Humildad, protagonismo y liturgia
Hace poco, con ocasión de la memoria litúrgica de una (¡espléndida!) santa carmelita, el sacerdote de la parroquia donde asistí a misa predicó sobre la humildad. Por sus palabras, deduje que básicamente estaba a favor de la misma. Haciendo gala de un sentido lógico admirable, también se mostró en contra de sus vicios opuestos, la soberbia y el orgullo, que calificó con gran acierto como “algunos de los pecados más horribles que existen".
Unos minutos después, sin embargo, el mismo sacerdote se inventó por completo la plegaria eucarística, con la excepción de la consagración y la doxología final. Sustituyó el texto del misal por una nueva tanda de reflexiones propias de tipo buenista-moralista, una especie de segunda homilía claramente dirigida a los fieles que estábamos allí, en lugar de a Dios.
Como sabrán los lectores, el autor de estas líneas no es precisamente un experto en humildad, pero aun así sentí que había algo que chirriaba en esa yuxtaposición. En efecto, aunque se haga con buena intención, difícilmente podría encontrarse una actitud menos humilde que la de sustituir la liturgia de la Iglesia por las propias elucubraciones. Por tres razones.

Hace algún tiempo, pasé por Manresa y fui a Misa al santuario que allí tienen los jesuitas, junto a la famosa cueva en la que San Ignacio vivió un tiempo como ermitaño después de su conversión. Me encanta ir a rezar en lugares en los que ha habido personas que han amado a Dios sin reservarse nada. En la iglesia grande, me resultó curioso el detalle de que los responsables habían arrancado los reclinatorios de los bancos, sin razón aparente más que impedir arrodillarse a los fieles. También me sorprendió que, en lugar de textos de San Ignacio o de otros santos jesuitas, el material gratuito que se ofrecía para la oración eran folletos repletos de diatribas contra las malvadas empresas farmacéuticas y otros cocos de la sociedad moderna.
Por obra de la superficialidad de los medios de comunicación, tendemos a quedarnos con lo chocante e incluso lo grotesco y a olvidar lo importante. Por eso mismo, me temo que la parte de este viaje del Papa Francisco a tierras americanas que quedará en la memoria de muchos será la lamentable escena de Evo Morales entregándole un crucifijo hecho con una hoz y un martillo.
Durante el último año, en las conversaciones relativas al Sínodo sobre la familia, se han presentado diversas propuestas “pastorales” que afectan de lleno a la indisolubilidad del matrimonio. Así, hemos visto a algunos Padres sinodales y a otros obispos proponer 
Más vale un día en tus atrios que mil fuera de ellos, canta el salmista. Al contrario que Santa María de Betania, que eligió la mejor parte “y no le será quitada", la 
    
            
            
            
            
            
            
            


