(445) Hacia la arena inmensa
Lo temporal no tiene un fin temporal.
Apoyado en la Inmaculada Concepción, no temer serpiente ni brecha alguna hacia el abismo.
Estar atento a las gracias recibidas y despreocuparse de todo lo demás
No apoyarse en juicio propio y mortificar el apetito de opinión, para que la inteligencia quede también sometida.
Tener el corazón apercibido de plegaria y sacramento y no bajar el listón de la penitencia.
Los más se equivocan por el pecado y los menos aciertan por gracia.
Aferrarse a la verdad católica y que se hunda el mundo si quiere.
Mirar que sólo complacer al Rey de Reyes sea cosa que importe.
Aumentarán las tribulaciones hasta completarse el número de los escogidos. No pasará nada que no haya sido ya permitido.
La arena inmensa de la Apostasía sofocará los pulmones del mundo caído.
No caminar aquí y allá sino alrededor del torrente, para ayudar a los que piden auxilio y devolverles al suelo firme, donde se yerguen columna y fundamento.
Tenga el católico por seguro que el ardimiento del mundo no sucederá sin remuneración.
Las paredes del mundo caerán derretidas por el esplendor del Juicio, y entonces todo se sabrá.
Cristo separará buenos y malos, y como nuevo Atlas, sostendrá sobre sus hombros la Tierra Nueva.