El sínodo de la familia y el uso cristiano del lenguaje
Diversas informaciones han comenzado a salir desde los salones donde se realiza el sínodo convocado por el Papa Francisco, en su gran mayoría confirmando los datos que compartíamos hace algunos días: el enfoque es eminentemente pastoral, no doctrinal; no hay que esperar conclusiones inmediatas; los medios seculares ya están preparándose para una decepción.
Una de las notas interesantes, provino del portavoz del sínodo en lengua inglesa, el Padre Tom Rosica, quien habría señalado que varios obispos dijeron que la Iglesia necesita encontrar un “nuevo lenguaje”, tanto para explicar su enseñanza como para invitar a las personas:
Lenguaje como “vivir en pecado”, “intrínsecamente desordenado” o “mentalidad anticonceptiva” no son necesariamente palabras que invitan a la gente a acercarse a Cristo y la Iglesia.
Creo que el obispo que dijo esto, tiene toda la razón. Por ejemplo, cuando se habla de homosexualidad y se dice que es algo intrínsecamente desordenado, la gente entiende que las parejas homosexuales son siempre promiscuas e inestables –lo que suena a prejuicio, y por lo tanto provoca rechazo–; cuando en realidad lo que se quiere decir es algo mucho más evidente e indudable: que el acto mismo no se corresponde con la función y naturaleza de los órganos y la sexualidad humana.
También creo que este tipo de discusiones revelan la verdadera naturaleza del sínodo, su carácter pastoral, que no mira tanto a profundizar en el depósito de la fe que la Iglesia guarda desde antiguo, sino a encontrar nuevas formas de evangelizar, de llegar con el mensaje cristiano a personas que de otro modo no estarían abiertas a escucharlo.
Por otro lado, tampoco sería prudente que la Iglesia abandonara el lenguaje que ha venido desarrollando hasta ahora, pues refleja una precisión conceptual que no puede perderse, es producto de reflexiones filosóficas que enriquecen la vida de la Iglesia, y nos ponen en diálogo con el gran tesoro que son los cristianos que han vivido a lo largo de la historia.
Si me permiten la analogía jurídica, muchas veces las leyes están escritas en términos que resultan poco claros para los ciudadanos de a pie que se supone que deben poder obedecerlas; pero al mismo tiempo, los abogados nos encontramos con que es imposible que se escriban de otro modo, pues hay que aplicarlas en un contexto bastante sofisticado. La única solución, entonces, parece ser contar con un lenguaje “intermedio”, que opere como traductor entre los operadores del sistema (abogados y jueces) y los ciudadanos.
En el caso de la Iglesia, el lenguaje empleado en encíclicas o exhortaciones pastorales es efectivamente ajeno y extraño para los laicos interesados en el tema, puede que incluso para los obispos, para qué hablar entonces de la enorme mayoría de bautizados que están ajenos a la vida de la Iglesia.
Ciertamente que la Iglesia dio un gran paso en esta dirección con el Catecismo Universal, que se publicó en 1992, producto del Sínodo convocado en 1985 para conmemorar los 20 años del Concilio Vaticano II. En esta obra encontramos una explicación sistemática y en términos actuales de la doctrina cristiana, que al mismo tiempo no abandona ni tergiversa las fuentes bíblicas y patrísticas de la enseñanza. Antes de su publicación, los católicos debían recurrir a catecismos locales, o a obras como el Enchiridion symbolorum, definitionum et declarationum de rebus fidei et morum, más conocido como “Denzinger” por su primer editor, que como su nombre lo indica, era una recopilación de documentos eclesiásticos.
A su vez, la publicación del Catecismo ha dado lugar a otros documentos que acercan la doctrina cristiana a diferentes ámbitos, como el Compendio del Catecismo y el YouCath. Dados estos antecedentes, y la insistencia del Papa Francisco, en cuanto a que la enseñanza acerca de la vida, la sexualidad y el matrimonio no puede aislarse del mensaje cristianos en general, ni convertirse en una serie de reglas, no me sorprendería que uno de los frutos de este sínodo 2014-2015 fuera un Catecismo de la Familia.
19 comentarios
usted sostiene que "en el caso de la Iglesia, el lenguaje empleado en encíclicas o exhortaciones pastorales es efectivamente ajeno y extraño para los laicos interesados en el tema, puede que incluso para los obispos....".
Para no caer en vaguedades, le pido que usted cite ejemplos concretos de encíclicas o exhortaciones pastorales que ilustren su afirmación arriba citada. Porque puede ocurrir que el problema no sea tanto de lenguaje sino de contenidos.
muchas gracias.
Como dice en el "post", en muchos casos tenemos que estar agradecidos de que haya una forma de decir ciertas cosas, pedir que haya dos ya sería excesivo.
