Las mujeres y San Pablo ¿machista, misógino?
Cuando examinábamos las citas espurias y fuera de contexto que se suelen atribuir a los Padres y Doctores de la Iglesia, para acusarlos de machismo o misoginia, me quedó la inquietud de abordar también los textos que se encuentran en las cartas San Pablo y que se refieren al mismo tema, porque habitualmente forman parte del mismo debate. Tengo muy presente que sólo corresponde a la Iglesia interpretar auténticamente la Sagrada Escritura, y ella tiene personas adecuadamente entrenadas para hacerlo, y que incurrir en un error grave en estas materias, por ignorancia o temeridad de mi parte es un asunto de la mayor gravedad, y al cual estoy particularmente expuesto por mi falta de entrenamiento formal en estas materias. Sin embargo, creo que, si los lectores tienen en cuenta estos factores, todavía puedo aprender mucho del proceso de discusión que a veces se da en los comentarios. Es en ese sentido, entonces, que me he animado a compartir con Uds. algunas ideas respecto de los cargos de machista y misógino que a veces se levantan contra San Pablo.
Este es un tema que han sido tratadas desde diferentes ángulos por teólogos del más diverso cuño, y una simple búsqueda en Google arroja bastante material al respecto.
Al revisar los primeros resultados, encontramos que hay una tendencia a rechazar esta acusación, sosteniendo que los “textos incómodos” para las feministas, no fueron escrito realmente por San Pablo, sea por tratarse de una interpolación posterior o porque en realidad no fue el Apóstol el autor de toda la carta. Puede que sea por mi fe de carbonero, o por mi ignorancia en estos temas, pero me parece que este enfoque es un abuso del método histórico crítico (pues supone la existencia de autores fantasmas), y en definitiva resulta es absurdo, porque no le sirve ni al investigador no cristiano, ni al creyente.
Al único que puede serle útil este ejercicio de destazar la Escritura de ese modo es al que pretende valerse de ellas para
justificar sus prejuicios, y desechar aquellos textos que no se acomodan a sus ideas. Si ese fuera el argumento principal de nuestro acercamiento al tema, con justicia los escépticos nos responderían que no hacemos más que evadir el fondo del asunto. Despejado esto, veamos qué enseña San Pablo sobre las mujeres.
Para comenzar, es importante destacar la apertura que tenía el movimiento cristiano desde sus inicios a la participación de las mujeres, en marcado contraste con las costumbres de la época. En efecto, si el cristianismo hubiera simplemente compartido el machismo propio de culturas de la antigüedad, no habría nada de extraño en encontrar ese mismo rasgo en los escritos de San Pablo. La polémica precisamente se produce porque había tendencias tremendamente modernas en los primeros cristianos.
En ese sentido, cabe destacar el lugar incomparable que en el cristianismo ocupa la madre de NSJC, la Santísima Vírgen María, venerada como la única personas humana que nunca cometió un pecado. La cosa podría terminar ahí, y no sería extraño, conforme con las costumbres de la época, que se venerara a la madre del fundador de una nueva religión. Sin embargo, no es así y al revisar los evangelios canónicos vemos el importantísimo rol que tenían las mujeres en la comunidad naciente. Algunas de ellas aparecen mencionadas con su nombre, como María Magdalena, la primera testigo de la resurrección (antes incluso que los apóstoles), Marta y María, y Santa Isabel, cuyas palabras forman parte del Ave María, y otras cuyo nombre no se consigna, como la mujer que baño con sus lágrimas los pies del Salvador, o las que lo acompañaban en su predicación por Galilea y Judea.
Tampoco podemos dejar de mencionar que los evangelios fueron escritos por y para la Iglesia que nacía, de modo que la presencia de numerosos episodios donde mujeres jugaban un rol importante en los evangelios, no sólo da cuenta de la actitud de NSJC al respecto, sino que también demuestra que la comunidad cristiana primitiva no tenía reparos de fondo al respecto, a pesar de estar luchando para establecerse y prosperar en un ambiente tremendamente hostil, no sólo por su machismo, sino también por las persecuciones. También encontramos esta actitud de apertura en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se consigna tanto la perseverancia de las mujeres en el movimiento, como su importancia en la evangelización y las nuevas conversiones.
