Sobre la datación de los evangelios
En ámbitos académicos, se da por sentado que los evangelios canónicos se escribieron entre 40 y 60 años después de la muerte de Jesús. Establecer esta datación tan tardía resulta particularmente útil para las teorías que predomina en los estudios bíblicos, pues permite decir que los evangelios no dan cuenta de relatos de testigos oculares o contemporáneos a los hechos.
A su vez eso habría dejado abierta la puerta para convertir al Jesús histórico en un verdadero árbol de navidad ideológico, donde cualquiera podía colgar sus ideas favoritas. Desde ese punto de vista, es claro que quienes viven de publicar libros sobre teorías novedosas en torno a la persona de Jesús tiene un interés en retrasar lo más posible la fecha en que se escribieron los evangelios, y así arrojar un manto de duda sobre todo lo que se relata en ellos.
Las teorías a este respecto comenzaron proponiendo todavía fechas más tardías. En el siglo XIX, cuando eran popular decir que Jesús no era más que un mito, se decía que los evangelios se habrían escrito alrededor del año 150 d.C. e incluso más tarde. Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos recientes les han obligados a reducir ese lapso de tiempo, y hoy se admite que los evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) fueron escritos a fines del siglo primero, a partir del año 75, dejando a San Juan para las primeras décadas del segundo. Junto con ello, las teorías del Jesús mítico han perdido peso en la academia, y hoy se admite que hubo un predicador judío llamado Jesús y que murió crucificado por los romanos.
Pero ¿por qué poner el límite inferior en el año 75? ¿No podrían haber sido escritos antes
El principal argumento para poner ese año como piso tiene que ver con el discurso del Monte de los Olivos, que encontramos en los evangelios de Marcos, Mateo y Lucas. En este pasaje, Jesús predice el asedio de Jerusalén, y la destrucción del Templo, eventos que efectivamente ocurrieron en el año 70 de nuestra era, cuando las tropas romanas bajo el mando de Tito mantuvieron sitiada la ciudad por varios meses, a causa de las constantes rebeliones de los judíos, hasta que ingresaron, destruyeron el templo reconstruido por Herodes, y deportaron a buena parte de la población de Jerusalén.A partir de este hecho, se nos dice que encontrar esta “profecía” en los evangelios solo se explica porque Marcos escribió algún tiempo después de la destrucción del Templo, es decir, a mediados de la década del 70, e incluyó ese discurso para hacer aparecer a Jesús como un profeta de este evento tan importante. A lo más se admite que podría haberlo escrito poco antes del asedio, es decir en el año 68 ó 69, mientras las tropas de los romanos estaban a las puertas de la ciudad. A su vez, continúa el argumento, años más tarde Mateo y Lucas se copiaron de él, lo que se notaría en que adornaron y detallaron la profecía para hacerla todavía más exacta.
En este mismo sentido, las denuncias contra la casta sacerdotal judía que encontramos en los evangelios se han interpretado como reflexiones posteriores a la destrucción del Templo. Así, las parábolas que advierten sobre de entregar la viña a otros trabajadores (Lc 20,9-19) o el episodio del velo rasgado del Templo habrían sido puestas en el evangelio por cristianos posteriores, que veían el asedio de Jerusalén como un castigo de Dios. Jesús mismo jamás habría podido decir estas parábolas, porque no era más que un judío fiel, que buscaba una reforma, pero que nunca imaginó la destrucción del Templo.
¿Es este un argumento convincente para decir que los evangelios se escribieron después del año 70?
La verdad, no mucho. Su debilidad más evidente es que sin más se desecha la posibilidad de que Jesús hubiera realmente profetizado la destrucción del Templo, y la razón hacerlo se reduce a un mero prejuicio: puesto que Dios no existe, nadie puede conocer realmente el futuro y por lo mismo una verdadera profecía es algo imposible.
Como ocurre con todos los argumentos basados en un prejuicio, esta forma de establecer la datación de los evangelios solo será válida para quienes compartan esa premisa atea. Se nos podría replicar que nosotros tampoco deberíamos razonar en base a nuestra fe, asumiendo que Jesús era capaz de hacer una profecía, pero eso no hace más que demostrar la debilidad del razonamiento en base a este pasaje. Un argumento que en uno u otros sentido dependa de las opiniones religiosas del investigador, en el fondo no es muy convincente para nadie.
Respecto de los argumentos que miran las acusaciones contra los judíos como interpretaciones a posteriori, es claro que se fundan en un razonamiento circular y, por lo tanto, inválido. Puesto que Jesús no era más que un reformador no es verosímil que predijera la destrucción del Templo; y sabemos que no era más que un reformador, porque nunca habló de cambios radicales en la religión judía o de la destrucción del Templo.
Habiendo descartado las razones que habitualmente se esgrimen para distanciar los evangelios sinópticos de la vida de Jesús y los testigos directos de los hechos, la datación temprana de los evangelios permanece como una posibilidad abierta.