Por ejemplo, si para decir que Dios creó el mundo decimos que modeló con sus manos un barro que estaba ahí esperando a que le diesen forma, sin duda que mucha más gente lo va a "entender", pero el problema es que no van a entender lo que dice la fe católica, sino otra cosa.
Si decimos que la presencia real de Cristo en la Eucaristía consiste en que ella nos hace acordarnos de Él, y en que cuando comulgamos su Espíritu viene a habitar en nosotros, va a ser entendido y compartido por muchas más personas, pero no van a entender lo que dice la fe católica.
Si decimos que la indisolubilidad del matrimonio consiste en que éste no puede disolverse mientras permanezca el amor de los contrayentes, no sólo nos van a entender, sino que además nos van aplaudir, el problema es que van a estar aplaudiendo a herejes.
Y así sucesivamente.
Al Denzinger tenemos que seguir recurriendo porque se sitúa en otro nivel que el Catecismo, el de las definiciones dogmáticas que sirven de base a la Teología.
Saludos cordiales.
La precisión en los términos es muy importante en teología. Recuerden las herejías y las luchas de siglos por la concreción de términos como "naturaleza", "hypostasis", "persona", "physis",...
Una frase mal formulada en un documento eclesial importante puede acarrear un desastre teológico, por no decir que hasta cismático.
@ Néstor: Intencionadamente puse el ejemplo del Catecismo Universal, que realiza una excelente labor de actualización, combinando el lenguaje tradicional y moderno, porque entiendo que un cambio de palabras puede ir más allá de la doctrina original.
Efectivamente el Denzinger sigue siendo útil y por eso se sigue imprimendo, pero tiene el inconveniente que las fuentes conservan un lenguaje anticuado, que puede inducir a error, e incluso a algunos a pensar que la Iglesia ha cambiado su doctrina.
@ Monachus: Lamentablemente la etapa de actuar únicamente mejornado la formación del pueblo, ha pasado. Hoy la mayoría de la gente ni siquiera se siente parte del Pueblo, y considera que las doctrinas por las que vivían sus padres son ridículas.
Por eso se hace necesaria una labor previa de evangelización, de explicar los fundamentos de la fe, antes de proceder a doctrinas más profundas.
Cuando uno habla la verdad, no necesita palabras raras ni rebuscadas para decirla. Yo sé que cuesta, pero los pastores deberían hacer el esfuerzo de simplificar el lenguaje para que sea comprensible a todos.
Cuando cada palabra está sujeta a interpretación surgen las confusiones. Efectivamente, el lenguaje legal hace uso de palabras oscuras para dar significados precisos (a veces), pero el lenguaje de la Iglesia no debería ser legal sino pastoral. A la oveja no se le puede decir "gira 78 grados a occidente", aunque sea preciso: se le dice donde virar y ya.
Pero ya se ha visto que esta clase de substituciones no tiene porqué mejorar la comprensión del concepto transmitido; y no nos podemos olvidar que ciertos términos teológicos son el resultado de mucho tiempo de elaboración teológica, no exento de vivas polémicas: cambiar algo así no es asunto baladí.
Un ejemplo tonto, que espero no sea offtopic. No hace un año, a la salida de misa: una niña de unos 8 años le pregunta a su madre: "Porqué el cura ha dicho que Jesús es el cordero de Dios? Pero no es su hijo?". Repuesta: "Irene, son cosas que se dicen en misa". Sustituimos "Este es el Cordero de Dios, que quita el Pecado del mundo" por "Este es el Hijo de Dios, que quita el Pecado del mundo"? Sería de más facil comprensión por los niños.... y quien es como ellos, está en el reino de los Cielos, no?.....
Ahora bien, la reedición no es nada sencilla porque este lenguaje impregna toda la Biblia y de la tradición.
La realidad no cambia cuando cambiamos el nombre de ciego por el de débil visual, pero sirve de excusa para que el mundo acuse a los demás de discriminatorios. Lo mismo con los negros en esta América nuestra, hay que llamarlos afroamericanos para que no se sientan "discriminados".... aunque esto lo hagan las culturas mas discriminatorias.... en México, un negro se llama orgullosamente negro a sí mismo y sus familiares en forma muy cariñosa "MI NEGRO".
Pan y vino, ¿para que más?
Antes que nada felicidades por ser a mi parecer, un autentico cristiano y hombre de mucha fe y fidelidad a nuestra amada Iglesia, por esas cualidades que manifiestas, es que tienes, entre otras cosas convicción profunda sobre lo que nos compartes y sobre todo apertura a charlar sobre éste y otros temas, a no blindarte detrás de tu pc y cerrar diálogos, aventando azotes y escondiendo la mano. Creo que hacer cosas así (como algunos gustan hacerlo) sólo manifiesta una triste falta de fe y un evidente y a todas luces, claro sectarismo.