En el mismo sentido, las propias cartas de San Pablo, en numerosas ocasiones mencionan y alaban la participación y apoyo de mujeres en su labor evangelizadora, aportando incluso sus nombres, como Febe, Priscila, Ninfas, María, Lidia, Evodia y Síntique, etc.; y por otro lado se destaca la igualdad fundamental entre hombres y mujeres, como en Gálatas 3:
28 Por lo tanto, ya no hay judío ni pagano, esclavo ni hombre libre, varón ni mujer, porque todos ustedes no son más que uno en Cristo Jesús.
Pero también, en 1 Corintios 11:
11 Por supuesto que para el Señor, la mujer no existe sin el hombre ni el hombre sin la mujer.
12 Porque si la mujer procede del hombre, a su vez, el hombre nace de la mujer y todo procede de Dios.
Destacamos estos pasajes, para demostrar que no basta con citar algunos textos aparentemente machistas para resolver la cuestión, un análisis serio implica intentar armonizarlos con estos versículos y con la actitud general de la comunidad cristiana.
También cabe advertir aquí que las cartas paulinas generalmente están más preocupadas de abordar problemas concretos que tenían las comunidades a las que iban dirigidas, que de exponer una sistemáticamente una fe dogmática. Sin dudas que esto jugó un papel en que San Pedro advierta acerca de las dificultades de comprensión que se encuentran en las epístolas (2 Pe 3,16), a pesar de considerarlas a la par con el resto de la Escritura.
Luego de tanto preámbulo, vamos a lo nuestro. Comencemos con Efesios 5:
22 Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor,
Otras traducciones hablan de que las mujeres deben “estar sujetas” a sus maridos como al Señor. Suena bastante mal a nuestros oídos modernos, pero al observar el contexto percibimos inmediatamente que el sentido general de todo el párrafo es la sumisión mutua de todos los cristianos “por consideración a Cristo” (Ef 5,21). El pasaje comienza hablando de la relación entre esposo y esposa, pero continúa luego con los padres y los hijos, para terminar en el vínculo entre amos y los esclavos.
Lo que molesta es que se hable de sumisión, y ante esto tenemos dos opciones: o vamos por la vía moderna que dice “nadie tiene que estar sometido"; u obedecemos y comenzamos a ver cómo andan nuestras relaciones con nuestros superiores. Este tema también lo encontramos en otros pasajes de San Pablo, cuando se refiere a la necesidad de reconocer a las autoridades civiles. Lo claro es que no hay una motivación machista en estas palabras, sino un ejercicio de explicitar un principio, a partir de las relaciones que había en la sociedad de la época, y que eran comunes para los destinatarios. ¿Por qué no dice lo mismo de los esposos? Seguramente porque no era común ese tipo de relaciones en aquel tiempo, y explicar entonces qué tipo de sumisión puede tener el hombre frente a su mujer implicaba entrar en un asunto que no era la cuestión principal, en ese momento.
Tanto como nadie diría que la relación entre amo y esclavo es necesaria y obligatoria para el cristiano, de igual modo tampoco es necesario para nosotros reproducir el tipo de vínculo que un griego tenía con su esposa.
Un versículo similar a este lo encontramos en la primera epístola de San Pedro, en su capítulo 3, que a veces se cita como sigue:
1 Asimismo, las mujeres estén sujetas a sus maridos, para que si algunos no se rinden a la palabra, sin palabra sean ganados por el comportamiento de sus mujeres
Pero en su contexto, es claro que el “estar sujeta” del que habla aquí la Escritura, se refiere a permanecer casada y no separarse, sobre todo cuando el marido no es cristiano, para llegar a convertirlo.
Otro texto de los que suelen aparecer en este debate, lo encontramos en la primera carta a Timoteo, capítulo 2:
11 Que las mujeres escuchen la instrucción en silencio, con todo respeto.
12 No permito que ellas enseñen, ni que pretendan imponer su autoridad sobre el marido: al contrario, que permanezcan calladas.
13 Porque primero fue creado Adán, y después Eva.
14 Y no fue Adán el que se dejó seducir, sino que Eva fue engañada y cayó en el pecado.
15 Pero la mujer se salvará, cumpliendo sus deberes de madre, a condición de que persevere en la fe, en el amor y en la santidad, con la debida discreción.
Nuevamente nos encontramos con que, a primera vista, los mandatos parecen bastante absolutos, pero el contexto nos indica que San Pablo está pensando en un contexto litúrgico. En efecto, el capítulo comienza pidiendo que se hagan oraciones y acciones de gracias (eucaristías) por todas las personas y por las autoridades, y justo antes de referirse a las mujeres, pide que los hombres oren constantemente y con recta razón. Los mandatos en ambos versículos (1 y 8) dan cuenta del contexto en el cual se está mencionando a las mujeres. Además, si bien el autor dice “no permito que ellas enseñen", es evidente que está hablando en un sentido limitado, pues él mismo ha alabado la labor de muchas mujeres en la evangelización, como ya hemos visto.