¿Podemos decir algo más acerca de la fecha de composición de los evangelios?
Claro que sí, pero dejemos ese tema para otra entrada.
8 comentarios
Resulta bastante dudosa la opinión que mantienen algunos estudiosos respecto a los autores y los escritos de los evangelios. Cuesta comprender por ejemplo, que se mantenga la opinión de que el evangelio de Marcos es anterior al texto de Mateo y que Mateo, (según algunos autores), ni siquiera escribió su evangelio sino que parece que delegó en algún discípulo suyo la tarea de escribir hechos de los que no habían sido testigos. Esta opinión, es sencillamente incomprensible.
Y lo más sorprendente todavía consiste en que según los estudiosos de esta temática, el evangelio de Marcos, no solo estaba inspirado en unas fuentes desconocidas denominadas “Q”, sino que Mateo, testigo ocular de todo, se inspiró en el texto de un discípulo que ni siquiera conoció al Maestro. Es decir, que según estos estudiosos, las únicas fuentes válidas en la redacción de los sinópticos, (Mateo, Marcos y Lucas), fue alguien que ni siquiera fue testigo de los hechos ni conoció personalmente a Jesús. En la redacción de cualquier tipo de escritos originales, no son válidos los datos aportados por personajes que no hayan sido testigo de los hechos, por lo tanto la hipótesis que afirma que el evangelio de Marcos es anterior al de Mateo, carece de credibilidad. Mateo, fue testigo personal de toda la actividad apostólica de su Maestro y como “funcionario administrativo que fue en su vida pública”, fue tomando “notas” de casi todo. ¿Cómo es posible, entonces, que siendo testigo de los hechos fuera a informarse de los datos escritos por Marcos que, ni conoció a Jesús ni era testigo de los hechos?
Lo opinión que se puede mantener ante estos hechos, consistirían en que el primer evangelio fue escrito por Mateo, aproximadamente entre 15 y 20 años más tarde de la muerte de Cristo años más tarde de la muerte de Jesús. Las razones de esta afirmación se sustentan en que cuando Jesús llamó a Leví, más conocido como Mateo, este recaudador de impuestos andaba bordeando casi los 50 años de edad. Lo que quiere decir que cuando Mateo redactó su evangelio quince años más tarde, en base a los “apuntes” que había ido recopilando durante la vida de su Maestro, este recaudador de impuestos no estaba lejos de los 70 años de edad que, para ese entonces, era ya mucha edad. La redacción final del Evangelio de Mateo se efectuó por lo tanto entre los años 45 y 50 de ese primer siglo. Esto quiere decir que la información que sirvió de base para redactar los evangelios sinópticos y también el de Juan, solamente podían proceder de tres únicas fuentes:
1. María, la madre de Jesús. Todos los datos existentes en los evangelios relacionados con el aviso del ángel, la concepción de María, el nacimiento de Jesús, la llegada de los Reyes Magos, la profecía de Simón en el Templo de Jerusalén durante la circuncisión y todo el periodo de su niñez, así como las circunstancias que rodearon todos esos acontecimientos descritos en los evangelios, la fuente de información al respecto, solo podía proceder única y exclusivamente de María, pues nadie más que Ella conocía el absoluto misterio que envolvía esos acontecimientos. Por ejemplo, en los Hechos de los Apóstoles (He, 1-14), hay un dato que Lucas lo refleja como una anécdota de pasada, como si no tuviera importancia, pero que es vital en el sentido absoluto del término:
“Todos ellos perseveraban juntos en la oración en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús y de sus hermanos”.
Este dato refleja que, María, una vez iniciado Jesús su apostolado, dejó Nazaret y siguió definitivamente los pasos de su Hijo, pues a su muerte, María era la cabeza visible y moral, no solo de la naciente Iglesia, sino también de todos los apóstoles, los cuales, incluido Pedro, la consultaban continuamente sobre cualquier asunto. Por lo tanto, todo lo relacionado con los primeros años de la vida de Jesús, la única fuente de información procedía de María. Información que por razones obvias, ninguno, en términos absolutos, conocía. El conocimiento de esos misterios era propiedad exclusiva de María y, salvo Jesús, estaba literalmente velado para el resto de los mortales, incluidos los apóstoles. Luego fue María la única persona que pudo pasar esa información a los apóstoles, en este caso, a los escritores de dos de los evangelios, como son Mateo y Juan. Posteriormente, Marcos y Lucas tomaron las referencias recogidas por Mateo para escribir sus respectivos evangelios, pero no al revés.