Respecto a lo que nos compartes, coincido contigo en mucho, sobre el uso de la palara escrita, pero mi conclusión por encima de ello, es que a la Iglesia nos ha faltado mucha misericordia y es opirtunisimo hoy más que nunca señalar, que desde nuestro propio Magisterio y jerarquía por principio de cuentas. Negar lo anterior, de plano sería como no reconocer todo lo que ha venido diciéndonos nuestro amadísimo Papa Francisco hasta el cansancio y me atrevo a decirlo: el por qué del Sínodo.
Muchos andan por ahí señalando y propinando a los 4 vientos, un compendio de advertencias y doctrina del miedo, pensando en por su insigne investidura, habrán de ser observados y tomados en cuenta por los obispos allá por en el Sínodo, a lo que es oportuno recordarles algo muy simple: quien esté contra el sínodo y de lo que ahí resulte, es un hereje y un cismático. A ellos les digo, ubíquense que ahora los tiempos traen buenos y vendecidos aires y el lado de la tortilla, está por cambiar. Saludos en la fe.
Los contenidos y las omisiones de la "relatio" expresan un importante debilitamiento de la fe y la razón en numerosos integrantes de la Jerarquía.
Saludos.
- Por un lado, la filosofía y la teología tienen un lenguaje específico, muy concreto y definido en cuanto a los conceptos que describe, pero también muy desconocido para el público en general (hagan una encuesta a pie de calle para ver qué cree la gente que significa "ontológico", "hermenéutica" o incluso que expliquen la diferencia entre "canónico" y "dogmático").
- Pero por otro, el lenguaje llamo está hoy colonizado por el relativismo, la corrección política y demás manipulaciones ideológicas del lenguaje (victimismos, etc), con lo que se ha acabado convirtiendo en una especie de "Neolengua" ("1984", George Orwell).
Así pues, es más que seguro que cualquier explicación que se quiera dar en lenguaje llano será malinterpretada, ya que se entenderá con un claro sesgo ideológico (y eso incluso cuando no haya sido redactada para que sea así de manipulable, que demasiados textos -empezando por la relatio del Sínodo- son tan ambiguos que difícilmente se puede creer que se trate de algo accidental).
Por tanto, creo que una posible forma en que se podrían proteger de las manipulaciones los textos doctrinales o pastorales publicados por la Iglesia sería redactándolos en dos niveles superpuestos (algo así como un palimpsesto), de modo que cada párrafo (que se suele numerar) se desdoble en dos: uno sencillo y en lenguaje llano, y otro profundo y en lenguaje preciso (vamos, como si se publicase el Compendio del Catecismo y el propio Catecismo con los párrafos al tresbolillo).
De esta forma, la gente podría leer el párrafo sencillo pero, en caso de duda, profundizar en el preciso. Además, sería más difícil descontextualizar y manipular los textos, ya que a cada imprecisión manipulable le acompañaría su explicación precisa, y cualquier manipulación quedaría al descubierto inmediatamente.
Un saludo.
Opino que el desafío es utilizar UN SÓLO LENGUAJE sencillo (pedantería cero) y preciso, al modo del Señor.
El único problema de lenguaje que existe, porque la gente no es boba, no hay que subestimar pensando que entienden poco, es el relacionado a qué entiende el receptor del mensaje acerca del significado de determinadas (pocas dentro de cada idioma) palabras.
Este planteo debe hacérselo cada predicador de la palabra de Dios y su Iglesia, al hacer su trabajo en la viña del Señor. Pero sin duda, que como he dicho más arriba, el problema básico hoy en la Iglesia está en los contenidos (ejemplo la "relatio") más que en su comunicación.
Cuando quieres examinar un sello, utilizas una lupa. Para examinar un microbio usas un microscopio. Para examinar un virus usas un microscopio electrónico, y para llegar a ver una molécula usas un microscopio de efecto de campo u otro complejísimo artefacto equivalente.
A medida que se necesita más precisión, la herramienta necesita ser más compleja, y lo mismo que sucede con la óptica sucede con la filosofía y la teología: no es pedantería sino necesidad de aunar concisión y precisión.
El problema es que hoy asistimos a una orgía de manipulación del lenguaje llano hasta el punto de que resulta casi IMPOSIBLE expresarse de forma que todos los que pueblan semejante Babel entiendan lo mismo.
Por eso sugiero lo de los dos niveles: no porque pretenda que la gente sea boba (que de todo hay en la Viña del Señor) sino porque, al tener adjunto el marco referencial, permite a la gente honrada entender lo dicho en su sentido propio, expurgado de toda manipulación.
PD: Naturalmente, la gente que no sea honrada seguirá buscando cómo descontextualizar y manipular cada frase, pero con eso ya contamos.
Un saludo.
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