Sobre el resto del versículo 12, y los siguientes, surgen varias preguntas, como por ejemplo, qué tan común puede haber sido en esa época que una mujer intentara imponerse a su marido ¿Está San Pablo hablando de un caso individual? ¿Y por qué traer a colación a Eva? ¿Tendrá que ver con el culto a Artemisa/Diana, en el famoso Templo de Éfeso (donde Timoteo fue obispo), una de las siete maravillas del mundo antiguo?, o qué relación puede haber en ese punto con el relato de Adán y Eva. Creo que sería imprudente emitir alguna opinión, dado que es un pasaje evidentemente difícil de interpretar, y existe un encendido debate en curso al respecto entre los estudiosos, al punto de tener su propia página en Wikipedia.
Para que no se alargue demasiado, continuaré con otra entrada, donde revisaremos el “pez gordo” de este tema, la primera carta a los Corintios. Sin embargo, no quiero terminar esta entrada sin recomendarles el excelente blog de Remedios Falaguera, Genio Femenino, donde revisa la relación de San Pablo y las mujeres, con mucha mayor autoridad y detención.
20 comentarios
Por ello, por esas dos fuentes de su doctrina (la derivada del Señor, y la derivada de su juicio cuando no había mandato del Señor) aparece el contrasentido de que Pablo en 1 Cor. 14, 35-36 invoca nada más y nada menos que la Ley ¡judía! para restringir la expresión de la mujer; pero en otra carta -Gálatas-, hace un brutal alegato en contra de dicha ley judía, y rompe cualquier desigualdad al afirmar que "ya no hay hombre o mujer porque todos somos uno en Cristo" (Gal.3, 28). Sólo en el Génesis –recogido a la letra por la doctrina matrimonial de Jesús- se hace una profesión de radical igualdad del hombre y la mujer como la que hace Pablo en Gálatas: “Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, macho y hembra los creó” (Gen. 1,27). Luego vino el Pecado Original y todo se torció -el dominio del hombre sobre la mujer es efecto directo del pecado, no lo olvidemos (Gen. 3,16)-, hasta que vino Jesús a rescatarnos del mal, a abolir el dominio y a hacernos uno en Él.
Pablo, no se olvide, seguía siendo racial y mentalmente judío hasta el punto que no dudó -por razones de conveniencia- en circuncidar a Timoteo (Hch.16,3), y por ello, en su duro trabajo de predicador pudo invocar viejas reliquias de la ley como intento de paralizar los desórdenes en las asambleas, muchos -seguramente- creados por mujeres recién convertidas que vestían indecorosamente (1 Tim. 2,9-10). Impuso su autoridad invocando una ley -la judía- de la que ya sabía que, pese a su prestigio histórico, no cabía en el corazón del "hombre nuevo" en Cristo. Ni de la “mujer nueva”, dicho sea de paso. Pero para llegar a la igualdad de Gálatas –hombres y mujeres en Cristo- aún había un duro camino por recorrer. Y había que imponer restricciones, y para ello qué mejor que recordar algunas reglas de ese termómetro del pecado que era la Ley mosaica.
Qué sacamos de ahí: pues que el mandato universal y permanente es el de Gálatas (el mismo que el de Cristo, Mc. 10,7-9); el local y específico -y por ello temporal- es el del versículo citado de 1 Cor. o de los versículos citados de 1 Tim., los que hoy nos suenan muy machistas.
14 Y no fue Adán el que se dejó seducir, sino que Eva fue engañada y cayó en el pecado.
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-Totalmente de acuerdo con San Pablo.
- Y Eva se dejó seducir por el Demonio porque ella, en evolución definida, era un peldaño más abajo que Adán.
-El Demonio como toda bestia depredadora cuando va de caza siempre va a por el más débil spíquica o fisicamente.
-Adán fue la semilla, el huevo; Eva fue la tierra, el nido.
-Y así cómo cuando se pone la semilla en la tierra, el resultado es más semilla a costa de menos tierra.
@ rastri: Como de costumbre, no veo cómo llegas a conclusiones tan locas, y por lo tanto no puedo decirte qué opino de lo que pones
Yo casi siempre que hay un debate de este tipo lo primero que hago es leer un poco mas. En muchas ocasiones la cuestion queda respondida (o da muchos datos para abordar la cuestion sin ser parciales).
