativa.
¿Qué sacerdotes y obispos han sido autores de terribles delitos? Malditos traidores, eso es lo que son. Nosotros, los católicos los detestamos más que lo que un periodista podría llegar a imaginar. Para ellos no son más que una noticia más, un titular, una indignación que dura un par de minutos, y un argumento más para burlarse de los pechoños. Para nosotros no. Es a nosotros a quienes ellos traicionaron, no a los de afuera. Es de nuestros hijos de quien abusaron.
En el intertanto, una ironía de la Iglesia chilena: en una parroquia, grupos de laicos juegan con tarjetas tipo Monopoly. Deben responder preguntas. Y una de ellas dice: ¿Me imagino el futuro de la Iglesia?
Nuestra Iglesia chilena sigue a los tumbos, y el último de ellos, el sitio web discernimiento.cl. Ahí se nos invita a participar en nuevas formas de ser Iglesia, como cristianos adultos, mientras jugamos con cartas y tableros infantiles.
Sin. Comentarios.
10 comentarios
De una manera u otra el católico mirará a la Cruz y la Trinidad...a los pobres no. Todo católico va a los pobres a través de Dios y no al revés, porque el mandamiento primero lleva al segundo. Invertir la secuencia no es cristiano, se puede ayudar a los pobres y no llegar nunca a Dios.
Al final de la vida nos examinarán de amor. Y habrá sorpresas.
El periodista insistió pensando que Madre Teresa no había entendido bien la pregunta diciendo más o menos que dijera algo animando a los que se dedican a los pobres. Y la Madre Teresa (que se había enterado perfectamente la primera vez) le respondió algo así como "cuando te has encontrado con Cristo en la Eucaristía diaria, coges la fuerza y el amor necesario para atenderle después en el enfermo, el pobre, el necesitado..."
Y cuando le dijeron sus hermanas que la hora diaria de adoración ante el Santísimo, les restaba tiempo para atender a los enfermos, la determinada determinación de Madre Teresa fue imponer otra hora más de adoración. Y empezaron a llegar vocaciones a porrillo.
Y es que Madre Teresa estaba bien orientada para poder amar a enfermos y pobres, sin necesidad de humanismos, teologías de la liberación, y sandeces por el estilo.
Oración, Sacramentos, y Cristo diciendo : Buscad el Reino de Dios y su Justicia, y lo demás se os dará por añadidura .
Y resulta que eso, precisamente eso, sigue siendo válido.
Tratare de participar con algún comentario del suscrito. Si me pueden enviar a mi correo.
Saludos y Dios bendiga a este Blog
A veces solo queda rezar.
Paz y bien.
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