«Es mezquino detenerse sólo a considerar si el obrar de una persona responde o no a una ley o norma general, porque eso no basta para discernir y asegurar una plena fidelidad a Dios en la existencia concreta de un ser humano.» (Amoris laetitia, 304)
En su obra Peligros en el catolicismo, Karl Rahner dedica un capítulo al tema El individuo en la Iglesia, donde afirma:
«existe un ámbito de lo individual-moral y religioso, un ámbito de obligaciones y deberes morales y religiosos que, sin poder contradecir a las leyes universales de lo moral, sobrepasan, sin embargo, decisivamente ese ámbito, no pudiendo ser ya afectados por normas formulables de manera universal» (Karl RAHNER, Peligros en el catolicismo, Cristiandad, Madrid, 1964, pág. 34)
Rahner defiende la existencia de un individualismo ético que aunque no niega la ley universal:
«Ciertamente, no puede ni debe haber ninguna ética individual en la que el individuo y su derecho contradigan a las normas universales de la moralidad» (Idem.).
Sin embargo es
«una moral individual que afecta al individuo, imponiéndole deberes, como ética suya irrepetible, y que no puede ser considerada como un simple caso, como una mera aplicación individual de una ley universal, colocada bajo las normas universales de la moralidad» (Idem.).
Rahner propugna que existe una ética individual privada inaccesible a la ley moral universal y aún así querida por Dios sólo para un individuo en concreto:
«se encuentra inequívocamente sometida a la voluntad santa de Dios, que impone obligaciones morales; sometida a aquella voluntad que, desde luego, quiere justamente la singularidad irreemplazable y única del hombre individual» (Ibid., pág. 35)
Rahner opina que esta ética singular es un proyecto personal:
«Esta singularidad no es sólo un hecho, sino también tarea que el hombre tiene que realizar libremente» (Idem)
Este proyecto ético único e irrepetible inaccesible a la ley moral es vislumbrado por la conciencia:
«por un órgano en el hombre que percibe esta moralidad individual como norma obligatoria. Si llamamos conciencia a este órgano, debemos distinguir dos funciones de la conciencia: la función que transmite al saber subjetivo del hombre las norma universales de la ética y la teología moral, aplicándolas a su “caso", y la función por medio de la cual el individuo escucha la llamada siempre única de Dios, llamada que se dirige sólo a él y que no puede deducirse jamás completamente de normas generales» (Idem.)
Obsérvese que Rahner habla de la ley moral como de “normas generales", al igual que Amoris laetitia, en clave convencionalista, como si se tratara en realidad de leyes meramente penales. Esto lo tratamos en este artículo. La idea de oponer la ética general a la ética particular, y proponer, para primar el ethos individual, una suspensión teleológica de lo general, viene del existencialismo de Kierkegaard, en Temor y temblor. Pero este tema ya lo hemos tratado en artículos anteriores.
Rahner opina, además, que debe de haber un arte o técnica apropiado para valorar esta ética individual única e irrepetible, un arte que sea distinto por completo de la teología moral que prescribe normas universales.
Este arte es el discernimiento. Que según Rahner ha sido tradicionalmente mal entendido, porque
«se le reducía expresamente o de manera tácitamente natural, a la facilidad de aplicar casuísticamente las normas teóricas al “caso” particular"» (Ibid., pág. 36)
Para Rahner, sin embargo, el discernimiento se dirige «al individuo único en cuanto tal» (Idem.)
Como puede comprobarse, la teología de Karl Rahner está muy presente en Amoris laetitia, desarrollada y aplicada al tema de los divorciados en nueva unión y los actos intrínsecamente malos, y llevada al extremo, con grave daño para los fieles. No es una teología exclusiva de Rahner, sino que representa la mentalidad e idiosincrasia personalista.
En numeros artículos de este blog hemos demostrado la vinculación de la teología de Amoris laetitia con la escuela personalista y la Nueva Teología, y el existencialismo o individualismo ético, que condena la Humani generis «porque rechaza las esencias inmutables de las cosas y sólo se preocupa de la existencia de los seres singulares.». El mismo Pío XII, en su Discurso sobre los errores de la moral de situación, de 1952, califica de existencialismo ético y de individualismo ético la Nueva Moral.
El Pontífice insiste en que, aunque esa nueva moral «no niega, sin más, los conceptos y los principios morales generales», sin embargo «los desplaza del centro al último confín». Que en eso, precisamente, radica el individualismo existencialista, en poder situarse fuera del alcance de la ley moral universal para autodeterminarse.
Plantear la existencia de una moral individual donde la ley moral universal no tiene cobertura ni aplicación es una grave irresponsabilidad, que puede ser utilizada para el mal. Es lo que la philosophia perennis, tradicionalmente, denomina libertad negativa, y es la esencia de la Era de Subjetivismo, es decir, de la Modernidad.
David Glez. Alonso Gracián