Por ejemplo en Efesios 5 siempre se escoge el versiculo:
"22 Las mujeres deben respetar a su marido como al Señor," (es destacable el final: como al Señor)
Pero se prescinde de:
"25 Maridos, amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella,
26 para santificarla. El la purificó con el bautismo del agua y la palabra,
27 porque quiso para sí una Iglesia resplandeciente, sin mancha ni arruga y sin ningún defecto, sino santa e inmaculada.
28 Del mismo modo, los maridos deben amar a su mujer como a su propio cuerpo. El que ama a su esposa se ama a sí mismo."
Siendo sinceros, al final es hacer un mundo de ese "estar sujetas" y olvidarse de lo que se ordena al marido "amen a su esposa, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella".
Tal vez porque no se entiende lo que esto ultimo significa.
En cuanto a lo que dice Pato: “sino un ejercicio de explicitar un principio, a partir de las relaciones que había en la sociedad de la época”, considero que la relacion hombre mujer no es como las otras de las que habla Pablo. Puesto que unas instituciones son temporales (aunque a ellas debamos estar sujetas) y la otra es natural y querida por Dios.
Por tanto, puede hablar de unas en referencia a lo que se vive en esa época, y de la otra en referencia a lo que es de suyo.
En cuanto a lo que dice Luis: "el dominio del hombre sobre la mujer es efecto directo del pecado", es cierto.
Pero, si nos fijamos, en el Genesis hay varias condenas, pero todas ellas comparten que algo que era bendicion, se vuelve para el hombre carga pesada, dolor, y sufrimiento. En definitiva, lo que era para la vida se ve impregnado por la muerte (que es la realidad nueva que aparece ligada al pecado).
Diriamos que el trabajo no existía ya? No, mas bien se trata de que el trabajo se vuelve un sufrimiento. Y asi con los embarazos, y también con la relación entre el hombre y la mujer.
El hombre siendo cabeza se vuelve dominador.
Esto, es muy difícil de aceptar hoy en dia. Pero el primer motivo de ello es que no entendemos que es esto de ser cabeza. No entendemos que bíblicamente ser el primero conlleva ser servidor de todos.
Ser cabeza conlleva ser soporte y responsable de. Y es difícil de negar, observando a los buenos matrimonios que conozcamos, que el marido es baluarte y cimiento firme para su mujer y familia.
Y es difícil de negar que lo primero de lo que huye el hombre, por el pecado, es de las responsabilidades que conlleva su mujer y familia. Al mismo tiempo que se vuelve autoritario y dominador, incapaz de servir a nadie.
No olvidemos que habla del matrimonio en referencia a la relación de Cristo y su Iglesia. Y esto introduce en muchísimos aspectos. Destaco ahora la cuestión de la unidad: un solo cuerpo.
Hombre y mujer son un solo cuerpo, por tanto. Acaso será esta una autoridad que desautorice a la mujer? Acaso podrá ir este respeto u sujeccion contra uno mismo, cuando son una sola carne?
Y por ultimo señalar que hoy dia se oyen continuas quejas sobre la función del marido en el matrimonio. Mientras nos llenamos la boca de aseveraciones sobre el amor de madre, de como este es fundamental para los hijos, de como entre los dos conyuges la necesaria es la madre… (creo que este mal de poder ensalzar las virtudes y funciones de la mujer, mientras que del hombre no se puede señalar realidad alguna, tiene mucho que ver con el feminismo que impregna nuestra sociedad)
Desde luego que la unión matrimonial es natural, pero el tipo de relaciones que se dan al interior de ella tienen un fuerte componente cultural. Por ejemplo, si en una cultura es común que el marido sepa leer y la mujer no, al tomar una decisión importante, la relación no será igual que cuando los dos profesionales.
Ciertamente que la experiencia (por lo menos la mía) muestra que los matrimonios que mejor funcionan, y especialmente en relación a la educación de los hijos y la transmisión de la fe, son aquellos en los que cada uno asume su papel en el servicio (como Cristo y su Iglesia) al otro.
Con ello me refiero especialmente al hombre, el esposo, tan dado a dejar de lado sus responsabilidades. El cuidado de su esposa, su propia carne, conlleva también la toma de decisiones, el sostenimiento moral, el acompañamiento de los hijos en su crecimiento, corrigiéndolos a veces con firmeza, sin afectividades...¡cómo Cristo a su Iglesia! Sin embargo, el hombre prefiere descansar... dejando a su mujer las decisiones, los agobios, la lucha con los hijos, y que pise además las serpientes que se cuelan en la casa. Así se agota, se rompe y se separa el matrimonio.