2. Los apóstoles. Este grupo de apóstoles formados por hombres de diversa condición social y económica, cuyas edades oscilaban desde los 15 años de edad de Juan hasta los 60 o más años de edad de Simón Zelote, un leproso curado y convertido por Jesús, fueron la verdadera fuente de información relacionada con los evangelios sinópticos, como son Mateo, Marcos y Lucas. En cuanto al evangelio de Juan es punto y aparte. Juan da unos datos en su evangelio de una precisión que solo el Predilecto podía aportar. Es todo un tratado de mística su evangelio y en cuanto a las fuentes utilizadas en su redacción, fueron estrictamente personales, basadas en la experiencia de tres años largos con el Maestro, siendo por lo tanto, el último evangelio en escribirse. Finalmente, el Apocalipsis lo pudo escribir durante los años previos al periodo de gobierno del Emperador Trajano, que va desde el año 98 hasta el 117 d.C. Esto quiere decir que Juan tuvo una vida realmente longeva, sobrepasando con holgura los 100 años de edad. Fue el único que no murió mártir.
3. Los discípulos. La tercera y última fuente de información que aceptamos, podemos extenderla hacia algún que otro discípulo que estuvo muy cerca del Maestro durante esos años de apostolado. Pero esta tercera fuente de información estaría condicionada a los discípulos que siguieron a Jesús desde el principio o, en todo caso, que siguieron a alguno de los apóstoles.
Finalmente, está la hipótesis que defienden algunos expertos afirmando que existe una fuente de información en los evangelios denominada “Q”, que sería la fuente de información en el evangelio de Marcos. No podemos dar ningún criterio de credibilidad a esta hipótesis, mientras que no se identifique totalmente de qué documento se trata o, a quién se refiere. Esta hipotética fuente “Q”, no es sería otra que “los datos recogidos por Mateo”, los cuales, no solamente fueron la base de su famoso evangelio, sino que también fueron las fuentes, es decir, la información en los que se basaron tanto Marcos como Lucas para completar sus respectivos evangelios.
Estos mismos racionalistas se llevaron un buen susto cuando Schliemann descubrió Troya, sirviéndose de un ejemplar de la Ilíada. Si las hazañas de Alejandro o de Cortés hubieran tenido lugar antes de Herodoto, hoy muchos las tendrían por absolutamente míticas.
También hay grandes y meritorios autores, grandes escritores como Robert Graves, que intentan llevar el agua a su molino, presentando sólo los hechos que concuerdan con sus ideas y desechando las que puedan contradecirlas; eso mismo se hace también en no pocos estudios "científicos".
1. En lugar de un solo libro se escriben 4 (y más), con evidentes contradicciones entre ellos.
2. Los seguidores de Jesús son (hasta Pentecostés) un grupo de hombres rudos, ambiciosos, que en general se enteran de poco, y que en el mejor momento algunos sólo piensan en lugares de honor.
3. Se les anuncia la resurrección, pero no creen en ella, hasta el punto de que a la muerte del "líder" ni se plantean ir a investigar. Los judios y los romanos creen (y temen) más en la resurrección que ellos mismos.
4. En el momento del apresamiento del "líder" huyen y se esconden. El "número 2" niega tres veces ser del grupo...
Y así hasta el infinito. ¿Eso es apología de un grupo político?. Yo lo hubiera hecho de otra manera!.
Naturalmente los Evangelios son otra cosa diferente, muy diferente, y por cierto, las contradicciones sólo son aparentes.
Y una reflexión: Han sido 4 libros que han sobrevivido sin demasiados problemas unos 1800 años, analizados del derecho y del revés tanto por hombres sabios como ignorantes, y durante este tiempo largo, han servido y han sido fuente espirituales de millones de personas. Esto no ha podido ocurrir porque si, ni por azar.
Además cuando Mateo y Lucas dejan de seguir a Marcos, se pierden en la narración.
Este evangelio de Marcos fue escrito en el 75. Se sabe porque la Decápolis, que cita Marcos, como nombre, no existía, no constaba en ninguna geografía hasta Plinio que escribió después del 75 su Historia Natural o Flavio Josefo que escribió en el 79 su obra Guerra.
O sea la época Flavia.
También porque pone a Legión (Mc 5, 1-20), poseído por una legión de romanos, legión que sí estuvo por la zona donde describe la escena Marcos. Con el cerdo, que aparece en el relato, como acostumbraban los judíos a llamar a los estandartes. . O describe como pusieron en el templo las águilas de las legiones de Roma ("La abominación de la desolación") (Mc 13, 14).
También la huida a Pella que si bien en Marcos es muy resumida, en Mateo y Lucas se amplía (Mc 13, 14-20; Mt 24, 15-22; Lc 21, 20-24) principalmente en Lucas que nos describe como fue sitiada Jerusalén y como huyen los cristianos hacia Pella.
También porque la persecución cristiana de la que nos habla Marcos en su pequeño apocalipsis, en el capítulo 13, encaja perfectamente en el reinado de Nerón.
O porque los falsos mesías de este capítulo 13, encaja muy bien con los mesías revolucionarios de la guerra del 60 al 70, que acabó con la destrucción del templo en el 70. Destrucción que pone Marcos en boca de Jesús.
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