(InfoCatólica) Mons. Strickland es de los pocos obispos en todo el orbe católico que se toma en serio lo que indicó el Concilio Vaticano II sobre el ministerio episcopal, que no se limita a la propia diócesis:
Cada uno de los Obispos que es puesto al frente de una Iglesia particular, ejerce su poder pastoral sobre la porción del Pueblo de Dios a él encomendada, no sobre las otras Iglesias ni sobre la Iglesia universal. Pero en cuanto miembros del Colegio episcopal y como legítimos sucesores de los Apóstoles, todos y cada uno, en virtud de la institución y precepto de Cristo, están obligados a tener por la Iglesia universal aquella solicitud que, aunque no se ejerza por acto de jurisdicción, contribuye, sin embargo, en gran manera al desarrollo de la Iglesia universal. Deben, pues, todos los Obispos promover y defender la unidad de la fe y la disciplina común de toda la Iglesia, instruir a los fieles en el amor de todo el Cuerpo místico de Cristo.
Lumen Gentium 23
Precisamente por cumplir ese mandato que tiene como obispo fiel a Cristo, está siendo objeto de un ejercicio de acoso y derribo que puede acabar con su cese como pastor de la Iglesia en la diócesis texana de Tyler.
En las últimas semanas ha publicado varias cartas pastorales sobre la fe y la moral católica, la naturaleza de la Iglesia y otros temas. El pasado martes ofreció a sus fieles, y al resto de católicos, otra carta dedicada al sacramento de la Eucaristía. Tras explicar el dogma eucarístico, se centró refutar el mayor ataque que está recibiendo dicho sacramento desde dentro de la propia Iglesia: la necesidad de estar en gracia de Dios para comulgar:
Oramos en cada Misa inmediatamente antes de recibir el Cuerpo de Cristo en la Comunión: «Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo, pero di una sola palabra y mi alma será sanada». Al orar esta oración, reconocemos que todos somos pecadores y, por lo tanto, indignos de recibir el Cuerpo y la Sangre del Señor por nuestra propia voluntad, pero reconocemos que Su suprema obra de misericordia nos hace dignos, si elegimos aceptar Su gracia. y conformar nuestras vidas a la suya. El llamado esencial es que todos nosotros individualmente hagamos lo mejor que podamos para buscar la santidad y asegurar que cualquier pecado mortal del que seamos conscientes haya sido confesado sacramentalmente antes de recibir la Sagrada Comunión.
Explicó lo que es el pecado mortal:
Pecado mortal es todo pecado cuya materia sea grave y que haya sido cometido voluntariamente y con pleno conocimiento de su gravedad. Estos asuntos graves incluyen (pero no se limitan a): asesinato, recibir o participar en abortos, actos homosexuales, relaciones sexuales fuera del matrimonio o en un matrimonio inválido, participar deliberadamente en pensamientos impuros, el uso de anticonceptivos, etc. Si tiene preguntas respecto de los pecados o de la necesidad de la confesión sacramental, os invito a hablar con vuestro párroco; y si habéis cometido pecado mortal, os imploro que os confeséis antes de recibir la Eucaristía.
Recordó lo que la ley canónica indica al respecto:
«El Código de Derecho Canónico de 1983 establece: «Una persona que es consciente de un pecado grave no debe... recibir el cuerpo del Señor sin una confesión sacramental previa, a menos que esté presente una razón grave y no haya oportunidad de confesarse; en este caso la persona debe tener presente la obligación de hacer un acto de perfecta contrición, incluida la intención de confesarse lo antes posible». (CIC 916)».
Y añadió:
Si intencionalmente vivimos de una manera contraria a las enseñanzas de la fe católica, y nos aferramos obstinadamente a creencias que contradicen la verdad que enseña la Iglesia, nos colocamos en un estado de grave peligro espiritual. Podemos consolarnos de que esto puede remediarse ya que la abundante misericordia de Dios siempre está disponible para nosotros, pero debemos arrepentirnos humildemente y confesar nuestros pecados para recibir Su perdón.
El obispo aborda una cuestión que seguramente esté presente en el próximo sínodo:
«Esto me lleva a otro punto que me gustaría discutir ya que es probable que sea discutido en el próximo Sínodo sobre la Sinodalidad. Ha habido mucha discusión sobre las personas que se identifican como miembros de la comunidad LGBTQ y buscan recibir la Sagrada Comunión....
... debemos tener claro que la Iglesia no puede ofrecer la Sagrada Comunión a una persona si esa persona participa activamente en una relación del mismo sexo, o si una persona no vive según el sexo para el que Dios le formó en el momento de su concepción y nacimiento».
Igualmente recuerda cuál es la doctrina católica (quebrantada por Amoris Laetitia) sobre la situación de quienes viven en adulterio:
«Además, quiero dejar claro que la Iglesia nunca ha tolerado ni tolerará la recepción de la Eucaristía por parte de un católico que persista en una unión adúltera. Una persona debe primero arrepentirse del pecado de adulterio y recibir la absolución sacramental, y también tener la firme resolución de evitar este pecado en el futuro. En otras palabras, el adulterio debe terminar para que el individuo pueda recibir la Sagrada Comunión. Para aquellos que hayan estado en un matrimonio anterior y se hayan divorciado y ahora busquen volver a casarse, les insto a que hablen con su párroco para que pueda asesorarlos y ayudarlos en su situación específica».
Por último, exhorta a compartir estas verdades con los demás:
«Como parte del Cuerpo de Cristo, debemos recordar que todas las personas son hijos de Dios; Cristo derramó Su sangre por todas y cada una de las personas. Amamos y damos la bienvenida a nuestros hermanos y hermanas no católicos, y debemos tratar de invitarlos a la plenitud de la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica siempre que sea posible. Los animo a compartir su fe y los invito a asistir a la Santa Misa con ustedes, aunque no puedan recibir la Comunión. Como parte de compartir tu fe, te pido que compartas con ellos por qué la Eucaristía es tan especial y por qué está reservada solo para los católicos que se encuentran en estado de gracia (sin pecado mortal) y que están en plena comunión con la Iglesia».
Cabe recordar los cánones de Trento que afectan a la Eucaristía y el adulterio:
Canon XI sobre la Eucaristía:
Si alguno dijere, que sola la fe es preparación suficiente para recibir el sacramento de la santísima Eucaristía; sea excomulgado. Y para que no se reciba indignamente tan grande Sacramento, y por consecuencia cause muerte y condenación; establece y declara el mismo santo Concilio, que los que se sienten gravados con conciencia de pecado mortal, por contritos que se crean, deben para recibirlo, anticipar necesariamente la confesión sacramental, habiendo confesor. Y si alguno presumiere enseñar, predicar o afirmar con pertinacia lo contrario, o también defenderlo en disputas públicas, quede por el mismo caso excomulgado.
Canon VII sobre el sacramento del matrimonio.
Si alguno dijere, que la Iglesia yerra cuando ha enseñado y enseña, según la doctrina del Evangelio y de los Apóstoles, que no se puede disolver el vínculo del Matrimonio por el adulterio de uno de los dos consortes; y cuando enseña que ninguno de los dos, ni aun el inocente que no dio motivo al adulterio, puede contraer otro Matrimonio viviendo el otro consorte; y que cae en fornicación el que se casare con otra dejada la primera por adúltera, o la que, dejando al adúltero, se casare con otro; sea excomulgado.