Pienso que el pasaje de Corintios es un todo, como dice Natanael. ¿Cómo respetará la mujer a su esposo si este no ejerce como tal, si no la ayuda y la cuida como Cristo a su Iglesia? La mujer ya debe ser madre, la alegría del esposo, el consuelo de los hijos... Para controlar la serpiente debe estar el esposo, cansándose en ello, lo que no hizo en el paraíso.
Y Pato, a mi la entrada me parece interesante.
Por lo que las mujeres sufrimos por el varón, me hace pensar que Dios es misógino. Vean que hizo al hombre 'más grande' que a la mujer; supongo que será para podernos controlar mejor. Hay que recordar que aun el mismo Dios necesitó de una frágil mujer para hacer a su deseado hijo. Si nos ve tan inferiores, ¿por qué no lo tuvo él solo? Creo que si el hombre no nos quiere, que se vayan mejor con otros hombres y nos deben en paz. Siempre he pensado que los hombres y las mujeres no deberían vivir en la misma tierra, pero el deseo sexual del varón nunca nos dejará ganarnos tan anhelada libertad. El sexo para la mujer no es tan importante como para el hombre.
Ser hombre no es hacer pipí de pie, porque para lo 'otro' también se tiene que sentar como niña. Para mi, un hombre es el que tiene educación, moral y respeto por los demás si le falta alguna de las tres, no debería llamarse hombre. Hoy en día, los niños se están librando de las palizas que recibían de los padres, espero con ansias el día en que las mujeres podamos cortar el 'cordón umbilical' que Dios nos puso para unirnos al hombre. Si hay tanto feminicidio, deberíamos nosotras también coger un hacha. Sangre por sangre.
Dios no es misógino, porque todo lo que Dios no ama simplemente deja de existir. Dios ama al hombre que creó a su imagen y semejanza, que creó varón y mujer.
Por eso también la mujer nunca podrá separarse del hombre, y eso es algo bueno, porque así como no era bueno que el hombre estuviera solo, tampoco es bueno que ninguna mujer esté sola.
Ser hombre es tener cromosomas XY, y no otra cosa. Es algo que no elegimos, y que debemos reconocer y aceptar (Catecismo 2333). Hay hombres y mujeres que, como indicas, no son fieles a su naturaleza, pero eso no se soluciona con delirios de venganza, como los que expresas.
Quiza si hubieras dicho: "la total y absoluta igualdad que mostró JESUCRISTO desde el principio para con la mujer", hubieras reflejado mucho mejor la realidad.
No obstante y ante todos los comentarios, unicamente debes pensar, en realidad, cual actitud ha sido la seguida por tu Iglesia desde el principio y para con la mujer: ¿respetó la actitud y el ejemplo de Cristo, o las palabras de inferioridad proferidas por Pablo?
A lo más hay una contradicción entre tus ideas y el mensaje de NSJC y de su buen amigo San Pablo.
En el contexto actual, los textos paulinos más controvertidos serían dos pasajes: 1 Corintios 11:2-16, que hace referencia al atavío de las mujeres, y 1 Corintios 14:34-36, que indica que las mujeres han de permanecer en silencio en las asambleas.
1 Corintios 11:2-16[editar]
La mayoría de los estudiosos en temas paulinos considera a 1Corintios 11:2-16 como un pasaje de difícil comprensión, e incluso en apariencia contradictorio.35 Esto, debido a que al comienzo señala:
[...] quiero que sepáis que la cabeza de todo hombre es Cristo; y la cabeza de la mujer es el hombre; y la cabeza de Cristo es Dios.
1 Corintios 11:3
Pero más adelante indica:
Por lo demás, ni la mujer sin el hombre, ni el hombre sin la mujer, en el Señor. Porque si la mujer procede del hombre, el hombre, a su vez, nace mediante la mujer. Y todo proviene de Dios.
¿De dónde saca esa temeraria afirmación? ¿Qué iglesia es esa? ¿La de Alejandría fundada por el apóstol Marcos en el año 70 d.C, o la católica fundada por el romano Constantino en 313 d.C.?
No puede ser del apóstol Pedro (supuesto fundador de la Iglesia Católica):
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
20entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,
21 porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo.
2 Pedro 1:19-21
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