InfoCatólica / La Esfera y la Cruz / Archivos para: Marzo 2012

5.03.12

Carl Sagan y los milagros

Conocí a Carl Sagan gracias a la serie Cosmos, que se transmitió a mediados de los ‘80, y no me apena decir que aún hoy, las imágenes del universo que nos regaló se encuentran impresas en mi mente, y me atrevería a decir que en toda una generación de aficionados a la ciencia y la ciencia ficción. A través de su figura, aprendimos acerca de evolución, relatividad, el big bang, los viajes a través del tiempo y el especio.Tengo la idea que el tema religioso estaba a veces presente, más que nada en referencia a mitos de la antigüedad, pero no recuerdo que hubiera nada parecido a las gratuitas y petulantes opiniones de Stephen Hawking.

En resumen, hasta hace poco mantuve un especial aprecio por Carl Sagan, lo tenía por un tipo inteligente y sincero, hasta que me enteré que en su libro “El mundo y sus demonios“, publicado en 1997, escribe un capítulo dedicado a rechazar las curaciones milagrosas, y mete entremedio a las apariciones de Lourdes.

Dice el libro:

En 1858 se informó de una aparición de la Virgen María en Lourdes, Francia; la Madre de Dios confirmó el dogma de su concepción inmaculada que había sido proclamado por el papa Pío XI sólo cuatro años antes. Algo así como cien millones de personas han ido desde entonces a Lourdes con la esperanza de curarse, muchas de ellas con enfermedades que la medicina de la época no podía vencer. La Iglesia católica romana rechazó la autenticidad de gran cantidad de las curaciones llamadas milagrosas: sólo aceptó sesenta y cinco en casi un siglo y medio (de tumores, tuberculosis, oftalmitis, impétigo, bronquitis, parálisis y otras enfermedades, pero no, por ejemplo, la regeneración de una extremidad o una columna vertebral partida). De las sesenta y cinco curaciones, hay diez mujeres por cada hombre. Las posibilidades de una curación milagrosa en Lourdes, por tanto, son de una entre un millón; hay tantas posibilidades aproximadas de curarse después de una visita a Lourdes como de ganar la lotería, o de morir en el accidente de un vuelo regular de avión… incluyendo el que va a Lourdes.
La tasa de remisión espontánea de todos los cánceres, agrupados, se estima entre uno por cada diez mil y uno por cada cien mil. Si sólo el cinco por ciento de los que van a Lourdes fueran a tratarse un cáncer, debería de haber entre cincuenta y quinientas curaciones «milagrosas» sólo de cáncer. Como sólo tres de las sesenta y cinco curaciones atestiguadas son de cáncer, la tasa de remisión espontánea en Lourdes parece ser inferior que si las víctimas se hubieran quedado en casa. Desde luego, si uno se encuentra entre los sesenta y cinco curados, será muy difícil convencerle de que su viaje a Lourdes no fue la causa de la remisión de la enfermedad… Post hoc, ergo propter hoc. Algo similar parece ocurrir con los curanderos individuales.

¿Qué hacer con este párrafo?

Por un lado, su punto es válido: hay muchísimos estafadores que abusan de personas desesperadas por recuperar su salud, lo que es especialmente grave cuando se hace en nombre de la religión. Pero por otra parte, su tratamiento del fenómeno que aún hoy ocurre en Lourdes es claramente deshonesto. Es una acusación grave, lo sé, pero fundada y hasta dolorosa, por el respeto que le tenía a Carl Sagan.

Pero lo cierto es que si de escepticismo se trata, la Iglesia fue escéptica antes que cualquiera de los materialistas modernos hubieran siquiera nacido. Porque si vamos a poner a Lourdes como el epítome de las falsas curaciones ¿No corresponde mencionar que la Iglesia estableció una comisión médica para verificar la realidad de los eventos producidos? ¿o que de ella hayan formado parte no creyentes?

El mismo autor señala que los 65 milagros aceptados son sólo una parte de las curaciones declaradas inexplicables, pero luego toma sólo esta cifra para hacer notar la discordancia estadística con la remisión espontánea de cáncer. Esta falta de honestidad es evidente y grave, porque teniendo un buen punto que demostrar, y buenas razones para hacerlo, elige debilitar su propia credibilidad, rematando su discurso con un mal argumento, sólo a cambio de darle una pasada a la Iglesia Católica.

Mal por Carl Sagan, porque de haber sido un difusor valioso de la ciencia, queda reducido a un polemista de segunda clase, y toda su obra acerca de las maravillas del universo que nos mostró en la serie Cosmos, parecen ahora un pobre sustituto a la religión.

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