Me pide un lector que comente un texto de César Vidal y, Dios mediante, eso pienso hacer… en otro artículo. Antes de saltar a la refriega y a la discusión de argumentos y temas más concretos, quiero escribir algunas consideraciones sobre este periodista y escritor, que es, probablemente, el protestante español más conocido en España en la actualidad. Curiosamente, además, se da el hecho de que su popularidad ha crecido, en buena parte, en un medio perteneciente a la Conferencia Episcopal española, aunque indudablemente sean sus propios méritos la causa principal de dicha popularidad. En fin, todo esto hace que sea un personaje fascinante.
Es, sin duda alguna, un gran locutor de radio, con una habilidad especial para despertar el interés de sus oyentes sobre los temas que trata y para transmitir su mensaje con una claridad digna de envidia. En sus charlas se muestra como un verdadero comunicador, según el precioso significado etimológico de alguien que comparte las cosas valiosas que ha encontrado en su experiencia, reflexiones, estudios e investigaciones. Escritor infatigable, sus libros de divulgación histórica son amenos y sencillos. Además, mostrando una refrescante independencia de criterio, escribe a menudo sobre temas que muy poca gente quiere tocar, sin temor a defender un punto de vista diferente al de la historiografía oficial.
Como no se trata de escribir una hagiografía (en el mal sentido de la palabra), supongo que los lectores se estarán preguntando, a estas alturas, si hay algo que reprochar a tan augusto personaje. Y, como el que esto escribe es católico y lo hace en un medio de comunicación orgullosamente católico, probablemente piensen que lo que le voy a reprochar a César Vidal es su protestantismo.
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